Al Este del Edén


Adán y Eva de Pedro Pablo Rubens, Museo del Prado, Madrid


Expulsó pues a Adán y puso querubines al este del Edén
Génesis 3, 24

Salió, pues, Caín de delante de Dios, y habitó en tierra de Nod, al oriente de Edén
Génesis 4, 16

Haber nacido durante el nacionalcatolicismo (1) tuvo serios inconvenientes. Aparte de que nunca me llegué a recuperar del todo de la represión sexual originada en aquellos años, de la que no me curé incluso en los días de vino y rosas de la juventud, tuve que superar conflictos intelectuales y contradicciones lógicas que interfirieron en mi educación.

En mis tiempos parvularios la historia sagrada y el catecismo eran las asignaturas más importantes, más que el estudio de las ciencias naturales o de la aritmética. El catecismo, por ejemplo, me sumía muchas veces en un estado de profunda confusión. Aún hoy, pasados casi cincuenta años, me acuerdo todavía de que el demonio era uno de los enemigos del hombre y recuerdo que esto podía entenderlo perfectamente. Ya me habían hablado lo suficiente del Diablo como para entender que estuviera clasificado como enemigo por méritos propios. Pero mi capacidad de comprensión quedaba anulada cuando analizaba por qué eran también enemigos del alma “el mundo” y “la carne”.

Tengo un débil recuerdo de haber estado mirando el globo terráqueo que mi hermano tenía encima de su mesa de estudio, preguntándome que es lo que tenía de malo ese planetita tan acogedor del que mi padre decía que los antiguos pensaban que era cuadrado.

Pero con respecto a la carne todavía tenía más problemas de entendimiento pues la carne era mucho más próxima a mi experiencia diaria que el Diablo o el mundo. ¿Cómo podían ser enemigos del hombre aquellos filetes de ternera que preparaba con tanto tino profesional nuestra cocinera Goya?. Y es que, a pesar de haber sido un niño bastante preguntón y haber removido Roma con Santiago para obtener una respuesta, ningún adulto tuvo la bondad de abrirme los ojos con otros significados de la palabra carne. Y no fue por falta de adultos a mano, aparte de mi familia había varios empleados en el hostal donde vivíamos, huéspedes opositores a aduanas y un profesor de filosofía de la Universidad Complutense. Simplemente esas cosas - en la España de los sesenta, en un lugar en el que los bebés no los traían las mamás sino las cigüeñas desde París - no se contestaban a los niños preguntones.

Con la Santísima Trinidad tuve menos problemas de aceptación. Al tener el pensamiento mágico de los niños pequeños, no me costaba nada aceptar que Dios, que todo lo podía, pudiera ser uno y tres al mismo tiempo, aunque se diera la conducta extravagante de que uno de ellos fuera una paloma, de haber dependido de mi habría elegido ser un águila que es ave de mayor fundamento heráldico. Con este dogma, tuve más problemas de entendederas cuando fui más mayorcito.

Pero lo que más quebraderos de cabeza me dio fue el asunto de Adán y Eva. Y mira que pregunté. No en el colegio, allí mantuve un cauto silencio pues los debates teológicos podían conllevar el coscorrón del cura, sino en casa, con mi madre – muy devota de la Esperanza Macarena dicho sea de paso – que era la encargada de satisfacer mi curiosidad religiosa. Lo cierto es que aquello me encantaba, esos momentos de acercamiento a mi madre jamás los olvidaré.

De toda la historia de Adán y Eva era el asunto de la manzana el que no conseguía entender. Podía aceptar que el diablo tomara la forma de serpiente, podía llegar a asimilar que Eva fuera creada a partir de una costilla – “desde entonces nos han dado la lata” decía mi padre – porque qué iba a hacer Adán solo, podía aceptar la creación del mundo en siete días con descanso dominical incluido, pero, ¡tal discordia entre los hombres y Dios por una única manzana!.

Por esa manzana la mujer quedó marcada para toda la historia, por esa manzana las personas tuvieron que ganarse el pan con el sudor de su frente, por la dichosa manzana teníamos que sufrir la gripe y la varicela – que como picaba la puñetera -, por el fruto prohibido el mal vino al mundo, es decir, por esa manzana tenemos que aguantar a gentes como los Rajoy y los Merkel. Por esa manzana heredábamos el pecado original de Adán y Eva cuando nacíamos y si te morías antes de ser bautizado ibas a un sitio llamado limbo que era una especie de suspensión en el espacio-tiempo sin poder ir a ninguna parte. Por esa manzana, Dios tuvo que hacerse hombre, habitar entre nosotros y dejarse crucificar. ¡Todo esto por una manzana!. ¡Pero si ni siquiera llegaron a talar el árbol, pero si sólo era una manzana!.

Mi madre nunca consiguió convencerme de que esta historia tuviera sentido. Hubiera sido más fácil para Dios otro castigo. Recursos y soluciones tenía, y más siendo omnipotente. Sobre todo, podía haber pensado en un castigo que recayera sólo sobre los culpables. Algo así como una expulsión temporal del paraíso. Seguro que si Dios les hubiera enviado seis meses a respirar el aire de cierta oficina de la calle Génova como becarios o un mes a la vendimia dejándose los riñones entre vides, con lo bien que vivían en el Edén, seguro que hubieran dejado de lado el negocio de las manzanas prohibidas por siempre jamás.

Y yo no podía entender esta historia porque pretendían meterme en el coco una interpretación literal de lo que decía el Génesis. Confundían ser niño con ser tonto. Si me hubieran dicho que se trataba de una historia moral, de un cuento – como tantos otros que me contaban por aquella época - escrito hace miles de años, basado en tradiciones orales todavía más antiguas, para ilustrar la necesidad de obedecer al padre y al marido al tiempo que se daba una explicación al origen del mundo acorde con la época en que se escribió, hubiera sido mucho más fácil de entender para mí. Lo que intentaron inculcarme fue cierta visión fundamentalista de la Biblia.

Este fundamentalismo, digamos clásico, de la Iglesia nunca se ha llamado fundamentalismo, porque quizás no lo ha llegado a ser nunca en sentido estricto, en general se le ha denominado magisterio. La Iglesia ejerce el magisterio sobre los fieles en cuestiones de fe. Las discusiones teológicas quedan para los doctores de la Iglesia y los resultados de los sínodos, concilios y conciliábulos se explican a los fieles en las misas, en las publicaciones a ellos dirigidas y a través de las explicaciones de los sacerdotes. Siempre se ha explicado la Biblia, al menos la explicación oficial, pero nunca se ha potenciado la lectura y discusión sobre la misma, como ocurría entre los protestantes, no fuera que alguien llegara a pensar por sí mismo. No recuerdo  haber tenido que llevar la Biblia a clase en mis cinco años de bachillerato en el colegio Salesiano.

Pero, ¿qué es el fundamentalismo en realidad?. El politólogo Thomas Meyer dio una definición de fundamentalismo después de estudiar un fenómeno muy parecido en diversos ámbitos religiosos. Para él, el fundamentalismo es un movimiento de exclusión arbitrario, una tendencia opuesta al proceso de apertura general del pensamiento, una tendencia enemiga a las formas de vida sociales y, por ende particulares, que caracterizan la modernidad. Y a cambio ofrece, un sostén firme, un auxilio permanente y una orientación incuestionable.

El fundamentalismo tuvo su origen en un movimiento religioso estadounidense, que agrupaba distintas confesiones protestantes, en un momento a caballo entre los siglos XIX y XX. El disparador fue el progreso científico en general y la teoría de la evolución de Darwin de manera particular, verdadera bestia negra de estos movimientos por ir directamente contra la línea de flotación del creacionismo bíblico. De una manera personal, yo viví esta tensión cuando en el colegio se me explicaba de forma literal la historia de Adán y Eva y, al llegar a casa, tenía el álbum de cromos Maga de ciencias naturales, en cuya portada se veía a un neardental y como fondo un violento volcán en erupción.

