Los problemas del transhumanismo

. La filosofa española Elena Postigo crítica con el transhumanismo


Resumen

Este es el segundo y último artículo de la serie de sobre el transhumanismo que publico en Sociología divertida.

En el primer artículo – “¿Qué es el transhumanismo?”-, exploramos brevemente la intrahistoria del transhumanismo, centrándonos en los principales autores y pensadores que han contribuido al desarrollo de esta corriente. Luego, nos adentramos en la manera en que el transhumanismo plantea la mejora de la condición humana, resaltando el papel fundamental de la ciencia y la tecnología en este proceso.

En este segundo artículo, después de una breve introducción para los que se obstinan en no leer el primer artículo, abordaremos el transhumanismo desde una perspectiva crítica, examinando los problemas éticos que podrían surgir como consecuencia de su aplicación, como por ejemplo la creación de nuevas desigualdades sociales. Además, analizaremos aquellos principios del transhumanismo que, si bien no están directamente relacionados con aspectos morales, han generado un debate crítico en torno a este enfoque.

Abstract

This is the second and final article in the series on transhumanism that I publish in Sociología Divertida.

In the first article – "What is transhumanism?" – we briefly explored the backstory of transhumanism, focusing on the main authors and thinkers who have contributed to the development of this movement. Then, we delved into how transhumanism poses the improvement of the human condition, highlighting the fundamental role of science and technology in this process.

In this second article, after a brief introduction for those who insist on not reading the first article, we will address transhumanism from a critical perspective, examining the ethical issues that could arise as a consequence of its application, such as the creation of new social inequalities. Additionally, we will analyze those principles of transhumanism that, while not directly related to moral aspects, have generated critical debate around this approach.

Índice

Breve introducción al transhumanismo

Los problemas éticos del transhumanismo

Perspectivas críticas

Conclusiones

 

 

Breve introducción al transhumanismo

El transhumanismo es una corriente filosófica que busca mejorar la condición humana mediante la aplicación de la ciencia y la tecnología. Su objetivo principal es ampliar las capacidades humanas en términos de inteligencia, resistencia y longevidad (Postigo, 2019). Para lograr esto, propone el uso de diversas tecnologías como la inteligencia artificial, la robótica, la nanotecnología, la biotecnología y la realidad virtual y aumentada.

Estas tecnologías buscan superar las limitaciones biológicas y mejorar aspectos como la memoria, la capacidad cognitiva, la resistencia física, la longevidad y la calidad de vida en general. Además, el transhumanismo plantea la posibilidad de fusionar la inteligencia humana con la inteligencia artificial, lo que daría lugar a seres posthumanos con habilidades sobrehumanas.

En la sociedad actual, el transhumanismo ha ganado relevancia debido a los avances científicos y tecnológicos. Sin embargo, su planteamiento de una transformación radical de la condición humana también ha generado debates éticos y morales. ¿Cuál es la obligación moral de mejorar al ser humano? ¿Qué significa exactamente "mejorar" a las personas? Estas son preguntas fundamentales.

Es importante reconocer que el transhumanismo encuentra su razón de ser en el progreso científico y tecnológico actual. La posibilidad de modificar controladamente a los seres humanos no parece una mera locura, ya que existen argumentos sólidos respaldados por el estado actual de la ciencia. Ray Kurzweil(1), un futurista y defensor del transhumanismo, afirmó: "La humanidad siempre ha deseado vivir eternamente, pero ahora, gracias a la ciencia y la tecnología, podemos comenzar a trabajar en serio para hacerlo realidad" (Kurzweil, 2005, p. 235).

 

Los problemas éticos del transhumanismo

Han corrido ríos de tinta sobre los problemas éticos que plantea el transhumanismo. El debate gira fundamentalmente sobre dos ejes, en el primero, se discute sobre las cuestiones relativas a la condición humana, su naturaleza inmutable o no y la identidad de las personas. En el segundo, se plantean cuestiones más pragmáticas o cercanas a las consecuencias de la aplicación al ser humano de las técnicas propuestas por los transhumanistas como, por ejemplo, la manipulación genética y la eugenesia, el mejoramiento humano y la desigualdad, la pérdida de la diversidad humana o los riesgos y efectos secundarios imprevistos, entre otros.

