Un poco de luz acerca de MUFACE

 


Resumen

Los conflictos recurrentes entre el Gobierno y las aseguradoras privadas cada vez que expira un concierto ponen en el centro del debate público a la institución de MUFACE. Para que este debate sea serio y productivo, es indispensable un conocimiento mínimo del tema; sin embargo, en los medios se han difundido todo tipo de imprecisiones. Esta situación impide cualquier posibilidad de discusión rigurosa y, como resultado, no se logra abordar de manera coherente un problema que afecta a la seguridad sanitaria de toda la población, y no solo a los funcionarios.

Este artículo busca aclarar, de forma clara y concisa, qué es MUFACE, cuáles son los servicios que ofrece, cómo se financia y, a partir de ahí, permitir que cada persona —con un conocimiento adecuado del asunto— forme su propio juicio y desarrolle una opinión bien fundamentada. Solo así podremos fomentar un debate constructivo y avanzar hacia una solución.

Abstract

The recurring conflicts between the Government and private insurance companies whenever a contract expires place the MUFACE institution at the center of public debate. For this debate to be serious and productive, a minimum understanding of the subject is essential. However, the media have spread all kinds of inaccuracies. This situation prevents any possibility of a rigorous discussion and, as a result, makes it impossible to coherently address a problem that affects the healthcare security of the entire population, not just civil servants.

This article aims to clearly and concisely explain what MUFACE is, the services it provides, and how it is funded. From there, it seeks to enable everyone—armed with adequate knowledge of the matter—to form their own judgment and develop a well-founded opinion. Only in this way can we foster a constructive debate and move towards a solution.


Índice

  • ¿Qué es MUFACE?
  • El origen de MUFACE durante el esplendor del mutualismo
  • Servicios que ofrece
  • Los conciertos con las aseguradoras privadas
  • Posible incorporación de MUFACE al Régimen General de la Seguridad Social 


¿Qué es MUFACE?

MUFACE, cuyo nombre oficial es Mutualidad de Funcionarios de la Administración Civil del Estado, es un organismo público español encargado de gestionar prestaciones sociales y sanitarias para los funcionarios en activo de la Administración General del Estado (AGE), los jubilados y sus familiares; según los datos más recientes disponibles, MUFACE cuenta con aproximadamente 1,2 millones de afiliados.

Aunque MUFACE es la más conocida, no es la única mutualidad de este tipo. Para los miembros de las Fuerzas Armadas existe el Instituto Social de las Fuerzas Armadas (ISFAS), y para los empleados de la administración de justicia, la Mutualidad General Judicial (MUGEJU). Ambos organismos comparten una estructura y un funcionamiento similares a los de MUFACE.

Al igual que la Seguridad Social, que se financia mediante las aportaciones de los trabajadores, las empresas y, en su caso, los Presupuestos Generales del Estado, MUFACE se financia con las aportaciones de los funcionarios y del Estado en su doble papel de empleador y garante cuando es necesario. En esencia, ambos sistemas siguen el mismo esquema: empleados, empleador (o empresa) y el Estado como respaldo subsidiario.

 

El origen de MUFACE durante el esplendor del mutualismo

MUFACE se creó en 1969, en un contexto en el que la existencia de mutualidades sectoriales era algo común. En España, ya existía una tradición de sistemas de protección social diferenciados para grupos profesionales específicos. Esta segmentación respondía tanto a las particularidades de cada sector como a la evolución histórica de la protección social en el país.

La protección social en España comenzó a desarrollarse a finales del siglo XIX y principios del XX, inicialmente a través de mutualidades y seguros privados. Estos sistemas estaban dirigidos a colectivos concretos, como trabajadores de ciertas industrias, funcionarios o profesionales liberales. En el caso de los funcionarios públicos, contaban desde el siglo XIX con un sistema de protección específico conocido como “Clases Pasivas”, que garantizaba pensiones y otras prestaciones a los empleados del Estado y sus familias.

En 1963, se creó el Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez (SOVI), que sentó las bases de la Seguridad Social moderna en España. Sin embargo, en el momento de la fundación de MUFACE, la Seguridad Social aún no ofrecía una cobertura universal y uniforme, lo que permitió que muchos colectivos, incluidos los funcionarios, mantuvieran sus propios sistemas de protección. En aquel entonces, el mutualismo no era la excepción, sino la norma.

A partir de la década de 1980, el sistema nacional de la Seguridad Social se fue universalizando, lo que llevó a la progresiva desaparición de muchas mutualidades. Sin embargo, MUFACE quedó fuera de este proceso, consolidándose como un régimen de seguridad social paralelo al sistema general.

 

Servicios que ofrece

MUFACE proporciona a sus afiliados tres tipos principales de asistencia: asistencia sanitaria, prestaciones económicas y ayudas sociales.

La asistencia sanitaria ofrecida por MUFACE tiene una cobertura muy similar a la que ofrece el Sistema Nacional de Salud(1). Esto significa que incluye los mismos servicios médicos, intervenciones quirúrgicas, pruebas diagnósticas, criterios de baja, lista de medicamentos subvencionados y demás prestaciones sanitarias, sin diferencias ni exclusiones adicionales.

En cuanto a las prestaciones económicas, MUFACE cubre parcialmente situaciones como incapacidad temporal, maternidad y paternidad, así como subsidios por riesgos laborales.

Por último, dentro de las ayudas sociales, los afiliados pueden acceder a subsidios para gastos funerarios, ayudas por nacimiento o adopción, entre otras prestaciones.

 

Los conciertos con las aseguradoras privadas

El Gobierno español convoca concursos periódicos —normalmente plurianuales— para la atención sanitaria de los funcionarios a través de aseguradoras privadas. Estos procesos, complejos y regulados, se ajustan a las normas de contratación pública.

El objetivo principal es seleccionar a una o varias aseguradoras privadas que brinden cobertura sanitaria a los funcionarios y sus familiares que optan por la modalidad privada en lugar de la asistencia sanitaria pública.

Este es, quizás, el aspecto más polémico del sistema, y lo es desde un doble enfoque. Por un lado, por las controversias que rodean el proceso de adjudicación del concurso, especialmente en lo relativo a la renovación de contratos y al equilibrio entre costes y calidad del servicio. Por otro, porque genera un debate social sobre el privilegio que supone para los funcionarios y sus familiares en un momento en el que el Estado de bienestar está en entredicho, las políticas públicas favorecen directa o indirectamente a la sanidad privada en detrimento de la pública, y el derecho a la sanidad universal es cuestionado desde posturas neoliberales.

