I Técnicas de
Redacción
Juan Carlos Barajas Martínez
Instituto
Complutense de Ciencia de la Administración
Índice:
- Introducción
- Técnicas de redacción
- Cómo hacer un escrito comprensible
- Corrección gramatical y ortográfica pero sin pasarse
- Formas de saludo y respeto
Introducción
Hace ya algunos años escribí para
este blog un artículo sobre cómo escribir informes, el título era “Leyes
para escribir un buen informe”. En este texto pretendía dar una serie de
consejos, formulados como si de leyes científicas se tratara, sobre cómo
escribir informes en un entorno burocrático.
En este artículo que ahora abordo pretendo ir
más lejos. En primer lugar porque no voy a centrarme exclusivamente en los
informes, voy a hablar de escritos en general y, en segundo término, porque voy
a poner el foco en cómo escribir documentos en un entorno burocrático más
concreto: Administración General del Estado, la AGE. Y esto de ir a lo más
concreto debería traer consigo una mayor facilidad pero, al contrario, de manera
paradójica, a mí me resulta un ejercicio más complicado. De todas las maneras,
recogeré ideas del artículo anterior que me parecen básicas y que son
aplicables a cualquier comunicación escrita.
¿Quién o qué me capacita para
sentar cátedra en esto de escribir documentos administrativos?, pues en
realidad si soy sincero, tendré que responder que nadie y nada respectivamente,
no tengo diploma ni título de escritor administrativo otorgado por
alguna institución de prestigio. Me atrevo porque dentro de poco cumpliré
treinta y tres años de servicio como funcionario de la AGE y, en ese largo
período de tiempo, he escrito mucho. Como persona observadora, estudiosa y
perfeccionista, me he ido haciendo recetas, truquillos con los que atacar un
folio en blanco y producir industrialmente escritos.
Tampoco es que vaya a innovar
radicalmente, la mayoría de estos consejos los he encontrado por ahí, otros son
recetas personales o son recetas de otros a las que condimento con mis propias
especias para darle un sabor personal. El caso es que para lo que cobro por
este trabajo no creo que nadie tenga el valor de criticarme ferozmente. Y, por
supuesto, siempre queda el recurso de no hacerme caso.
Pues si os parece, vamos a comenzar. Para mí,
las técnicas que se utilizan a la hora de parir un documento administrativo
pertenecen a dos grupos: técnicas de redacción y técnicas de concepción.
Las técnicas
de redacción son herramientas que se deben utilizar a la hora de escribir.
Son fundamentalmente herramientas de estilo. El objetivo de estas técnicas es
conseguir claridad y concisión en el texto. Son independientes del tipo de
documento que se vaya a escribir.
Las técnicas
de concepción son herramientas que nos ayudan a pensar qué es lo que quiero
decir y a quién quiero decírselo. Podría parecer que esto es fácil, pero no lo
es en absoluto. La redacción de documentos es un arte que llama al engaño.
¡Cuántas veces habré creído hacer un buen escrito y haberlo dirigido a quién
correspondía y luego ha resultado que no se entendía o no debía ir al que lo
dirigí!. En la concepción de un escrito está incluida la elección del tipo de
documento a escribir, no es lo mismo concebir un informe que una notificación.
Técnicas de
redacción
Yo clasificaría las técnicas de
redacción de documentos en tres categorías: técnicas para hacer el escrito más
comprensible – hay que huir de lenguajes administrativos poco comprensibles y desagradables
para el ciudadano o para el compañero-, técnicas para mantener la corrección
gramatical – hay que escribir con cierta decencia gramatical para que el
documento sea tomado en serio - y formas
de protocolo – no olvidemos que, o bien nos movemos entre unidades administrativas
con su espíritu jerárquico y burocrático, o bien, estamos dirigiéndonos al
ciudadano y tenemos que hacerlo con educación y respeto.
