El tío Pepe y mi hermano Antonio en el parque del Oeste de Madrid en 1959 |
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.
Bertolt Brecht
Hace casi un año publiqué un
artículo, “Alfonso XIII, la cocinera, el guardia de corps y Juan Carlos I”, que
versaba sobre la historia de mi bisabuela Paula que, siendo muy jovencita,
entró al servicio de los Condes de Villagonzalo, en cuya casa se formó y se
hizo un nombre como cocinera, hasta tal punto de que el propio rey se quiso
hacer con sus servicios y que acabó casándose con un guardia de Corps de este
monarca, mi bisabuelo Marcelo.
De este matrimonio nacieron
cuatro hijos, dos varones y dos mujeres, José, Antonio, Felipa y mi abuela
María. Hoy voy a contaros la historia de José, el tío Pepe, que fue al único
que conocí. Un idealista tan firme en sus convicciones, tan fiel a sí mismo,
que estuvo preso por sus ideas con todos los regímenes políticos que hubo en
España durante el siglo XX, la monarquía de Alfonso XIII, la Segunda República
y el régimen del General Franco, no está mal el record. Sólo se libró con el
rey Juan Carlos I, claro que en su favor diré que ya era octogenario cuando
nuestro monarca desembarco en la historia.
Y caso es que yo lo recuerdo como
un anciano venerable, pacífico y elegante. Como el tío de mi padre al que hay
que escuchar, respetar y nunca interrumpir o molestar porque si no te ganas un
cachete paterno.
A los niños del franquismo no se
nos contaba nada que pudiera poner en peligro a algún miembro de la familia y
menos si la familia había sido republicana o de izquierdas. Tengo múltiples
anécdotas sobre el tema, cómo cuando apabullado por la propaganda en televisión
no hacía más que preguntarle a mi padre, en cualquier parte y ante cualquier
persona, si iba a votar en el referéndum de 1966. Me llevó a su despacho, bajó
su cabeza a la altura de mis ojos y a pocos centímetros de mi cara me espetó: “No, no voy a votar pero, ¿quieres que metan
a tu padre en la cárcel? – no papá - ¡pues no vuelvas a preguntar ni a hablar
de esto nunca!”. No entendí nada pero no volví a preguntar.
El tío Pepe, como su hermano
Antonio, empezó a trabajar de aprendiz en una imprenta antes de llegar a la
adolescencia a principios del siglo XX. Se hizo tipógrafo. Desde finales del
siglo anterior los trabajadores del gremio de impresores representaban un grupo
laboral muy parecido al que ahora pueden representar los
informáticos, y los tipógrafos eran como programadores en una herramienta de
moda, eran especialistas tecnología punta.
Como tenían un acceso más fácil a
los libros y publicaciones de todo tipo, estaban mejor formados e informados y
pronto empezaron a leer sobre las corrientes socialistas que empezaban a llegar
de Europa. Ellos, con Pablo Iglesias a la cabeza, crearon el Partido Socialista
Obrero Español en 1879 y la UGT en 1888.
El tío Pepe, influenciado por ese
ambiente, se afilió desde muy joven a ambas organizaciones. Se preparó, leyó,
estudió de manera autodidacta y, muy pronto, en 1915 ya era redactor de El Socialista – el periódico del partido
– en el que se ocupaba de la información política (1). En aquella época vino su primer ingreso en
prisión, con motivo de las huelgas revolucionarias de 1917.
Ese mismo año de 1917 ocurrió uno
de los acontecimientos que marcaron el siglo XX: la revolución rusa. La
consecuencia política inmediata fue que los partidos socialistas y
socialdemócratas de Europa se escindieron y de ellos surgieron los partidos
comunistas y la 3ª Internacional. Los primeros mantenían el principio de que el
poder había que obtenerlo por medios democráticos y para los segundos la
conquista del poder, para traer el socialismo, debía de realizarse por medio de
la revolución. El
Partido Comunista de España nació en 1921 bajo estos
presupuestos y mi tío Pepe se unió al mismo mientras que su hermano Antonio
siguió en el PSOE, siendo el primero de una serie de desencuentros entre ambos.
No sé nada de los años
posteriores, la ley del silencio familiar funcionó perfectamente, muchas de las
cosas que he averiguado ha sido en los últimos tiempos y gracias a las
hemerotecas digitales que hay en Internet. Creo que trabajó en el Mundo Obrero,
el periódico comunista, pero me falta confirmarlo.
Tenemos que irnos a los últimos
días de la guerra civil, cuando ya estaba todo perdido para el bando
republicano, para saber del tío Pepe. En aquel momento estalló una lucha
fraticida entre los partidarios de resistir hasta que se declarara la guerra
mundial – grupo formado por el Doctor Negrín (2) y los comunistas – y los partidarios de buscar
una paz honrosa – representados por el General Miaja (3) y republicanos y socialistas moderados.
