La Evolución de los Partidos Políticos


Cuatro ladrones con sombreros de copa y cuatro matones,
Ésta suele ser la plana mayor de un partido.
Joaquín Costa 
El Ribagorzano, 30-IX-1908


The best party is but a kind of conspiracy
 Against the rest of the nation
El mejor de los partidos políticos no es otra cosa
Que una conspiración contra el resto del país
George Savile, marqués de Halifax 1633-1695


I do not think  that joining a Party one necessarily abrogates
the use of one's reason
No creo que por adherirse a un partido uno abandone forzosamente la razón
Bertrand Russell, Autobiografía, carta a A. Amos 16-VI-1930

El primer país que se dotó a sí mismo de un sistema de partidos fue el Reino Unido. A finales del siglo XVII se fueron configurando dos grupos políticos con cierta organización, muy lejos todavía de la idea que se tiene hoy de un partido, los “whigs(1) y los “tories(2), que mucho más tarde acabarían por ser el partido liberal y el partido conservador respectivamente. Ambos términos, whig y tory, eran en un principio despectivos, whig – que viene del gaélico escocés – significa cuatrero y tory – que deriva del gaélico irlandés - significa bandolero, como vemos la identificación de los políticos con ladrones, hoy tan en boga, viene de lejos.

Los whig eran más progresistas, la izquierda de la época, y los tories, la derecha, aunque ambos términos entonces no existían, nacieron durante la Revolución Francesa. En una votación el 11 de septiembre de 1789 en la Asamblea Nacional Constituyente, en la que se decidía sobre el veto absoluto de la corona a las leyes que emanaran de la futura Asamblea Legislativa. Los que estaban en contra, y por tanto estaban a favor de que la soberanía residiera efectivamente en el pueblo por encima de la autoridad real, se situaron a la izquierda del presidente, y los partidarios de que el rey fuera un soberano en toda la magnitud del término se colocaron a la derecha. Así el término “izquierda” quedó asociado a las opciones políticas que propugnaban el cambio político y el término “derecha” se asimiló a los grupos conservadores que se oponían a los cambios. No creo que los diputados del “Jeu de Paume(3) pudieran ni imaginarse la repercusión que tendría en la historia de la humanidad aquella sencilla toma de posición. ¿O quizás no fue tan sencilla?.

Desde aquellos tiempos los partidos fueron tomando protagonismo en el desarrollo de la vida pública de todos los países. Ya sea en las democracias liberales, en las que varios partidos se disputan los distintos niveles de gobierno en elecciones libres o en las dictaduras, que suelen apoyarse en un régimen de partido único. En estos últimos casos, siempre me ha parecido una incongruencia el término “partido” pues la palabra designa un grupo de personas agrupadas en torno a una misma ideología por oposición a otros grupos similares, si es único – en buena lógica – no puede ser partido. Así que ya sea de una manera o de otra los partidos políticos son los vehículos a través de los cuales se organiza la participación política en todas las sociedades que han desarrollado con mejor o peor fortuna un Estado. 

Y se ha hablado y escrito mucho acerca de su futuro, de su posible desaparición, se habla del ocaso de los partidos. Muchos lo hacen desde la decepción con el sistema, se sienten excluidos de las decisiones políticas, ven en ellos estructuras al servicio de los intereses de los grandes grupos de presión. Mientras que a los ciudadanos sólo se nos consulta cada cuatro años, las élites económicas tienen línea directa con el poder político. Desde estas plataformas se incide en la necesidad de usar las nuevas tecnologías para fomentar formas de democracia directa, otros piensan que los grupos sociales y la acción colectiva serían los sustitutos ideales de los partidos como agentes de representación. Y sin quitarles la razón, al menos en el diagnóstico, el asunto no me deja de dar desasosiego pues recuerdo otros partidarios de la superación de los partidos con los que no me siento nada identificado. Como tengo esta memoria caprichosa e increíble o increíblemente caprichosa, no lo sé, me acuerdo de ver – con ojos de un niño de once años - un telediario en blanco y negro que se dedicó casi monográficamente al “Crepúsculo de las Ideologías” del diplomático y ministro franquista Gonzalo Fernández de la Mora (4), que aunque se recicló en la Transición para muchos era el filósofo de los inmovilistas. No sé si alguien de aquel telediario de 1971 se había leído el libro pero, con la excusa de la presentación de esa obra, recuerdo tal alegato en contra de los partidos que no se me ha olvidado mi infantil alivio por vivir en aquel país que tenía una frontera – los Pirineos – infranqueable para las peligrosas ideas que venían de Europa.

Pero, ¿cómo se ha llegado hasta aquí?, ¿han sido los partidos políticos siempre iguales?. Antes de contestar a esa pregunta vamos a hacer dos cosas que me parecen imprescindibles. Por un lado vamos a definir qué es un partido político, por otro, vamos a ponernos de acuerdo en una metodología para analizar su evolución. En ambos casos no vamos a inventar nada, sino que nos vamos a aprovechar de que existe una ciencia política que desde fecha muy temprana se ha ido ocupando de estos asuntos.

Para Edmund Burke (5), que por cierto era “whig”, un partido es un cuerpo de hombres unidos para promocionar por medio de la unión de sus esfuerzos el interés nacional sobre la base de un principio concreto respecto del cual todos se muestran de acuerdo. Para el politólogo británico Alan Ware (6) un partido político es una institución que busca influencia en el seno del Estado, a menudo para ocupar posiciones de gobierno, que representan varios intereses sociales y que hasta cierto punto están dispuestos a agregar más intereses. He puesto estas dos definiciones porque la primera está muy de acuerdo con lo que se pensaba que eran los partidos en el momento en que Burke participaba en el parlamento allá por el siglo XVIII y la segunda es actual y ambas marcan muy bien el camino que han seguido los partidos en estos dos siglos de diferencia, sobre todo en la parte de los intereses.

Respecto de la metodología a seguir hay estudios profundos y sistemáticos en diversas partes del mundo que han hecho ese trabajo por nosotros. En general, la mayoría de las tipologías o clasificaciones de los partidos se basan en el espectro ideológico, es un clásico el enfoque de familias espirituales de Von Beyme (7), pero hay muchas otras. Me gustan las investigaciones de  Richard Katz (8) y Peter Mair (9)que se basan en el estudio de la evolución de tres variables: los militantes, la organización central del partido y los cargos públicos, me parece una clasificación muy original porque no tienen en cuenta la ideología y aportan la idea de los partidos cártel que veremos más adelante aunque, por supuesto, no le faltan los críticos.

Según este esquema el primer tipo de partidos que surgió fueron los partidos de cuadros. Era la época del sufragio censitario, siglos XVIII y XIX, lo que significaba en la práctica que sólo tenía el derecho al voto una parte de la población que cumplían una serie requisitos económicos, sociales, educativos y, por supuesto dada la época de la que hablamos, de género. Estos partidos carecían de organización central, las funciones que normalmente desarrollan este tipo de estructuras las realizaban los que estaban en el parlamento, es decir, los cargos públicos, sin el apoyo de lo que también se denomina a veces “el aparato”. No había empleados del partido. Los militantes eran grupos sociales locales, gentes con recursos e influencia, con derecho al voto que daban su apoyo al candidato y éste debía representar sus intereses en caso de ser elegido, aquella era la época dorada de la representación que suponía casi un contrato entre elector y electo. Aunque este formato de partido no difiere mucho entre los distintos países, se dio tanto en Europa como América, a  finales del siglo XIX se conforma en el sur de Europa una versión propia que fue el caciquismo en España y el transformismo en Italia.