Como hacer un
escrito comprensible
Si nos fijamos en los modos de hacer
un escrito comprensible, lo primero que debe intentarse es hacer el
texto lo más agradable de leer que te permita el asunto del documento que no
suele ser precisamente divertido y, para ello, es muy recomendable trabajar con
el formato del mismo.
Así, es buena práctica usar un tipo de letra suficientemente grande, un buen
tamaño es de 11 o 12 puntos. Que la fuente
de caracteres sea inteligible – ni “monotipe cursiva”, ni “élfico”, ni
“Klingon” están recomendados a tal fin, hay mucha gente que le tiene manía al
“comic sans” -; es mejor utilizar los tipos más comunes como “Arial o Times New
Roman”. Es buena práctica poner espaciado entre líneas y, sobre todo, entre párrafos, mejora
la lectura.
Dado que vivimos en la cultura de la imagen y
tenemos muy poca paciencia a la hora de leer, a menudo, las personas hacen una
lectura diagonal. Hay gente muy hábil en este tipo de lecturas, pero en general,
los lectores diagonales no se enteran de mucho. Usar la negrilla para destacar lo importante facilita la lectura a
este tipo de lectores y no repele a los que se lo leen todo, estos últimos son
los buenos por cierto. Los que no leen nada, nada se puede hacer por ellos.
Poner una
única idea en un párrafo es una gran técnica de redacción. He leído textos
imposibles de entender porque se intentaba explicar varias ideas en una frase,
en un encomiable intento de ir al grano, pero con resultados claramente
ininteligibles. Si concentramos una idea en un párrafo también conseguiremos párrafos cortos con lo que aumentaremos
la claridad doblemente.
Debemos usar un lenguaje claro pero no caer en lo chabacano, un lenguaje culto
pero sin exceso, sin
abuso de adjetivos y adverbios. Debe
ser también conciso, yendo al meollo. A menudo en la Administración, como
dice el periodista Javier Badía: “nos
encontramos con textos incomprensibles para el ciudadano: crípticos, densos,
embarullados, ampulosos, rimbombantes, pretenciosos. Expresión de una jerga
inaceptable, insoportable. El ciudadano, el administrado, tiene derecho a
entender, a saber lo que se le dice. No tiene por qué traducir, y menos buscar
traductor. La Administración está obligada a la claridad. Los funcionarios
están obligados a escribir para que se les entienda”. Donde hay oscuridad, no hay transparencia.
Para que se me entienda, es preferible decir
"fuegos artificiales" a decir "demostración pirotécnica","actuar" a "tomar medidas sobre la cuestión", "rápidamente" a "a la brevedad posible", "medir" que "cuantificar". Nunca hay que
decir "curriculums" - por incorrecto - ni "curricula" - que no eres un
catedrático de lenguas muertas -, es mejor dejarse de latinajos e ir al
castellano puro y decir "currículos". Y así podemos dar mil ejemplos.
De joven me encantaban los bandos del entonces alcalde de Madrid, el profesor Enrique Tierno Galván. Con ocasión de la escritura de este artículo los he releído y me siguen divirtiendo y admirando. Están redactados, con una bondadosa ironía, en un español pariente de un castellano más antiguo sin llegar a rebozarse en el fango de lo arcaico. Un funcionario no debe intentar emular al entrañable alcalde, al menos en esto. El intentarlo y obtener el resultado que conseguía el viejo profesor es un lujo que pocos se pueden permitir. Hay que escribir en un lenguaje moderno, huyendo de las formas jurídicas que hace muchos años que se dejaron de usar en el lenguaje usual.
A este ejercicio de hacer más claro y directo el lenguaje
administrativo tomado como un derecho del ciudadano es a lo que Javier Badía
llama modernización del lenguaje
administrativo.
A la hora de redactar un documento
administrativo es muy importante pensar
en los destinatarios del mismo. Se tiene que pensar en el destinatario
final y en todos los posibles lectores que puede tener el documento, nunca se
sabe en qué manos puede caer.
El lenguaje debe ser más llano y claro cuando
se dirige el escrito a un ciudadano
que no tiene por qué ser un experto en el asunto de que trate el documento.