Fue una guerra civil dentro de la guerra civil y mi tío dio con sus huesos en
la cárcel. Ésta vez de la
República, agonizante, pero de la República al fin y al
cabo.
Y estalló la paz, como decía
Gironella, y de honrosa tuvo poco. Cuando los nacionales entraron en Madrid, ya
se encontraron con mi tío en la
cárcel. No hubo que detenerlo, ese trabajo que se ahorraron.
Comoquiera que el tío Pepe no fue combatiente, ni dio “paseos” (4),
sino que trabajó en asuntos de propaganda política, en los juicios sumarísimos
que se celebraron nada más terminar la contienda, fue condenado a 30 años de
prisión.
De aquella condena inconcebible
el tío Pepe cumpliría unos diez años, no lo sé a ciencia cierta, pero haciendo
cábalas es la conclusión que he sacado, pues tengo por ahí un recordatorio de
su boda de 1949 y sé que se casó nada más salir de la trena con la viuda de un
compañero de prisión, ejecutado por el régimen (5).
Tenía su casa en la calle Blasco de Garay
de Madrid, un bajo lúgubre y oscuro, con un patio al final rodeado de muros de
ladrillo en los que yo solía rebotar mi pelota. Recuerdo tardes de infancia muy
aburridas en aquella casa, pero también la deferencia con mi padre y mi tío
Rafael (6) trataban
a aquel hombre para mí entonces muy viejo y poco interesante.
En los últimos años de su vida lo
vi muy poco, mi familia se había mudado de ciudad y las visitas eran menos
frecuentes. Yo había crecido y el país había cambiado, los vientos de
transición habían levantado el secreto familiar y se hablaba abiertamente de
política, aunque sospecho que muchas cosas – la inmensa mayoría, aquellas que
mis mayores deseaban olvidar - quedaron en el tintero. El tío Pepe estaba
exultante por haber sobrevivido a Franco y había descorchado una botella de
champán como se decía entonces al cava. Me comentaba que ese muchacho, el tal
Felipe González era muy moderado, que Carrillo estaba por un lado, andando el
camino que tenía que haber hecho hace mucho tiempo – la independencia respecto
a la Unión Soviética
– pero por otro estaba renunciando a muchas cosas. Y él no renunciaba. Él
seguía siendo un luchador, resuelto a no rendirse, por aquello en lo que había creído
siempre. Un revolucionario de por vida, un revolucionario vitalicio.
La última visita que hice al tío
Pepe, viéndose cerca del fin, me dijo que fuera un día a verlo solo. Aquel día
había demasiada gente delante. Me consideraba el único de sus familiares, sobre todo por mi juventud, merecedor de heredar los documentos que había
guardado durante años y me dio como anticipo, una edición del diario “El Sol”
de 1930 que contiene el famoso artículo de Ortega y Gasset que empieza con “Delenda est Monarchia” que guardo como
un tesoro. Y me prometió mucho más.
Y yo salí de aquella casa lúgubre
con la intención de volver a la semana siguiente. Pero mi vida entró en una
especie de tobogán y perdí ese espíritu que él creía ver en mí. Y no volví a
verlo. Es de las cosas que más me arrepiento en mi vida, fallarle de esa manera
a una persona así. Pero también fallarme a mi mismo, ¿qué historias encerrarían aquellos viejos papeles?, ¿qué tesoros dejé pasar?, ¿qué conocimientos me perdí por mi desidia?. En mi descargo volveré a repetir que durante un tiempo la
vida me pasó por encima y lo que menos me preocupaba el legado de un
revolucionario.
Para cuando me enteré de que
había muerto, ya no había casa lúgubre, ni legado. Probablemente las hijas de
la mujer de mi tío dispusieron de todo y los viejos papeles acabarían en la basura,
o bien, encontró a alguien con más mérito que yo para guardar sus documentos.
Mea culpa.
Lo que es apasionante de la vida
de mi tío Pepe no son aquellos ideales que dieron sentido a su existencia, que
no juzgaré porque fue un hombre de su tiempo al que le tocó tomar decisiones y
adoptó las posturas que consideró justas ante un determinado tipo de sociedad.
Lo más importante de su vida es su pasión, su compromiso, su actitud, su
valentía.
Gentes como él ya no quedan. El
espíritu de sacrificio, de entrega a los demás, la solidaridad, la búsqueda de soluciones
colectivas en vez de una salida individual ya no están de moda. Los idealistas
de cualquier signo, capaces de arriesgarlo todo a cambio de casi nada han
desaparecido como los dinosaurios.