El paso de sufragio censitario al sufragio universal afectó al modelo de partido. El cambio fue gradual como lo fue la extensión del voto. La necesidad de movilizar a los nuevos electores, el aumento de la complejidad de las campañas electorales, el incremento de los costes y de los recursos de todo tipo para conseguir que un candidato saliera elegido requirieron del establecimiento de una organización central y de la existencia de una militancia de base. La organización establecía una ideología y una estructura más o menos jerárquica en la que se integraban los militantes. Éstos, a su vez, sostenían con sus cuotas las finanzas de la organización. Son los partidos con organización o partidos de masas, típicos del siglo XX.

Los cargos públicos se vieron envueltos a partir de entonces en una peligrosa dualidad fuente de conflictos. Por un lado eran cargos públicos, por tanto debían seguir una determinada ética y una fidelidad a los intereses de los ciudadanos, y por otro lado, eran cargos del partido, con otra ética y otras fidelidades. En los partidos de izquierda además se solía dar la presencia de cargos sindicales, en los derecha se confundían los intereses de grupos privados con los públicos. Los conceptos de partido de cuadros y partido de masas se deben al politólogo francés Maurice Duverger (10, 11).

Durante la segunda mitad del siglo XX los cambios económicos, culturales y tecnológicos se fueron sucediendo a un ritmo extraordinario, modificaron la forma y la frecuencia que toman las demandas ciudadanas. Se produjo un aumento de la importancia de los medios de comunicación  y sobre todo de la televisión, que hizo que el lenguaje de la propaganda política cambiara radicalmente. Las mejoras en el Estado de Bienestar supusieron una mejora en las condiciones generales de la población, surgiendo con fuerza unas nuevas clases medias heterogéneas y de límites difusos que provocó que aparecieran estrategias electorales interclasistas en un intento por captar el mayor número posible de electores, en un ambiente muy competitivo entre las distintas opciones políticas. 

Todos estos cambios han influido en las estructuras de los partidos, dando lugar a una nueva clase que Otto Kirchheimer (12) y otros llaman partidos “atrapalotodo” ("catch-all"), también se les conoce por partidos multicomprensivos. 

En el partido de cuadros los cargos públicos eran dominantes y en el de masas predominaba la fusión entre la organización central y los militantes, en el modelo atrapalotodo es difícil determinar en la práctica cómo se jerarquizan y ordenan las relaciones, parece que la militancia de base pierde peso a favor de la estructura organizativa y los cargos empiezan a surgir de dicha estructura, los cargos públicos hacen primero carrera dentro del partido. Ya no es tan importante que los militantes peguen carteles electorales, que participen en las decisiones del partido, la ideología pierde también importancia en aras de un mayor pragmatismo, ya no tienen sentido los planteamientos utópicos, la política se convierte – más que nunca – en el arte de lo posible.

La financiación se convierte en un problema, las grandes maquinarias electorales son muy caras y los partidos buscan fondos en muy diversas fuentes y no sólo de las contribuciones de los militantes.

Esta pérdida de peso de los militantes aleja a los partidos actuales del partido de masas y los acerca a la estructura original de los partidos de cuadros. El punto culminante de este proceso de “desmilitantización” es el que Katz y Mair denominan partido cártel, pero que también se conoce como partido de cuadros moderno o partido electoral-profesional. 

Un cártel cómo sabe el lector – y aunque la primera acepción del diccionario de la Real Academia es organización ilícita vinculada al tráfico de armas o drogas – es término prestado de la ciencia económica que designa un convenio entre varias empresas similares para evitar la competencia mutua y regular la producción, la venta y los precios en determinado campo industrial. Para los autores del concepto, precisamente lo que caracteriza este tipo de partido es que ya no es tan importante conseguir el Gobierno de la nación como formar parte del sistema, el objetivo es tener cargos públicos en los distintos niveles gobierno como base con la que obtener influencia, capacidad de decisión y financiación pública. Los partidos mayoritarios forman una clase política homogénea que impide la competencia de nuevas formaciones, lo que maximiza su financiación y los beneficios para sus miembros acumulando las ayudas públicas, que no siempre son dinerarias. Este tipo de estructuras, según los autores de este enfoque, favorecen el bipartidismo.

Y es que la financiación pública es la forma de financiación más habitual, en muchos países cobran según los cargos públicos obtenidos en las elecciones o directamente cobran fondos del Estado. Es el caso de España.

En la misma medida en que la militancia está en declive, el partido se profesionaliza. Los políticos son profesionales de la política, muchos de ellos no conocen el mundo de la empresa ni el mercado de trabajo. Los empleados del partido son también profesionales y la organización central se llena de asesores de muy diverso cuño. Este amor por la asesoría lo trasladan los cargos públicos hacia las administraciones con la contratación de múltiples consejeros en detrimento de los funcionarios.

Ya no se discute el modelo de sociedad, no hay diferencias ideológicas destacables aunque el lenguaje parlamentario y político mantiene diferencias mucho más radicales de lo que la práctica real de la política demuestra. Todo lo que se dice y lo que se hace se realiza pensando cara a la galería. La preocupación por la imagen llega a la obsesión mientras que la preocupación  por los contenidos no va más allá de vagos planteamientos, sólo hay que leer los programas electorales.

Todo esto se combina con un fuerte dominio de los grupos parlamentarios mediante la disciplina de voto y una subordinación de las cámaras a los gobiernos dejando a la separación de poderes moribunda.

Fuente: Wikipedia; haga clic encima para ampliar

Para Ware los militantes se afilian debido a tres clases de incentivos que los partidos les ofrecen: materiales, solidarios y teleológicos.

Los incentivos materiales son muy fáciles de comprender, serían – por ejemplo – el pago de ciertas tareas necesarias durante las campañas; el ofrecimiento de puestos de trabajo de diversa importancia, dependiendo de la categoria del militante, en los distintos niveles de la administración pública y, por último, el ofrecimiento de contratos públicos a cambio de aportaciones a las arcas partidarias.

Los incentivos solidarios son más intangibles pues tienen que ver con lo que al afiliado le gusta y el partido puede ofrecerle. Por ejemplo, la realización de actividades colectivas, la camaradería o la sensación de hacer algo efectivo para resolver los problemas comunes. Yo tuve un compañero que se afilió a un partido siguiendo a las faldas de una chica, el motivo era frívolo, pero la chica lo merecía.

Los incentivos teleológicos tienen que ver con la atracción por una ideología concreta o el programa del partido, estos militantes son los típicos de los partidos de masas.