En cambio, si se trata de un documento que se envía a otra unidad administrativa
se puede elevar el nivel sin llegar a hacerlo incomprensible. Tiene que ser
moderado no tanto en las críticas que se hagan como en el tono de dichas
críticas y debe estar empapado en la cultura propia de la organización en la
que se trabaja. Y tiene que estar fundamentado, basado en cifras y datos, con
una argumentación clara y unas conclusiones meditadas.
Es buena técnica también destacar aquello que
puedes hacer por el destinatario y no regodearte en lo que tienes que denegar o
prohibir. Hay que procurar que el sentido general del texto sea positivo. Muchas veces es difícil, un “no”
es siempre duro y una mala noticia siempre es triste.
El abuso
de los acrónimos y de siglas es otro de los males de nuestro tiempo. Se
pueden utilizar acrónimos y siglas, a ver quién es el guapo que lo evita, pero
no directamente sin explicar en qué consisten. Así, es buena práctica que la
primera vez que aparece el concepto se escriba completo seguido de sus
correspondientes siglas entre paréntesis, a partir de ese momento, se pueden
utilizar las siglas en el resto del texto.
El mundo de la informática es el
principal campo de batalla de siglas y acrónimos, los mediocres los usan
descabelladamente en un vano intento de hacer que un lenguaje críptico dé una
pátina de experto a quién no lo es. En textos que tratan de tecnologías – no
sólo las de la información – o en el uso de cualquier lenguaje profesional, no
es mala idea poner un apéndice con un glosario de términos, sobre todo
en el caso de los informes.
Otra cuestión que hay que evitar
es el uso de neologismos y anglicismos, sobre todo si existe un término
equivalente castellano. Una vez un vecino de mi tío Celestino – que en paz
descanse - le trajo un tensiómetro digital a su casa para enseñarle su
funcionamiento, nada más encenderlo el aparato cobró vida y empezó a escribir
en el visor – que no “display” - caracteres raros, yo pensé que se
estaba haciendo un test de arranque, pero el vecino le dijo a mi tío: “se está
dando un repaso”. A veces es increíblemente sencillo.
No usemos anglicismos, si no es
absolutamente necesario porque no encontramos un término español equivalente, o
bien, porque están muy aceptados socialmente. Es mejor decir "software" que
"logical" – palabra que no usa nadie – o que programación – que significa muchas
más cosas -. Ahora bien, es mucho mejor decir habilidad, destreza, talento,
aptitud o capacidad que decir “skill”, palabra inglesa que odio
cortésmente y que está por todas partes. No por usar voces inglesas va aumentar
vuestro prestigio social.
En castellano, en otras lenguas
no es tan importante, repetir en una misma frase
la misma palabra queda fatal. El diccionario
de sinónimos del Word es una herramienta muy útil para estos menesteres.
Cuando la
repetición se vuelve patológica estamos delante de las horribles muletillas,
la semana pasada conté doce "y además", en una memoria técnica de tres
páginas que se tenía que presentar para aprobar un proyecto de trabajo fin de
máster. Hay que luchar contra las muletillas en desigual combate pues quedan feas,
pues la gente tienen tanta habilidad en descubrirlas como el autor en no darse
cuenta de que las usa.
No
escribáis textos telegráficos, el resultado es muy farragoso e
incorrecto. No olvidéis que las preposiciones y los artículos existen, no se
dice "enviar a Ministerio", ni “consultar a obispado”, ni “Casa Real ha
respondido”.
A pesar
de todo, se os colarán gazapos, si el que habla se equivoca el que escribe se
equivoca menos, pues tiene tiempo para pensar. Pero lo hace para siempre porque lo escrito, escrito queda.
Corrección gramatical y ortográfica, pero sin pasarse
Nadie puede evitar cometer errores pero un escrito administrativo no puede ser un
texto cargado de faltas. Tenemos la suerte de trabajar con ordenadores que
nos señalan gran parte de las palabras mal escritas aunque, cuando la palabra
equivocada existe – “baca” y “vaca” por ejemplo – el Word no nos puede avisar.