Así, cada año, los afiliados a MUFACE pueden elegir entre los servicios de la sanidad pública y los ofrecidos por las entidades privadas que resultaron adjudicatarias en el concurso vigente. Si, por ejemplo, el concurso es ganado por tres aseguradoras, cada beneficiario dispondrá de cuatro opciones, aunque deberá seleccionar una y solo una de ellas.

Durante ese período, el afiliado recibe atención sanitaria a través del equipo médico y los hospitales asociados a la aseguradora elegida. En casos excepcionales —muy raros, dado que los hospitales privados están cada vez mejor dotados—, si la aseguradora no pudiera proporcionar la atención requerida, un hospital público actuaría de manera subsidiaria. No obstante, los gastos derivados correrían a cargo de la entidad aseguradora.

Se pueden describir las ventajas e inconvenientes que esta situación supone para los afiliados a MUFACE, aunque siempre desde una perspectiva subjetiva. Lo que para algunos puede ser una ventaja, para otros puede representar una desventaja, y en muchos casos no existen datos concretos que permitan fundamentar afirmaciones objetivas.

Entre las ventajas de optar por la vía privada, destaca en primer lugar la aparente facilidad para elegir médico. Además, se percibe que las listas de espera son menos frecuentes y, si existen, son más cortas. Otra ventaja es la posibilidad de acudir directamente al especialista sin necesidad de pasar por el médico de familia, lo que, si bien no está claro si es beneficioso para la salud y para la eficiencia del sistema, sin duda agiliza el proceso desde un punto de vista individual. Los hospitales privados suelen estar mejor equipados para atender a los familiares y, por lo general, disponen de habitaciones individuales. Por último, los afiliados pueden elegir entre la sanidad pública y varias aseguradoras privadas, lo que les permite seleccionar la opción que mejor se adapte a sus necesidades personales o geográficas. En general, lo que más se valora es la rapidez en la atención médica no urgente que ofrece la sanidad privada.

Entre las desventajas de la vía privada, los afiliados a MUFACE suelen destacar que, fuera de Madrid y de las grandes ciudades, los equipos médicos y los hospitales privados son menos numerosos. En algunas provincias, apenas hay especialistas privados en determinadas áreas, lo que supone un problema para los afiliados que eligen esta opción, ya que no siempre se reside en Madrid; también es un problema cuando el beneficiario se desplaza de su lugar de residencia ya que la enfermedad puede surgir en cualquier lugar.

Relacionado con lo anterior, en caso de urgencia, el paciente debe ser trasladado a un hospital concertado con la aseguradora elegida. De lo contrario, una vez superada la urgencia y siempre que la causa de la atención médica no pertenezca a una lista de razones tasadas, el afiliado deberá hacerse cargo de los gastos incurridos.

Además, existe una percepción generalizada de que, aunque las aseguradoras ofrecen una amplia gama de servicios, algunos tratamientos o especialidades pueden no estar cubiertos, lo que obliga a los afiliados a recurrir a la sanidad pública en ciertos casos. Cuando esto ocurre, suele ser después de que los tratamientos privados no hayan surtido efecto y se hayan agotado las opciones disponibles. Esto representa un claro perjuicio para la salud del asegurado porque el alargamiento en la detección de un diagnóstico adecuado suele provocar problemas graves y sinsabores físicos y anímicos.

 

Posible incorporación de MUFACE al Régimen General de la Seguridad Social

Las convocatorias realizadas para la renovación del concierto a finales de 2024 han quedado desiertas, y el Gobierno se ha visto obligado a realizar una nueva convocatoria. Parece existir un riesgo real de que la negociación no prospere y haya que trasladar a los beneficiarios de MUFACE que, en su momento, eligieron una aseguradora privada al Sistema Nacional de Salud.

Dicho traslado no debería realizarse como consecuencia de una ruptura de negociaciones, sino como fruto de una decisión política consensuada por la sociedad española (2). Es precisamente de esta manera rápida e irreflexiva como no se debería actuar.

La decisión de trasladar a los afiliados de MUFACE al Sistema Nacional de Salud implicaría la incorporación repentina —en los meses siguientes a la ruptura de las negociaciones— de 1.500.000 personas a la sanidad pública. De ellas, se estima que 800.000 se integrarían en la Comunidad de Madrid. El número total de personas que han escogido recibir la asistencia sanitaria mediante aseguradoras privadas  (actualmente ASISA, ADESLAS y DKV) es de 1.007.322. 

La distribución por edad de la población mutualista de MUFACE con prestación sanitaria privada es en términos de distribución porcentual por franjas de edad la siguiente: la población pediátrica (0-14 años) representa el 11.8%, la población joven (15-34 años) el 13.9%, el grupo de población entre los 35 y los 64 años son el 42.4%, mientras que los mayores de 65 años suponen el 31.9%. Esto representa una población envejecida avocada a usar más los servicios médicos.

Esta situación supondría una carga enorme para los servicios médicos públicos, que no parecen estar preparados para asumirla, en gran parte debido a las políticas sanitarias deficientes de los gobiernos autonómicos, entre los que destaca, por méritos propios, el de la mencionada Comunidad de Madrid.

Además, surgen preguntas cruciales: ¿qué pasará con los pacientes que están en pleno tratamiento, atendidos por médicos que conocen su evolución? ¿O con aquellos que esperan una intervención quirúrgica? ¿Cómo afectará a los enfermos que ya dependen de la Seguridad Social pública, que de repente tendrán que "competir" por recursos con los recién incorporados?

Todos los problemas de organización en la sanidad pública dejan un rastro de víctimas. Los recortes presupuestarios, los cambios de políticas, la falta de recursos, la masificación de los servicios y las decisiones basadas en principios ideológicos —que, aunque puedan ser legítimos en su intención, no se acompañan de medidas presupuestarias adecuadas, una planificación realista ni objetivos claros— representan un grave riesgo para la salud pública.

Además, si MUFACE se integrara en el régimen general de la Seguridad Social, el presunto agravio comparativo derivado de la posibilidad de elegir seguros privados seguiría existiendo en aquellas mutualidades que no enfrentan problemas en la renovación de sus respectivos concursos.