En el siglo XXI, en un entorno en el que el modelo de los partidos cártel parece ser el que más se ajusta a los partidos reales, ¿existen todavía militantes que valoran los incentivos solidarios y teleológicos, o bien, sólo hay gentes que buscan su propio beneficio?.

Un domingo antes de las últimas elecciones caminaba por una plaza de Las Rozas (13) y vi un grupo con banderas rojas del Partido Socialista, al doblar una esquina me tope con uno de ellos que me entregó un folleto y me contó una historia. Después de aquella legislatura en que el gobierno de Zapatero había metido la pata hasta el fondo, estando en un feudo del Partido Popular por lo que se arriesgaba a una salida de tono de alguno de los viandantes, aquel hombre defendía unas ideas que no estaban en consonancia la praxis real de su partido. Aquel hombre no era ningún cargo importante, no llevaba escolta, iba a pecho descubierto. Sentí ternura por aquel idealista. Le di una palmadita en el brazo y le dije: “¡qué valor tienes con la que está cayendo!”, y me fui. Pues sí, todavía quedan militantes idealistas, al menos uno.

Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo

Notas:
1.    Para más información sobre el término “whig” pulse aquí
2.    Para más información sobre el término “tory” pulse aquí
3.    Para más información acerca del término “jeu de paume” pulse aquí
4.    Para consultar un apunte biográfico de Gonzalo Fernández de la Mora pulse aquí
5.    Para consultar un apunte biográfico de Edmund Burke pulse aquí
6.    Alan Ware es profesor de ciencia política en el Worcester College de Oxford
7.    Para consultar un apunte biográfico del politólogo alemán Klaus Von Beyme pulse aquí
8.    Richard Katz es profesor del departamento de ciencias políticas de la Universidad John Hopkins de Baltimore, EEUU. Para más información pulse aquí
9.    Peter Mair es profesor en el European University College de Florencia. Para más información pulse aquí.
10.    Maurice Duverger es jurista, politólogo y político francés. Para más información pulse aquí.
11.    En su clasificación Duverger habla de partidos híbridos como tercer tipo de partido. Esta clase de partidos tiene características de los partidos de cuadros y los partidos de masas. Sería el caso de partidos en la transición histórica de los partidos de cuadros a los de masas, como por ejemplo el partido conservador británico a finales del siglo XIX, y de los dos grandes partidos norteamericanos, los republicanos y los demócratas. En opinión de Duverger el hecho de que estos partidos no hayan tenido la competencia de un gran partido de izquierdas como los socialdemócratas en Europa ha provocado que no hayan evolucionado de modo completo a modelo de partido de masas.
12.    Otto Kirchheimer politólogo alemán de la Escuela de Francfort, para más información pulsar aquí
13. Las Rozas de Madrid, ciudad de 90.000 habitantes al noroeste de Madrid, forma parte de la zona metropolitana de ésta última. Para más información pulse aquí

Bibliografía

Partidos Políticos y Sistemas de Partidos
Alan Ware
Ciencia Política
Editorial Istmo
Madrid 2004

Comportamiento político, partidos y grupos de presión.
Sociología Electoral
Irene Delgado Sotillos y Lourdes López Nieto
UNED
Madrid 2004


Licencia Creative Commons

¡Jefe, vengo a pedirle un aumento!


Toda opinión implica convicción,
la convicción implica haber sido persuadido
y la persuasión implica la palabra
Aristóteles, Tratado del Alma, III, 3, 428 a 20

Tengo que reconocer que esta frase no la he pronunciado muy a menudo, quizás cuando era joven y trabajaba en una academia de informática, pero desde hace muchos años mi sueldo se decide en despachos muy alejados de mí y sale en los presupuestos generales del Estado, pero no voy a ir por esa triste senda, ni siquiera por el camino más prometedor de la negociación de la remuneración que muchos profesionales se ven obligados a hacer con cierta frecuencia en sus empresas.

He puesto este título a la entrada, primero que nada para atraer la atención de los lectores – con lo que inicio parte de lo que quiero explicar en el artículo, cómo dar gato por liebre - y en segundo lugar porque es uno de los escenarios posibles en que alguien vende algo, su trabajo y su persona, y otro lo compra; es decir, de lo que va a tratar realmente el artículo que tienes en tus manos es sobre ciertas  técnicas aplicables en situaciones de negociación empresarial, en las relaciones amorosas, en la política, en la forma en que los sectarios reclutan adeptos, en la omnipresente publicidad y en otras muchas situaciones. De lo que va a tratar es sobre la influencia social en general.

Quien más y quien menos todos los días se enfrenta a múltiples procesos de influencia social. Te asaltan en el metro para venderte una tarjeta de crédito de mágicas propiedades que te permiten comprar sin gastar dinero o un compañero trata de colocarte un trabajo que, sin ningún linaje de dudas, le correspondía realizarlo a él, o bien, alguno de tus hijos trata de justificarte desde la física newtoniana por qué sus calzoncillos están fuera de la cesta de la ropa sucia. Pero además existe toda una maquinaria de la persuasión que va mucho más lejos de la influencia cara a cara, los anuncios de televisión nos intentan convencer de que un detergente lava más blanco, que ese candidato flojo, gris y opaco puede ser un presidente del gobierno como Dios manda o, ¡por qué va a ser todo negativo!, que hay que cuidar la naturaleza o revisarse la visión una vez al año. El caso es que todas las personas participamos en los procesos de influencia como agente influyente, unas veces, o como blanco que recibe la influencia de otros seres humanos en otras ocasiones.

Llegados a este punto creo que podríamos definir a la influencia social como todo cambio psicológico que se produce mediante las relaciones sociales. La intención de influir, en última instancia, va dirigida a provocar un cambio en la conducta de los otros, de personas o grupos. Para bien o para mal, a través de estos procesos, se configuran – al menos en parte - nuestros afectos, creencias, actitudes, intenciones y conductas.

La influencia social puede ser tanto intencionada, que es de la que más vamos a hablar, como inconsciente, como ejemplo de esto último, yo puedo servir de modelo de conducta, dado mi irreprochable comportamiento público, sin que tenga intención de hacerlo. La influencia puede ser explícita, cuando el mensaje está más que claro – ¡váyase Sr. González! (1) - , o sutil - un suave aleteo de pestañas-. Cuando la influencia es intencionada la llaman persuasión.

Como habrá detectado el lector avisado, desde que hemos empezado a reflexionar sobre la influencia social flota sobre el ambiente un aroma a ética. La pregunta sobre si la influencia es moralmente aceptable no la tienen que abordar las ciencias sociales en primer término, es más bien una cuestión de la que debe ocuparse la filosofía, la psicología social analiza los procesos psicológicos implicados en la influencia interpersonal y las tácticas de influencia más efectiva y la sociología debe ocuparse de las consecuencias sociales de la persuasión. No obstante, como todo descubrimiento humano, el descubrimiento de las técnicas de influencia tiene una doble cara, la positiva y el lado oscuro, yo puedo utilizar dichas tácticas para conseguir objetivos poco éticos o puedo ayudar a la gente a defenderse de la manipulación. Dicho de otro modo, tan agente de influencia puede ser un traficante de drogas, como un asistente social que persuade a los drogadictos para que no las consuman.