Este movimiento logró alcanzar un consenso respecto a algunos hechos religiosos fundamentales (2), de ahí le viene el nombre, en la década de 1920. El movimiento desde entonces ha pasado por diversas fases, con divisiones y reagrupaciones, alternando fases con capacidad de influir en la política norteamericana y fases de menor prestigio e influencia. Desde la década de 1970, la alianza entre el fundamentalismo antimodernista y los modernos medios de comunicación, ha provocado un renacer del movimiento que ha protagonizado un salto importante hacia la política norteamericana. Los analistas electorales atribuyeron la sorprendente victoria de Ronald Reagan en las elecciones presidenciales de 1980 a que los telepredicadores fundamentalistas hubiesen conseguido movilizar a todo el sector protestante de la derecha más conservadora. Y a partir de entonces ha habido una estrecha alianza entre los presidentes republicanos y los sectores protestantes de esa derecha ultraconservadora, que en su última edición se agrupan en torno al famoso “Tea Party”, aunque éste no sea en sí mismo un movimiento religioso.

De esta forma vemos que habría dos definiciones de fundamentalismo, la de Meyer centrada en un tipo genérico de movimientos religiosos de carácter extremo aplicable a cualquier religión y, la original, que hace referencia a un movimiento religioso concreto de carácter protestante, con gran influencia en Estados Unidos, que se organiza en torno a una interpretación literal de la Biblia.

La influencia que el fundamentalismo protestante ejerce en el ámbito europeo es limitada. Su campo de actuación preferente son los círculos protestantes evangélicos y pietistas (3) sobre todo en Alemania con actividades relacionadas con alternativas al sistema escolar mediante la creación de escuelas bíblicas y algunas emisoras de radio sin la influencia que tienen en los Estados Unidos.

En el catolicismo ya hemos hablado de que no existe el fundamentalismo como tal, al menos en su definición clásica, pero la llegada del papa Juan Pablo II implicó un incremento en la influencia de ciertos movimientos religiosos de carácter integrista, de vuelta a los ritos del pasado anteriores al Concilio Vaticano II, de antimodernismo que muy bien podrán calificarse de fundamentalistas y que iban mucho más lejos que la política oficial vaticana que se alineaba en lo posible con la visión oficial de la ciencia (4). Kienzler cita a los tradicionalistas de Lefebvre, la Hermandad de St. Petrus, la Obra Angélica y el Opus Dei, entre otros.

Y en las religiones no cristianas, ¿hay fundamentalismos?. Se habla de fundamentalismo islámico y con razón. Al igual que pasa con los cristianos el tradicionalismo musulmán se ha visto cercado por un mundo moderno que daba explicación a casi todo lo que antes explicaba la fe, con el agravante de que esa ciencia inexorable pertenece a la cultura occidental que para ellos es colonial e imperialista. 

Esta identidad entre lo moderno y Occidente se ha aunado en estos movimientos religiosos con una fuerte implicación política cuyo último objetivo es establecer un Estado teocrático islámico sobre la tierra. En el programa político-religioso de estas organizaciones está presente la idea de revitalizar el orden jurídico tradicional marcado por la sharia (5), que a los occidentales nos parece cruel y medieval, sistema legal y modo de vida muy vinculado a la interpretación literal del Corán, a una vuelta a los orígenes del Islam en la época dorada de Mahoma y al rechazo frontal a cualquier tipo de influencia racional y liberal que tuviera su origen en Occidente.

El caso es que desde la revolución islámica en Irán a finales de los años ’70, protagonizada por la figura carismática del ayatolá Jomeini, se ha producido un resurgimiento espectacular del islamismo a lo largo del mundo – cuando parecía que el Islam presentaba síntomas de liberalización y agotamiento - desde Malasia hasta Senegal, desde Afganistán hasta las grandes ciudades europeas en las que viven millones de inmigrantes musulmanes, con múltiples conflictos, guerras y actos de terrorismo que todos tenemos en mente.

También por aquellos años ’70 se produjeron transformaciones sociales importantes en el Estado de Israel. La inmigración masiva de nuevos contingentes de judíos procedentes de la Unión Soviética y el norte de África cambian la composición demográfica del país. Por primera vez el Partido Laborista, principal artífice del Estado de Israel, queda apartado del poder por el Likud, un bloque ultraconservador de inspiración religiosa. De esta forma, los grupos religiosos, de los que durante mucho tiempo se pensó que no tenían importancia política, obtienen un impulso desconocido.

La religión judía se caracteriza por la máxima de que las escrituras sagradas deben “discutirse”, en cambio, los grupos fundamentalistas judíos se niegan a seguir debatiendo e intentan que su visión rigurosa sobre los principios y observancias ultraortodoxas de su religión tengan validez general (6). Los grupos religiosos del judaísmo ortodoxo, a cambio de su apoyo a los grupos políticos de derechas, no pedían carteras ministeriales sino una mayor rigurosidad en la observancia de las leyes religiosas. Y, muy probablemente, el conflicto árabe-israelí tiene mayor enconamiento si cabe, por la acción de estos grupos.

El cristianismo - en sus formas católica y protestante -, el Islam y el judaísmo no son fundamentalistas per se. Se pueden vivir y practicar de otra manera, sin caer en el fanatismo. La Biblia, el Corán y la Torá pueden tener otras lecturas que no son la interpretación literal de lo que dicen.

Curiosamente, cuando se cae en posturas fundamentalistas en todas las religiones, éstas se parecen enormemente. Son reacciones viscerales ante un mundo moderno que no entienden, por el que se sienten amenazados, cuya peor manifestación – en todas sus formas – es la intolerancia hacia las ideas, la forma de ser (7) y las creencias de los demás.

Los fundamentalismos no me gustan. Siempre he tenido dudas sobre casi todo, no he sido hombre de certezas, la única certeza que tengo – casi matemática – es que no tengo respuesta para todas las preguntas. Pero, al contrario que les pasa a otras personas, la duda no me angustia, sino que es un acicate para saber y comprender más cosas. Quizás de esa angustia vital de algunos venga esa necesidad de asirse a unos fundamentos claros y seguros aunque no tengan ninguna justificación racional. Gracias a Dios- al menos aquí y ahora, no puedo decir que de esa agua no beberé - no tengo esa necesidad.


Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo



Notas:

(1)    El nacionalcatolicismo es la denominación con la que se conoce una de las señas de identidad ideológica del franquismo, el régimen dictatorial con el que Francisco Franco gobernó España entre 1939 y 1975. Su manifestación más visible fue la hegemonía que tenía la Iglesia Católica en todos los aspectos de la vida pública e incluso privada.
(2)    Los principios teológicos o cinco puntos fundamentales del movimiento son:
  • Infalibilidad de las Sagradas Escrituras (en el caso del catolicismo la infalibilidad es atribuida al Papa)
  • Nacimiento virginal de Jesucristo
  • Sacrificio del redentor en nombre de la humanidad
  • Resurrección de la carne
  • Regreso de Jesucristo para establecer su reino milenario sobre la tierra previo al juicio final   
(3)    El movimiento pietista es una variante de la religión luterana con especial dedicación al estudio y discusión de la Biblia
(4)    Por poner un ejemplo de alineamiento con la ciencia, está el reconocimiento por parte de la Iglesia de la teoría del Big Bang. Al parecer fue Pío XII el que se mostró de acuerdo con dicha teoría, aunque el reconocimiento oficial vino mucho más tarde. Probablemente no fuera ajeno a este hecho la labor del padre Georges Lemaître, que aparte de sacerdote era físico y matemático, del que Einstein dijo que era el que mejor había entendido su teoría de la relatividad y considerado uno de los padres del Big Bang. Lemaître dejó escrito:
“Yo me interesaba por la verdad desde el punto de vista de la salvación y desde el punto de vista de la certeza científica. Me parecía que los dos caminos conducen a la verdad, y decidí seguir ambos. Nada en mi vida profesional, ni en lo que he encontrado en la ciencia y en la religión, me ha inducido jamás a cambiar de opinión”.
Pues bueno, este señor en mi modesta opinión no tenía nada de fundamentalista. Pero lo que no acabo de entender es porque si en los años ’50 estas cosas se discutían en el seno de la Iglesia a mi me seguían explicando la historia sagrada en sentido literal diez años después y más tarde. ¡Ay el magisterio de la Iglesia!.
(5)    La sharia es Sharia al Islamiya (transliterado del árabe شريعة إسلامية šarīʿa -"vía o senda del Islam"-, hispanizado charia -aparece muy frecuentemente como sharía-) es el cuerpo de Derecho islámico. Constituye un código detallado de conducta, en el que se incluyen también las normas relativas a los modos del culto, los criterios de la moral y de la vida, las cosas permitidas o prohibidas, las reglas separadoras entre el bien y el mal. En los medios occidentales se la identifica como ley musulmana o ley islámica. Sin embargo, su identificación con la religión es matizable: aunque está en el Islam, no es un dogma ni algo indiscutible (como lo es el texto del Corán), sino objeto de interpretación.
Denota un modo de vida islámico que es más que un sistema de justicia civil o criminal. Como una cuestión de conciencia personal y guía moral de conducta, la sharia está adoptada por la mayoría de los creyentes y practicantes musulmanes, en distintos grados; pero, a diferencia de las orientaciones morales de la Biblia para los cristianos, no sólo constituye un código religioso de orientación vital, sino que codifica específicamente la conducta y rige todos los aspectos de la vida.
(6)    Los principios del movimiento ortodoxo judaíco son:
  • Ley del sábado: el día festivo judío
  • Ley Kosher: sólo se pueden ingerir alimentos que siguen este rito en casa y establecimientos públicos
  • Ley del retorno: que los inmigrantes judíos pasen un severo control ortodoxo es la única manera de obtener la nacionalidad israelí.
  • La ley del matrimonio. O prohibición de contraer matrimonio de un judío con un no judío.
  • Prohibición de autopsias y transplantes
(7) La vida de las mujeres y de los homosexuales, por poner dos ejemplos, no son fáciles en estas comunidades.
Nota final: Al Este del Éden es una novela de John Steinbeck y de una película de Elia Kazan, basada parcialmente en la novela, protagonizada por el mítico James Dean que hace una soberbia interpretación.

Bibliografía:

Klaus Kienzler
El fundamentalismo religioso
Ciencia Política
Alianza Editorial
Madrid 2002


Pequeño homenaje a Georges Lemaître



In memoriam

En recuerdo de mi madre, Francisca Martínez Vidoy (1926-1981), quien mereció una vida mucho mejor, con menos enfermedad y sufrimiento, y en recuerdo de aquellas tardes pacíficas en las que me enseñaba historia sagrada con el amor que sólo una madre sabe dar. Ojalá esté – como ella creía – en el cielo a la derecha del Padre y al lado de mi padre, rogando por su descreído hijo. Hizo sobrados méritos en vida para merecerlo.


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My tailor is rich




El primer título que surgió de mi cabeza para este artículo fue “odio cortésmente a la lengua inglesa”, pero luego me pareció mejor elegir una de esas frases que se repiten en los métodos de aprendizaje estilo “la plume de ma tante” o “yo me llamo Francis Matthews” o “einige kinder werfen einige steine (1). Y me acordé de la famosa escena de la película de humor de Louis de Funes, “El gendarme en Nueva York” (2), en la que el gendarme da una clase magistral de inglés a sus compañeros de armas, mientras se hallan de viaje en un trasatlántico que les lleva a la célebre metrópoli norteamericana. “Your flowers are beautiful”, “My Taylor is rich” repite para que sus colegas aprendan la esquiva y difícil pronunciación inglesa.

Los protagonistas del filme son franceses, pero la escena podría estar suscrita por españoles, cambie usted a los gendarmes por guardias civiles, al gran actor francés Louis de Funes (3) por el no menos grande José Luis López Vázquez (4) y la situación cómica no variaría ni un ápice.

E iba a llamarle “Odio cortésmente a la lengua inglesa” porque por un lado, aprender una lengua extranjera es un ejercicio muy costoso en esfuerzo personal, tiempo y dinero, y por otro lado, el inglés es la lengua franca por excelencia, es el latín del siglo XXI y es obligatorio conocerla si quieres ser alguien en la vida. Esto la hace odiosa.

El inglés no ha sido siempre la lengua universal, cuando era yo pequeño todavía se enseñaba francés en el colegio. El francés fue la lengua de la “Belle Époque”, de la hostelería y de la gastronomía de lujo, de la diplomacia, de la clase alta que soltaba eso de que hay que ser “comme il faut” o este vestido es muy “chic”. El relevo lo tomó el inglés probablemente por el irresistible ascenso de los Estados Unidos a superpoder mundial unido a la enorme influencia del Imperio Británico y su “Commonwealth” en el comercio y la política internacional. Cómo en España todo llegó tarde, la ola del inglés llegó en los setenta.

Y parece ser que anteriormente, en los tiempos de los tercios, la gente – por esas tierras de Dios - procuraba aprender castellano  porque el poder militar y económico lo detentaba aquella monarquía hispánica de los Austria, echada a perder en su propia salsa endogámica. Y, antes aún, con el influjo de la Iglesia en todos los órdenes de la vida y unas lenguas romances sin el prestigio suficiente, era el latín la lengua franca, que ahora sobrevive tan solo en el Vaticano, en la biología y la botánica a la hora de clasificar a los seres vivos y en algún latinajo suelto que queda en el mundo del derecho.

El caso es que parece que siempre hubo una lengua predominante que era interesante conocer si querías medrar y progresar, pero nunca fue tan necesario como lo es actualmente, debido a que vivimos en una sociedad global y quien más y quien menos se ha de batir en aguas internacionales.

Si la cosa sigue así, probablemente tendremos que aprender chino. Menos mal que yo ya voy siendo mayor y no me tocará aprender una lengua tan radicalmente distinta de la mía. Si no puedo con el inglés me imagino que sería mucho peor darle al mandarín.

Personalmente las dos cosas que más me cuestan del inglés son la pronunciación y los “phrasal verbs”. Viniendo de una lengua materna con cinco vocales - a, e, i o, u – pasar a pronunciar las veinte que tiene la lengua inglesa es todo un martirio, nunca llegas a pronunciarlas bien.

Además, cuando te encuentras una nueva palabra, no tienes ni idea de cómo pronunciarla. En español es fácil, se lee como se escribe, más o menos, pero en inglés no tienes ni idea de cómo se pronuncia hasta que no las oído. Pero lo malo es que estoy convencido de que los propios angloparlantes tampoco pueden, estoy persuadido que ante la pronunciación de una palabra de nuevo cuño deben esperar al dictamen de alguna autoridad lingüística – privada por supuesto, ¡estamos hablando de anglosajones! - que indique cual es la manera correcta de hacerlo. Tengo la sospecha de que existe un comité secreto en Oxford o Cambridge y otro probablemente en Estados Unidos, que deciden cómo pronunciar correctamente los nuevos vocablos.

Pero si difícil es pronunciar, entender lo que los nativos dicen es una labor ímproba. Al pronunciar una frase los angloparlantes se comen sílabas que deberían decir, enfatizan unas palabras y otras las medio dicen como yendo de pasada, como si no fueran importantes y, por último, he observado que ponen comas fonéticas donde no hay comas ortográficas en un alarde de mala voluntad.