Conviene repasar el texto para detectar posibles faltas tan descaradas que son
como una pedrada en el ojo del lector. Si no es algo urgente conviene dejar
reposar el texto y volverle a echar un vistazo un tiempo después, pues la mente
tiende a leer aquello que creemos que hemos escrito y no lo que escribimos en
realidad.
Y ya que trabajamos con
ordenadores, siempre tengo abierto en otra ventana, el Diccionario de la
Lengua Española de la Real Academia (RAE) (http://dle.rae.es).
De esta manera, ante cualquier duda sobre el buen uso de una palabra la
resuelvo en el diccionario. También es muy útil el Diccionario Panhispánico
de Dudas (http://www.rae.es/recursos/diccionarios/dpd)
publicado por la misma institución. Y no
recomiendo la Ortografía Básica de la RAE, porque no es gratuita y yo
jamás me meto en la economía de nadie.
El gran sociólogo alemán Max
Weber dejó escrito que la burocracia se caracteriza por - entre otras muchas propiedades - su
impersonalidad, por sus procedimientos basados en normas escritas, sin
favoritismos ni decisiones arbitrarias. Esto debe quedar reflejado en el texto
mediante el uso de un lenguaje impersonal. Además, el firmante del documento
debe protegerse recalcando que no es él que actúa personalmente, sino que es el
representante de un organismo que es el que realmente actúa o resuelve.
Por esta razón es recomendable
usar, en primer lugar, la tercera persona, fórmulas como "el Ministerio
considera que" o "esta oficina no tiene la competencia en". En
segundo lugar, podemos recurrir a las oraciones impersonales, pero tienen el
inconveniente de carecer de sujeto lo que aumenta la ambigüedad, aunque a
veces, es interesante no poner el sujeto, sobre todo, si el sujeto eres tú. Se
pueden usar fórmulas del tipo: "se notifica que" o "se resuelve
por medio de esta orden".
En castellano solemos usar la voz
activa mucho más que la voz pasiva. El resultado de usar la activa suele ser frases más cortas y más
comprensibles. Es mejor decir "El interventor comprobó las facturas"
que "las facturas fueron comprobadas por el interventor". Así que
hemos de procurar usar la voz activa y evitar la pasiva, pero hay que decir que
ésta última es perfectamente correcta y puede ser preferible cuando tiene carácter
impersonal. En general, cuando relees un documento en el que has escrito una
frase en pasiva, si es inoportuna va a
rechinarte en los oídos, la cambias a activa y a otra cosa mariposa.
Hay que procurar mantener la
coherencia entre los tiempos verbales, la concordancia entre los elementos de
una frase en género y número.
Por
último, no repitáis en los textos errores que pueden ser disculpables en el
lenguaje oral, como hemos dicho, escribiendo se tiene más tiempo para pensar. Cuidad la puntuación,
los leísmos y laísmos (sé que es difícil) y el dequeísmo. Hay que
escribir de forma gramaticalmente correcta, o al menos, dentro de una
gramática socialmente aceptada, en
la medida de las posibilidades de cada cual.
Fórmulas de saludo
y respeto
Cuando escribes un documento en calidad de
funcionario de la administración pública debes tener siempre en cuenta de que
eres un representante del Estado y, por tanto, no está bien que escribas
coloquialmente o tutees al ciudadano o a un compañero de otra oficina
administrativa, a no ser que lo conozcas personalmente o seas de su mismo
cuerpo administrativo. El “¿quéee passaa tío?” está completamente prohibido y
el “usted” se aplica por defecto.
Se debe guardar respeto y educación exquisitas sin caer en la zalamería o el dulzor
innecesario, ni tampoco está bien irse al otro extremo y aplicar una
impersonalidad de tal grado que el ciudadano sienta que está comunicando con
una máquina. Entre ambas actitudes hay mucho trecho en el que podemos encontrar
un estilo formal y educado.