Podemos clasificar a la influencia social, en función de la forma de la comunicación, en tres clases. La primera es la comunicación directa cara a cara, en este caso, la interacción se realiza en ambas direcciones y es dialéctica pues el agente trata de averiguar lo que piensa el blanco para adaptar su conducta a sus gustos y ver por dónde puede entrarle y, el blanco, hace lo mismo tratando de defenderse y de que no penetren en sus afectos ni en sus defectos. Un buen ejemplo reside en el título de este artículo, es decir, en la negociación de una subida de salario.

En segundo término tenemos la comunicación dirigida a una audiencia, el caso típico es un mitin político, en la que interacción es unidireccional y con un grado mucho menor de reciprocidad, ya que, aunque el agente recibe aplausos o abucheos la influencia del blanco – en este caso colectivo – es mucho menor.

Y por último tenemos la comunicación de masas, por ejemplo la publicidad o la propaganda a través de los “mass media”. En este caso la comunicación es completamente unidireccional, no existe ningún contacto directo entre el agente y la audiencia y la única manera de medir la influencia es mediante algún método de investigación social como la encuesta o las mediciones de audiencia.

El psicólogo social Robert Cialdini estudió cómo se comportaban los expertos en influencia social y cómo conseguían que otras personas accedieran a sus intenciones, es decir, estudió las tácticas de persuasión más comunes. Se dio cuenta de que todas estas tácticas son muy efectivas. Se basan en convenciones sociales muy aceptadas, aprendidas durante la infancia que se utilizan como recetas – heurísticos (2) – que permiten responder rápida y automáticamente ante una determinada situación social imprevista. Cialdini destiló los principios psicológicos que había detrás de esas tácticas, a saber: la reciprocidad, la escasez, la validación social, la autoridad, la simpatía y la coherencia.

El principio de reciprocidad se basa en la obligación de corresponder. Si una persona nos regala algo por nuestro cumpleaños no vemos obligados a devolverle el detalle cuando al que le cae el año es al otro, si no nos sentimos incómodos, quedamos mal.

La obligación de corresponder podemos descomponerla en dos “subobligaciones”,  la de recibir, no podemos rechazar el regalo, y la de dar, nosotros regalamos en justa correspondencia. Esta es una propiedad sobre la que se asienta las normas de redistribución de bienes en todas las sociedades pues es una garantía - no siempre absoluta - de que cualquier cosa que compartas te será devuelta por los demás cuando lo necesites.

En base al principio de reciprocidad se utilizan dos tácticas de influencia. En primer lugar, la técnica del “esto no es todo” que consiste en ofrecer un regalo o beneficio añadido al producto como paso previo para solicitar un favor o hacer una venta. Hay mucha evidencia empírica al respecto, por eso mi marca favorita de desodorante cada vez que me sube el precio aumenta el tamaño del recipiente y coloca una etiqueta que dice que el 10% del contenido es gratis, pasado un tiempo vuelven al envase anterior pero no al precio anterior. Y tú sigues comprando y no caes en que te han subido precisamente un 10%.

La segunda táctica basada en la reciprocidad es la técnica del "portazo en la cara". Se trata de la obligación que uno siente de hacer una concesión a alguien que ha cedido previamente a una petición nuestra. La técnica consiste en hacer una petición elevada – aunque no desmesurada que entonces no funciona -, y cuando es rechazada – nos dan con la puerta en la cara – entonces se presenta una petición mucho menor que suele ser aceptada. Para que esto funcione, que funciona, es necesario que las dos peticiones las realice la misma persona y que pase un breve lapso de tiempo entre ambas.

El siguiente principio que cito Cialdini es la escasez. No es extraño que el ser humano, una especie que evolucionó en la escasez de casi todo valore más aquello que está fuera de su alcance o que es difícil de conseguir. Así somos, cuando carecemos de algo o se prohíbe su acceso, más deseamos al objeto o sujeto vedado, los británicos resumen muy bien este sentimiento cuando dicen aquello de que el césped del vecino siempre es más verde.

Mercedes López-Sáez  cita tres tácticas relacionadas con la escasez. Lanzar series limitadas de un producto es una de ellas que además numeran y certifican para que el comprador lo tenga claro, a partir de ahí queda el camino para – como decimos en España – te claven. Otra de las técnicas es convencer de la escasez del producto mediante liquidaciones u oportunidades. Y por último está el viejo truco de poner plazos de tiempo limitado e improrrogable para adquirir un producto, a mi me lo han hecho este verano cuando me apremiaban a comprarme un coche antes de fin de mes por que se acababa la subvención del plan PIVE II. Luego, como no, ha habido un plan PIVE III (3).

El tercer principio citado por Cialdini es el de validación social. Es la tendencia de las personas a evaluar lo adecuado de su comportamiento en función de la opinión de los demás, como consecuencia de ello, tendemos a imitar a la gente para no equivocarnos. Observamos a los demás para saber cómo opinar o actuar en una determinada situación. Un buen ejemplo de esta tendencia son las series de humor con un fondo de risas grabadas, al oír la risa de los demás, se produce una sonrisa automática, de esta manera sacan adelante la mitad del trabajo. La táctica consiste en convencer al otro de que la acción que ha de tomar es lógica porque lo hace la mayoría. Me asalta ahora el ejemplo de cuando tú hijo te dice que tiene que llegar tarde porque a todos los demás les dejan, esta técnica se desbarata hablando por teléfono con otros padres y en ventas se utiliza mucho, el “best-seller del año” o “el coche del año” o en un eslógan de hace ya bastantes años de una marca de pantalones que me llamaba mucho la atención por su incongruencia lógica que decía algo así como :“ haz como millones de jóvenes, sé original, ponte unos vaqueros ‘Jeans’”.

El siguiente principio es la autoridad. El concepto de autoridad está ligado al de obediencia a una determinada figura, institución o persona.  Puede tomar distintas formas y adoptar múltiples símbolos, se puede tener autoridad moral, política o académica entre otras muchas formas, cada uno con sus símbolos, desde la corona regia hasta el birrete del catedrático por solo hablar de los tocados que se usan para cubrir sus cabezas los elegidos para esas posiciones de privilegio, pero podríamos hablar de sus asientos – trono o cátedra – o de su vestimenta – el manto de armiño o la toga -.

Existe la creencia generalizada de que las personas que llegan a un puesto considerado socialmente como alto tienen más conocimientos y experiencia que el resto de los mortales. Por mi experiencia personal – he conocido a algún personaje encumbrado - y porque leo la prensa todos los días, me da a la nariz de que la creencia precitada no se corresponde del todo con la realidad pero indudablemente existe. Y lo cierto es que se responde de forma automática no sólo a la autoridad real sino a los símbolos asociados a la autoridad, en eso se basan estas tácticas, en usar dichos símbolos. Piénsese que es mucho más fácil de conseguir para un anuncio publicitario una corona de saldo que a la reina de Inglaterra.

