Las tres Gracias, de Pedro Pablo Rubens, Museo del Prado, Madrid |
...Voy mirándome en los charcos
yo no necesito espejos
sé que soy mucho más guapo
yo no necesito espejos
sé que soy mucho más guapo
cuando no me siento feo...
Con mi amigo - y sin embargo
compañero- David, mantengo curiosas discusiones sobre cómo se llamaba el
príncipe protagonista de “Guerra y Paz”
o cuántos hombres formaban una falange macedónica, mientras el resto de
compañeros nos miran incrédulos. Es muy divertido. David es un auténtico
sofista, de esos que son capaces de mantener un razonamiento con argumentos
brillantes y, a continuación, mantener el razonamiento contrario con argumentos
tan brillantes como los anteriores. Él lo expresa así, “ahora me pongo la gorra
de…”, y acompaña la frase con un gesto de la mano como si estuviera poniendo
una gorra imaginaria.
El otro día David me recordó que
“¡Qué se mueran los feos! era una
novela de Boris Vian y no sólo una canción de los Sírex que era de lo que yo me
acordaba. Una canción que se puso de moda cuando yo era un crío que no
levantaba ni un metro del suelo. Pero me acuerdo muy bien porque mi tío Rafa se
partía de la risa cada vez que la oía, cosa que yo no podía entender, pues en
mi limitado razonar de entonces, catalogaba a todos los adultos como feos y me
parecía que de alguna manera el título de la canción también afectaba a mi tío.
He puesto este sonoro título
porque hoy vamos a tratar sobre qué dicen las ciencias sociales acerca de si la
belleza o el atractivo físico – que es término más amplio – te hacen la vida
más fácil y te abren muchas puertas.
Lo cierto es que los estudios que
se han realizado a este respecto no han hecho sino confirmar lo que el saber
popular, el refranero, nuestras abuelas - en definitiva- lo que todo el mundo
da por hecho: que la gente de mayor belleza, los guapos, reciben un trato más
favorable en casi todo los apartados de vida social, desde una mayor
consideración en el sistema judicial hasta el hecho de tener más probabilidad
de recibir ayuda en situaciones de emergencia. Desde el hecho conocido de que
los políticos atractivos son más votados – en general, el caso de Rajoy es muy
especial – hasta los requisitos de las empresas de ventas a sus empleados a los
que se exige una apariencia física agradable porque saben lo vulnerables que
somos a este mecanismo. Desde el mundo de la publicidad, que suelen poner a
personas muy atractivas al lado de los productos, hasta el periodismo
televisivo, en el que los locutores no se seleccionan por su arte en dar las
noticias sino por lo buenos que están. Todo esto – dicho sea de paso – teniendo
en cuenta que hablamos de lo general, no de lo particular y que, en algunas
ocasiones, ser guapo puede ser un inconveniente.
Las características físicas de
las personas que percibimos son especialmente importantes en los primeros
encuentros o cuando el contacto es superficial. De hecho estas características
son esenciales para que existan contactos posteriores. Cuando conocemos a
alguien evaluamos si la persona tiene interés o no para nosotros, si no lo
tiene la ignoramos. Los psicólogos sociales, a los que les encanta poner
etiquetas a todo, lo llaman ignorancia
cognitiva. De esta manera ahorramos tiempo y esfuerzo que dedicamos a las
personas que consideramos interesantes, aunque bien es verdad, perdemos muchas
oportunidades de conocer a personas que merecen la pena. En este sentido este
es un mecanismo muy parecido al estereotipo o al prejuicio. Las personas
actuamos mediante recetas preconcebidas con el fin de tomar decisiones
rápidamente y reducir el riesgo de equivocación.
Pero, ¿qué es lo que hace
atractiva a una persona?. Lo primero que hay que observar es que en los
parámetros de belleza influyen mucho la cultura y el momento histórico. Es bien
conocido que los ideales de belleza cambian de una sociedad a otra y de un
tiempo histórico a otro, basta con darse un garbeo por el Museo del Prado y
echar una ojeada al cuadro de “las tres gracias” de Rubens.
