Se recomienda la lectura de mi artículo “¡Oiga usted, qué todavía hay clases!” en el que se dan ciertas nociones de
estratificación social que son útiles para leer este artículo.
Es bien sabido que en la India , todavía con fuerza a
pesar de los años de democracia liberal y derechos constitucionales formalmente
reconocidos, existe un grupo de estatus bajo que vive en las peores condiciones
imaginables, los que pertenecen a dicho grupo sólo se les permite realizar los
trabajos más degradantes y desagradables. Su estatus es tal que los demás les
consideran socialmente contaminados y se les prohíbe tener contacto alguno con
el resto de miembros de la sociedad. No pueden estar bajo el mismo techo que
los demás ni comer o trabajar en su presencia o siquiera mirarlos a los ojos.
Los miembros de dicho grupo, los intocables, nacen dentro del grupo y ya
no pueden salir de él, son siempre intocables, no hay posibilidad de ascenso
social[i].
Esta situación se ha mantenido
igual durante siglos. Salvo alguna rebelión que otra, en general, los miembros
del grupo han aceptado su situación con resignación. ¿Por qué?. El refuerzo
cultural y religioso, sumamente fuerte, del sistema de castas de la India es la razón principal
de esa estabilidad y de esa aceptación pasiva de esa desigualdad.
A los ojos occidentales, tal
nivel de desigualdad es inaceptable, sin embargo, existen grandes diferencias
económicas y de estatus entre las clases sociales de nuestros países y son
también aceptadas, en general, con resignación. Es más, después de los años de
desarrollo del Estado de Bienestar desde la posguerra hasta la crisis del
petróleo, los niveles de desigualdad han ido creciendo y actualmente, estamos
asistiendo en Europa – al socaire de la crisis que vivimos – un ataque
sistemático a los derechos sociales que aumenta el grado de desigualdad. De
esto ya hemos hablado en otros artículos.
Muchas veces estas situaciones de
gran desigualdad se mantienen gracias al uso de la fuerza, en otras ocasiones,
a lo largo de la historia, se han utilizado incentivos económicos para el
mantenimiento del status quo en
sociedades fracturadas. El uso de la
fuerza puede ser efectivo a corto plazo pero a la larga es un método ineficaz y
costoso. El uso de incentivos puede desembocar en situaciones de falta de
acuerdo sobre el precio del mantenimiento del status quo entre las élites y los sectores “comprados”, de manera
que como resultado suele estallar un conflicto, la mayor parte de las veces
violento.
El medio más eficaz para el
mantenimiento de una estratificación social con altas dosis de desigualdad es
convencer de algún modo a los que no pertenecen a la élite, de que la desigualdad
es moralmente buena, y que los más privilegiados tienen justificación para dar
órdenes y recibir una mayor proporción de los bienes y servicios que esa
sociedad valora o – por lo menos- para hacer dudar de las alternativas al status quo. Este método para mantener la
obediencia social y la desigualdad estructurada es lo que se denomina proceso o función de legitimación.
La sociología, si destaca por
algo, es por la falta de acuerdo entre las distintas escuelas o tendencias o
paradigmas, a la hora de estudiar un fenómeno. Sin embargo, en el estudio de la
estratificación social, existe un amplio consenso en que es necesario algún
tipo de proceso de legitimación para mantener el orden social. Donde no hay
acuerdo es en las consecuencias, estrategias sociales de las clases y sobre el
grado de desigualdad que es necesario asumir para que una sociedad funcione[ii].
¿Pero cómo se consigue que el que
está abajo en la pirámide social acepte de buen grado su inferioridad
económica, de estatus y de poder?. Pues ha habido diversas técnicas a lo largo
de la historia, en función de la cultura, la religión y del grado de desarrollo
de la sociedad de que se trate. En el caso de nuestra sociedad industrial,
moderna, bajo un régimen político democrático, podemos agrupar dichas técnicas
estudiándolas desde dos puntos de vista: el microsociológico - centrándonos en
el individuo y apoyándonos en la psicología social – y el macrosociológico –
estudiando cómo las élites aprovechan la tendencia psicosociológica del
individuo a la aceptación de la desigualdad creando instituciones que refuerzan
dicho sentimiento.