La estrategia general consiste en aparentar autoridad. Hay tres tipos de símbolos que han resultado particularmente efectivos: los títulos académicos, la indumentaria y los adornos asociados al estatus. ¿Cuántas veces aparecen doctores o ingenieros en bata blanca manipulando complicados adminículos tecnológicos o recomendando los productos que se anuncian, desde detergentes a automóviles pasando por dentríficos o cocinas de inducción?, ¿Cuánta publicidad se basa en gente en “smoking” y vestido de noche luciendo joyas y degustando unos conocidos bombones esféricos en la residencia de algún embajador?.

El quinto principio es la simpatía, que podríamos definir como un estado afectivo positivo hacia algo o alguien. Las técnicas de ventas basadas en la simpatía tratan de asociar un estado afectivo positivo al producto lo que incrementa las posibilidades de aceptación por parte del blanco. De esta manera, el político se codea con deportistas o actores famosos para contagiarse de la simpatía que despiertan en el público, la técnica del almuerzo se emplea a menudo en el mundo de los negocios para distender el ambiente antes o después de una negociación, los envoltorios de los productos evocan recuerdos agradables (4) y la música se elige para crear entornos de trabajo cómodos.

Yo empleo en mis relaciones de trabajo la técnica de la simpatía, mi experiencia me indica que, aparte del pequeño porcentaje de sociópatas que hay en toda organización y que son casos perdidos, la simpatía a medio y largo plazo produce unos réditos impresionantes. Por poner un ejemplo, decirle a la secretaria de un directivo con una amplia sonrisa algo bonito te abre la puerta del directivo. ¡Qué bonita es la planta que tienes en tu escritorio, ¿ah, la chica de la foto es tu hija?, ¡qué guapa es, ha salido a su madre!, ¡cuánto trabajo tienes, no sé cómo te mantienes tan alegre!, ¡esa pulsera qué bonita es!, estaba buscando algo así para mi mujer, ¿es muy cara?. Por supuesto el comentario tiene que estar en consonancia con el interlocutor y con las condiciones del momento, un exceso de simpatía puede parecer cargante o hipócrita.

Hay varios factores que favorecen la simpatía. En primer lugar una actitud positiva del agente, la sonrisa, la tranquilidad y la afabilidad. El atractivo físico es otro catalizador de la simpatía pero no está al alcance de todos, el atractivo produce un efecto halo (5) que provoca que el interlocutor le atribuya rasgos de personalidad positivos – es guapo por lo que también debe ser inteligente, bueno u honrado – lo que aumenta su influencia. En tercer término, podemos afirmar que la semejanza ya sea en extracción social, opiniones, aficiones o trivialidades, es otro factor de simpatía; “¿Es usted también del Real Madrid?”, “¡Ah!, ¿del Barcelona?, yo soy del Madrid pero tengo que reconocer que es un gran equipo”. Los elogios y los halagos son también un arma de simpatía muy efectiva pero como hemos indicado en el párrafo anterior no hay que pasarse. Y por último la familiaridad, la exposición repetida a un objeto aumenta la atracción hacia él, se trata del efecto de mera exposición (6), por eso nos machacan con los anuncios publicitarios, me da la impresión de que las campañas de Coca Cola no son para darnos a conocer el producto, sobradamente conocido, están destinadas a que no perdamos la familiaridad con él.

El último principio que citó Cialdini fue la coherencia. Tratamos de ser coherentes  ante los demás, pero también de cara a nosotros mismos. La coherencia es un rasgo de la personalidad muy valorado socialmente pues se asocia con ser lógico, racional, estable y honrado. La estrategia básica en torno a este principio consiste en provocar en el blanco la necesidad de ser coherente consiguiendo que la persona asuma un compromiso y que lo manifieste. Una vez lograda esta cabeza de puente es más fácil conseguir nuevos compromisos relacionados con el anterior.

Podemos citar tres técnicas relacionadas con el principio de la coherencia. La primera es la técnica del “pie en la puerta”. Esta técnica es en cierto modo la táctica contraria a la de la técnica del “portazo en la cara”. Consiste en pedir al blanco un pequeño compromiso no muy costoso para que no se niegue, y una vez ha aceptado pedir un compromiso mayor.

Otra técnica de coherencia es la legitimación de favores insignificantes que consiste en hacer una petición muy simple y poco costosa, presentando esta aportación mínima como algo importante a pesar de ser insignificante. Algo así como cuando la célebre tonadillera Lola Flores fue pillada por Hacienda en fraude y pretendía que los españoles le pagáramos su deuda fiscal donándole cada uno una peseta. No le salió bien, pues se trataba de un fin poco altruista excepto para ella, pero suele ser un técnica muy útil en la recaudación de dinero por las organizaciones benéficas, al parecer funciona porque se apela al buen concepto que cada uno tiene de sí mismo, no queremos aparecer ante nuestra conciencia como tacaños inconmovibles. Se suelen utilizar eslóganes como “por un euro la sonrisa de un niño” o “un microcrédito puede ayudar al tercer mundo”.  Si Lola Flores hubiera pedido a favor de un tercero necesitado hubiera recaudado una fortuna pero planteadas así las cosas sonaba a tomadura de pelo.

La tercera técnica relacionada con la coherencia es la de “la bola baja”, que viene creo de un término del béisbol, deporte muy estadounidense él del que no entiendo prácticamente nada. El caso es que es una técnica muy tramposa que consiste en que una vez se ha establecido un acuerdo sobre unas determinadas condiciones, se retiran las condiciones sobre las que se ha realizado el compromiso. Una vez el contrario ha tomado una decisión se le hace muy difícil cambiar de opinión, por ejemplo, en una venta se le dice que no queda del producto inicialmente contratado pero que hay uno prácticamente igual pero más costoso, en un número importante de los casos el blanco accede al cambio.

Las personas tienden a creerse invulnerables ante este tipo de técnicas, que son negociadores hábiles y consumidores responsables y libres. Pero las tácticas de influencia social son muy poderosas, porque van directamente hacia nuestras respuestas automáticas, que son muy útiles en ciertas ocasiones pero que en otras nos ponen en situación de debilidad, si pones al blanco además en condiciones de tener que decidir muy rápidamente, estos métodos aumentan su eficacia y terminamos queriendo lo que otros desean de nosotros. Es por esto que yo jamás hago una compra por teléfono o en la estación del tren o situación equivalente, me sé vulnerable, en estos casos soy incluso maleducado – si me conocierais os extrañaría saberlo pues soy bastante afable – pues es el mejor medio de quitarte de encima al agente de influencia sea vendedor, político o captador de una secta. Mala educación por defensa propia.

Una vez volvía yo del centro asociado de la UNED y hacía transbordo en la madrileña estación de Nuevos Ministerios. Una editorial muy famosa que distribuye los libros haciendo socios y llevándotelos a casa había montado un tenderete en uno de sus amplios y abovedados pasillos, es la forma que más odio de comprar libros. Para mí comprar un libro es un acto de amor. Buscar el libro, ojear en la librería, hablar con el librero, pagar y llevármelo a casa es para mí un auténtico placer, me siento muy bien después. Vi clarísimamente que aquella joven de risa forzada venía directamente hacia mí. Me dijo - ¿te gusta leer? – le contesté cortante casi sin mirarla – “no”-. De repente oí unas risas justo detrás de unos chavales - ¿has visto?, le ha dicho que no y lleva un libro debajo del brazo”.

Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo

Pido perdón públicamente a todos los vendedores que he contestado de mala manera. No era nada personal. Sólo actuaba en defensa propia.

Notas:
(1)    Está frase la pronunció hasta la saciedad el expresidente del Gobierno José María Aznar en contra de su antecesor Felipe González durante toda la legislatura de 1993 a 1996. Aznar es muy partidario de cogerla con una frase y no soltarla hasta la extenuación (soy consciente de lo que puede significar esta frase en los dialectos latinoamericanos) recuérdese el “España va bien”. La frase no estaba evidentemente dirigida al Sr. González sino a su electorado.

(2)    Puedes encontrar más información sobre la palabra “heurístico” aquí.

(3)    PIVE es el Programa de Incentivos a Vehículos Eficientes. Es un plan de ayuda del Gobierno español a la industria automovilística ante la enorme bajada de las ventas derivada de la crisis económica. Son 1000 euros de subvención. Ya van por el PIVE IV.

(4)    Descubrí hasta qué punto las grandes marcas se preocupan por el diseño de sus productos cuando una vez, hará unos diez años, la marca de automóviles de mi coche me convocó a una reunión de usuarios. La idea era valorar el diseño de la nueva tarjeta de clientes. Éramos unos ocho, todos varones en la cuarentena, de clase media y de nivel de estudios medios o superiores. Nos pusieron ante una mesa redonda, moderados por un joven de buen aspecto y muy bien vestido, arreglado pero informal. Apostaría una fortuna a que era un psicólogo. La sesión se grabó en vídeo.
Nos presentaron varios diseños. A la mayoría de los asistentes les gustaba una tarjeta con la foto de un coche familiar que avanzaba por las curvas de la ladera de una montaña mientras el sol salía por entre las cumbres. Mis compañeros veían a una familia al amanecer camino de unas estupendas vacaciones.

No quiero presumir de tener madera de líder porque no es así. Además me importaba un ardite el diseño que saliera vencedor. Lo que me llevaba allí era la curiosidad, el hecho de participar en un experimento sin riesgo y el cheque regalo de “El Corte Inglés” que me habían prometido. Pero yo no estaba de acuerdo con esa imagen tan familiar e idílica. Yo no veía un amanecer sino un ocaso, ¿quién podía asegurar que la foto apuntara a oeste en vez de al este?, y puestos a ser malvado, les dije que igual que la familia podía ir hacia unas vacaciones podía ir a llevar al abuelo a un asilo. Los compañeros de mesa se estremecieron, se fueron convenciendo de que era un ocaso y desestimamos a la tarjeta por unaminidad.

El psicólogo me miraba y sonreía. Y yo os prometo que lo del asilo fue una broma, pero era sincero cuando dije que veía el atardecer y me producía cierta tristeza.

(5)    El que esté interesado en el “efecto halo” puede pulsar aquí.

(6)    Tratamos este asunto en el artículo de este mismo blog el  “efecto de mera exposición”.

Bibliografía:
Influencia Social, Principios básicos y Tácticas de Influencia
Mercedes López-Sáez
Psicología Social
McGraw-Hill Madrid 1999

Licencia Creative Commons

Las Instituciones Sociales

Alzado del plano de la Institución Libre de Enseñanza

En geometría un poliedro es un cuerpo geométrico formado por caras planas que encierran un volumen finito. Así tenemos al tetraedro con cuatro caras, al dodecaedro con doce o al icosaedro con veinte, y la cosa se puede complicar todo lo que se quiera, así podemos tener al hexecontaedro deltoidal – no es broma - con 60 caras o al hexaquisicosaedro con 120 y podemos complicarlo más todavía, podemos hablar de poliedros irregulares, convexos, cóncavos, arquimedianos, prismas y antiprismas, sólidos platónicos y muchas variantes más.

Cuando empecé a estudiar sociología y empecé a vislumbrar lo complejas que eran las sociedades humanas me acordé de las figuras que había estudiado pero apenas comprendido cuando cursaba, en primer curso de la Facultad de Informática, la asignatura de Dibujo Técnico que dedicaba un parcial exclusivamente a la geometría, es decir, que lo de menos era precisamente el dibujo. Y al rememorar  la geometría de mi juventud me salía la frase “la sociedad es poliédrica” y la frase adquiría para mi pleno sentido gracias a las enseñanzas de “Urko” (1), mote por el que era conocido nuestro profesor de dibujo.

La sociedad es como un poliedro irregular de múltiples caras, aristas, ángulos diferentes y dimensiones, por esa razón se facilita su estudio si se realiza desde múltiples puntos de vista, de la misma manera que muchos poliedros, para intuir cuál es su forma real, hay que estudiarlos desde arriba (planta superior), desde abajo (planta inferior), desde la derecha (perfil derecho), desde la izquierda (perfil izquierdo), desde delante (alzado anterior) y desde detrás (alzado posterior), las conocidas como proyecciones diédricas.

La estructura social, entendida como los múltiples sistemas de relaciones entre los individuos de una sociedad, puede ser contemplada desde múltiples ángulos – desde sus distintas proyecciones según el símil geométrico que estamos utilizando -, alguno de los cuales hemos visto en artículos de Sociología Divertida. Por ejemplo desde su organización en clases u otras formas de estratificación social (2), o bien, desde su composición en grupos y redes sociales (3), o a través de sus procesos o formas de interacción, o desde el estudio de los roles sociales (4), o bien, desde el análisis de las instituciones sociales que es a lo que vamos a dedicar el artículo de hoy.

Lo primero que a cualquier persona le viene a la cabeza cuando oye el término “Institución Social” es el concepto de organismo que desempeña una función de interés público, especialmente de tipo benéfico o docente, como la desaparecida Institución Libre de Enseñanza o la Cruz Roja, o bien, las organizaciones fundamentales que forman parte de un Estado o nación como el parlamento o el Tribunal de Cuentas. Ambas definiciones vienen como acepciones 3 y 4 del diccionario de la Real Academia.

Pero en sociología una institución social no es exactamente eso, incluso para ser sinceros, el concepto de institución ha sido empleado por los sociólogos de forma y con significados distintos. Hay más consenso en decidir qué entidades o hechos sociales son una institución que en la propia definición de institución. Por ejemplo, todos están de acuerdo en que el matrimonio es una institución, o, que también lo es el buen hábito de algunas sociedades de decidir quién va a gobernar según el resultado de las urnas; ahora bien, definir lo que es una institución presenta distintos matices según la escuela sociológica de que se trate, admitiendo todas ellas que una institución es antes que nada una práctica social, es decir, un conjunto de expectativas que dan lugar a comportamientos previsibles por parte de los individuos, que las siguen de modo casi irreflexivo y que no necesitan de justificaciones para llevarlas a cabo.