Las investigaciones sociales
realizadas en diversos países occidentales en el momento actual, han mostrado
que en general las caras que tienen rasgos infantiles, sobre todo en las
mujeres, resultan más atractivas. También se ha encontrado una preferencia
generalizada hacia los rostros promedio.
¿Qué es un rostro promedio?, pues metes en el ordenador un montón de
fotografías reales de personas consideradas como atractivas y la máquina
elabora un retrato robot calculando una media de los rasgos presentes en dichas
fotos. A partir de estos resultados, algunos autores sostienen que lo que hace
atractivos a los rostros es que nos resulten familiares.
Otra característica física que
parece influir en el atractivo físico es la estatura pero de manera diferente
según se trate de varones o mujeres. Positivamente en el caso de los hombres,
ellos son más atractivos cuanto más altos y, negativamente, en el caso de las
mujeres. En esto de la belleza veremos que el asunto es bastante
discriminatorio respecto de las mujeres. Aunque hay que señalar que en esto de
la altura también hay límites, la altura excesiva hace parecer a la gente una
especie de Frankestein.
La estructura corporal también es
muy importante. Los hombres tienden a valorar mucho el cuerpo a la hora de
evaluar a una mujer, más incluso que el rostro. Según los estudios, el
atractivo decrecía mucho cuando una cara muy atractiva se correspondía con un
cuerpo nada atractivo, esta falta de consonancia entre cuerpo y cara actuaba
como un “factor de castigo”.
Los resultados de las
investigaciones ponen de manifiesto, además, que las personas que son
semejantes en procedencia étnica, geográfica, religión, nivel cultural, clase
social y edad, tienden a sentirse atraídas entre sí. Aunque las razones de esta
realidad pueden ser múltiples y no excluyentes. A una persona de un grupo
étnico le pueden atraer personas del mismo grupo debido a procesos de
asociación y refuerzo que han vinculado las características físicas a
experiencias agradables o al efecto de mera exposición[i], a
patrones culturales estéticos compartidos por el grupo, o – simplemente – por
mera cuestión de accesibilidad, en un principio que podríamos enunciar como "mejor que me gusten los tíos/tías que tengo
más cerca".
Y, ¿por qué lo atractivo resulta
atractivo?. La pregunta parece una perogrullada pero si lo analizamos no lo es
tanto. En nuestra sociedad existe creencia que podría enunciarse como “lo bello es bueno”. Para ello basta con
examinar nuestra cultura popular, ver nuestros héroes, superhéroes, princesas
presas en torreones y custodiadas por dragones,
príncipes azules, todos son guapos. En cambio nuestros villanos son
feos: ogros, brujas pellejas, madrastras y malos de película. Por poner un
ejemplo conocido, la virtud de las películas de Shrek, por lo que son tan
divertidas y transgresoras, no es que realicen una crítica social o política,
sino que subvierten esta regla cultural de que lo bueno es bello, en esta
película son precisamente los feos los que son buenos, es más, la princesa
sufre una trasformación de humana a ogro, de bella a fea.
Además tenemos el asunto del “efecto halo”, que es la tendencia a
suponer que quien tiene una buena cualidad también tendrá otras cualidades
buenas, es decir, si fulanito es guapo y va bien vestido tiene que ser
agradable, bueno, ordenado u honrado. Evidentemente, estas apreciaciones tienen
sus límites, según los psicólogos tienen más influencia en cuestiones
relacionadas con la competencia social, una influencia moderada cuando se trata
de cuestiones relacionadas con la competencia intelectual y, una influencia baja,
cuando se tata de cuestiones relacionadas con la integridad, la ética y la
preocupación por los demás.
