El primer carrito de los helados en la playa de Sanlúcar de Barrameda en 1892 (fuente: EL Mundo) El señor del chaleco es José Bornay |
El
siglo XX fue el siglo de la economía. El dinero ha sido la medida de todas las
cosas, el afán de lucro ha sido el motor que ha movido todo lo que es
susceptible de ser móvil. Los mercados lo gobiernan todo, son el nuevo ídolo,
el becerro de oro, ponen y quitan gobiernos, se autorregulan, se
autorregeneran, son anónimos, no responden ante nadie, nunca se equivocan y su
palabra es la ley.
El
siglo XXI lleva el mismo camino, aunque probablemente – como dice Ernst von
Weizsäcker – cuando esté ya bien entrado, allá por 2030 por poner una fecha, se convierta en el
siglo de la ecología cuando – debido a las consecuencias del calentamiento
global - una botella de agua mineral cueste lo que una de buen cava. Entonces
no nos quedará otra que ser ecologistas. Claro que a buenas horas.
Así
las cosas, no es de extrañar que en la última centuria la ciencia económica
haya sido la más considerada de entre las ciencias sociales y que su influencia
haya traspasado los límites de éstas y que algunas teorías económicas hayan
sido adoptadas en la ciencia política, la sociología o en la historia. Uno de
estos casos es el del estudio de la democracia como un mercado político.
El
primero que escribió sobre esto fue Schumpeter. Partiendo de la definición de
mercado como un mecanismo de decisión colectiva, es decir, de asignación de
recursos escasos a fines diversos mediante la interacción entre varios actores,
para Schumpeter el mercado político sería un lugar donde se intercambia
principalmente las promesas políticas de los candidatos por votos de los
electores; aunque se produzcan otros intercambios como los apoyos financieros y
organizativos de los militantes de un partido o de un grupo de presión por
concesiones en el programa político, los intercambios de gestión de los altos
burócratas por partidas presupuestarias concedidas por los gobiernos electos,
los intercambios de favores entre un gobierno central y los gobierno regionales
y muchos más intercambios menos obvios que el de propuestas por votos.
Y
como todos los mercados, excepto el modelo teórico de los economistas sobre el
mercado de competencia perfecta, presenta fallos de mercado. Aparentemente, el
mercado político en democracia tiene una ventaja inicial con respecto al
mercado económico, la distribución inicial de los recursos es igualitaria, ya
que cada ciudadano tiene un mismo poder: un voto. Sin embargo en la práctica
sabemos que no todo el mundo obtiene las mismas recompensas por su voto, no
todos los individuos con derecho a voto tienen la misma capacidad de obtener
satisfacción o utilidad, es más, la mayoría nos quedamos frustrados - si no la
noche de recuento electoral porque el partido de nuestras preferencias ha
ganado – sí nos defraudamos unos meses después cuando vemos que el partido del
gobierno no cumple con nuestras expectativas.
El
número de partidos es siempre limitado y mucho menor que el número de
electores, por lo tanto, no se pueden
satisfacer todas las aspiraciones de todos los electores. De tal forma que
éstos deben elegir el que se parece más a su modelo de cómo debería gobernarse
su país, su región o su ciudad dependiendo de tipo de elección de que se trate.
Por lo tanto, se trata de la crónica de un frustración anunciada, en algún
momento de la legislatura, más pronto que tarde, una medida o un acto del
gobierno te defraudará, es prácticamente imposible que un gobierno – aunque tu
lo hayas votado – responda siempre según los criterios que tu habrías elegido
en el caso de que tu mismo fueras el gobierno. Y todo esto aun suponiendo que
todos los electores son perfectamente racionales, tienen una información
perfecta sobre todos los entresijos de la política, y los partidos y políticos
son perfectos. En política, ni el más teórico de los modelos de mercado puede
ser de competencia perfecta.
Así
que en la práctica no se trata tanto de elegir a tu partido ideal como de
elegir al que según tu criterio es el menos malo y no se trata de si te vas a
decepcionar o no, sino de hasta qué punto te van a defraudar y en cuánto tiempo
lo van a hacer.
Para
entender todo este entramado, para comprender cómo sólo puede haber un número
limitado de partidos y cómo compiten entre sí, los politólogos que han seguido
este enfoque del mercado político han concebido un símil o metáfora muy
ilustrativo: la playa y los carritos de los helados.
Imaginemos
una de esas playas a las que vamos todos los veranos. Yo soy madrileño, y como
todos los de Madrid, soy un amante de las playas, razones geográficas nos
obligan a serlo. En esa playa imaginaria se encuentran tumbados debajo de sus
sombrillas grupos de bañistas. Normalmente los jubilados y las familias con
hijos pequeños, de esos de cubo y pala, que se levantan pronto, ocupan los
lugares más próximos al agua, y los bañistas jóvenes, más amigos de las copas y
aventuras nocturnas y que se levantan por tanto más tarde, van ocupando los
lugares más alejados de la orilla y más próximos al paseo marítimo. En
cualquier caso, los bañistas van ocupando uniformemente la playa.