En conclusión, existe consenso en que una institución social es antes que nada una práctica que ha conseguido un grado amplio de aceptación social. En el sentido de que las acciones que se ajustan a esta pauta social no parecen visibles o destacables, siendo por el contrario muy visibles aquellas otras que parecen alejarse de esas pautas o transgredirlas. Cuando una determinada práctica social adquiere esa aceptación generalizada se dice que tal práctica se ha institucionalizado.

A poco que pensemos podemos encontrar en nuestro alrededor instituciones sociales y procesos de institucionalización. Yo no me resisto a contaros una práctica social que sufrí cuando era estudiante. Los estudiantes de la Universidad Politécnica de Madrid puede que fuéramos bastante crueles poniendo motes a los profesores, creo que es una costumbre, probablemente una institución, que todavía está vigente entre los estudiantes de hoy en día, tengo que preguntárselo a mi hijo, pero los que eran terriblemente crueles eran los profesores con los estudiantes en los exámenes. El suspenso en la Politécnica era una institución. Se había institucionalizado desde el momento en que se había aceptado tácitamente por profesores, alumnos y familias, se concebía como algo normal, como un gaje de estudiar ingeniería, cuando en realidad una universidad no debería estar pensada para suspender sino para formar profesionales. Incluso, la idea del suspenso como pilar del prestigio de la Politécnica, estaba aceptada por la sociedad en la que la universidad estaba integrada, sobre todo en el empresariado. Los titulados de la Politécnica eran los mejores porque superaban unos exámenes terribles en los que se suspendía mucha gente. “¿Ese arquitecto es capaz de construir una casa?, ¿ese ingeniero es capaz de construir un puente?, ah no sé, pero ha aprobado unos exámenes muy difíciles” (5)

Volviendo al tema principal del artículo, hemos visto hasta ahora la parte comúnmente aceptada por todas las corrientes sociológicas, pero entonces, ¿en qué se diferencian las distintas escuelas respecto del concepto de institución social?.

Para el funcionalismo, aparte de ser maneras de actuar y creencias con alto grado de aceptación social, las instituciones cumplen funciones que son necesarias para la propia existencia de la sociedad como tal. Talcott Parsons hablaba de un conjunto de prerrequisitos funcionales universales que resultan imprescindibles para que todo el sistema social tenga un orden persistente, dicho de un modo que todo el mundo pueda entender, son aquellas prácticas que una sociedad debe cumplir para que la sociedad pueda seguir funcionando con normalidad.

Para Parsons y sus seguidores los elementos fundamentales de la sociedad – lo que podríamos llamar “sociedad mínima” o la parte imprescindible de una colectividad para poder llamarla sociedad – se compone de cuatro sistemas que funcionan cooperativamente.

En primer lugar existe un sistema de reproducción y socialización (6) básica de los individuos, lo que Parsons denominaba “Sistema Fiduciario”. En segundo término toda sociedad debe contar con unas estructuras económicas que proveen de bienes y servicios, que promueven la manufactura y el comercio y dan trabajo a las personas. En tercer lugar debe existir un sistema que proporcione y mantenga el orden, un sistema de poder, de articulación territorial y de uso legítimo de la fuerza. Y, por último, un sistema de creencias, de valores, en el que habría que incluir a la religión, lo que Parsons llamaba “Comunidad Societal”.

Para realizar cada una de estas funciones básicas de la sociedad es dónde Parsons coloca a las instituciones. Las sociedades se han dotado de un conjunto de instituciones sociales específicas para cumplirlas que estarían encuadradas en los sistemas que hemos descrito. Mediante estas instituciones se regulan los comportamientos de los individuos y los orientan al cumplimiento de fines determinados.

El ejemplo típico es la familia, que está formada por otra institución, el matrimonio y por su descendencia. Además existe un amplio consenso en que se tratan de instituciones universales, en todas las sociedades existe alguna forma de familia o de matrimonio o pareja, aunque se presenten importantes diferencias en la forma de concebirlas, en el tiempo – en la misma sociedad en épocas diferentes, piénsese en cómo era la familia del franquismo y como es la familia actual – y el espacio – entre sociedades diferentes, por poner un ejemplo las diferencias que existen entre la familia árabe y la occidental son bastante pronunciadas-.

La necesidad básica de reproducción y socialización se cumple a través de la familia, cuyas formas y patrones de actuación están regulados socialmente. En las sociedades evolucionadas existen además otras instituciones como el sistema educativo que permiten una más plena integración social de los individuos, que transmiten componentes culturales más complejos y preparan a los individuos para su correcta inserción en las instituciones económicas como puede ser el mercado de trabajo.

Dentro del sistema de poder, tenemos a las instituciones políticas como por ejemplo la que hemos citado al principio de elegir al gobierno en elecciones. Las instituciones políticas regulan y ordenan el ejercicio del poder, configurando de qué manera se constituye la autoridad, las normas de organización y convivencia y las sanciones a quienes no las cumplen.

Finalmente las sociedades articulan sus sistemas de creencias mediante instituciones ideológicas como pueden ser el partidismo político o los grupos de presión o las iglesias – la Iglesia Católica en España - que hasta el momento han tenido un papel protagonista.

Las instituciones sociales no son compartimentos estancos, no son verticales sino transversales, operan en sistemas parsonianos diferentes, tienen múltiples relaciones y dependencias y cuanto más evolucionada es una sociedad más complejo es este entramado de relaciones. Además existe una cierta jerarquía de instituciones, a partir de las instituciones básicas surgen otras instituciones y formas de articulación social que completan el mapa de la estructura social. De manera que la estructura presentada por Parsons es un esquema básico, un modelo general.

Así que ya tenemos la primera variante, para el funcionalismo las instituciones son prácticas sociales que tienen una función necesaria para el mantenimiento de la estructura de la sociedad.

Marx y sus seguidores veían en el sistema económico el factor determinante de todas las instituciones sociales y, ya que este sistema está en continua evolución, las instituciones sociales también están evolucionando continuamente. El desarrollo de esta evolución ocurre sin importar las acciones e intereses particulares de los individuos, de hecho, a menudo ocurre a pesar de la voluntad de las personas.

Otra componente del institucionalismo marxista es que cada clase tiene sus propias instituciones de la misma manera que tiene su propia ideología. Dicho con un ejemplo, el matrimonio obrero se diferencia del matrimonio burgués en sus patrones de comportamiento y  normativa, y la familia obrera tiene otros intereses y configuraciones diferentes de los de la familia burguesa. Para Marx la clase obrera no puede tener las instituciones de la burguesía por imperativos históricos, de la misma manera que la burguesía no heredó las instituciones del feudalismo.

Marx estaba poco preocupado por las instituciones obreras a excepción hecha de los sindicatos, que si merecieron su atención, para él dichas instituciones surgirían de manera espontánea cuando la clase obrera tomara el relevo de la burguesía, serían creaciones espontáneas del proletariado.

Así que ya tenemos una segunda variante, la marxista, que caracteriza a las instituciones sociales como más dependientes del sistema económico que de otro sistema social, más parecidas al concepto de organización,  dependientes también de la ideología de la clase social a la que pertenecen y en continua evolución adaptándose a los cambios económicos.