Por ello, lo primero es debatir con honestidad si resulta más justo y eficiente unificar a todos los trabajadores bajo un único sistema de protección o, por el contrario, mantener el statu quo. Si se concluye que la unificación es la mejor opción, no debería esperarse a un conflicto que deje solo nueve meses para la transición, que es lo que la Ley de Contratos permite prorrogar el convenio.

El plan B que propone el Ministerio de Sanidad si las aseguradoras no se presentan al concurso es aprovechar esos 9 meses, para realizar una incorporación paulatina estratificada por letra de comienzo del primer apellido, edad y aseguradora prestadora de servicios,  singularizando su aplicación a nivel de cada Comunidad Autónoma. El plan, que no es tan alocado como para incluir ciertas salvaguardas, amplía a un año la transición para casos de pacientes inmersos en procesos terapéuticos que precisen continuidad. Esto parece insuficiente, en su lugar, debería aprovecharse un período completo del convenio para diseñar un plan de trabajo e implementar los cambios de manera más gradual. 

Una estrategia viable y que conlleva más seguridad, siguiendo el ejemplo de casos similares —como el de la gestión de las pensiones de los funcionarios mediante las clases pasivas—, sería aplicar el criterio de extinción progresiva de los colectivos a partir de una fecha determinada. De este modo, la transición se llevaría a cabo de forma escalonada, permitiendo que las personas más afectadas por el cambio permanezcan dentro del concierto hasta la desaparición paulatina de dicho grupo.

 

Juan Carlos Barajas Martínez

Sociólogo y funcionario de la AGE

 

Notas

  1. La Seguridad Social en España cubre la extracción de muelas en casos necesarios, especialmente si hay infección, caries avanzada o riesgo para la salud del paciente. Sin embargo, la cobertura es limitada y suele centrarse en extracciones de urgencia o necesarias por razones médicas. La Seguridad Social también cubre la atención psicológica y psiquiátrica con ciertas limitaciones. MUFACE no cubre directamente la odontología ni la psicología, ofrece ayudas puntuales.
  2. Ya de paso, puestos a igualar la cobertura, esto debería aplicarse a todas las prestaciones. Se podría corregir el hecho de que los jubilados de MUFACE paguen un 20% más por los medicamentos que los pensionistas del Régimen General, y que las pensiones de los jubilados que aún se rigen por el cálculo de las Clases Pasivas de la AGE se determinen de la misma manera que las del resto de los pensionistas.


Bibliografía

Ministerio de Sanidad Noviembre 2024. MUFACE: del seguro privado al Sistema Nacional de Salud


La teoría del intercambio II: Blau

 

Peter Blau

Resumen

George Homans sentó las bases de la teoría del intercambio, una perspectiva sociológica centrada en los intercambios de recompensas y costes en las interacciones sociales individuales. Este enfoque, inscrito en la microsociología, fue ampliado por Peter Blau, quien buscó explicar cómo los intercambios interpersonales influyen en la formación de estructuras sociales más complejas. Blau incorporó aspectos como la cultura y la estructura social, y desarrolló un análisis que transita de lo micro a lo macro, estableciendo un modelo de cuatro fases que van desde el intercambio interpersonal hasta la estructura social y el cambio societal. Este modelo supone un avance crucial en la difícil transición entre los niveles micro y macro de la sociología.

 

Abstract

George Homans laid the foundations of exchange theory, a sociological perspective focused on the exchanges of rewards and costs in individual social interactions. This approach, rooted in microsociology, was expanded by Peter Blau, who sought to explain how interpersonal exchanges influence the formation of more complex social structures. Blau incorporated aspects such as culture and social structure, developing an analysis that transitions from the micro to the macro level, establishing a four-phase model that progresses from interpersonal exchange to social structure and societal change. This model represents a crucial advancement in addressing the challenging transition between micro and macro levels in sociology.

 

Índice

  • Introducción
  • De micro a macro
  • Normas y valores
  • Conclusión

Introducción

A principios de la década de 1950, George Homans (1) estableció las bases de la teoría del intercambio, una teoría sociológica que hacía hincapié en los procesos elementales de intercambio de recompensas y costes en la interacción social entre individuos (ver “La teoría del intercambio I: Homans” en este mismo blog). Este enfoque se inscribe dentro de la microsociología.

Peter Blau (2) tomó el testigo de Homans ampliando la teoría. Blau buscó explicar lo que Homans dejó sin abordar: cómo los intercambios en la interacción social influyen en la formación de estructuras sociales más complejas. Para ello, recuperó aspectos que Homans había obviado, como la cultura y la estructura social.

Blau realizó un análisis de los intercambios entre actores y avanzó hacia el estudio de estructuras más amplias, que eran producto de esos intercambios. De este modo, terminó analizando los intercambios entre grandes estructuras sociales. Así, convirtió la teoría en un enfoque macrosociológico, logrando, quizás, la mejor aproximación a la siempre difícil transición entre lo micro y lo macro.

De micro a macro

Cualquier solución a un problema que se desarrolla desde lo microscópico hasta lo macroscópico pasa por un procedimiento que contemple distintos niveles intermedios o pasos para ir de lo pequeño a lo grande, y la sociología no puede permitirse el lujo de ser una excepción (ver “Un modelo multinivel de sociedad” en este mismo blog).

Y esto fue lo que hizo Blau, estableció una secuencia de cuatro niveles a los que denominó “fases”, que parten del intercambio interpersonal para producir la estructura social y el cambio social al final del proceso. Los procesos internos de cada una de estas fases generan la siguiente.

La primera fase la componen las transacciones de intercambio entre personas, ya definidas exhaustivamente por Homans, que dan lugar a la siguiente fase: la diferenciación de estatus y poder, que conduce a la tercera, la legitimación y la organización, y que, a su vez, produce la cuarta: la oposición y el cambio. De esta forma, avanzamos desde la interacción social personal hasta el ámbito societal.

Veamos esto con más detenimiento. En el nivel individual, las teorías de Homans y Blau son similares. Las personas establecen relaciones sociales mediante recompensas que se dan unas a otras; estos vínculos se mantienen y se refuerzan gracias a dichas recompensas. En cambio, si las recompensas son insuficientes, los vínculos se debilitan y terminan por romperse.