Respecto a los debates pertenecientes al primer eje son interesantes y muy recientes los artículos especializados y apariciones en los medios de la filósofa española Elena Postigo (2). Para Postigo no solo ha sido el avance científico lo que nos ha traído hasta este punto, sino que también hay un proceso histórico de cambio en la concepción de la naturaleza humana. Postigo sostiene que el transhumanismo busca la superación de la Moira (3) a través de la transformación de la naturaleza humana en una forma que trasciende lo biológico, lo que representa una negación de la physis, es decir, de la naturaleza humana en tanto que ser vivo y biológico.

Postigo argumenta que la physis (4) tiene una serie de características innatas que deben ser respetadas y no pueden ser modificadas sin consecuencias éticas. Por ejemplo, la capacidad de sufrir y de experimentar dolor es un rasgo inherente a la physis humana que no debería ser eliminado mediante tecnologías transhumanistas (Postigo, 2019b).

Elena Postigo parte de la idea de la modernidad líquida de Zygmunt Bauman (5), que se refiere a la fragilidad y la inestabilidad de las relaciones humanas y de la sociedad contemporánea. En este contexto, argumenta que el transhumanismo se basa en una concepción de la persona como algo maleable y moldeable, que puede ser mejorada y perfeccionada mediante la tecnología.

Esta visión transhumanista de la persona es problemática desde una perspectiva bioética y filosófica, ya que se basa en una concepción reduccionista y simplista de la naturaleza humana. Para ella, la persona no puede ser reducida a su dimensión física o biológica, sino que se trata de un ser complejo y multidimensional que se caracteriza por su capacidad para la libertad, la creatividad, la responsabilidad y la trascendencia.

La concepción de la naturaleza humana como un orden constructivo se remonta a la filosofía griega y a la idea de que la naturaleza tiene un orden intrínseco que los seres humanos deben respetar. Esta idea se transmitió a través de la filosofía y la teología medieval, se manifestó en la idea cristiana de que los seres humanos fueron creados a imagen y semejanza de Dios y, por lo tanto, tienen una naturaleza divina y un propósito fijo.

Sin embargo, con el surgimiento de la modernidad y la Ilustración, esta concepción comenzó a cambiar. La razón humana y la ciencia se convirtieron en los nuevos medios para descubrir el orden de la naturaleza y se consideró que la naturaleza humana era perfectible y podía ser mejorada mediante la aplicación de la razón y la tecnología.

Esta idea de la naturaleza humana como perfectible y mejorable se ha mantenido hasta la actualidad, pero ha evolucionado hacia una concepción más líquida y dinámica, en línea con la modernidad líquida de Bauman. Según esta nueva concepción, la naturaleza humana es algo que está en constante evolución y cambio, no hay nada fijo o determinado en ella. Este pensamiento se refleja en la idea transhumanista de que los seres humanos pueden y deben superar sus limitaciones biológicas mediante la aplicación de la tecnología y la ciencia.

Así las cosas, amparado por esta ideología del ser humano mejorable, el transhumanismo deshumaniza al individuo al reducirlo a un mero objeto o medio para la consecución de fines, que rompe con el orden natural y que supone una forma de alienación del individuo respecto a su propia naturaleza.

En el otro lado, nos encontramos con Bostrom (6), que argumenta que la pérdida de la identidad humana es una cuestión subjetiva y relativa, y que el transhumanismo puede ser una oportunidad para que los seres humanos se expandan y se desarrollen en nuevas formas. Según él, el transhumanismo no busca la destrucción de la identidad humana, sino su evolución hacia algo superior y más complejo (Bostrom, 2014b).

Respecto al segundo eje de debate y, en lo que atañe a la manipulación genética y la eugenesia (7), Bostrom argumenta que pueden tener un impacto positivo en la humanidad, siempre y cuando se realice de manera responsable y ética. La selección genética podría ser utilizada para prevenir enfermedades hereditarias y mejorar la salud y el bienestar de la humanidad en general (Bostrom, 2014a).

Por otro lado, Postigo es crítica con la manipulación genética y la eugenesia. Destaca que la manipulación genética podría llevar a la creación de una clase privilegiada de individuos "mejorados" y una subclase de individuos "inferiores". Además, la manipulación genética podría erosionar la diversidad humana y la capacidad de las personas para aceptar y valorar la diversidad en los demás. En lugar de enfocarse en la manipulación genética, Postigo propone que la sociedad debiera centrarse en mejorar el entorno y las condiciones de vida para mejorar la salud y el bienestar de todos (Postigo 2019a).