Visión micro: el
individuo
Cuando los seres humanos viven en
sociedad, deben cooperar de algún modo y se establece un concepto de justicia o
equidad para repartir los bienes y servicios y reducir de esta manera la
posibilidad de conflicto. Por ejemplo, la posibilidad de que las personas que
más aportan al bienestar del grupo reciban mayores recompensas.
También existe consenso general,
debido a nuestra capacidad para entender los sentimientos de los demás y
ponernos en su lugar, en que debe haber un cierto apoyo a la distribución
basada en la necesidad.
Ambas tendencias, la distribución
en función del mérito y la distribución en función de la necesidad, conforman
las normas de justicia distributiva. El problema no es que se acepte la
desigualdad basada en estas normas sino la ambigüedad que existe en la
aplicación de las mismas, en la definición de cuáles son las contribuciones más
importantes y cual el grado de recompensa justo o cuáles son las necesidades
más importantes y qué es lo justo para satisfacerlas.
Curiosamente las personas que
ocupan la parte baja del sistema de estratificación suelen tener una
autoevaluación baja y se ven a sí mismos como personas que apenas merecen algo.
Según las investigaciones, el origen de clase moldea las aspiraciones
educativas y ocupacionales de las personas. Dicho de una manera más chusca, del
gueto es mucho más difícil salir.
La gente se inspira en los medios
de comunicación de masas para obtener la imagen que de las clases tiene el
conjunto de la sociedad, por poner un ejemplo, los héroes de la televisión y el
cine raramente pertenecen a la clase trabajadora.
La clase alta suele tener una
imagen más positiva de si misma, ocupa posiciones más altas, disfruta de
mejores condiciones de vida, tiene subordinados y suele ser más conocida en la
comunidad. Desde su posición más confortable, son más capaces de aparentar
tranquilidad y control, sin ir más lejos, el superior suele hacer esperar a sus
subordinados, dando a entender que su tiempo es más valioso. Como las personas
de estatus alto tienen más recursos para dar una impresión favorable de sí
mismas, su contribución puede parecer mayor.
De esta manera, cuando una
persona llega a tener una evaluación baja de sí misma, puede considerar que
tanto sus escasas recompensas como las grandes de los demás son justas,
considerando la desigualdad social como legítima.
En las sociedades industriales
como la nuestra existe otro sistema que apoya la autoevaluación baja, se trata
de la ideología de la igualdad de oportunidades. En las sociedades que carecen
de ésta, otras ideologías ayudan a mantener las desigualdades de clase, la más
habitual ha sido la religión[iii] .
Cuando en Occidente se produjo la revolución industrial, la religión fue cambiando
gradualmente por la creencia en la igualdad de oportunidades que ha sido una
poderosa herramienta para legitimar la desigualdad.
Según la ideología de la igualdad
de oportunidades cualquiera – independientemente de su origen social – puede
alcanzar posiciones socioeconómicas de alto estatus por sus méritos. Esta
ideología se basa en que las sociedades industriales existe una mayor tendencia
a la movilidad social ascendente que descendente. Esto ocurre sobre todo en
tiempos de expansión económica o tecnológica, pero el juego es mucho más
cerrado de lo que parece, la movilidad es mucho más difícil de lo que se da a
entender.
Quizá el caso extremo de
aplicación de esta ideología sean los Estados Unidos, en donde existe una
creencia muy extendida entre la clase trabajadora en que si uno vale y trabaja
lo suficiente puede llegar a ser Presidente[iv].
Ha habido experimentos en
ambientes de fuerte creencia en la igualdad de oportunidades que han demostrado
que las personas encontraban algún defecto en sí mismas cuando explicaban su
estatus relativamente bajo. Y además pensaban que el duro trabajo de toda su
vida tendría poco valor si a los que estaban por debajo de ellos se les dieran
mayores recompensas.