Las recompensas intercambiadas pueden ser intrínsecas (más abstractas y simbólicas) como el amor, el afecto o el respeto; o extrínsecas (más materiales) como el dinero o el trabajo. La cuestión es que las partes casi nunca pueden ofrecerse recompensas del mismo valor, esto representa una fisura por donde se cuela la desigualdad; en el intercambio surge una asimetría de poder, una dependencia del más recompensado con respecto al que proporciona más recompensas.

Cuando una parte necesita algo de otra, pero no puede llegar a ofrecer a cambio algo de igual importancia, dispone de cuatro opciones. En primer lugar, la parte necesitada puede obligar al otro a proporcionar la ayuda. En segundo término, puede identificar otra fuente de ayuda disponible. En tercer lugar, puede pasar sin eso que necesita. Y, por último y más importante, puede endeudarse con la otra parte dándole lo que Blau denominaba un “crédito generalizado” en su asociación con ella. Este crédito puede ser exigido por la segunda parte cuando necesite algo del deudor. Esta característica de la relación interpersonal es la base del poder.

Es en este punto, con las diferencias de poder en la interacción social, donde surge la estructura social. Esta, sin embargo, adquiere vida propia e influye a su vez en las relaciones interpersonales.

En un primer nivel, la estructura social es grupal, ya que las interacciones sociales ocurren, en primer lugar, dentro de los grupos sociales. Un grupo social puede definirse como un conjunto de personas en el que cada una cuenta con una identidad reconocida por el resto y mantiene una relación o vínculo con los demás. Todos los seres humanos formamos parte de diferentes grupos de muy distinta naturaleza, características y tamaño. Incluso podemos concebir la estructura de una sociedad en función de los grupos que la conforman, de modo que esta se presenta como una tupida red de grupos sociales en los que los individuos están implicados en mayor o menor grado. Cuanto más complejas son las sociedades, a más grupos pertenece una persona.

Según Blau, las personas forman parte de aquellos grupos en los que perciben que las recompensas intragrupales superan las de cualquier otro grupo. Dentro del grupo social, como hemos visto, se producen dependencias y diferencias de poder debido a la asimetría en el intercambio de recompensas. Aquellos más capaces de recompensar tienen mayores posibilidades de alcanzar posiciones de liderazgo. La diferenciación en el grupo es inevitable, al igual que el surgimiento del liderazgo.

Blau también se trasladó al nivel societal y distinguió entre dos tipos de organización social. El primer tipo emerge de los procesos de intercambio: son los grupos que acabamos de analizar. El segundo tipo de organización no surge de manera natural como los grupos, sino que se establece de forma manifiesta para alcanzar objetivos específicos, como la fabricación de bienes, la creación de un club deportivo, la consecución de fines colectivos o políticos, entre otros numerosos ejemplos.

En ambos tipos de organización hay grupos de liderazgo y de oposición. En el primer tipo, los líderes de gobierno y oposición surgen de los procesos de interacción. En el segundo, los grupos de liderazgo y oposición se forman dentro de la estructura de la organización con un sentido funcional.

Visto lo expuesto hasta aquí, está claro que en los grupos pequeños la estructura social se desarrolla en el día a día de la interacción social. Pero ¿qué ocurre en las estructuras complejas? La mayoría de las interacciones entre los miembros de una organización compleja no son directas, por lo que su estructura no puede derivar únicamente de los intercambios de recompensas entre sus miembros. Entonces, ¿cuál es la argamasa con la que se construyen esas organizaciones? Blau dio una respuesta: las normas y los valores.

 

Normas y valores

Gracias a Blau, hemos identificado que las normas y los valores actúan como los principales mecanismos que conectan las estructuras sociales complejas. Estas herramientas facilitan la vida social al mediar en las transacciones sociales, permitiendo el intercambio social indirecto que sustituye al intercambio social directo de los grupos sociales. Además, contribuyen tanto a la integración como a la diferenciación social dentro de las organizaciones, al tiempo que regulan el desarrollo de su estructura interna, tanto en sus aspectos funcionales como orgánicos.

En el caso de las normas sociales, estas reemplazan el intercambio directo por una forma indirecta: el intercambio entre la colectividad y el individuo. Es la colectividad la que establece una relación de intercambio con cada individuo.

Un ejemplo de esto se observa en las organizaciones formales. En estos entornos, los miembros en posiciones superiores no prestan ayuda directa a quienes ocupan posiciones inferiores como retribución por los servicios que brindan. En lugar de eso, es la organización, como entidad colectiva, la encargada de distribuir recompensas, generalmente en forma de compensaciones económicas.

En la formulación de Blau, las normas desempeñan un papel clave al trasladar el intercambio desde el nivel interpersonal (propio de los grupos sociales) al nivel del intercambio entre el individuo y la colectividad. Por su parte, el concepto de valor amplía este análisis, llevándolo al nivel societal, donde se exploran las relaciones entre colectividades. Según Blau, el contexto valorativo es el medio que da forma a las relaciones sociales, y los valores compartidos actúan como vínculos mediadores tanto en las asociaciones sociales como en las transacciones sociales a gran escala.

Los valores particularistas, por ejemplo, constituyen los medios para la integración y la solidaridad. Estos valores sirven para unir a los miembros de un grupo en torno a cuestiones como el patriotismo o el trabajo bien hecho. Los valores particularistas también marcan la diferencia entre quienes pertenecen a la estructura social y quienes no, es decir, cumplen una función unificadora.

Conclusión

El análisis de Blau trasciende ampliamente la versión de la teoría del intercambio desarrollada por Homans. Mientras que Homans centra su atención en el individuo y la conducta individual, estos elementos quedan casi relegados en la concepción de Blau, quien los toma únicamente como punto de partida.

Blau dirige su enfoque hacia grupos, organizaciones, colectividades, sociedades, normas y valores, abordando cuestiones fundamentales sobre lo que cohesiona a las grandes unidades sociales y lo que las diferencia, temas clásicos de los enfoques macrosociológicos.

Sin embargo, desde mi perspectiva, podría haber definido con mayor precisión los conceptos de grupo y de estructura social compleja. Su enfoque generalista a veces dificulta distinguir si su análisis se dirige a un grupo social o a una estructura social más amplia.

Aunque Blau afirmó que su objetivo era ampliar la teoría del intercambio al nivel societal, en el proceso transformó esta teoría hasta el punto de hacerla casi irreconocible. A pesar de ello, su trabajo constituye una valiosa contribución a un problema que la sociología aún no ha resuelto de manera completa: comprender y explicar la transición entre el nivel micro y el nivel macro del análisis social.