A veces, en cambio, el atractivo
puede estar asociado a características negativas. En el caso de las mujeres,
antes decíamos que en esto también son tratadas injustamente, las muy
atractivas pueden ser juzgadas como más materialistas o vanidosas o menos
afectivas y tienen más problemas con un jurado en un juicio en el que tenga un
papel destacado el engaño. El psicólogo social Sigelman encontró que mientras
los políticos varones atractivos eran más valorados que los políticos feos, en
el caso de las mujeres, la tendencia era a la inversa.
Otro dato curioso es que los
varones atractivos tienen más interacciones con mujeres y, al tener más
práctica, desarrollan un sentido de la competencia social en este campo mayor
que los hombres menos atractivos. En cambio, en el caso de las mujeres, no se
ha encontrado que quienes eran más atractivas físicamente tuvieran más
interacciones con los varones, al contrario, eran menos asertivas y más
temerosas en sus relaciones con éstos que las mujeres de menos atractivo. Cuando leí estos datos me acordé de una
historia que me contaba mi tío Rafael acerca de una chica de su barrio que de
tan guapa y aparentemente altanera, nadie se atrevía a entrarla y se quedó, como se decía entonces,
para vestir santos. Yo tengo mis reservas al respecto de estos resultados, me
refiero a los de las mujeres bellas, mi experiencia y mi sentido común no
concuerda del todo con ellos, habría que ver el contexto sociocultural en el
que se realizó la investigación que fue elaborada por Reis y colaboradores en
1980-1982. Hay que tener en cuenta que culturalmente las mujeres, en sus
relaciones sociales con los hombres, han mantenido un rol pasivo, pero no estoy
seguro que entre las generaciones jóvenes esto siga siendo exactamente así.
Pero, si no eres guapo – ya que parece que ser guapo
da indudables ventajas sociales - ¿cómo puedes mejorar tu imagen?. Cuando nos asociamos con una persona atractiva
nuestra imagen pública, en general, sale favorecida[ii].
Así, diversos estudios han demostrado que cuando un hombre aparece acompañado
de una mujer atractiva aumenta positivamente la impresión que causa. También
parece confirmado que una mujer menos atractiva acompañada de una más atractiva
mejora su imagen pública. En cambio, una mujer normalita – por así decirlo - acompañada
de un hombre muy atractivo, parece que no tiene la misma repercusión, aunque
los resultados de los diferentes estudios no son totalmente coincidentes se
suele afirmar que la interfecta queda malparada en su imagen. Aquí también parece que los más
de dos mil años de civilización judeocristiana han ido en contra de las
mujeres.
Otras características que favorecen el atractivo de
las personas son la afabilidad, la amabilidad y la simpatía. Si además las
acompañas con señales no verbales como sonreír, mirar con atención, expresar
emociones o con disposiciones actitudinales como mostrar agrado por las
personas y las cosas, mucho mejor. Las habilidades sociales como mantener una
conversación interesante, demostrar competencia, por ejemplo, saber de lo que
se habla, son también ingredientes para aumentar el atractivo de las personas.
El poder, el prestigio social y el
dinero, para qué lo vamos a negar, son catalizadores muy importantes del
atractivo de las personas, aunque claro no están al alcance de todo el mundo y,
menos, con los tiempos que corren. A mayor cantidad de estos atributos en una
persona mayor es el atractivo que tiene. El dinero tiene la virtud de
embellecer a los más feos y de rejuvenecer a los más viejos sobre todo, cómo
no, cuando se trata de varones.
Así que, en general, podemos
concluir que la belleza representa una ventaja social cuantificable. Que tiene
sus límites, no abre todas las puertas ni te garantiza la gran vida, pero que
es un valor añadido en muchas situaciones.