Visión macro: el
proceso de legitimación
Hasta ahora hemos visto como
existe una tendencia psicológica a la aceptación de la desigualdad y cómo las
personas pueden autocalificarse con un perfil bajo y responsabilizarse de su
mala situación con respecto a su estatus social. Ahora vamos a ver como las
élites aprovechan esta tendencia para ir más lejos para lograr legitimar las
instituciones sociales que generan su poder y privilegios.
Para conseguirlo las élites
tienen que usar las normas de justicia distributiva convenciendo a los que no pertenecen a las
mismas de que, en primer lugar, las contribuciones de la élite a la sociedad
son proporcionales a las recompensas que reciben y, en segundo término, que las
capacidades de las élites son superiores a las capacidades de los que no
pertenecen a ellas, ese es el gran montaje.
(Haga clic encima de la figura para ampliarla) |
Existen dos herramientas básicas
para conseguir esto[v]. El sistema educativo y
los medios de comunicación de masas.
Las escuelas realizan una función
legitimadora, esto explica los numerosos conflictos que hay en todos los países
occidentales en torno a lo que se enseña en los colegios y los libros de texto
que se utilizan. A lo largo de la historia todos los niños han sido educados
para aceptar los valores y las instituciones dominantes de su sociedad. Por
esta razón las élites toman a menudo medidas para asegurarse de que el sistema
educativo está realizando adecuadamente su función legitimadora.
En España, el conflicto educativo
principal gira en torno a dos problemas fundamentales. El papel de la Iglesia en la educación –
dicho de otro modo, la tensión entre una visión laica de la educación, asociada
a una tendencia más izquierdista y pública, y la visión católica de la
educación, de raigambre más derechista y privada - y la tensión entre las
visiones educativas de los nacionalismos periféricos y de los partidos de
ámbito nacional. Esta es la causa de la sucesión de leyes educativas que hemos
tenido desde la recuperación de la democracia.
En el caso de los Estados Unidos,
dado que es una cultura muy plural en asuntos de religión, la tensión se
produce entre la visión del mundo de los blancos de clase media-alta y las
minorías – que normalmente pertenecen a la clase baja -, resolviéndose
claramente a favor de los primeros.
En España el sector público en
las universidades es todavía muy importante pero en Estados Unidos la
financiación de las universidades más respetadas depende de las donaciones de
los grandes prohombres y de las corporaciones. Éstos están muy interesados en
invertir en las universidades porque dirigen las grandes investigaciones – que
proporcionan posteriormente grandes beneficios – y, desde el punto de vista
político, son el laboratorio de ideas para diseñar las políticas
gubernamentales. Es un gran negocio dominar el sector universitario.
Las élites también utilizan los
medios de comunicación de masas para legitimar sus políticas. En primer lugar,
respaldan las políticas gubernamentales o de la oposición dependiendo de la
adscripción del medio, dándoles publicidad. En segundo lugar son plataformas de
divulgación de las visiones del mundo que favorecen la economía y la política
dominantes y, por último, ridiculizan las posibles alternativas al sistema imperante.
Los medios totalmente
independientes e imparciales pueden minar la legitimidad de las élites y del status quo, pero los que están
excesivamente controlados pueden minar la imagen de los propios medios, por lo
tanto suelen mantener cierta independencia formal. Pero hay que pensar que las
fuentes de financiación proceden de la publicidad y, por tanto, no pueden hacer
oídos sordos a las peticiones de las élites. Existen unos límites que no se
pueden sobrepasar. Por último los grandes medios se agrupan en grandes
corporaciones editoriales que tienen unos intereses económicos y que participan
del propio sistema.