En lo referente a la desigualdad social que puede resultar de la aplicación de tecnologías de mejora sobre las personas, pocos ponen duda que es un proceso que tiene una clara vocación de que las mejoras estén disponibles solo para ciertos grupos privilegiados, lo que podría acentuar la desigualdad existente en la sociedad.

Bostrom argumenta que esto es una preocupación válida, pero no una razón para rechazar el mejoramiento humano en su totalidad. En su lugar, sugiere la necesidad de políticas públicas justas para garantizar el acceso equitativo a las mejoras, como el establecimiento de un sistema de salud universal que cubra los costes, establecer comités independientes para administrar los fondos de investigación y desarrollo, el fomento de la educación y el conocimiento para garantizar la información sobre estos procesos o garantizar la accesibilidad de las tecnologías transhumanistas para personas con discapacidades y otros grupos marginados (Bostrom, 2014a).

Por su parte, Postigo también destaca la preocupación por la desigualdad en el contexto del transhumanismo. Argumenta que la promoción de la igualdad es un valor fundamental de la bioética y que el transhumanismo podría perpetuar o incluso aumentar la desigualdad si no se aborda adecuadamente. Por lo tanto, aboga por políticas que promuevan la justicia social y la igualdad de oportunidades en el acceso a las mejoras tecnológicas (Postigo, 2014b).

 

Perspectivas críticas

En este apartado vamos a examinar aquellos principios del transhumanismo -o consecuencias probables derivadas del mismo- que, no estando principalmente relacionadas con aspectos morales, han abierto un debate crítico sobre este enfoque.

El transhumanismo descansa en buena parte sobre la confianza en la utopía del progreso científico ilimitado. Ya Martin Heidegger (8) –cuando todavía el transhumanismo no había cobrado la fuerza que hoy en día atesora- sostenía que la tecnología moderna se ha convertido en una fuerza que domina el mundo y que está llevando a la humanidad a una forma de vida cada vez más deshumanizada.

La tecnología no es tan solo un conjunto de herramientas y artefactos, sino que está asociada a una forma de pensar que ve al mundo como algo que debe ser controlado y manipulado en función de los fines humanos.

Este enfoque instrumental de la tecnología dice Heidegger, ha llevado a la humanidad a una situación en la que se ha vuelto cada vez más dependiente de la tecnología y ha perdido su capacidad de comprender y apreciar el mundo tal como es en sí mismo (Heidegger, 2008).

Postigo, en su caso, cuestiona la idea de que el progreso científico y tecnológico pueda resolver todos los problemas de la humanidad y conducirnos a una utopía de felicidad y bienestar.

Según Postigo, la cultura científica moderna ha generado una "razón técnica" que se basa en la idea de que todo puede ser conocido, controlado y manipulado por la ciencia y la tecnología. Esta concepción de la razón y la técnica nos ha llevado a creer en la posibilidad de un progreso ilimitado, en el que los avances científicos y tecnológicos resolverían todos los problemas de la humanidad y nos llevarían hacia un futuro de felicidad y bienestar.

Sin embargo, para Postigo, esta utopía del progreso ilimitado es problemática por varias razones. En primer lugar, el progreso científico y tecnológico no siempre ha conducido a mejoras en la calidad de vida, sino que también ha generado nuevos problemas y desafíos éticos y sociales.

Además, la idea de un progreso ilimitado nos hace olvidar que la vida humana tiene límites naturales y que la muerte es inevitable, lo que nos lleva a una concepción problemática de la vida y la muerte (Postigo, 2008).

Por el contrario, Nick Bostrom, opina que puestos a tener utopías se queda con la del progreso científico y señala que la inteligencia artificial tiene el potencial de generar un crecimiento económico sin precedentes y de resolver problemas como la pobreza, la enfermedad y el cambio climático. También defiende la idea de que los seres humanos pueden mejorar radicalmente sus capacidades físicas y mentales mediante el uso de tecnologías transhumanas (Bostrom, 2014a).