Cuando hablan contigo, no tienen en cuenta tus dificultades, he visto pocos angloparlantes con la suficiente caridad cristiana como para que, al darse cuenta de que no posees el nivel de inglés del que presumes en tu currículo, hable lentamente y vocalizando. Debe ser cosa de su fe protestante, los católicos no hacemos esto, cuando nos encontramos a un “guiri” preguntando dónde está la plaza de toros hacemos unos considerables esfuerzos para entender sus balbuceos en castellano e incluso levantamos la voz y hacemos grandes aspavientos porque creemos que así nos entenderán mejor. Luego cuando vuelven a casa nos tachan de alegres locos amantes de las corridas de toros.

En cuanto a los “phrasal”, qué decir. Es un ingenioso sistema para inventarse nuevos significados sin inventarse nuevas palabras. Consiste en acompañar un verbo conocido con una preposición que le cambia completamente el significado. “To get”, en su significado más general, es conseguir u obtener pero lo puedes acompañar de todas las preposiciones posibles y consigues decenas de significados diferentes, por ejemplo, “to get away” es hacer una escapada o “to get away with” es salir bien parado o librarse y así hasta el paroxismo. Un galimatías, fácil sólo para los que aprendieron la lengua de bebés, para comunicarte eficazmente mejor búscate la palabra de raíz latina equivalente que hay muchas.

Por otra parte es el inglés una lengua muy onomatopéyica, ¿en qué lengua civilizada “to boo” significa abuchear o “to crash” estrellarse?. Esta propiedad junto con su versatilidad y la capacidad para inventar nuevos significados y nuevas palabras, hacen del inglés una lengua muy dinámica, muy adaptada a los tiempos en que vivimos, buena para el rock’n roll, para los lenguajes de programación o para el intercambio comercial.

El caso es que, al menos para mi generación, el inglés siempre ha sido una asignatura pendiente. Parece que las nuevas cohortes de población están más adaptadas – la generación de españoles más preparada dicen, aunque yo creo que no están preparados para lo que se les viene encima, nadie lo está – pero sigue habiendo grandes lagunas en esto de los idiomas. Una vez viendo “El club de la Comedia” (5) el monologuista aseguraba que existía un “campo de fuerza” en España que impedía que aprendiéramos lenguas extranjeras y que este campo funcionaba en ambos sentidos, es decir, que no sólo impedía a los españoles aprender inglés sino que también impedía que los extranjeros aprendieran español por muchos años que llevaran residiendo entre nosotros, como ejemplos citaba a la Reina Sofía y a Johann Cruyff. No le faltaba mala baba al monologuista. Yo habría añadido que no nos deja muy bien parados el hecho de que nuestros presidentes del Gobierno no hablan idiomas extranjeros desde Felipe Gonzalez, que se defendía en francés.

No sé si tenemos un campo de fuerza antiidiomas pero sí que tenemos un terrible miedo al ridículo que nos atenaza, que nos impide o nos hace muy difícil lanzarnos a hablar aun cuando sepamos bastante inglés como para comunicarnos. Yo lo achaco a esa ética del hidalgo que nos lleva a un especial concepto del amor propio que nos pierde un poquito. Hablé de ello en el artículo “Las tres ideologías básicas del Homo Hispanicus”.

Richard Vaughan, empresario norteamericano afincado en España e impulsor del canal de televisión “Aprende inglés TV”, en su libro “Si quieres, puedes”(6), sitúa al sistema educativo español como principal responsable del atraso español en esto de los idiomas. Para él, el secreto de los países donde sí se palpa un excelente dominio del inglés es sencillo. Su sistema educativo pone énfasis en el tema desde preescolar y vuelca sus esfuerzos en el inglés hablado y auditivo en vez de comenzar por la gramática.

En los últimos años se está realizando un notable esfuerzo en ese sentido pero quizás, por un efecto pendular, a veces me parece que nos estamos pasando. Una vez pregunté qué pensaba acerca del aprendizaje del inglés en las escuelas españolas, al psicólogo y educador mexicano Isauro Blanco, que llevaba ya un tiempo siendo el director del Colegio Balder de Madrid (7) y que ya conocía el panorama educativo español como conocía el mexicano y el norteamericano. Me dijo que había mucha preocupación por parte de los padres pero todavía había poca obligación de aprenderlo en comparación con el caso de México, en el que la presión laboral era muy fuerte debido a la dependencia respecto del vecino de norte.

Para Blanco, la obligación de aprender un idioma es el motor más importante para aprenderlo efectivamente. Cuando alguien se va a vivir al extranjero lo que hace que el aprendizaje del idioma local sea muy rápido es la necesidad de comunicarte. Según Blanco, los españoles todavía estaban en un entorno muy protegido idiomáticamente, en el que la mayoría de las actividades profesionales no exigían el uso del inglés, aunque si era un factor importante que marcaba una diferencia en el mercado laboral. Por lo tanto era cuestión de tiempo que solucionáramos el problema, la propia tozudez de la vida moderna nos iba a llevar a un estado de necesidad al que nos dirigíamos progresivamente.

Aún así, la preocupación de los padres, a la que no es ajena esta frustración generacional de la que hablaba en párrafos anteriores, había impulsado una extraordinaria proliferación de colegios bilingües o la concesión, por parte de los colegios que no lo son, de un gran número de horas dedicadas al inglés en detrimento de otras asignaturas tan básicas como las matemáticas o la lengua. De tal forma que se podría correr el riesgo de convertir, dicho de una manera exagerada, a los colegios en escuelas de angloparlantes con analfabetismo funcional en otras materias. Así que, inglés si, pero no en detrimento de las matemáticas. E inglés si, pero pretender ser bilingüe a veces es una pretensión desmedida, como dice Vaughan, el inglés necesario es el inglés suficiente como para cerrar contratos.

El programa que propone Vaughan para conseguir superar esta asignatura pendiente nacional consistiría en solucionar los siguientes problemas:

  • El inglés es una “maría” entre las asignaturas de las carreras universitarias.
  • Los profesores de inglés en el sistema educativo no tienen, en general, un buen dominio de la lengua.
  • Los medios audiovisuales importados se doblan al castellano.
  • El Estado impone un sistema basado en la gramática, no en el lenguaje hablado/auditivo.
  • Los universitarios se centran en su carrera, posponiendo el inglés para después.

Esta obsesión por el inglés no queda circunscrita a la educación, abarca a otras áreas de la vida en las que tal obsesión no está tan justificada. El prestigio social de la lengua inglesa queda patente en los nombres de los negocios, en los que el genitivo sajón brilla con luz propia incluso mal aplicado gramaticalmente. “Bed’s” es una tienda de ropa de cama, ¿cuántos bares o discotecas se llaman “Pepe’s o Paco’s”?, ¿cuántas empresas de la trama Gürtel tenían nombres en inglés?, ¿a cuántos productos se le pone nombre inglés?.

Y no sólo los nombres de los negocios, los nombres de los cargos en las empresas están sometidos también a esta moda del inglés. Casi no hay empresas que no pongan en inglés las funciones del su personal, incluso cuando se trata de empresas nacionales sin intereses fuera de España.

Se ven cosas del estilo de “Manager Business Development & Sales”, esta perla es de una empresa de Barcelona, el señor claro está es un comercial; o bien, “Service Manager. Professional Services”, de una empresa de Madrid y todavía no he conseguido saber  a qué se dedica, o bien, “Technical Advisor. E-Business Division” de una conocidísima empresa comercial española. Estos son cargos reales, no me los he inventado, los he tomado de las 10 primeras tarjetas de mi tarjetero. Pareciera que si no se escribe el nombre del negocio o el cargo que desempeñas en inglés, el negocio o la persona no son importantes.