¿Es este macroproceso de legitimación,
este gran montaje, una gran conspiración?, en opinión del sociólogo
norteamericano Harold Kerbo, no lo es por varias razones. Yo destacaría dos. En
primer lugar las élites no son monolíticas, un segmento puede estar a favor de
unas políticas concretas, otro puede ser partidario de las políticas
contrarias, aunque pueden ponerse de acuerdo en mantener las grandes líneas
generales del sistema político-económico imperante no existe en principio un
plan detallado necesario para poder hablar de conspiración. En segundo término
para que fuera una conspiración tendría que ser un secreto, la mayoría de la
gente no es consciente del proceso pero existe la posibilidad de obtener información
de lo que están haciendo las élites, muchas de sus actuaciones son públicas.
Internet es un buen medio alternativo para informarse como ha demostrado la
primavera árabe.
Por último querría dejar claras
dos cosas, como indica el sociólogo norteamericano Gerhard Lenski, la
estratificación social surge del conflicto por los recursos escasos y lleva
aparejada la desigualdad. Sin un sistema de estratificación social existiría un
conflicto abierto y permanente por la distribución de estos recursos y, según
este autor, eso no hay sociedad que lo resista. Otra cuestión es el grado de
desigualdad entre las distintas clases sociales. Las fórmulas basadas en claras
muestras de injusticia social no son estables, requieren del uso de la fuerza
y/o del montaje de grandes aparatos ideológicos para su mantenimiento, por
tanto, son abono para el conflicto social. Cuánto más igualitaria y justa es
una sociedad, más estable es, ya que los miembros de las capas más
desfavorecidas no encuentran razones para oponerse al sistema, prima la idea de
que mientras yo viva bien no importa que otros vivan un poco mejor.
Abundando en esto último, las
élites económicas actuales – que por cierto tienen mucho de globales – parecen
haber aparcado el sentido común y han iniciado un camino vertiginoso por la
senda del aumento de la desigualdad en el mundo que puede llevarnos a un futuro
muy negro, pues los procesos de legitimación tienen sus límites y a veces las
calderas explotan a pesar de las válvulas de seguridad.
En segundo lugar, lectores tengo
que ven un tono “izquierdista” en mis artículos, si lo tienen – al menos en los
que intento divulgar conceptos de sociología – es completamente involuntario.
Es que el mundo es así, y la sociología estudia el mundo real. Todo lo que se
ha explicado en este artículo sobre las estrategias sociales de las élites no
forma parte del programa de ningún partido político, ni de ninguna soflama
revolucionaria, ni del 15-M, sino que es sociología, lo que he explicado aquí
se estudia en las Facultades de Sociología y está basado en gran parte en un
libro de texto de Harold Kerbo de la
nada sospechosa Universidad Politécnica del Estado de California.
Juan Carlos Barajas
Martínez
[i] Menos
conocido es el caso de los burakumin (literalmente no humano muy contaminado)
en Japón que también se arrastra desde hace siglos. Durante el período
Tokugawa, en el siglo XVII, se estableción un sistema de estratificación social
del castas, la de menos estatus era precismente la casta burakumin cuya discriminación
se arrastra hasta nuestros días, aunque formalmente esté reconocida en la
constitución japonesa la igualdad jurídica entre todas las personas. Hay más
información en http://es.wikipedia.org/wiki/Burakumin
pero si podéis acceder al libro de Kerbo es mucho mejor, se hace una
descripción muy completa de la estratificación social en Japón.
[ii] Como
digo en el texto principal, las distintas escuelas difieren en sus opiniones
acerca de las consecuencias y utilidad del proceso de legitimación. Para los
funcionalistas, la estratificación social y la legitimidad de la élite son
beneficiosas para todos los miembros de la sociedad. Para la teoría no crítica
del conflicto, es decir Weber y seguidores, la legitimación es un medio de
dominación de la élite, que no siempre beneficia a todos los miembros de la
sociedad. Y para la teoría crítica del conflicto, fundamentalmente los
marxistas y neomarxistas, la legitimación es un medio de dominación de la élite
que impide que se acepte una economía política generadora de menos desigualdad
y explotación.