Más o menos cuando estaba de moda
la canción de los Sírex, “¡Qué se mueran los feos!”, mi padre, mi madre y yo, fuimos
a ver a un prima lejana recién nacida. Todo eran halagos hacia el bebé, “¡qué
guapa es!, ¡se parece a su abuelo que tenía los ojos azules!, ¡qué rica, lo
pequeña que es y qué gestos hace!, ¡mira que manitas más graciosas!”. Yo
contemplaba callado toda la escena pareciéndome que los adultos exageraban.
Alguien cometió el error de preguntarme, yo estaba en esa edad en la que no se
sabe de convenciones sociales, y dije lo que me parecía el bebé: “¡tiene la
cabeza apepinada!”. Todos los adultos arremetieron contra mí, “¡cómo dices esas
cosas!, ¡será grosero!”. Pero lo peor fue mi madre, aquella andaluza tremenda a la que echo de menos todos los días de mi vida,
me miró con el bebé en brazos y dijo: “es que está pelusón porque la he cogido
en brazos”. Aquello aplacó las iras adultas y se oyeron comentarios de
comprensión. Yo estaba dolido, no entendía nada porque a mi me importaba un
bledo que mi madre lo meciera en sus brazos.
En el coche, de vuelta a casa, mi
madre dijo: “¡joer!, qué fea es la niña!”, “bueno mujer es un bebé ya se
arreglará” - dijo mi padre. “A la pobre no hay quien la arregle” – y añadió –
“espero que tenga suerte en la vida, va tener que ser muy trabajadora”.
Y yo aprendí dos cosas. La
primera fue que unas cuantas dosis de hipocresía son necesarias para convivir
en sociedad. Y la segunda que siendo feo todo es menos fácil y más te vale ser
trabajador.
Juan Carlos Barajas
Martínez
A mi amigo David, ingeniero, futuro letrado y sofista. Tan guapo como
yo. Al que agradezco infinito sus desvelos por intentar hacer de mí un opositor
profesional.
[i] El efecto de mera exposición
consiste en el aumento de la disposición favorable de un sujeto hacia un estímulo
neutral al aumentar la exposición repetida al mismo. La investigación básica de este efecto fue
desarrollada por el psicólogo
polaco-americano Robert Zajonc, que consiguió crear actitudes
favorables hacia imágenes que carecían de signíficado para los sujetos, como sílabas sin
sentido, ideogramas chinos o imágenes de personas. En la vida cotidiana, vivimos
experiencias similares muy comunes. Por ejemplo, con la música, que suele
gustarnos más cuando la hemos oído repetidas veces, por eso nos machacan en la
radio con las mismas canciones. Lógicamente, si anteriormente ya existe una
actitud negativa hacia el objeto, las exposiciones repetidas aumentan la
negatividad de la evaluación. Por otra parte, la repetición exagerada de la
exposición puede llevar a una especie de hartazgo que no favorecería,
precisamente, los aspectos positivos de la actitud, sino todo lo contrario.
[ii] De unos años a esta
parte, me parece que el primero al que vi de esta guisa fue a George Bush, se
suelen poner personas de aspecto agradable sobre todo jóvenes detrás de los
atriles desde los que hablan los políticos, de manera que cuando salen en
televisión aparecen detrás personas guapas que asienten con la cabeza las
proclamas políticas. Ahora los mítines tienen público delante – que vitorea,
aplaude y agita banderas - y detrás quien asiente y es guapo.
Nota final: la falange macedónica constaba de 16384 falangitas y el príncipe de "Guerra y Paz" es el príncipe Andrei Volkonsky
Bibliografía:
Psicología Social
Morales, J.F., Huici, C. y cols.
McGraw-Hill
Madrid 1999
Conceptos fundamentales
de Sociología
Roberto Garvía
Alianza Universidad,
Alianza Editorial
Madrid 2003
Y como curiosidad:
Y como curiosidad:
Vídeo de los Sírex y la cancioncita de marras
El libro de Boris Vian del mismo título en la última edición de Tusquets |
Cartel anunciador de la película "Que se mueran los feos" |
¡Qué se mueran los feos! por Juan Carlos Barajas Martínez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
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Interesante artículo, de esas veces que alguien pone en palabras cosas que tienes en la cabeza, pero no acabas de organizar.
