Epílogo


 

Este es el epílogo del artículo: El complicado perdón entre las naciones

Intento hacer mis artículos lo más intemporales que puedo, para que su vida útil sea lo más larga posible, pero a veces, no me dejan los acontecimientos.

Nada más terminar mi artículo anterior dedicado a la incontinencia verbal de personajes del otro lado del océano, se le ha sumado la perorata castiza de este lado del charco, lo que en vez de distender ha añadido leña al fuego, que pone de nuevo palos en las ruedas de las relaciones entre naciones que tienen mucho en común y que deberían dispensarse más cariño mutuo y menos enfrentamientos baldíos.

Con esto quiero decir que en España también se dicen tonterías que rebajan a sus voceros a la misma estulta categoría que aquellos prohombres iberoamericanos que solicitan perdones y desacreditan a la historia de la que son sus hijos.

Burlarse de la condición hispánica de los apellidos del presidente mexicano es, aparte de cuestión de mala educación, atacar a la propia raíz de lo que se supone querer defender. Muy mal Sr. Aznar.

Corregir y enmendar al Papa por pedir perdón en nombre de la Iglesia es algo que a mí, muy dado al agnosticismo, no se me ocurriría, por una mera cuestión de respeto por la opinión ajena. Pero, ¿no era el Papa infalible es cuestiones de fe Sra. Ayuso? El neoliberalismo, incluso el carpetovetónico que es más castizo y casposo, no respeta a nadie. 

En cualquier caso, creo que Francisco es muy dueño de sus perdones y que, el hecho de opinar que no está justificada la petición de perdón por situaciones de las que no eres responsable, no te cualifica para criticar e intentar coartar la libertad del que opina lo contrario.

En fin, todo muy lamentable, ya se podía utilizar toda esta energía disipada en tontadas en cosas de mayor provecho como intentar mejorar este mundo nuestro que lleva un camino muy torcido, como el del chiste del portaaviones norteamericano que iba directo al faro de la costa gallega y ordenaba a los fareros que cambiaran de rumbo. Yo ya sé cómo habrían de sentirse esos fareros de ser la historieta cierta,

Juan Carlos Barajas Martínez

Sociólogo