Por su parte, Max More (9) ve el progreso científico y tecnológico como una fuerza positiva en la evolución humana, aunque reconoce que también plantea desafíos y riesgos que deben ser abordados de manera cuidadosa y reflexiva. More se ha referido a la posibilidad de una "singularidad tecnológica", un momento en el futuro en el que la inteligencia artificial superará a la humana y se producirá un cambio drástico en la sociedad y en la humanidad misma (More, 1990b).

Otro punto de debate importante es el relativo a los problemas jurídicos que pueden resultar de la aplicación de tecnologías transhumanistas. Es un asunto complejo y diverso que está siendo explorado y debatido. No es fácil contestar a preguntas del tenor de: ¿Cómo debería regularse el uso de tecnologías que mejoran el rendimiento humano, como la edición genética o el mejoramiento cognitivo? ¿Cómo se protegen los derechos de propiedad intelectual en relación con las tecnologías transhumanas? ¿Cómo se protege la privacidad y seguridad de los datos personales en relación con las tecnologías transhumanas, como los implantes cerebrales y la monitorización continua de la salud? ¿Quién es responsable en caso de daño o perjuicio causado por tecnologías transhumanas, como la inteligencia artificial o los implantes cerebrales?

El profesor Marcial Ayuso, catedrático de filosofía del derecho, plantea la necesidad de redefinir el concepto de persona y sus derechos, la regulación del uso de tecnologías de mejora humana y su posible impacto en la igualdad de oportunidades, la protección de la privacidad y la libertad individual frente a la recolección de datos personales y la posible vigilancia y la necesidad de establecer una ética de la responsabilidad para evitar posibles abusos y discriminaciones (Ayuso, 2019).

Otra perspectiva crítica es la que relaciona al transhumanismo con la lógica capitalista de la maximización de la eficiencia y la productividad, y que la búsqueda de la mejora humana puede ser explotada por las empresas en su búsqueda de beneficios.

Desde el aceleracionismo de izquierdas, Srniceck  (10) y Williams (11)  tienen al respecto un punto de vista muy interesante. Argumentan que el transhumanismo no es necesariamente una respuesta adecuada a los problemas del capitalismo actual, ya que, en lugar de cuestionar la lógica del capitalismo, simplemente busca soluciones tecnológicas para mejorar la vida de las personas dentro del sistema capitalista existente.

Srnicek y Williams argumentan que el verdadero cambio social debe ir más allá de la mejora tecnológica individual y debe centrarse en la transformación del sistema económico en sí mismo. Abogan por una política que busque acelerar la automatización y la digitalización de la economía combinada con un cambio radical de la mentalidad social acerca del trabajo como forma de mantener la dignidad humana. El objetivo de la utopía de Srnicek y Williams es alcanzar una sociedad postcapitalista caracterizada por ser un mundo sin trabajo (Srnicek y Williams, 2015).

Por último, también se han levantado voces críticas desde el feminismo, algunas teóricas feministas han criticado el transhumanismo por perpetuar ciertas desigualdades de género y reproducir ciertas dinámicas de poder. Por ejemplo, apuntan a que el transhumanismo suele estar liderado por hombres blancos y privilegiados, lo que puede llevar a que se perpetúen ciertos sesgos y discriminaciones en las mejoras tecnológicas propuestas.

Otras críticas se centran en la idea de la "perfección" física y en cómo esto puede perpetuar ciertas normas de belleza y estereotipos de género, lo que puede ser perjudicial para las mujeres y otras minorías de género. Por ejemplo, algunas mejoras estéticas propuestas por el transhumanismo, como la eliminación de arrugas o la mejora de la musculatura, pueden perpetuar ciertas normas de belleza que penalizan a las mujeres y a otras minorías de género.

Autoras como Donna Haraway (12) y Rosi Braidotti (13) proponen una forma de entender el transhumanismo que no perpetúen las diferencias de género. En lugar de concebirlo como una búsqueda individualista de la perfección, Haraway y Braidotti sugieren una idea más colectiva y colaborativa del transhumanismo, en la que se busca la mejora de las capacidades humanas de manera compartida y con un enfoque en la justicia social y la igualdad. En su "Manifiesto Ciborg", Haraway defiende una visión de los ciborgs que rechaza las distinciones binarias de género, raza y otros aspectos de la identidad. Proponen sustituirlos por una idea más fluida y abierta de la identidad (Haraway, 1991). Por su parte, Braidotti, en su libro "Posthuman Knowledge", plantea una perspectiva posthumanista que reconoce la interconexión de los seres humanos con su entorno y la necesidad de superar las jerarquías de poder para crear una sociedad más equitativa y solidaria (Braidotti, 2019).