ResponderEliminarPues yo no sé si está bien o mal, lo que sí sé es que es habitual que la primera imagen sea importante. Para eso tenemos después la capacidad de análisis y toma de decisiones única de los humanos (aunque no todos la utilizan) y tratar a cada uno por todos sus valores, que a la larga van mucho más allá de la belleza. Yo reconozco que con una tía buena soy incapaz de razonar a la primera, tiene que pasar un tiempo para sobreponerme y empezar a valorar otras cosas, para bien y para mal.
Maquilón
+A mi también me ha pasado. Hace muchos años, tantos que prefiero no acordarme, una amiga casamentera me presentó a una chica tan guapa, tan bella que me hizo tartamudear e hice el ridículo. Jajaja. De las mujeres más guapas que he conocido, después de mi mujer claro está. Es que Maquilón, somos sensibles a la belleza.
ResponderEliminar¡Gran artículo, si señor! Es de los que más me ha gustado en los últimos tiempos. El anecdotario familiar le da mucha vidilla al articulo.
ResponderEliminarJuan
Muchas gracias Juan, un abrazo
EliminarQuerido Juan Carlos,
ResponderEliminarGracias por la dedicatoria. Por mis mejillas han rodado lagrimones como puños.
Además de semi-profesional informático, sociólogo y erudito en asuntos insospechados, eres un ejemplo de esfuerzo y de superación para tu familia y tus compañeros.
¡Viva el juancarlismo-barajismo!
El sofista
Gracias Sofista por esa gorra que manejas con maestría, punta de lanza de Desarrollo, martillo de herejes, prejubilados y chirliders. Equivocamos época histórica. Debimos nacer en la Atenas de Pericles!!.
EliminarUn abrazo y muchs gracias por tus elegios
Vaya noñería de comentario.
ResponderEliminarEjerzo mi derecho, no ya a apostatar, sino a cambiar de gorra como otros cambian de chaqueta.
¡Me declaro únicamente "barajista"!
La gorra del sofista
jajaja, a ti también mi reconocimiento queridísima gorra, no sé que haríamos sin tí
ResponderEliminarSí, Juan Carlos estoy muy de acuerdo con todo lo que tan acertadamente has presentado en tu artículo sobre la belleza. Pero añadiría que en ese aspecto la sociedad es mucho más tolerante con los hombres que con las mujeres a las que se les exige estar siempre impecables, parecer jóvenes aunque no lo sean y la mayor parte de la industria de la belleza esta dirigida a ellas. Sólo hay un uno por ciento de hombres entre los visitantes a las clínicas de estética. En resumen, en cuanto a imagen, la sociedad sigue siendo machista.
ResponderEliminarYa lo creo Teresa es así, a los hombres nos está socialmente permitido abandonarnos, dejarnos a la deriva de la vejez. Muchas gracias por tu comentario.
ResponderEliminarLa belleza es un concepto cargado de subjetividad , la cultura occidental crea estereotipos de feo, así como otros que discriminan por cualquier razón, superemos esos estereotipos, no son más que comentarios gracejos, feo es el que discrimina al otro por "feo"
ResponderEliminarBastante legible su artículo, y muy interesante.
ResponderEliminarMe hubiera gustado que mencionara el choque cultural que se vivió en Latinoamérica y la degradación del indígena. Pienso que es clave para entender el concepto de belleza que tenemos en LA.
Saludos desde Bogotá, Colombia.
El cuerpo humano, en general, me parece bastante feo (y ya no digamos por dentro). La ropa adecuada ayuda mucho. Y sin embargo también pienso que, en general, hay más belleza en el ser humano que inteligencia y. quizás, que bondad.
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