Resumen
Este es un artículo de opinión, basado en mi
experiencia personal, por tanto, no es un trabajo científico, aunque siempre me
apoye, en última instancia, en la herramienta sociológica. Se trata de un
repaso a ciertas características negativas que me he encontrado en los
individuos del colectivo que manda en este país y que he tenido la suerte o
desgracia de conocer y, de cómo estas características, siendo negativas
respecto de la moral tradicional, ayudan a impulsar una carrera profesional en
un mundo que comparte esa ética judeocristiniana de toda la vida, con la nueva
ética neoliberal adoratriz del becerro de oro. Son tiempos confusos amigos
míos.
Como puso el gran dibujante Hergé, autor de Tintín,
en boca del policía Hernández (o quizás Fernández): “esta es mi opinión y yo la
comparto”.
Pasen y vean, señoras y señores, es gratis.
Índice
Partir de una posición
privilegiada
De la simple falta de empatía a
la psicopatía
El conocimiento, el razonamiento
y el discurso
Las relaciones públicas y el uso
efectivo de la mentira
El corporativismo militante
Minusvaloración de los que saben, sabiéndote rodear de los que saben
De todo lo dicho…
El número de Dunbar es, según el antropólogo Robin Dunbar, la cantidad de personas que pueden relacionarse plenamente en un sistema determinado. Dunbar teoriza que este valor, aproximadamente de 150 personas, está relacionado con el tamaño de la neocorteza cerebral y su capacidad de proceso.
Introducción
Antes que nada, debo aclarar una cosa. Cuando
uno se mete en un berenjenal debe hacer algunas aclaraciones previas si no
quieres ser protagonista de un escarnio público. Para que me entiendan los que
han sustituido parte de su vocabulario por vocablos ingleses voy a hacer un
pequeño disclaimer.
Al llegar a la sexta década de mi vida tengo
que reconocer que tengo un cierto pesimismo con respecto a la especie
humana. Me temo siempre lo peor de la sociedad en general y lo mejor de ciertos
individuos muy concretos que conozco desde que tenía pelo sobre mi cráneo, más
concretamente, desde el siglo pasado. No doy ni un duro por nosotros a largo
plazo, hemos encontrado múltiples maneras de extinguirnos, todo un catálogo,
solo tenemos que elegir la que nos parezca más adecuada como el que elige el
color de la pintura de su dormitorio.
Uno de los problemas que veo para nuestra subsistencia
es menos evidente que el calentamiento global, la sobrepoblación, las
pandemias, las guerras, el nacionalismo, el racismo, la desigualdad entre
clases y naciones o, incluso, uno de esos asteroides que dicen que cada
cincuenta o cien millones de años choca con la Tierra.
El problema del que hablo es la organización.
El ser humano evolucionó en grupos pequeños, nuestro cerebro está preparado
para relacionarse en sociedades pequeñas, el líder natural sólo sabe dirigir de
manera innata colectividades de un poco más de un centenar de personas.
Sin embargo, las sociedades modernas son
tremendamente complejas, incluyen en su seno millones y millones de personas y,
más aún, en las últimas décadas ha venido para quedarse una, anárquica y sin
gobierno, sociedad de ámbito global que engloba a la totalidad de los seres
humanos. Globalidad desgobernada por cerebros que sólo están capacitados de
manera natural para dirigir a un centenar de personas. ¿Y nos extraña que el
mundo vaya mal?
Yo he conocido gentes con mucho poder, entendedme
bien, no he comido con ellos ni he mantenido el más mínimo atisbo de amistad,
soy una persona sencilla – que no simple - con un trabajo sencillo y unas
aspiraciones sencillas. Ha sido casual, la mayoría de las veces ellos
necesitaban de alguien que realizara un trabajo y yo estaba en condiciones de
realizarlo y tenía la obligación contractual de realizarlo. Por casualidad también,
quizás porque vivo cerca de urbanizaciones residenciales del alto copete, he
conocido gentes con bastante poder y personajes con poder suficiente.
Suficiente para mandar sobre mí. Y, como si de una curva fractal se
tratara, el esquema es similar, se repite si hablas de un superjefe, un jefe importante
o un directivo en general.
El retrato que voy a dibujar aquí – llegó
la disculpa o el disclaimer - no lo cumple todo el mundo, no todo
directivo acumula las mismas características, ahora bien, estas pinceladas del
bosquejo se repiten – en todo o en parte – con bastante frecuencia. De todas
las formas, las buenas gentes no suelen reconocerse en sus caricaturas, gracias
a esta curiosa propiedad, el pijo no se reconoce en los chistes de pijos o el
conductor agresivo no se reconoce en las conducciones agresivas de los demás,
por poner solo dos ejemplos. Por lo tanto, a lo mejor no era necesario este
párrafo y puedo estar tranquilo con la reacción de mis jefes anteriores – los
actuales son magníficos – y tampoco creo que me lean, ni los anteriores ni los
actuales.
Tampoco creo que las características que
presentan los líderes sean casuales. Pienso que presentan esas características
precisamente porque les ayudan a ser líderes. Y no olvidemos que todo ello
tiene el sustrato de que formamos parte de sociedades complejas, con
organizaciones grandes, múltiples problemas y conflictos y que nuestro cerebro
no está preparado de manera natural para gobernarlas sino que hay que echar
mano de métodos, técnicas y herramientas artificiales que hemos ido desarrollando
a lo largo de la historia, pero que representan sólo soluciones parciales que
suelen crear nuevos problemas que necesitan ser solucionados con nuevos
artificios, y a esta regresión infinita la llamamos progreso.
Partir de una posición privilegiada