Para las tarjetas de visita o firmas en correo electrónico existe una solución elegante si la empresa se mueve en el ámbito internacional. En el caso de las tarjetas es poner el cargo en español en el anverso y su traducción en el reverso, dos tarjetas de visita en una. En el caso del correo electrónico es escribirlo en ambos idiomas usando tipos de letra diferente, por ejemplo, normal en castellano y en cursiva en inglés.

Esta influencia de la lengua inglesa trufa los textos y las conversaciones en castellano de expresiones en inglés, como antaño no había texto legal o filosófico que no fuera trufado de latinajos. Decimos “Hacer jogging” o “Fulanito tiene muy buenos skills” en vez de decir “Corro 10 kilómetros todos los días” o que “Fulanito es muy bueno haciendo tal cosa”. O directamente mezclamos las dos lenguas añadiendo a la palabra castellana la terminación inglesa del gerundio como “puenting” o “gruing” o, lo que dice algún cachondo que conozco, que habla de “tapping” cuando propone irse a tomar unas cañas de cerveza y unas tapas.

En cuanto a texto que a base de meter términos ingleses acaba por perder sentido en español y en inglés  basta, a modo de ejemplo, el siguiente, al que no he añadido ni un punto ni una coma, que me llegó la semana pasada por correo electrónico remitido desde una empresa de Madrid: “Cuando la plataforma entre finalmente en producción se solicitarán los cambios mediante ticket porque por parte nuestra la transición ya concluyó y se hizo el handover a Operaciones… aunque no esté 100% viva, no es posible mantener los servers durante meses en Delivery”. Estupendo, no entiendo nada.

Así que hemos de concluir que es muy importante hablar inglés, qué quizás no sea tan importante llegar a ser bilingüe y que si ya has alcanzado una determinada edad llegar a ser bilingüe es una quimera. Que debemos mejorar el sistema educativo sin llegar a caer en la obsesión. Que debemos soltarnos, no debemos dejar que el miedo al ridículo nos atenace y nos condene a la incomunicación. Que debemos respeto a nuestra lengua y, sin fanatismos, no debemos caer en el esnobismo de acudir a la mínima a términos ingleses cuando tenemos palabras en castellano que son perfectamente utilizables. Resumiendo, debemos aprender inglés con naturalidad sin dejar de odiarlo cortésmente.


Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo y... eterno estudiante de inglés



 Famosa escena de Louis de Funes y "my tailor is rich"


Notas:
(1)    Esta frase en alemán significa: “algunos niños tiran algunas piedras”. Era una frase que oí muchas veces cuando mi hermano estudiaba alemán y conectaba el casete de su método.
(2)    “El gendarme en Nueva York” es una película francesa de 1965 protagonizada por Louis de Funes y dirigida por Jean Girault que cuenta las vicisitudes de un grupo de gendarmes franceses que acude a un congreso internacional de policías en la urbe norteamericana.
(3)    Louis de Funes (1914-1983) fue un actor cómico francés de origen español con notable vis cómica. Si estas interesado en su biografía haz clic aquí
(4)    José Luis López Vázquez (1922-2009) gran actor español que recuerda en alguna de sus películas un estilo parecido al de Luis de Funes. Aunque tiene una notable filmografía y participó en obras de teatro de gran contenido dramático. Si estás interesado en su biografía haz clic aquí
(5)    “El club de la Comedia” es un famoso programa de la televisión española cuya fórmula consiste en que varios actores cómicos lanzan un monólogo en un teatro ante el público invitado. Si estás interesado en obtener más información haz clic aquí
(6)    “Si quieres puedes”, Richard Vaughan, Editorial LibrosLibres, Madrid 2008.
(7)    El Colegio Balder es un colegio privado de Las Rozas, ciudad situada en la zona metropolitana de Madrid al noroeste de la capital. Si estás interesado en obtener más información haz clic aquí.

 

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El Potlatch

Invitación a un Potlatch en 1912. Fuente Wikipedia. Licencia Commons Creative
 
Cuando uno estudia una carrera universitaria hay asignaturas que no te gustan nada aunque sea la carrera de tu vida y sea vocacional. Te parecen aburridas o inútiles, no les encuentras sentido y no sabes por qué forman parte del programa, seguro que algún catedrático maligno la ha metido como materia troncal con el único fin de hacerte la vida imposible, o bien, el profesor es tan malo que no entiendes nada y te hace odiarla. Te cuesta un imperio sacarlas adelante y te acuerdas de ellas el resto de tu vida. Fulanito, ¿Te acuerdas del derecho romano?, ¿de las ciencias de la administración?, ¿del análisis numérico?....  ¿cómo voy a olvidarlo Menganito?, ¡con lo que me costó aprobarla?.

Hay otras asignaturas que ni fu ni fa, están en el programa y eso te basta, son de trámite, te lo tomas profesionalmente y las apruebas. De éstas ni te acuerdas.

Pero hay otras que te enamoran, te gustan, te parecen interesantes, no te conformas con lo que te dan en clase y amplias con más libros o artículos, lo cual tiene su peligro porque le quitas tiempo a otras asignaturas. También puede ser que el profesor sea tan bueno que te haga amar su materia. He confesado por ahí que me pasó, cuando estudiaba informática, con la lógica formal y el profesor José Cuena. En este grupo de asignaturas, las que te gustan de veras, tengo que incluir a la antropología social (1).

La antropología social es difícil de distinguir de la sociología, al menos por sus definiciones, ambas ciencias comparten su interés en las relaciones, la organización y el comportamiento sociales. Más que en la teoría, se diferencian más bien en la práctica. La sociología se centró en el estudio del occidente industrial y la antropología en las sociedades no industriales. La sociología se centró en métodos de recolección y de análisis de datos y, durante años, las técnicas de muestreo han sido fundamentales  y los estudios se realizaron desde los gabinetes, desde los despachos. En cambio los antropólogos se han dedicado más a la observación participante (2), es decir, se han sumergido en las sociedades que estudiaban, se inmiscuyeron en la vida de las tribus de cazadores-recolectores, de las pequeñas sociedades ágrafas, visitaron selvas y desiertos, eran unos auténticos aventureros que nos describieron la vida de los indios de las praderas, del crisol de culturas que es Papua-Nueva Guinea o de los temibles Yanomamos del Amazonas, a medio camino entre las novelas de aventuras y la ciencia.

Aunque también es cierto que, con la creciente comunicación interdisciplinar, se está produciendo una convergencia entre la antropología y la sociología. Muchos antropólogos trabajan en sociedades industriales, en donde estudian temas muy diversos que incluyen el declive rural, la vida interna de las ciudades o el papel de los medios de comunicación de masas en la creación de patrones culturales.

Leer un libro de divulgación de antropología puede ser tan divertido como leer una novela de aventuras o un cómic, como “Las minas del Rey Salomón” de Haggard (3) o “La oreja rota” de Hergé (4). Yo recomiendo especialmente “Vacas, cerdos, guerras y brujas” del antropólogo norteamericano Marvin Harris (5).

Entre los muchos comportamientos aparentemente inexplicables y, sobre todo, tremendamente curiosos de las sociedades estudiadas por los antropólogos está la ceremonia del Potlatch.

Cuando un mismo fenómeno social sucede en todas las sociedades y en todas las culturas los antropólogos hablan de “universal cultural”. Uno de esos universales culturales es el “impulso de prestigio”. En todas las culturas las personas buscan el prestigio social, eso lo sabemos. En nuestra sociedad damos premios literarios al que destaca escribiendo, premios Nobel del física al que descubre una partícula inconcebible y probablemente inexistente pero a ver quien es el guapo que les discute, medallas a los soldados que destacan por su valor, los diplomáticos se intercambian medallas como los niños cromos, se conceden premios de nombre tan cacofónico como “Pichichi” al que mete más goles en la liga de fútbol y los políticos… mejor dejo a los políticos que me tienen contento y me puedo perder.