Juan Carlos Barajas Martínez

Sociólogo

Notas

  1. George Caspar Homans (Boston, 11 de agosto de 1910-Cambridge, 29 de mayo de 1989) fue un sociólogo estadounidense. Homans fundó una teoría estrictamente deductiva del comportamiento social en Estados Unidos y contribuyó en gran medida a la teoría del intercambio social. Se distinguió especialmente como analista de grupos.
  2. Peter Michael Blau (Viena, 7 de febrero de 1918 - Nueva York, 12 de marzo de 2002) fue un sociólogo y teórico estadounidense. Produjo teorías con muchas aplicaciones dentro de los fenómenos sociales, incluida la movilidad ascendente, oportunidad de trabajo, la heterogeneidad, y cómo las estructuras de población pueden influir en el comportamiento humano. También fue el primero en trazar la gran variedad de fuerzas sociales, apodado "espacio Blau" por Miller McPherson. El "espacio Blau" se sigue utilizando como guía por los sociólogos y se ha ampliado para incluir las áreas de la sociología que no fueron específicamente por Blau. En 1974 Blau fue elegido presidente de la Asociación Americana de Sociología.

 

Bibliografía

Fararo Thomas J. (2007). Homans, George (1910–89). The Blackwell Encyclopedia of Sociology. Blackwell Publishing

Lovaglia Michael J. (2007). Social Exchange Theory. The Blackwell Encyclopedia of Sociology. Blackwell Publishing

Lizardo Omar (2007). Blau Peter.The Blackwell Encyclopedia of Sociology. Blackwell Publishing.

Ritzer George (2001). Teoría Sociológica Moderna. Mc Graw Hill


Mapa mental de la teoría de Blau


La teoría del intercambio II: Blau © 2024 by Juan Carlos Barajas Martínez is licensed under CC BY-NC-SA 4.0 

La patología de la derecha


 

patología

Del fr. pathologie, y este de patho- 'pato-' y -logie '-logía'.

1. f. Med. Parte de la medicina que estudia las enfermedades.

2. f. Med. Conjunto de síntomas de una enfermedad. U. t. en sent. fig. Patología social.

3. f. Constr. Estudio de los defectos y problemas que presenta una construcción.

Diccionario de la Real Academia Española, edición del tricentenario

 

Resumen

Este artículo explora la patología de la derecha política desde una perspectiva crítica, destacando dos síntomas clave: la pérdida de un freno moral y la visión patrimonial del Estado. En respuesta al diagnóstico de José Mujica, quien considera que la "reacción" caracteriza a la derecha, se argumenta aquí que la reacción no es una patología, sino la esencia misma del pensamiento conservador. Para comprender las verdaderas patologías de la derecha, se analizan cómo la desvinculación de la ética religiosa ha propiciado una libertad negativa sin restricciones y un individualismo extremo. En segundo lugar, se aborda el sentido patrimonial del Estado en la derecha, que percibe el poder como su propiedad exclusiva y utiliza estrategias para mantener su dominio, incluso si esto implica socavar instituciones y el orden democrático. Este análisis permite entender cómo la pérdida de un fundamento moral y la instrumentalización del poder han radicalizado a la derecha contemporánea, llevándola a debilitar los principios de convivencia en las democracias occidentales.

 

Abstract

This article explores the pathology of the political right from a critical perspective, highlighting two key symptoms: the loss of a moral brake and the patrimonial view of the state. In response to José Mujica's diagnosis, which defines "reaction" as a core characteristic of the right, it is argued here that reaction is not a pathology but rather the essence of conservative thought. To understand the true pathologies of the right, the article analyzes how the disengagement from religious ethics has fostered unrestricted negative freedom and extreme individualism. Secondly, it addresses the right's patrimonial sense of the state, seeing power as its exclusive property and using strategies to maintain dominance, even at the expense of democratic institutions and order. This analysis sheds light on how the loss of a moral foundation and the instrumentalization of power have radicalized the contemporary right, leading it to undermine principles of coexistence in Western democracies.

 

Índice

Introducción

Pérdida del freno moral

Sentido patrimonial del Estado

 

Introducción

Hace algunos años, el periodista español Jordi Évole (1) entrevistó al expresidente uruguayo José Mujica (2). Durante la entrevista, Évole le preguntó cuál era, a su juicio, la patología de la izquierda, a lo que Mujica respondió: "El infantilismo, confundir el deseo con la realidad".

Coincidía plenamente con el expresidente en su diagnóstico y escribí un artículo (La patología de la izquierda) en el que desarrollaba esta idea del infantilismo, basándome principalmente, aunque no exclusivamente, en el pensamiento de los autores Srnicek (3) y Williams (4).

Estos autores hablan de la "política folk", una constelación de ideas e intuiciones dentro de la izquierda contemporánea que moldea las formas de organizarse, actuar y pensar la política, pero que, al final, no trasciende los límites impuestos por la ideología neoliberal hegemónica. Según Srnicek y Williams, esta política amenaza con debilitar a la izquierda, ya que no puede expandirse más allá de los intereses locales, al estar basada en estrategias incapaces de generar cambios permanentes, que es precisamente el objetivo del progresismo.

En la misma entrevista, Évole le preguntó a Mujica cuál era la patología de la derecha, y el político contestó: "La reacción".

Creo que Mujica se equivocaba. La reacción no es la patología de la derecha, sino su esencia, su naturaleza. El pensamiento conservador busca conservar, y por eso debe reaccionar ante el cambio, ante la novedad. Es natural que se oponga a las aventuras prometedoras que aspiran a mejorar lo establecido, sustituyendo lo que ha funcionado de una manera determinada durante generaciones, aunque sea de forma deficiente.

A una izquierda ideal con propuestas, le respondería una derecha ideal con contrapropuestas —reaccionarias por definición—, y de esta dialéctica ideal surgiría una síntesis provechosa para la sociedad. Idealmente, claro.

Por tanto, no es la reacción la patología de la derecha. Así que vamos a iniciar la búsqueda de lo que hace que el pensamiento conservador no funcione de manera ideal.

A mí me vienen a la mente dos síntomas perniciosos que constituyen la patología conservadora. En primer lugar, parece que la derecha anda desenfrenada; cada día que pasa es más osada en sus diversas manifestaciones. Una vez que crees que lo has visto todo y que la situación no se podía tensar más, al día siguiente dan una nueva vuelta de tuerca.