La tercera variante del concepto de  institución social que vamos a ver es la más reciente, recurre a planteamientos de la psicología, tiene una orientación cognitiva. Como ya sabéis durante el siglo XX surgieron escuelas sociológicas que se apoyaban en la psicología del individuo para dar respuesta a los problemas sociales, centraban el objeto de estudio en la persona para contemplar a la sociedad como un agregado de individuos, como un mosaico enorme resultado de las interacciones de todas las concepciones individuales.

Para el neoinstitucionalismo sociológico (7) una institución es algo más que una práctica social o que una regla de funcionamiento social, es sobre todo un modo de ver las cosas, lo que denominan la dimensión cognitiva del concepto, y una forma de valorarlas, lo que denominan la dimensión valorativa y cultural. Estas dimensiones están dentro de las rutinas, en la forma de comportarse y en las prácticas sociales. Esta escuela abunda sobre todo en la idea de la institución social como una conducta que se da por supuesta más que en una práctica que tiene una función social concreta o una característica de la clase social a la que se pertenece.

El surgimiento espontáneo de las instituciones en las sociedades se explica desde el neoinstitucionalismo por los modelos mentales compartidos e ideologías que determinan las percepciones de los actores en situaciones de interaccion con otros actores, estas interacciones están marcadas por la cultura y las creencias. La institucionalización sería el resultado de una negociación colectiva de las percepciones e ideología de los individuos sometidos a interacciones continuas entre ellos.

Son muchos los sociólogos que han hablado de las instituciones sociales, empezando por los clásicos, sobre todo Spencer – que fue el primero en abordar una teoría institucionalista - y Durkheim (8), pero me he inclinado por dar tres visiones que me parecían  especialmente interesantes y curiosas. La funcional, que tiene una visión utilitaria de las instituciones; la marxista que tiene una visión clasista y la neoinstitucionalista que tiene una visión psicológica.

Por último, pondríamos hacer un ejercicio de unificación de las tres teorías, al fin y a la postre son aportaciones sobre un mismo fenómeno, visiones que con un poco de esfuerzo y pegamento podríamos hacerlas complementarias, a ver qué tal sale: Las sociedades son muy complejas, no se dejan estudiar con facilidad por lo que hay que recurrir a distintas visiones, a distintos métodos. Uno de ellos consiste en contemplar el entramado de relaciones sociales como un conjunto de instituciones sociales, que son prácticas sociales con un alto grado de aceptación, convenios que algunas veces surgen de manera espontánea y a veces de modo dirigido pero sólo hasta cierto punto pues la aceptación social no puede dirigirse completamente, que algunas tienen una función concreta necesaria para el mantenimiento de la sociedad y otras tienen funciones secundarias más discretas, que están moldeadas por la cultura, la clase, las visiones y percepciones de los individuos. Bueno no parece tan malo el resultado quizás la sociología debiera ser más acumulativa de lo que es.


Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo


Notas:
(1)    Urko era el general gorila de “El Planeta de los Simios”, no recuerdo por qué llamábamos así al profesor de dibujo técnico como no fuera porque no era muy agraciado físicamente.
(2)    Traté este asunto de la estratificación social y las clases en dos artículos: “¡Oiga usted qué todavía hay clases!”, y, “Yo soy de clase media, ¿y usted?
(3)    El tema de los grupos y redes sociales lo abordé, con un componente tecnológico, en “Andamos muy enredados”.
(4)    Estudiamos el concepto de rol social en “Los Roles Sociales
(5)    Tengo un artículo sobre la institucionalización del suspenso en la Universidad Politécnica de Madrid ( El fracaso universitario en la Universidad Politécnica de Madrid). Alguna llaga he tocado con él pues he recibido alguna que otra crítica - mejor dicho burla – de los defensores del sistema, no eran críticas serias. Emparentado con esta institución del suspenso, en España tenemos la institución de la Oposición, que se basa en lo mismo, en cargarse a un motón de gente en exámenes, pero el motivo es distinto. En el primer caso en una cuestión de prestigio en el segundo caso es una cuestión de cierre social. Podéis verlo en “Oposición rima en consonante con Inquisición”
(6)    En sociología se entiende por socialización el proceso mediante el cual los individuos aprenden e interiorizan los valores y normas de la cultura en la que les ha tocado vivir, convirtiéndose idealmente en personas socialmente competentes. La socialización es un proceso continuo que sólo termina con la muerte del individuo, ya que, a lo largo de sus vidas las personas van desempeñando nuevos roles que tienen que aprender (hijo, estudiante, trabajador, padre, abuelo y jubilado). Para más información pulsad aquí.
(7)    El institucionalismo es un enfoque de las ciencias sociales que plantea la comprensión de la sociedad a partir de sus instituciones, entiende que cada sistema social desempeña funciones, sociales, políticas, económicas y culturales para cuya realización se ha dotado de un conjunto de instituciones específicas mediante las cuales se regula el comportamiento del individuo, un esquema bastante parsioniano por cierto. La teoría institucionalista se presenta en diferentes perspectivas que utilizan a la institución como unidad para analizar la realidad económica, política, y en las relaciones internacionales. Para Thoening, el institucionalismo ha evolucionado hacia las perspectivas del institucionalismo histórico, normativo, económico y sociológico.
El neoinstitucionalismo surge en los años ’90. Partiendo del institucionalismo clásico se basa en conceptos sociológicos, psicología y de la teoría de la elección racional. Ya hemos visto sus principios básicos en el artículo. Sólo mencionar sus autores principales: March y Olsen, Powell y DiMaggio, Steinmo, Thelen y Longstreth.
(8)    Muchos sociólogos han hablado de las instituciones y es un término muy al uso cuando se describe la estructura social, pero no tantos sociólogos han hecho monografías y elaborado teorías específicas. Para saber más del institucionalismo de Spencer ver Ritzer [2001] páginas 162-175. Durkheim denominaba a la sociología “la ciencia de las instituciones”, es útil al respecto, leer “Las Reglas del Método Sociológico”. Otros que han tratado las instituciones sociales son Bronislav Malinovski, Maurice Horiou, Arnold Gehlen, Berger y Luckmann, y Goffman ver Encyclopaedia of Sociology de Ritzer páginas 2344 y 2345.

Bibliografía:

La Explicación Sociológica
Una Introducción a la Sociología
José Felix Tezanos
2ª Edición 4ª Rempresión
UNED
Madrid 1998

Teoría Sociológica Moderna
George Ritzer
5ª Edición
ED. McGraw-Hill
Madrid 2001

Conceptos Fundamentales de Sociología
Roberto Garvía
Segunda Reimpresión
El Libro Universitario
Alianza Editorial
Madrid  2003

Perspectivas del Institucionalismo y el Neoinstitucionalismo
José Guadalupe Vargas Hernández
Instituto Tecnológico de Cd. Guzman
Jalisco, México 2008

The Blackwell Encyclopaedia of Sociology
Coordinada por George Ritzer
Blackwell Publishing Ltd
Oxford, Reino Unido 2007

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