Son reconocimientos que dan prestigio social al reconocido, aunque a veces, es el reconocido el que da prestigio al premio como pasa con el Planeta o con el Príncipe de Asturias. En España además, el reconocimiento te suele llegar después de muerto, “Dios nos libre del día de las alabanzas” decía mi padre, pero eso es harina de otro costal.

Así que es normal la búsqueda del prestigio y el reconocimiento del mérito cuando éste es patente. Pero lo que ya no es tan normal es el hambre de aprobación social que se presenta en algunos pueblos, de manera que a veces se compite por el prestigio social de forma feroz, hasta el punto de que la competencia se convierte en un fin en sí mismo, tanto que toma la apariencia de una obsesión que va en contra del sentido común y de los cálculos racionales de los costes materiales de esa persecución de la aprobación general.

Lo que parece ser una de estas formas maníacas de búsqueda de estatus se descubrió entre los amerindios que poblaban la costa del Pacífico Norte de Estados Unidos y Canadá. Se trataba de una competencia de consumo desaforado de bienes  y despilfarro exagerado  denominado Potlatch. El objetivo de esta ceremonia era donar o destruir más riqueza que el rival, demostrando que se disponía de más bienes que nadie en una cultura en la que los títulos de familia provenían del culto a los antepasados y en la que una pluralidad de jefes similares en categoría podían hacer gala del mismo pedigrí, de manera que todos y cada uno de ellos estaba inseguro de su estatus. Dado que todos eran descendientes de los mismos personajes reales o míticos, tenían que hacer algo  que impresionara al personal, algo así como encender los puros con billetes de cien euros para indicar que te sobra el dinero.

La ceremonia más o menos funcionaba así, un jefe local actuaba como anfitrión e invitaba a un jefe rival y a sus seguidores con una gran cantidad de regalos valiosos. Los huéspedes menospreciaban lo que recibían y prometían celebrar un nuevo potlatch que dejaría al de su anfitrión a la altura del betún, mientras que el jefe anfitrión se jactaba de todo lo que les daba y de lo pobres que eran sus rivales. Herido en su amor propio, el jefe huésped y sus seguidores prometían desquitarse e invitaban  a sus rivales a un nuevo potlatch en el que regalaban mayores cantidades de objetos de valor que las recibidas por ellos anteriormente.

Dado que en este juego todo el mundo ensalzaba su propia riqueza y desprendimiento y ridiculizaba la riqueza y la generosidad de los demás se necesitaba la figura del árbitro. Había especialistas independientes en el cálculo de los bienes que se entregaban en cada ceremonia y estimaban lo que se debía despilfarrar para igualar o superar la apuesta en cada partida.

En algunas ceremonias, durante los llamados “Festines de grasa” (6) se quemaban bienes, como mantas u objetos de cobre, llegando a veces a destruir las cabañas en las que se celebraba el festín.

El Potlatch se hizo famoso con el libro “Patterns of Culture” de la antropóloga norteamericana Ruth Benedict (7), que describía la ceremonia entre los Kwakiutl (8), una tribu indígena de la Columbia Británica. En la época en que se publicó el libro, 1934, se pensaba que era el impulso de prestigio la causa de los potlatch y así lo dejó escrito Benedict, que pensaba que todo el sistema económico aborigen del noroeste del Pacífico estaba al servicio de esta obsesión.

Actualmente se piensa otra cosa. En el libro citado anteriormente, Marvin Harris argumentaba que la situación era justamente la contraria, era la rivalidad de estatus la que estaba al servicio del sistema económico de los Kwakiutl. Según Harris, si consideramos todas las aldeas Kwakiutl como una unidad, el potlatch estimulaba el flujo de objetos de valor en direcciones opuestas, activando la economía local.

Todos los ingredientes básicos de estos festines, salvo sus aspectos destructivos, están presentes en muchas sociedades primitivas dispersas por el mundo (9). Lo básico del potlatch, el festín competitivo, es un mecanismo casi universal para asegurar la producción y distribución de productos entre pueblos que todavía no han desarrollado una clase dirigente. Creando una red de distribución de productos en un ámbito regional, incentivando la productividad de manera que no se produzcan hambrunas en época de pérdida de cosechas o guerras. Actuaban incluso como cámaras de compensación, en el caso de que una aldea sufriera de carestía, por ejemplo por una mala cosecha, era invitada a un potlatch por otra más afortunada y se cambiaba hambre por prestigio, algo así como lo que decía mi madre, “dame pan y dime tonto”.

Lo que despistó a Benedict y otros antropólogos de su tiempo fue la parte destructiva de la ceremonia. Pero, como indica Harris, muy probablemente esa conducta derive del contacto con las poblaciones de origen europeo. Entre otras causas (10), el aumento de bienes que se produjo entre los Kwatiutl  con el comercio con los blancos, hizo que subiera el listón a la hora de impresionar y  los jefes anhelantes de prestigio modificaran su conducta, empezaron a destruir objetos de valor con el fin de demostrar su poderío. Para cuando llegaron los antropólogos el despilfarro era irracional.

Estas son formas de redistribución económica y de demostración de estatus primitivas, pero no cometamos el error de considerarlas absurdas. Como dice Philip Kottak la costumbre del potlatch responde a adaptaciones a periodos de alternancia de abundancia y escasez en el plano local, en una región geográfica en la que los recursos que el entorno natural provee fluctúan de año en año y de un lugar a otro.

Además, ¿hemos progresado tanto?. ¿Cómo se comportan nuestras clases dirigentes a la hora de demostrar su estatus?. Los grandes fastos de Estado, las grandes ceremonias públicas, religiosas o privadas, los premios que se conceden a los no participantes, las grandes edificaciones para demostrar el poder de la institución que las construye, los vehículos enormes y lujosos, las joyas y vestidos, las alfombras rojas que conducen siempre a sitios exclusivos a los que no todo el mundo puede entrar. El impulso de prestigio se sigue basando en la ostentación.

¿Y a la hora de la redistribución de la riqueza?, en el ámbito privado, los salarios descomunales de los que arruinan empresas y bancos, los premios en “stock options” y otros gajes de los que recortan el sueldo a los demás. La burla del mecanismo básico de redistribución de la riqueza en las sociedades modernas,  cuanto más tienen menos impuestos pagan. Se recorta la sanidad, la educación y las pensiones, grandes logros modernos en aras de la reducción de la pobreza, mientras la desigualdad crece. Bien pensado, vivimos en una sociedad con más medios pero mucho más desigual que la de los Kwatiult.

No, no es como para presumir ni para criticar costumbres de las llamadas sociedades primitivas.

Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo

Notas:
(1)    La antropología es una ciencia holítisca que estudia el pasado, presente y futuro de la biología humana, la sociedad, el lenguaje y la cultura. La antropología incluye 4 disciplinas principales consideradas por muchos, la mayoría en realidad, como ciencias independientes: antropología social o sociocultural, arqueológica, biológica y lingüística
(2)    La observación participante es una técnica de observación utilizada en las ciencias sociales en donde el investigador comparte con los investigados (objetos de estudio según el cánon positivista) su contexto, experiencia y vida cotidiana, para conocer directamente toda la información que poseen los sujetos de estudio sobre su propia realidad, o sea, pretender conocer la vida cotidiana de un grupo desde el interior del mismo.
(3)    Si por curiosidad quieres saber más de “Las minas del Rey Salomón” pulsa aquí
(4)    Si por la misma curiosidad quieres saber más sobre la obra maestra de Hergé, la ventura de Tintín, “La oreja rota” pulsa aquí
(5)    Para leer una biografía de Marvin Harris pulse aquí
(6)    Los festines de grasa eran la versión extrema del potlatch, vertían cajas de aceite, obtenido del enlancon o “pez bujía”, al fuego situado en el centro de la cabaña. Mientras las llamas chisporroteaban, un humo oscuro y denso llenaba la habitación. Lo huéspedes permanecían impasibles en sus asientos o se quejaban del ambiente frío.  En algunos festines de grasa la casa acababa por quemarse y se convertía en una ofrenda al potlatch, causando la mayor vergüenza entre los huéspedes y gran regocijo entre los anfitriones.
(7)    Para leer una biografía de Ruth Benedict pulse aquí 
(8)    Para ampliar información sobre los Kwatiult pulse aquí 
(9)    En Melanesia y por Nueva Guinea están los llamados grandes hombres o “big men” que deben su estatus superior al gran número de festines que patrocinan a lo largo de su vida. Si deseas aprender más sobre los grandes hombres pulsa aquí
(10)    Otra de las causas principales de la deriva destructora del potlatch en relación con el contacto con las poblaciones europeas fue demográfica. Las enfermedades que trajeron los europeos diezmaron a la población indígena, con menos población, menos trabajadores y la lucha por conseguir sus servicios dependía del prestigio del jefe que quería contratarlos.


 
 Un minuto de un documental sobre el Potlatch


Bibliografía:

Antropología. Una exploración de la diversidad humana.
6ª Edición
Conrad Phillip Kottak
McGraw-Hill
Madrid 1999

Vacas, credos, guerras y brujas
Marvin Harris
El libro de bolsillo
Antropología
Alianza Editorial
24ª reimpresión
Madrid 2003

Licencia Creative Commons

TIempos Modernos

Este es el segundo artículo sobre sociología de las organizaciones, la semana anterior publiqué “Un mundo feliz” sobre el taylorismo, el fordismo y su influencia en la sociedad de su tiempo y en la actual. El presente artículo trata sobre la Escuela de Relaciones Humanas que supuso una humanización de las técnicas de organización del trabajo.

cartel anunciador de la película "Tiempos Modernos"

La semana pasada, cuando estudiamos el taylorismo y el fordismo, acudimos para ilustrar ambos  conceptos a dos obras maestras, una de la literatura - “Un mundo feliz” de Aldous Huxley – y otra del cine – “Metrópolis” de Fritz Lang. Hoy quiero traer aquí una tercera, también del cine, la genial película “Tiempos Modernos” (1) de Charles Chaplin de 1936, que critica – desde el humor más fino e inteligente – exactamente lo mismo, el maquinismo, la alienación y la deshumanización en el trabajo en aras de la eficacia y la productividad.

Sólo que como uno tiene esta pequeña alma de poeta hoy acudo al humor, pues el movimiento teórico que representa la Escuela de Relaciones Humanas va en dirección opuesta al taylorismo y al fordismo. Trató de humanizar la organización de la fábrica. Por eso una obra humorística me parecía la mejor manera de empezar. Os recomiendo – antes de entrar en materia – echéis un vistazo al siguiente vídeo, son los cinco primeros minutos de la película, seguro que os saca una sonrisa.

5 primeros minutos de "Tiempos Modernos"


Para hablar de la Escuela de Relaciones Humanas tenemos que situarnos históricamente. Estamos en la década de 1920, con el taylorismo en plenitud de forma. En las empresas todo se mide, los puestos de trabajo se organizan “científicamente” y, por eso, los psicólogos industriales empiezan a aparecer por las fábricas. Su primera función, tal y como comentábamos en el artículo anterior, fue la selección del personal. Dentro de la filosofía del taylorismo estaba la idea de que para todo puesto de trabajo había una persona idónea. Entonces los psicólogos industriales trataron de investigar cómo elaborar tests para la selección del mejor hombre para una tarea concreta.

Una vez hecho el desembarco en la empresa, los psicólogos ampliaron sus estudios. Empezaron a investigar cómo determinar cómo se ve afectado el rendimiento de un individuo por la temperatura, luminosidad, humedad, ruidos, es decir, por las condiciones físicas del trabajo o, más interesante todavía, comenzaron a investigar sobre cuáles son los efectos del aburrimiento producido por un trabajo repetitivo. Continuaron con la tradición tayloriana pero, poco a poco, fueron modificando el modelo mecánico de comportamiento organizacional – que no tenía en cuenta las variables psicológicas y sociales del individuo – por un modelo más humano. Los directores comenzaron a conceder importancia a los factores humanos y es cuando empieza a decirse que el factor humano es lo más importante de la empresa.

En este contexto nace la Escuela de Relaciones Humanas, un movimiento intelectual muy amplio formado por múltiples autores que contemplan la organización desde distintas perspectivas, incluso hay distintas definiciones del movimiento, a nosotros nos interesa la definición que relaciona dicha escuela con los estudios que tratan de examinar empíricamente el comportamiento humano en los marcos organizacionales, principalmente en los industriales. Y dentro de la Escuela nos interesan por su representatividad los estudios del gran sociólogo y psicólogo australiano Elton Mayo (2).

Todo empezó con un experimento emprendido por Elton Mayo en la planta “Hawthorne” de la empresa eléctrica “Western Electric(3). Este es uno de los estudios  más famosos que se han realizado en el marco de las ciencias sociales, tanto por su duración, ocho años, como por los resultados obtenidos. Puede ser considerado como el punto de partida y la principal fuente de inspiración de todos los estudios posteriores en la línea de las relaciones humanas.

Como hemos comentado unos párrafos más arriba, los psicólogos industriales habían desembarcado en la empresa y venían muy influenciados por el taylorismo. El objetivo principal de la investigación era el análisis de las condiciones de trabajo en relación con la producción, es decir, lo que pretendían era relacionar el trabajo del obrero con variables físicas del entorno de dicho trabajo, la luz, la humedad, la temperatura.

Los resultados no fueron concluyentes, fueron muy confusos. Los dos primeros años de trabajo no aportaron gran cosa, podríamos calificarlo como un fracaso. De hecho, incluso en esto, en el fracaso, el experimento resultó útil. Se aprendió de los errores, en psicología se denomina precisamente “Efecto Hawthorne”(4) a la reacción psicológica por la que los sujetos de un experimento muestran una modificación en algún aspecto de  su conducta como consecuencia del hecho de saber que están siendo estudiados, y no en respuesta a ningún tipo de manipulación contemplada en el estudio experimental.

Pero, tras estos dos años, gradualmente, los investigadores fueron dándose cuenta de que variables tales como la iluminación o la humedad no pueden ser consideradas separadamente del sentido que cada individuo les asigna, de su actitud y preocupaciones frente a ellas. Y cambiaron la metodología. Entrevistaron a los empleados e investigaron sobre su satisfacción o insatisfacción, su moral, sus sentimientos con respecto al trabajo e investigaron también la historia personal y el origen de los entrevistados.

Los investigadores se dieron cuenta de que la explicación del comportamiento de los trabajadores se encontraba no tanto en las características de su personalidad individual sino más bien en la organización social que ellos mismos habían construido como estructura paralela a la organización oficial; de tal forma que los principales determinantes del comportamiento laboral se encuentran en la estructura y cultura del grupo que se forma espontáneamente en la empresa por la interacción de los individuos durante su trabajo.

Observaron, por ejemplo, que ante una medida coercitiva de la dirección, los trabajadores desarrollaban contramedidas tendentes a suavizar o neutralizar en la medida de lo posible la orden superior. Hasta el punto de que se descubrió que la cantidad a producir un día de trabajo estaba también determinada por las normas del grupo, pues los trabajadores no podían dejar de tener en cuenta las reglas del grupo sin tener que sufrir las sanciones oficiosas de sus compañeros.