En segundo lugar, un clásico fundacional que ha existido desde siempre es el sentido patrimonial del Estado. Dicho de una manera menos formal: la consideración de las instituciones como su cortijo.

Vamos a ocuparnos de estos dos puntos con más detalle.

 

La pérdida del freno moral

En Occidente tanto el pensamiento como la praxis conservadora han perdido el freno que suponía la religión. Jamás en la historia las gentes, que antes eran consideradas “de bien”, se han apartado tanto del cristianismo en su comportamiento y en su práctica diaria. Hoy en día la frase “yo soy católico no practicante” es la que más se escucha en las conversaciones, y los que van a misa dejan las enseñanzas cristianas en la iglesia, para cuando se están tomando el vermú dominical ya no recuerdan nada de la homilía.

La democracia cristiana ha desaparecido del panorama político europeo con la notable excepción de Alemania, aunque al partido alemán se le conoce mucho más por sus siglas CDU que por Unión Demócrata Cristiana. La mayoría de los partidos de derecha europeos no hace gala del pensamiento cristiano, más allá de una referencia a sus orígenes fundacionales o a una lejana referencia a la inspiración de sus principios.

En las culturas católicas esto ha supuesto el abandono de la doctrina social de la Iglesia en favor de los principios antisociales del neoliberalismo y en las culturas protestantes el abandono del sentido moral que el luteranismo y el calvinismo introdujo en los principios del capitalismo.

Las consecuencias de todo esto son conocidas: La falta de caridad, no digamos ya de solidaridad que nunca fue un valor de la derecha; el desprecio por lo social; el uso indiscriminado del bulo y de la mentira política; la destrucción de las instituciones con tal de obtener el poder; esto último, no sólo es inmoral, sino que atenta contra la propia naturaleza de ser conservador.

Sé que la praxis política del desprecio por lo social, el engaño, la exageración y la demagogia se ha utilizado desde antes de que las derechas abandonaran a Dios, generalmente bajo el escudo de lo que solemos llamar hipocresía. Lo que quiero expresar es que antes existía un freno moral que hoy ya no está; este freno no evitaba las prácticas indeseables, pero sí las contenía en cierta medida. Había personas profundamente afectadas por la ética cristiana; hoy, el número de esas personas es menor. Y se nota.

Algún lector podría aducir que exagero, pero el día que vi al presidente saliente (y ahora reentrante) de los Estados Unidos llamar al asalto al Congreso por no haber sido reelegido me di cuenta de que ese proceso proceloso de la derecha mundial hacia la inmoralidad es irreversible.

Pero ¿con qué ha sido rellenado este vacío moral que ha dejado la ausencia de Dios?, pues con nuevos ídolos: el mercado y la libertad.

El mercado es el ser supremo, es como el Dios del antiguo testamento. “Es el mercado señores” dijo aquel prohombre, que fue directamente de la presidencia de Fondo Monetario Internacional a la cárcel de Soto del Real, como si esa frase lo explicara todo. El mercado está en todas partes, juzga, tiene una mano invisible que lo ajusta todo, es infalible y es omnipresente, todos estos atributos que hasta ahora solo se le adjudicaban a Dios. Como Jehová, el mercado exige una fe ciega porque sus caminos son inescrutables.

En el caso de la libertad hay que explicar qué tipo de libertad defiende la derecha actual por todo el mundo. En la filosofía política, desde los tiempos de Isaiah Berlin (5) se habla de dos tipos de libertad: la negativa y la positiva.

La libertad negativa es la que tienen los individuos frente a la interferencia arbitraria de otros individuos, colectivos o instituciones, normalmente se identifica como oposición a la acción del Estado. Está libertad se iza como un estandarte contra oponentes supuestamente totalitarios.

En realidad, se trata de un concepto raquítico pues se traduce en un mínimo de libertad contra el poder del Estado y en las libertades económicas para vender nuestra fuerza del trabajo y para escoger entre los resplandecientes bienes de consumo, en su versión castiza, la libertad de tomar cañas en una terraza.

Bajo la libertad negativa los ricos y los pobres están considerados como entes iguales que disfrutan de la misma cantidad de libertad pese a las diferencias evidentes en sus capacidades para actuar.

La libertad positiva Berlin la define como la capacidad de autodeterminación, o el control sobre las propias decisiones y acciones, en tanto ser racional y autónomo. Aquí, la libertad implica no solo la ausencia de barreras, sino la realización de una vida plena según la voluntad propia, libertad "para" hacer o ser algo.

Más tarde, pensadores como Amartya Sen (6), Martha Nussbaum (7) con su teoría de las capacidades (8) y, sobre todo, Philippe Van Parijs (9) desarrollaron el concepto de libertad real o sintética, un concepto intermedio entre la libertad negativa y positiva. La libertad sintética reconoce que un derecho formal sin una capacidad material resulta ineficaz. Por ejemplo, se disfruta de la libertad formal de no aceptar un trabajo, pero gran parte de la gente se ve forzada a aceptar cualquier cosa que se le ofrezca; por lo tanto, no son realmente libres. A diferencia de la libertad negativa, la libertad real o sintética está vinculada al poder, entendido como la capacidad de producir efectos intencionales en las cosas o en las personas.

En las últimas décadas, la derecha en Occidente ha pasado de considerar la libertad —inspirada en una ética cristiana ahora abandonada— como algo sospechoso que podría conducir al libertinaje, pues había dudas sobre lo que la gente haría con ella, a proclamar la libertad en su versión negativa como una herramienta a la que recurrir cuando algo se opone a lo que uno quiere hacer, sea legítimo o no. Parafraseando a un personaje inspirador de la derecha española: ¿Quién me va a decir cuánto vino puedo beber? Pues, si estás en tu casa, nadie; pero si vas a conducir, el código de circulación sí lo hará.

Este amor por la libertad negativa está alcanzando cotas alarmantes de radicalismo con los llamados libertarios. Antes, los libertarios eran los anarquistas, los seguidores de Bakunin (8) en la Primera Internacional (9), así que supongo que los milicianos de la CNT(10) se revolverían en sus tumbas si supieran que el término ahora se refiere más al anarcocapitalismo que al anarcosindicalismo. Más de uno no habría entregado su vida a la causa para que las cosas acabaran así.