[iii]
Marx fue uno de los primeros en señalar que la religión se ha utilizado para
apoyar la desigualdad. La religión es el opio del pueblo”, dejó escrito. Sin
embargo su análisis no era completo porque la religión puede servir también
para desafiar las desigualdades de poder y privilegio, hemos visto muchos casos
a lo largo de la historia.
[iv] La
elección del primer presidente afromericano, Barack Obama, ha dado alas a esta
visión. Sin embargo, el Sr. Obama no es un afroamericano común y corriente, ha
batido muchos récords de integración, estudió en la Universidad de Columbia y en la
prestigiosa escuela de leyes de la Universidad de Harvard.
[v] Pero no
son las únicas instituciones al alcance de las élites, estas son las más
conocidas y evidentes. En Estados Unidos hay cientos de grupos de presión o lobbies que defienden los intereses de
los grupos económicos importantes y, además, en gran parte actúan a cara
descubierta y de manera legal. Europa es un fenómeno menos desarrollado pero
también existen aunque me da la impresión de que actúan con menos visibilidad.
Bibliografía:
Estratificación Social y
Desigualdad
Harold R. Kerbo
McGraw-Hill
5ª edición
Madrid 2003
El Gran Montaje por Juan Carlos Barajas Martínez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
Basada en una obra en sociologiadivertida.blogspot.com.
Esta licencia permite la copia respetando la autoría de la obra. No permite distribución comercial ni obras derivadas
Esta licencia permite la copia respetando la autoría de la obra. No permite distribución comercial ni obras derivadas
Haciendo una analogía de la sociología de los individuos a la sociología de los estados miembros de la UE, se está produciendo en esta crisis algo parecido a lo que dices. Las clases altas (p.e. Alemania) nos hace creer que como aportan más tienen más derecho a decidir. Las clases bajas (PIGS), estamos de acuerdo en nuestro papel sumiso, ya que no nos merecemos nada.
ResponderEliminarMuy bueno el artículo, pero como siempre... muy muy largo
es esa una perspectiva interesante. De hecho las relaciones internacionales son relaciones sociales a un nivel alto, en el que la interacción es entre Estados. Por otra parte las élites actualmente son globales y pueden ponerse de acuerdo en asuntos de macroeconomía mundial.
EliminarRespecto de la longitud del artículo, ya lo hemos hablado, yo no hago posts hago artículos, a lo mejor no domino el lenguaje de internet. Soy incapaz de argumentar asuntos tan complejos como los que planteo en los 140 caracteres de Twitter.
POr cierto, se me olvidaba, muchas gracias por leerme y un fortísimo abrazo
EliminarUn lujo que alguien te de cursillos semejantes, aunque sea solo una vez a la semana. Claro que el de esta semana es para estudiarlo, y eso lleva tiempo.
ResponderEliminarSolo un añadido: Si las élites están aumentando la desigualdad, en contra del sentido común, pues hasta ahora les ha ido muy bien, es porque se alumbra a medio plazo una escasez de recursos sin parangón en la historia, y de forma brusca. Necesitan más pobreza en los países enriquecidos, y que esta se asuma. Solo hay que consultar las reservas de petróleo, gas, carbón, cobre, etc. y dividir por el consumo anual, para ver los años que quedan. No hay para todos... a no ser que ellos renuncien a sus privilegios.
Maquilón
Gracias Maquilón. En efecto la escasez de recursos va a ser el tema de los próximos años, como dice Erich von Weizsäcker, el siglo XXI será el siglo de la ecología, y yo añado, porque no nos va a quedar más remedio.
EliminarUn abrazo y gracias Maquilón
Fantástico artículo.
ResponderEliminarGracias por este blog que abre mis lecturas matinales.
Saludos
Muchas gracias Manel, es un honor.
EliminarSobre el comentario del final, aclarando la desafiliación política, me recuerda a las palabras de Bourdieu "la sociología es una ciencia que incomoda"
ResponderEliminarMe encantan los articulos que escribes. Gracias.
ResponderEliminar