Mayo y sus discípulos comprendieron que las empresas constituían un sistema social, con un conjunto de valores y creencias comunes que emerge de la interacción de los individuos que trabajan juntos, con sus propios mecanismos de control social, es decir, con un sistema de recompensas y sanciones aceptado con un cierto grado de conformidad por parte de los miembros del grupo. De tal forma que en todas las empresas se constituye una doble organización. La organización formal constituida por las reglas oficiales de la dirección y por el comportamiento que de ellas se deriva y, la organización informal, que se constituye por las normas - y el comportamiento derivado de éstas  - surgidas de la interacción entre los obreros durante su trabajo diario, el sistema social paralelo. Por tanto, existía una lógica de los sentimientos y unas normas del grupo diferentes y a veces opuestas a la lógica de la dirección.

Además, la vida del grupo resultaba para el individuo una fuente de satisfacción social y de estabilidad emocional a la par que permitía a los miembros del mismo un aumento de su control sobre su entorno, ser menos dependientes de la dirección y más capaces de resistir frente a todo cambio proveniente del exterior y que pudiera amenazar su posición económica o social.

Así que a la dirección le quedan dos opciones básicas. La primera es la mala, no tener en cuenta las necesidades, sentimientos y opiniones de sus trabajadores expresadas por la organización informal de la empresa o, la opción buena, no intentar destruir la organización informal de la planta, mas al contrario, tomarla en cuenta y asegurarse de que sus normas  están en armonía con los fines de la organización. La buena dirección escucha a los trabajadores e intenta encontrar un camino para conciliar las necesidades de éstos con los objetivos de la empresa.

Mi experiencia personal de veintisiete años trabajando en un entorno muy burocrático y muy jerárquico va en la línea de lo dicho por Mayo. Cuanto mayor ha sido el espíritu colaborador de mis superiores mayor ha sido la colaboración que le hemos prestado los subordinados y, al contrario, cuanto más “ordeno y mando” se nos ha aplicado menor ha sido la colaboración y se ha realizado una mayor oposición sorda y muy efectiva por cierto. Allá donde no llegaban las normas se tomaba la acción más contrapuesta a la dirección y lo bueno es que cuando algo les salía mal no sabían de dónde venían los tiros, entonces era el momento de las frases históricas del tenor de “he enviado a mis barcos a luchar contra los hombres no contra los elementos”.

En cuanto a los equipos de trabajo que he dirigido siempre he intentado la vía de la buena dirección, mucho antes de leer sobre Elton Mayo. Por carácter, siempre he sido colaborador, una especie de “primus inter pares”, a veces esto me ha creado problemas de autoridad y, otras veces directamente no lo he conseguido, en otras ocasiones me he encontrado superado por el Síndrome del Cabo Cuartel (5), es decir, mucha complejidad en el trabajo, mucha responsabilidad que no puedes traspasar a nadie y poca autoridad. Pero no puedo estar más seguro de que he obtenido mucho más de mis compañeros por esta vía que por la del autoritarismo. De hecho siempre pensé que siendo autoritario es posible que consigas más en el plazo corto, pero a la larga es muy contraproducente.

A partir de las conclusiones del estudio Hawthorne, Mayo que tampoco fue ajeno a influencias de otros sociólogos como Durkheim y Pareto, desarrolló – qué manía tienen los autores en filosofar, les pierde ese afán por arreglar el mundo. Con lo bien que había quedado explicando las relaciones interpersonales en las empresas - una filosofía general acerca de los problemas de nuestra civilización industrial a la que aquejaban los males introducidos por el industrialismo como el debilitamiento de la familia, la atomización del individuo, la ansiedad, la anomia (6) o el aislamiento.

La solución para Mayo, es una nueva sociedad en la que la planta laboral, convertida en una unidad armónica, con una organización informal y formal bien integrada, sería el centro de la vida individual, dando a la persona la seguridad emocional y las satisfacciones sociales que ya no se pueden encontrar en otros sitios.

Después de Elton Mayo hubo muchas más aportaciones dentro de la llamada Escuela de relaciones humanas, como Warner que introdujo la variable sindical que dejó fuera del estudio Mayo, o los autores del Interaccionismo Simbólico que profundizaron en el estudios de las actividades reales de los trabajadores (7) y en la manera  en que las personas establecen contactos entre sí. Estas investigaciones aportaron nuevos resultados y conclusiones pero nos quedamos con Mayo por ser suficientemente representativo y para no hacer más extenso este artículo.

Se le ha reprochado a Mayo en particular y a toda la escuela en general que fijaron el estudio exclusivamente en el individuo y en los pequeños grupos y no en la organización en su conjunto. Esa visión “micro” de las organizaciones les llevó a no ver que la mayoría de los conflictos en el interior de la industria no son consecuencia de las relaciones interpersonales, sino de diversos factores extraorganizacionales. Los conflictos internos suelen alcanzan puntos de equilibrio, pero una agresión externa puede tener consecuencias muy graves, por poner un ejemplo, una reconversión industrial puede barrer los cimientos de muchas empresas.

Puede ser que todo esto sea cierto, no seré yo el que lo desmienta, pero gracias a la Escuela de Relaciones Humanas a cambio obtuvimos una visión de la empresa que hasta ese momento no se había  realizado y que explica muchas de las situaciones y conflictos que surgen en el interior de las organizaciones. Pero, sobre todo, se dio una paso importante hacia la humanización de las organizaciones después de varios pasos en la senda de la mecanización, no sólo de las empresas, sino también del papel de las personas en las empresas. No hay que olvidar que las personas no somos máquinas.

Quizás sin esta escuela de pensamiento no habría ahora empresas como Google y en menor medida, otras empresas del sector tecnológico como Microsoft, Yahoo o Apple que miman a sus empleados, que crean ambientes que fomentan la creatividad, relajados, con colores alegres, con salas de juegos, “buen rollo” y sonrisas. Auténticos paraísos empresariales a los que sólo tienen acceso los muy buenos en sus especialidades. Empresas éstas a las que, por cierto, les va muy bien.

O, al menos, eso es lo que nos venden. Me gustaría hablar con alguien que trabaje allí, porque yo personalmente no voy a experimentarlo, porque no creo que a mí me contraten a estas alturas, para mí no hay esperanza de alcanzar ese nirvana, quizás en otra vida. Me gustaría hablar con un “elegido” sólo por curiosidad y saber – entre otras cosas - cómo se le mide la productividad, si hay empleados mayores de cincuenta años o si admiten a obesos y a fumadores. Solo por curiosidad repito, se lo debo a Elton.

Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo


Sala de juegos de la sede de Goolge en Zurich


Notas:
(1)  Para mayor información sobre la película Tiempos Modernos haced clic aquí  o en la versión inglesa que es un poco mejor (no mucho)  
(2) Para mayor información sobre la vida y obra de Elton Mayo haced clic aquí
(3) Para más información acerca del estudio de la “Hawthorne plant” haced clic aquí
(4) Para más información acerca del efecto “Hawthorne” haced clic aquí
(5) Acceso al artículo “El síndrome del cabo cuartel” aquí 
(6)    En ciencias sociales, la anomia es la falta de normas o incapacidad de la estructura social de proveer a ciertos individuos lo necesario para lograr las metas de la sociedad. Es un término muy importante en la sociología de Durkheim. Para más información haced clic aquí
(7)    Los interaccionistas simbólicos estudiaron lo que los trabajadores realmente hacían (actividades) y no lo que pensaban o sentían que hacían (sentimientos)


Bibliografía:

Organización y Burocracia
Nicos P. Mouzelis
Ediciones Península
3ª edición Barcelona 1991

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