Los libertarios capitalistas, con influencia en Estados Unidos y Argentina, sostienen que el Estado no debería existir en absoluto y que todas las funciones, incluidas la seguridad y la justicia, pueden y deben ser provistas por individuos o empresas privadas en un sistema de mercado totalmente libre. Un llamamiento que en la práctica lleva a la ley del más fuerte.

 

El sentido patrimonial del Estado

Existe una clara tendencia en la derecha política a considerar el Estado como una propiedad privada —suya, por supuesto—, en claro contraste con la izquierda, que tiende a verlo como un instrumento, como una herramienta para lograr ciertos fines. Sentido patrimonial versus sentido instrumental.

De esta manera, un político conservador llevará a cabo su labor de gobierno desde una cultura política que lo inclina a actuar como lo haría el dueño de un negocio o una propiedad. Esto no implica necesariamente que su gestión vaya a ser deficiente, ya que hay quienes administran bien sus propios asuntos; sin embargo, con esta mentalidad son menos propensos a una gestión pública transparente y participativa.

Solo desde este punto de vista se puede comprender la idea de que cualquier inquilino de la Casa Blanca, el Elíseo o la Moncloa que no sea de su misma corriente política es visto como un okupa. Asimismo, en países con una cultura política más deficiente, se sostiene sin rubor que cualquier pacto de gobierno o coalición es legítimo si lo forman partidos de derecha, pero es ilegítimo y una burla a las urnas si la coalición de gobierno es de izquierda.

Por eso, el período de estancia en la oposición les resulta insufrible, ya que hay otros ocupando lo que consideran su casa natural, es decir, el poder. Basta imaginar que, por un pacto social, tuviéramos que abandonar nuestra propia casa y dejarla en manos de intrusos durante al menos un cuatrienio.

Como la estancia en la oposición resulta insufrible, se busca acortar el período al mínimo tiempo posible. Se buscan atajos, se fuerzan mecanismos, se exagera lo nimio, se denuncia lo normal como abominación. En este proceso demoledor, pueden poner en peligro la convivencia y el propio Estado; pero cualquier desaguisado, consideran, será corregido cuando vuelvan al poder. Lo peligroso de este proceso es que, por una parte, pueden llegar a quebrar el Estado y, en segundo lugar, no son tan competentes como para arreglar lo que destrozan.

Algún lector podría pensar que cómo puede conjugarse la búsqueda del Estado mínimo con el concepto del Estado propiedad pues normalmente el propietario con sentido común no quiere que su negocio sea mínimo. Lo cierto es que el sentido patrimonial de lo público no ciega tanto como para considerar al Estado como su propiedad real, se trata más bien, de una ideología que busca el usufructo vitalicio de la gestión del poder.

De esta manera, si el Estado me preocupa en términos de orden y mando, pero no me quita el sueño su eficacia —al fin y al cabo, en casa hago lo que me da la gana— sí puedo ver al Estado como un garante de las pérdidas privadas, una manera de socializar las pérdidas y privatizar las ganancias.

De hecho, algunos teóricos señalan que la principal diferencia entre el liberalismo clásico y el neoliberalismo radica precisamente en la idea del Estado mínimo. El Estado neoliberal es interventor; su función es crear y mantener los mercados mediante constructos materiales, técnicos y legales, como puede ser un sistema legal que refuerce los derechos de propiedad o promueva la desregulación normativa. El Estado neoliberal no debe ser pasivo, sino activo y enérgico. Debe reducir al mínimo sus efectos nocivos sobre la economía y, al mismo tiempo, eliminar todos los obstáculos para su funcionamiento libre. El principio subyacente sería: un Estado pequeño pero matón.

 

Juan Carlos Barajas Martínez

Sociólogo

Nota especial

Este artículo forma parte de una serie de dos sobre las patologías políticas, el artículo anterior es: La patología de la izquierda

Notas

  1. José Alberto Mujica Cordano (Montevideo, 20 de mayo de 1935), más conocido como Pepe Mujica, es un político uruguayo. Fue el 40.º presidente de Uruguay entre 2010 y 2015.
  2. Nick Srnicek (nacido en 1982) es un escritor y académico canadiense. Actualmente es profesor de Economía Digital en el Departamento de Humanidades Digitales, King's College London. Srnicek está asociado con la teoría política del aceleracionismo y una economía posterior a la escasez.
  3. Alex Williams es profesor de sociología en la Universidad de Londres.
  4. Isaiah Berlin (6 de junio de 1909-5 de noviembre de 1997) fue un politólogo, filósofo e historiador de las ideas de etnia judía, nacido en la actual Letonia y nacionalizado británico; considerado como uno de los principales pensadores liberales del siglo XX. Entre sus principales contribuciones al terreno de la filosofía y la teoría política destacan la distinción de libertad positiva y libertad negativa, el término Contrailustración o el llamado pluralismo de valores.
  5. Amartya Kumar Sen (Santiniketan, Bengala —Raj británico—, 3 de noviembre de 1933) es un economista indio de etnia bengalí. En 1998 fue laureado con el Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel. En 2021 obtuvo el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales.
  6. Martha Craven Nussbaum (Nueva York, 6 de mayo de 1947) es una filósofa estadounidense. Sus intereses se centran, en particular, en la filosofía antigua, la filosofía política, la filosofía del derecho y la ética.
  7. La teoría o enfoque de las capacidades de estos autores, discute  cómo la libertad real no solo implica la ausencia de restricciones, sino también la creación de condiciones que permitan a las personas realizar sus potencialidades, lo cual podría entenderse como una "libertad sintética" en un sentido amplio.
  8. Philippe van Parijs (Bruselas, 23 de mayo de 1951) es un filósofo belga y economista político. Principalmente, se le conoce por ser un defensor del concepto de renta básica y por ofrecer uno de los primeros tratamientos sistemáticos de los problemas de la justicia lingüística.
  9. Mijaíl Aleksándrovich Bakunin (Priamújino, Torzhok, Imperio ruso, 30 de mayo de 1814 - Berna, Suiza, 1 de julio de 1876), conocido como Mijail Bakunin, fue un teórico político, filósofo, sociólogo y revolucionario anarquista ruso. Es uno de los más conocidos pensadores de la primera generación de filósofos anarquistas junto a Piotr Kropotkin, Pierre-Joseph Proudhon, Carlo Cafiero y Errico Malatesta. Está considerado uno de los padres de este pensamiento, dentro del cual propuso los planteamientos del anarcocolectivismo. Su legado marcó una fuerte influencia para el socialismo revolucionario, el ateísmo militante, el movimiento obrero, el anarcosindicalismo y los posicionamientos ético-filosóficos y críticos del autoritarismo y el poder político.
  10. La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) o Primera Internacional fue una organización fundada en Londres en 1864 que agrupó inicialmente a los sindicalistas ingleses, anarquistas y socialistas franceses e italianos republicanos. Sus fines eran la organización política del proletariado en Europa y el resto del mundo, así como un foro para examinar problemas en común y proponer líneas de acción. Colaboraron en ella Karl Marx, Friedrich Engels y Mijaíl Bakunin.
  11. La Confederación Nacional del Trabajo (CNT) es un sindicato anarquista español, el cual desempeñó un papel fundamental en la consolidación del anarquismo en España en el primer tercio del siglo XX, creando un contraste con el resto de los países donde el movimiento anarquista tuvo alguna incidencia, pero en declive por aquella época. Entre las agrupaciones políticas socialistas o de izquierda de España, la CNT —tanto la histórica (1910 a 1939) como su sucesora legal (1977) y otras informales— se ha caracterizado por la propuesta de una colectivización asamblearia de la economía y la sociedad.