Y las conquistas que este tipo de
personas ganaron para nosotros, los que vinimos detrás, desde la jornada de
ocho horas hasta la educación o la sanidad gratuita se van perdiendo.
Yo no estoy hablando de resucitar
las barricadas ni defiendo luchas fraticidas, hablo de tomar nuestro destino en
nuestras manos, de ser ciudadanos, hablo de participar, de asociarse, de moverse, de defenderse, de
intentar mejorar las cosas apartando al individualismo que es una de las bazas de las
élites.
Hablo – para poner un ejemplo gráfico ahora que se acercan elecciones – de ir a votar, a pesar del sistema electoral, a pesar de las listas cerradas, según nuestras convicciones pero dando una oportunidad a los que todavía no han gobernado, aunque sólo sea para que los que sí lo han hecho tomen nota de que por esta senda no se puede seguir. La abstención no conduce a nada, el voto nulo o en blanco no conduce a nada, el “todos son iguales” no conduce a nada, dadle allá donde más les duele, en los escaños, porque al final es el origen de todo el poder que ostentan.
Hablo – para poner un ejemplo gráfico ahora que se acercan elecciones – de ir a votar, a pesar del sistema electoral, a pesar de las listas cerradas, según nuestras convicciones pero dando una oportunidad a los que todavía no han gobernado, aunque sólo sea para que los que sí lo han hecho tomen nota de que por esta senda no se puede seguir. La abstención no conduce a nada, el voto nulo o en blanco no conduce a nada, el “todos son iguales” no conduce a nada, dadle allá donde más les duele, en los escaños, porque al final es el origen de todo el poder que ostentan.
No es que hayamos vivido por
encima de nuestras posibilidades, es que no hemos pensado en otra cosa que en
consumir porque es en lo único en que nos han educado, en producir y en consumir, y nos han aletargado. Mi
tío Pepe estaría asqueado, probablemente conmigo el primero por ser familia,
pero por lo que a mí se refiere, hasta aquí hemos llegado.
Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo
En recuerdo de José López Baeza
1895-1985
Notas:
(1)
Hay un comentario sobre mi tío abuelo José López Baeza
como periodista del El Socialista en “El
Socialista cumple 120 años”. El Socialista. Marzo de 2006
(2)
El Doctor Negrín fue presidente del gobierno de la República entre 1937 y
1945, ya en el exilio. Su figura fue muy controvertida por su identificación
con las tesis comunistas. Si se desea consultar más información: http://es.wikipedia.org/wiki/Negr%C3%ADn
(3)
El general José
Miaja Menant fue una de las personas clave (general en jefe de la Junta de Defensa) en la defensa
de Madrid entre noviembre y diciembre de 1936, durante la Guerra Civil. Combatió hasta el
final de la misma, tras cuyo final tuvo que partir al exilio que repartió entre
Francia y México. Para más información ver
http://es.wikipedia.org/wiki/General_Miaja
(4)
Paseos, eufemismo con el que se denominaban las
ejecuciones ilegales durante la Guerra Civil
(5)
El caso del compañero de mi tío fue especialmente
cruel. No puedo resistir la tentación de contarlo. Lo haré tal y como me lo
contó mi padre que no coincide del todo con lo que me comentó años después el
nieto del señor en cuestión. Al parecer era un taxista de Madrid. En aquel
tiempo no abundaba la gente que sabía conducir y los milicianos de una de las
checas, que para vergüenza de la humanidad había en Madrid, le obligó a ser su conductor. Si se hubiera
negado probablemente le habrían dado el paseo por contrarrevolucionario. El
caso es que le usaron para transportar condenados o a los milicianos a los
alrededores de Madrid y consumar las ejecuciones. Él jamás disparó ningún tiro.
Jamás estuvo de acuerdo con aquello. Pero en una de las ocasiones ejecutaron al
hijo de un falangista importante. Al terminar la guerra el falangista persiguió a todos los que habían intervenido
en el asesinato de su hijo. Enterado de que el conductor había sido condenado a
30 años de cárcel en primera instancia, removió cielo y tierra para que hubiera
un segundo juicio y consiguió que le condenaran a muerte.
(6)
Mi tío Luis Rafael Barajas López del que ya he hablado
en El Ramal Opera- Príncipe Pío y en Yo,Rafael, Gastón, León y…¡Oh Dios! Hitler. Todo un personaje.
El Revolucionario Vitalicio por Juan Carlos Barajas Martínez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
Basada en una obra en http://sociologiadivertida.blogspot.com.es/.