 

Conclusiones

El avance tecnológico de las últimas décadas ha generado cambios significativos en nuestra sociedad, tanto en términos sociales como en formas de pensar. Aunque algunas de estas transformaciones buscaban reemplazar por completo las formas antiguas, en muchos casos no han logrado desplazarlas por completo. En consecuencia, nos encontramos en una sociedad diversa y compleja, donde conviven diferentes estilos de vida y enfoques de pensamiento.

Tomemos como ejemplos dos extremos opuestos: los amish, conocidos por su estilo de vida tradicional y su resistencia al uso de tecnología moderna, y las comunidades que se sumergen en conceptos futuristas como el metaverso, donde se recrea una realidad virtual. Estos dos ejemplos ilustran la amplia gama de opciones y perspectivas que coexisten en nuestro mundo actual.

El cambio tecnológico experimentado a partir de la segunda mitad del siglo XX ha sido notable y ha planteado numerosos desafíos éticos, filosóficos y sociales. A medida que la tecnología avanza a un ritmo acelerado, la sociedad a menudo se encuentra rezagada, necesitando tiempo para adaptarse a los nuevos cambios.

Como hemos visto, es común observar que lo antiguo y lo nuevo coexisten en nuestra realidad. Las estructuras sociales existentes no siempre son capaces de asimilar por completo los avances tecnológicos que se presentan, lo que puede generar tensiones y desafíos. La velocidad del cambio tecnológico plantea la necesidad de una adaptación constante y rápida, tanto a nivel individual como colectivo.

Este desfase entre el cambio tecnológico y la capacidad de adaptación de la sociedad plantea cuestiones importantes. Surge la necesidad de reflexionar sobre los impactos de la tecnología en nuestras vidas, así como de abordar los problemas éticos y sociales que aparecen como resultado de estos avances. Los debates en torno a la privacidad, la seguridad, la igualdad y la responsabilidad son solo algunos ejemplos de los desafíos que enfrentamos. Es fundamental que la sociedad busque formas de comprender y abordar estos desafíos.

El transhumanismo surge en este contexto de preocupación por los desafíos y cambios que trae consigo el avance tecnológico con el objetivo de encontrar una visión optimista en la que la tecnología pueda resolver los problemas que ella misma crea. Se presenta como una perspectiva que busca abordar estos desafíos a través de una visión utópica de una sociedad de individuos mejorados.

Lo bueno que tiene una utopía es que marca una dirección, hay que tratar que sea la dirección correcta, pero al menos tienes la oportunidad de ir por el buen camino, sin objetivo final no puedes partir hacia ningún sitio. 

Lo malo es que es un ideal y, como ideal marca un límite inalcanzable, algo así como un límite matemático al que una sucesión tiende pero que nunca llega a alcanzar por mucho que aumentemos la variable independiente.

Este carácter utópico da miedo, demasiadas veces en el pasado las utopías no han acabado bien. Además, a diferencia de utopías anteriores, como los falansterios de Fourier (14) o el comunismo utópico de Marx, que se basaban en seres humanos comunes, el transhumanismo se construye en torno a la idea de seres humanos mejorados, lo cual plantea preocupaciones adicionales.

Estos ideales de superioridad han sido utilizados para justificar acciones y políticas opresivas, discriminación y exclusiones. La idea de una sociedad de individuos mejorados puede llevar a la creación de una élite tecnológica que se distancie aún más de aquellos que no tienen acceso a estas mejoras.

Ese miedo a que se tuerzan las cosas está presente en los críticos, pero también lo está en los autores más sensatos del transhumanismo que defienden medidas que reduzcan las desigualdades sociales y las disfunciones de todo tipo que pueda ocasionar la aplicación de la tecnología a la mejora del ser humano.

Una diferencia fundamental que se observa entre los críticos y los defensores del transhumanismo radica en su visión del avance tecnológico. Mientras los críticos tienden a percibirlo como un proceso inevitable, en el que el individuo tiene escasa influencia, los partidarios del transhumanismo lo consideran como un deber moral. Según esta perspectiva, no se debe esperar de manera pasiva, sino que es necesario intervenir, fomentar y, en la medida de lo posible, controlar el progreso tecnológico. Para ellos, el avance tecnológico es una responsabilidad activa que implica la promoción y el impulso de mejoras para la humanidad.