La mayoría de las comunicaciones entre
órganos administrativos tienen formatos establecidos y no se usan formas de
salutación ni despedida. Hace años se utilizaba el “Dios le guarde a usted
muchos años” pero eso está superado. A veces se suele poner un “Querido Luis”
escrito a mano al principio del texto, si conoces al tal Luis y quieres
manifestar proximidad y, para terminar, un “un abrazo” después del texto
también escrito a mano. De esta manera manifiestas acercamiento, pero sin salirte de tu función porque el texto es formal y administrativo.
Hasta hace pocos años existían tratamientos
como: Vuestra ilustrísima (VI) e
Ilustrísimo Señor (Ilmo. Sr.), para ciertos altos cargos, y Vuestra Excelencia
(VE) y Excelentísimo Señor (Excmo. Sr.) para los cargos realmente altos.
Gracias a Dios tales tratamientos han desaparecido aunque yo los uso sagazmente
cuando he tenido que reconvenir - o informar de algo que había hecho mal - a
una autoridad muy por encima de mí en el organigrama. Era una forma de hacer la
pelota y distraer al encumbrado destinatario mientras le echabas una bronca
discreta.
En cambio, en la comunicación con el
ciudadano y las empresas sí se utilizan fórmulas
de saludo. Yo creo que es suficiente un “Señor:” o “Señora:” para dirigirte
a un ciudadano, o un “Señores:” si te diriges a un grupo o empresa. Si quieres
ser un poco más formal puedes poner “Estimado señor” o “Estimada señora” o
“Estimados señores”. Lo de “Muy señor mío” me parece excesivo a estas alturas
del milenio.
Para despedir creo que basta un “Atentamente”, quizás un
“Afectuosamente” o “Cordialmente”, si hay cierta complicidad, o bien, si les
has dado un palo denegando su solicitud y quieres manifestar cierta proximidad
para endulzarlo.
Mi padre decía que el tratamiento “Don” o
“Doña” se otorgaba otrora para el que tenía el bachillerato, en cualquier caso,
hoy se aplica a todo el mundo, por lo que ya sabéis: como regla general hay que
usar el tratamiento de “Don” y “usted” a
todo el personal.
Y, para terminar, si hay que firmar, siempre con el cargo encima de la firma
manuscrita y el nombre en caracteres tipográficos debajo. Aunque tengo que
reconocer, no se lo digáis a nadie, que alguna vez he firmado sin pie de firma,
cuando le tenía que decir que no a un airado ciudadano que atesoraba el mismo
tamaño que un armario ropero y tenía cierta propensión a la violencia. ¡Ah!, y no dejes mucho espacio entre la antefirma y el final del texto, alguien podría colarte algún texto no deseado entre medias.
Final… por ahora
No he acabado de daros todos los consejos y
recetas sobre el noble arte de hacer escritos administrativos. Hay una continuación de este artículo, que cuenta las técnicas para pensar qué
es lo que quiero decir, a quién quiero decírselo y cómo decírselo, es decir,
las técnicas que me permiten concebir documentos administrativos de manera
apañada, aséptica y eficaz. Las técnicas de concepción.
Juan Carlos
Barajas Martínez
Bibliografía
Técnicas de Comunicación Escrita
Ask Consultores- Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación
Madrid 2004
En Antena
Ask Consultores- Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación
Madrid 2004
En Antena
Libro de estilo de periodismo oral
Cadena SER
Editorial Taurus
Madrid 2017
Madrid 2017
Sobre la modernización del lenguaje
administrativo
Javier Badia
http://lenguajeadministrativo.com
Bandos del Alcalde
Enrique Tierno Galván
Editorial Taurus
Madrid 1986
Bandos del Alcalde
Enrique Tierno Galván
Editorial Taurus
Madrid 1986
Breve tratado sobre cómo escribir decentemente en la Administración Pública by Juan Carlos Barajas Martínez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.