A
esa playa llega un vendedor con su carrito de los helados. Por ejemplo ese
señor de la foto que ilustra este artículo y que, según el diario El Mundo, fue
el primero que hubo en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) en 1892. Se llamaba José
Bornay. ¿En qué posición le sería aconsejable a situarse para vender el mayor
número posible de helados?. Si no introducimos más variables que el coste de
recorrer la distancia desde la toalla hasta el carrito, es obvio que, para
convencer al mayor número posible de bañistas lo mejor para el Sr. Bornay sería
situarse en el centro de la playa.
Supongamos
ahora que, al reclamo del gran número de helados vendidos por el Sr. Bornay, se
acerca a la playa de Sanlúcar un segundo vendedor. ¿Cuál será su posición ideal?.
Como cada uno de los vendedores intentará convencer al máximo número de
bañistas colocándose de manera que éstos recorran la mínima distancia hacia el
helado, lo lógico será que se sitúen relativamente próximos hacia el centro de la playa.
Si
viniera un tercer vendedor, en primer lugar el Sr. Bornay añoraría aquel año de
1892 en que estaba sólo, y en segundo lugar, se abriría una batalla entre los
vendedores ya que los tres desearían permanecer en los aledaños del centro de
la playa pero ninguno querría quedarse en medio.
Ahora
si sustituimos los bañistas por electores y los carritos por partidos tenemos
el comportamiento electoral. Los partidos persiguen la obtención del máximo
número de votos así como los vendedores persiguen la venta del máximo número de
helados. Lo electores deciden sobre todo en función de la “distancia” entre su
posición favorita y las posiciones de los partidos en el espacio político izquierda-derecha.
Los electores tienen preferencias situadas en posiciones relativamente estables
de la misma forma que los bañistas suelen colocar las toallas casi en los
mismos sitios todos los días, es cuestión de querencia. Mientras que los
partidos disponen de mayor movilidad a corto plazo, ya que pueden modificar sus
promesas electorales o seleccionar nuevos temas de campaña de la misma manera
que el vendedor puede coger el carrito y moverse un poco más a la izquierda o a
la derecha. La oferta en número de partidos es limitada, muchos carritos en la
misma playa no venderían ni un ochavo y no merecería la pena ir a pasar calor a
la playa sin bañarse – algo que para mí sería una tortura-. Y, por último, los
partidos/carritos ocupan posiciones de equilibrio centristas y próximas entre
sí.
En
los modelos de competencia entre dos partidos, las posiciones de éstos se
sitúan en torno a la mediana de la distribución de las preferencias de los
electores. El resultado suele ser robusto, tanto para sociedades en las que
prima el consenso como para sociedades polarizadas, produciéndose una
convergencia de políticas en torno a posiciones moderadas y posiciones más o
menos centristas. Con tres partidos se suele producir situaciones estables con
un partido más a la derecha o más a la izquierda y con menos votantes, si dos
partidos intentan ocupar el mismo lugar la competencia elimina a uno de los dos
volviendo a la situación de dos partidos. Existen modelos de más de cuatro
partidos en los que el equilibrio se
encuentra situándose a pares a ambos lados del espectro político. Cuanto más
partidos hay las posiciones de equilibrio son más difíciles de encontrar y los
modelos son más cambiantes y menos duraderos.
En
España en este sentido estamos en un momento interesante después de casi dos
décadas de bipartidismo imperfecto. Como decía en mi artículo “Elecciones
Generalísimas”, el comportamiento electoral sigue un patrón que se viene
repitiendo y que pasa porque el Partido Popular cuenta con una masa fiel de
votantes que ronda los 10 millones. De esta manera en 2000, obtuvo 10.300.000
votos y logró la mayoría absoluta, en 2004, obtuvo 9.760.000 y perdió, y en
2008, 10.030.000 y volvió a perder. En cambio el Partido Socialista, dentro de
que también tiene su público fiel, ha tenido subidas y bajadas importantes, en
2000, obtuvo casi 8.000.000 votos y en 2004, 11.000.000. Esos votos de menos no
se transfieren, o se transfieren en baja proporción a otros partidos, en su
mayoría van hacia la abstención. Luego el escenario electoral que se repite en
las últimas legislaturas es que el Partido Popular mantiene su público y
es el Partido Socialista el que gana o pierde las elecciones. Pero la abultada
derrota electoral del PSOE el pasado 20 de noviembre – 4.000.000 de votos menos
que en 2008 - abre ciertas incógnitas sobre su futuro y sobre futuros cambios
en el espectro político español.
No
es mala la metáfora la de la playa pues España tiene 7.780 km de costa, podríamos considerarla como
una larga playa con seis carritos de helados: PP, PSOE, IU, UPyD, CiU y PNV.
Dos de ellos, CiU y PNV sólo están
interesados en las playas catalanas y vascas lo que descoloca un poco el modelo
a nivel nacional, se podría hacer un estudio específico para esas Comunidades
Autónomas.