BUeno yo soy mayor que tú, pero tampoco soy de la generación de tu tío, estoy entre medias. Quizás por eso no soy tan radical como tú en la opinión de las generaciones actuales. Pero si te tengo que dar la razón con tu opinión que la mayoría hemos estado inmersos en una especie de droga idiotizadora que se llama consumo y ahora que no tenemos guita para consumir se nos empiezan a abrir los ojos. Pero hay gente por ahí que se mueve y cada vez hay más voces que se levantan.
ResponderEliminarUn abrazo de Anselmo
Gracias Anselmo, no quería ser radical, odio ser radical en algo, me gusta la negociación y la paz, entiendo que mi tío fuera revolucionario pero yo no quiero serlo. Tampoco lo soy con las generaciones actuales, es que han (o hemos) sido educados así.
EliminarY tienes razón la cosa empieza a moverse.
Un abrazo muy fuerte y gracias por leerme
Juahn Cahloh, maravilloso artículo. Tus pildoras autobiográficas me encantan, otra cosa no sé, pero historia tienes que contar y con la mayoría te quedas con ganas de rascar y saber más, como cuándo cierras un buen libro a medio leer para dormir.
ResponderEliminarAy Juaniyo, muchas gracias. Me reconforta más tu opinión por el hecho de que tu ya naciste con la democracia.
EliminarCuando quieras te cuento más de esas historias ante un "dolce gusto" descafeinado intenso.
Un abrazo muy fuerte
Era otra gente y otro país, sí. Demasiados nombres para pasar a la historia. Al final, demasiadas veces, se recuerdan los nombres de los que menos se lo merecen. Pero esta gente existió, y gracias a ellos tenemos la sociedad que tenemos. Ya veremos como es la de nuestros hijos.
ResponderEliminarGracias por el artículo
Maquilón
Muchas gracias Maquilón por tus comentarios y por tu fidelidad lectora.
EliminarUn abrazo
Haces bien tus artículos. Este me ha parecido especial. Te felicito. Es real y lo comparto. Un abrazo por educar con el cariňo y la libertad, pérdida y gananada. Fe en la difusión. Aunque seamos burgueses, pero por lo menos, dignos para el futuro, el de nuestros hijos. Gracias por tú recuerdo. Bs a tú tío, seguro que terminaria tomando unas cervezas conmigo, será en el cielo?
ResponderEliminaracorazada111
Gracias Acorazada111 seguro que si, que nos tomaríamos una cerveza tan ricamente
EliminarMuchas gracias por tus ánimos
Es siempre un verdadero placer leerte. Cuando ahondas en tus antepasados o en tu vida, me haces bajar la guardia y me enganchas de lo más interno.
ResponderEliminarHay quien te propone participar de más detalles de esas historias que esbozas, creo que tu cuñado. Si, como me supongo, van más allá de un artículo publicado en un blog y son reflexiones de lo que imagino como libro, cuenta conmigo.
Muy duro el episodio del taxista, tengo uno similar en mi familia, pero no tan bien documentado como el tuyo.
Y ahora me alejo de la trascendencia y me agarro a la anécdota, dices: “de ir a votar según nuestras convicciones pero dando una oportunidad a los que todavía no han gobernado” ¿he de pensar que te has vuelto comunista a estas alturas de la vida? ¿quién queda por que nos gobierne?
Un abrazo
Juan cho
Muchas gracias por tus siempre elogiosos comentarios, me animan mucho de verdad.
EliminarBueno Juancho haces varias preguntas. Cuando murió mi hermano me di cuenta de que era el único de mi familia que quedaba que podía contar a mis hijos sobre mis padres, mis tíos, mis abuelos y demás. Si me pasaba algo, ya nadie podría contarles de primera mano mi historia familiar y decidí escribir un libro. Pero es un libro escrito en parte con lágrimas y en el que no me permití, al menos conscientemente, mentirme a mi mismo. NO puede ser publicado sin sacar a la luz cosas que los protagonistas en vida no hubieran deseado que se airearan. Ahora a partir de él construyo estas historias. Próximamente en esta sala aparecerá la historia del hermano del tío Pepe que es más increíble todavía.
No me estoy haciendo comunista, aunque no será por ganas con todo lo que está cayendo. Lo que propongo es votar a otros partidos distintos del PSOE y del PP con la intención de reducir su poder y sacarles de su inmovilismo y su "canovismo". La abstención no conduce a nada. Seguiré hablando del tema.
Juan no era mi cuñado, era un compañero de trabajo.
Un abrazo muy fuerte JuanCHo
Me encantó lo que escribiste! Tu tío fue un tremendo sobreviviente, pero por sobre todo, el que siempre haya sido fiel a sus principios es algo memorable. Todos mis respetos. Saludos desde Chile
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