Desde un punto de vista personal y puestos a elegir una utopía me llama más la atención el llamado aceleracionismo de izquierdas de Srnicek y Williams que ante la inevitabilidad del progreso tecnológico propone que, en lugar de resistirse o tratar de revertir las fuerzas del capitalismo, se debe acelerar su desarrollo y transformación, aprovechando las posibilidades tecnológicas y la automatización para superar las limitaciones del trabajo asalariado y crear una sociedad postcapitalista. En este sentido, abogan por una mayor adopción de tecnologías como la inteligencia artificial, la automatización, la robótica y la producción en red tal y como preconizan los transhumanistas.

Ahora bien, la mejora que proponen los aceleracionistas de izquierda no es individual, no se buscan seres humanos mejorados sino una sociedad mejorada. El objetivo último del aceleracionismo de izquierdas es lograr una sociedad en la que el trabajo asalariado sea reemplazado por formas de trabajo más liberadoras y creativas, donde los recursos sean distribuidos de manera más equitativa y la tecnología sea utilizada en beneficio de toda la sociedad. Consideran que la aceleración del capitalismo puede desestabilizar sus estructuras y crear las condiciones para la emergencia de una nueva forma de organización social y económica.

Es innegable que estamos presenciando un proceso de cambio tecnológico ineludible. Independientemente de si uno está a favor o en contra del transhumanismo, es crucial prepararse filosóficamente para afrontar esta transformación y buscar formas de aprovechar sus beneficios. A principios del siglo XIX, era extremadamente difícil ser ludita (15), ya que la Revolución Industrial avanzó sin tener en cuenta sus preocupaciones. En la actualidad, a principios del siglo XXI, ser ludita parece prácticamente imposible, dada la omnipresencia de la tecnología en nuestras vidas. En lugar de resistir el avance tecnológico, es más productivo enfocarse en cómo podemos adaptarnos y encontrar formas de utilizarlo para mejorar nuestra calidad de vida y abordar los desafíos que se presentan. Al enfrentar estos cambios, es esencial mantener un enfoque crítico y ético, buscando siempre el equilibrio entre el progreso tecnológico y el bienestar humano.

De todas las formas y, aunque no suene especialmente filosófico, ¡Dios nos pille confesados!

Juan Carlos Barajas Martínez

Sociólogo

 