Playa ideológica española sin contar con los partidos nacionalistas Fuente: el autor, Datos: Barómetro del CIS de enero 2012 (para ampliar haga clic encima de la figura) |
El hecho de que el PSOE haya perdido tantos votos en las últimas elecciones da pábulo a muchas situaciones distintas pero puede ser sólo la manifestación de un cabreo ciudadano puntual ante una mala gestión, es un partido con una larga tradición y muy enraizado en la sociedad española. Con la que está cayendo puede que al PP le pase algo parecido en las próximas aunque sus votantes le son muy fieles. IU sale reforzada de la pérdida de votos del PSOE pero habrá que saber si esta tendencia es duradera, además la mayoría del voto decepcionado del PSOE se va a la abstención. Así que por lo que puede verse han aparecido nuevas tendencias pero ninguna concluyente, habrá que esperar.
Pero
lo más interesante desde el punto de vista del modelo de la playa es la
aparición de UPyD. No lo tiene fácil, no es nada fácil el nacimiento y
consolidación de un partido. Tiene que abrirse paso en el centro entre los dos
gigantes políticos españoles. Tiene que diferenciarse de ellos, encontrar un
espacio propio, obligar al PSOE – la crisis económica y su salida del gobierno
puede ayudar - a que se vaya un poco más a la izquierda y que el PP – cómodo
como único partido a ese lado del espectro, recolector del voto desde la
extrema al centroderecha - renuncie a parte de su mensaje centrista. Si
permanece demasiado cercano a cualquiera de los dos, como hemos visto en el
modelo, UPyD puede ser absorbida. Ya han desaparecido en el pasado dos partidos
de centro, la UCD y el CDS. El espacio político de centro es un mal sitio para
nacer.
Juan Carlos Barajas Martínez
Bibliografía:
Andrés
de Blas Guerrero
Jaime
Pastor Verdú
Fundamentos
de Ciencia Política
UNED,
Madrid 1997
Política
de la Tierra
Ernst U. von Weizsäcker
Editorial Sistema
Irene
Delgado Sotillos
Lourdes
López Nieto
Comportamiento
político, partidos y grupos de presión
Sociología
electoral
UNED,
Madrid 2004
La playa de los seis carritos de los helados por Juan Carlos Barajas Martínez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
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Jajaja, me comento a mi mismo porque hoy domingo 15 de abril han publicado una encuesta en El País en la que se indica una caída del PP sin recuperación del PSOE. Es interesante, parece que la crisis está atacando al bipartidismo. COmo digo en el artículo se tratan todavía de tendecias, habrá que esperar.
ResponderEliminarel enlace es http://politica.elpais.com/politica/2012/04/14/actualidad/1334425260_953265.html
Me ha encantado. Creo que es muy bueno el simil y además, como tu autocomentas, la realidad supera la ficción.
ResponderEliminarYo situaría a los de extrema derecha junto al malecón, por aquello del juego de palabras. Y a la extrema izquierda junto al puntal que da hacia mar abierto, por lo ideológico, sin fronteras y sin contacto con la realidad.
Brillante por tu parte, nuevamente.
De momento, el único partido que en la campaña electoral "habló" de recuperar las competencias transferidas a las CCAA fue UPyD. Pues ya le ha fagocitado la idea Esperanza Aguirre. ¡Que razón tienes!
Dificil mundo el del político de centro.
Juan cho
Caray Juancho!, empezaba a echarte de menos!, muy poético tu simil. Gracias por tus comentarios, Un fortísimo abrazo
ResponderEliminarO sea que Gallardón no creo su propio partido cuando no le dejaron presentarse a diputado por estas razones, ¿no?. Pero, ¿cómo es que ALvarez Cascos si pudo hacerlo en Asturias?.
ResponderEliminarAnselmo
Buena pregunta Anselmo!, no sé lo que se le pasaría por la cabeza a Gallardón, supongo que estudiaría pros y contras y que una de las contras era esto de lo que estamos hablando. Crear un partido no es imposible, es difícil, necesitas medios, apoyos, redes clientelares, un proyecto, un espacio, supongo que Cascos se ha beneficiado de las redes clientelares desarrolladas a lo largo del tiempo que ha ejercido como dirigente, de todas formas ya veremos su futuro, en las últimas elecciones ha perdido bastante, a pesar de su mensaje "asturianista".
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu articulo, pero creo que nos estamos acercando al caso de que todos los carritos venden helados enveneados y entonces, mejor nos dedicamos a la cerveza y las salchichas ( que no recuerdo bien de que pais son originarios). Lo malo de esto es que los heladeros tampoco se comen sus propios helados...
ResponderEliminarMuy bueno
Si, esa puede ser la causa de la abstención, jajaja, el envenenamiento de los helados. Bueno parece ser que había cerveza en las tumbas egipcias así va a ser que no es invento alemán, en cuanto a las salchichas si parecen invento alemán, como la guerra relámpago, jajaja.
ResponderEliminarMuchas gracias por leerme. Un abrazo muy fuerte.
Lamento que los sociólogos ni comemos helados, ni fabricamos, ni mucho menos vendemos...(twitter: @excomulgada )
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