Notas

  1. Raymond Kurzweil (Queens, Nueva York, 12 de febrero de 1948) es un inventor estadounidense, además de músico, empresario, escritor y científico especializado en Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial. Desde 2012 es director de Ingeniería en Google.
  2. Elena M. Postigo Solana (Segovia, siglo XX) es una filósofa y bioeticista española. Profesora Adjunta de Filosofía y Bioética y directora del Instituto de Bioética de la Universidad Francisco de Vitoria.1 Se dedica a tareas académicas docentes, de investigación y divulgación en Bioética desde una fundamentación filosófica.
  3. Las Moiras (para los romanos las Parcas) estaban asociadas con la idea de que el destino de cada persona estaba predestinado y que los eventos de la vida estaban determinados desde el nacimiento hasta la muerte. Esta creencia en el destino influenció en gran medida el pensamiento griego antiguo y su comprensión de la naturaleza del universo y el papel de los seres humanos dentro de él.
  4. En la filosofía griega antigua, el concepto de "physis" (en griego: φύσις) se refiere al principio o la naturaleza fundamental de las cosas, así como al proceso de crecimiento y desarrollo inherente a ellas. La noción de physis fue central en la cosmología y la metafísica de muchos filósofos presocráticos, quienes buscaban comprender la naturaleza última del universo. Para los presocráticos, la physis era el principio primordial o sustancia básica de la cual todo lo demás derivaba. Por ejemplo, Tales de Mileto consideraba que el agua era la physis fundamental, Anaximandro hablaba de un principio indeterminado (apeiron), y Heráclito se refería al logos o al fuego como la physis.
  5. Zygmunt Bauman (Poznań, 19 de noviembre de 1925 — Leeds, 9 de enero de 2017) fue un sociólogo, filósofo y ensayista polaco de origen judío. Su obra, que comenzó en la década de 1950, se ocupa, entre otras cosas, de cuestiones como las clases sociales, el socialismo, el holocausto, la hermenéutica, la modernidad y la posmodernidad, el consumismo, la globalización y la nueva pobreza. Desarrolló el concepto de la «modernidad líquida», y acuñó el término correspondiente. Junto con el también sociólogo Alain Touraine, Bauman recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010.
  6. Nick Bostrom (en sueco, Niklas Boström) es un filósofo sueco de la Universidad de Oxford, nacido en 1973. Es conocido por sus trabajos sobre el principio antrópico, el riesgo existencial, la ética sobre el perfeccionamiento humano, los riesgos de la superinteligencia y el consecuencialismo. Obtuvo un PhD en la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres en el año 2000. En 1998, Bostrom cofundó junto a David Pearce la Asociación Transhumanista Mundial.
  7. La eugenesia (del griego εγονική /eugoniké/, que significa ‘buen origen’: de ε /eu/ [‘bueno’], y γένος /guénos/ [‘origen’, ‘parentesco’]) es una filosofía social que defiende la mejora de los rasgos hereditarios humanos mediante diversas formas de intervención manipulada y métodos selectivos de humanos.
  8. Martin Heidegger (Messkirch, 26 de septiembre de 1889-Friburgo, 26 de mayo de 1976) fue un filósofo, ensayista y poeta alemán. Muchos especialistas se refieren a él como el pensador y filósofo más importante del siglo XX. Aunque su trabajo influyó sobre todo en la fenomenología y en la filosofía europea contemporánea, ha tenido igualmente influencia más allá de esta, en campos como la arquitectura, la crítica literaria, la teología y las ciencias cognitivas.
  9. Max More (nacido Max T. O'Connor, enero 20 de 1964) es un filósofo y futurólogo que escribe y da conferencias sobre prospectiva y el impacto de las tecnologías emergentes.Fundador del Extropy Institute, More ha escrito numerosos artículos exponiendo la filosofía transhumanista conocida como extropianismo.
  10. Miguel Ayuso Torres (Madrid, 1961) es un jurista y filósofo del derecho español, catedrático de Ciencia Política y Derecho Constitucional en la Universidad Pontificia Comillas. Vinculado al tradicionalismo, fue presidente de la Unión Internacional de Juristas Católicos entre 2009 y 2019.
  11. Nick Srnicek (nacido en 1982)  es un escritor y académico canadiense. Actualmente es profesor de Economía Digital en el Departamento de Humanidades Digitales, King's College London . Srnicek está asociado con la teoría política del aceleracionismo y una economía posterior a la escasez .
  12. Alex Williams es profesor de sociología en la Universidad de Londres
  13. Donna J. Haraway (Denver, Colorado, 6 de septiembre de 1944) es una filósofa estadounidense, destacada en el campo de los estudios de ciencia y tecnología. Autora de libros claves como «Cyborg Manifesto» (1985), «Primate Visions: Gender, Race, and Nature in the World of Modern Science» (1989), «Simians, Cyborgs, and Women: The Reinvention of Nature» (1991) y "When Species Meet" (2008),1 Haraway también ha contribuido a la intersección de la tecnología de la información y la teoría feminista, y es una destacada académica en ecofeminismo contemporáneo.
  14. Rosi Braidotti (Latisana, 28 de septiembre de 1954) es una filósofa y teórica feminista contemporánea italo-australiana.
  15. El falansterio o falange es la comunidad de producción, consumo y residencia teorizada por el socialista utópico francés Charles Fourier como base de su sistema social igualitarista. Eran de carácter agrícola y estaban formados por grupos de 1.620 personas. En estas comunidades la competitividad económica estaba abolida, no había salarios ni propiedad privada.
  16. El ludismo fue un movimiento encabezado por artesanos ingleses en el siglo xix, que protestaron entre los años 1811 y 1816 contra las nuevas máquinas que destruían el empleo. Los telares industriales y la máquina de hilar industrial introducidos durante la Revolución Industrial amenazaban con reemplazar a los artesanos con trabajadores menos calificados y que cobraban salarios más bajos, dejándolos sin trabajo.

 

Bibliografía

 

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