 

Bibliografía

Berlin, Isaiah (2005). Dos conceptos de libertad y otros escritos. El libro de bolsillo – Filosofía. Alianza Editorial

Van Parijs, Philippe (1996). Libertad real para todos. Qué puede justificar el capitalismo, si hay algo que pueda hacerlo. Editorial Paidós

Srnicek, Nick; Williams, Alex. Inventar el futuro. Poscapitalismo y un mundo sin trabajo. Malpaso Editores

La patología de la derecha © 2024 by Juan Carlos Barajas Martínez is licensed under CC BY-NC-SA 4.0 

La teoría del intercambio I: Homans

 

George Homans

Resumen

La teoría del intercambio social es un enfoque influyente para el estudio de la sociedad que ha generado mucha investigación reciente. Desde la perspectiva de la teoría del intercambio, la sociedad puede caracterizarse como un sistema de intercambio en el que la interacción social consiste en el comercio de recursos valiosos. Los recursos intercambiados pueden incluir cualquier combinación de bienes consumibles, dinero, afecto, atención, y quizás lo más básico, información. Surge a finales de los años ’50 con la publicación de George Homans (1) “La conducta social como intercambio”, para ser luego completada por autores posteriores como Peter Blau(2).

En este artículo vamos a ocuparnos de la aproximación de Homans para, en posteriores textos, estudiar a Blau y otros que continuaron con el enfoque.

 

Abstract

Exchange theory is an influential approach to the study of society that has generated much recent research. From the perspective of exchange theory, society can be characterized as an exchange system in which social interaction consists of the trade of valuable resources. The resources exchanged may include any combination of consumable goods, money, affection, attention, and perhaps most fundamentally, information. It emerged in the late 1950s with the publication of George Homans' (1) "Social Behavior as Exchange” and was later expanded by subsequent authors like Peter Blau (2).

In this article, we will focus on Homans' approach, and in later texts, we will study Blau and others who continued with this perspective.

Índice

Orígenes de la teoría de Homans

Núcleo de la teoría

Proposiciones de Homans

Críticas a Homans

 

Orígenes de la teoría de Homans

La teoría de Homans se basa en tres aspectos. En primer lugar, en el conductismo de Skinner (3) y, en menor medida, en el utilitarismo económico. En tercer lugar, surge como reacción al funcionalismo estructural de Parsons (4).

Cuando Homans analizó numerosos datos procedentes de estudios sociológicos de pequeños grupos y estudios antropológicos de sociedades primitivas, comenzó a vislumbrar que el conductismo de Skinner era válido para explicar las interrelaciones entre personas, lo que representaba una alternativa para el desarrollo inductivo de teorías sociológicas. Homans deseaba alejarse del enfoque cultural y estructural de Parsons y concentrarse en las personas y su conducta.

La idea básica de Homans era que el núcleo de la sociología estaba en la conducta y la interacción individual, no en las grandes estructuras e instituciones que preocupaban a la mayoría de los sociólogos. Se concentró en las pautas de refuerzo y el balance entre el costo de las acciones y su beneficio. Llegó a la conclusión de que las personas continuaban haciendo lo que había obtenido recompensa en el pasado y dejaban de hacer lo que había resultado fallido o costoso.
Como su nombre indica, la teoría del intercambio se ocupa no solo de la conducta individual, sino también de la interacción entre las personas (lo que se ha llamado interacción social), que entraña un intercambio de recompensas y costos. La premisa es que las interacciones continuarán mientras exista un intercambio de recompensas.

La teoría del intercambio ha generado mucha discusión, tanto a favor como en contra. Blau (Ver La teoría del intercambio II: Blau, en este mismo blog), Emerson (5) y otros criticaron ciertos aspectos y reformularon la teoría, ampliándola.

Núcleo de la teoría

El núcleo de la teoría de Homans tiene una formalización lógica que pocas teorías sociológicas poseen. Está formado por un conjunto de proposiciones fundamentales basadas en principios de la psicología conductista (6). Son proposiciones acerca de la conducta de los seres humanos como individuos, más que proposiciones acerca de grupos o sociedades completas. 

Homans admitió que aplicaba un reduccionismo psicológico, entendido como el proceso de mostrar cómo las proposiciones de la sociología se deducen de forma lógica de las proposiciones más generales de la psicología. 

Este proceso reduccionista (aquí esta palabra no tiene un significado peyorativo) lo justificaba porque, aunque los principios psicológicos son individuales, el ser humano es un ser social; se dedica a interactuar continuamente con otras personas, es decir, con otras conductas individuales. De manera que era posible explicar la conducta social en términos de las conductas individuales que, a su vez, eran explicadas por la psicología del conductismo. 

El mejor ejemplo, para Homans, de todo esto que estamos diciendo es la norma social. La norma social constriñe el comportamiento acotado por los límites que establece dicha norma, pero no lo hace de manera automática. Los individuos la aprueban cuando lo hacen, porque juzgan ventajoso aprobarla; es la psicología la que se ocupa del efecto sobre la conducta de la ventaja percibida. 

La conducta social, por tanto, la concibe como un intercambio de actividad, tangible o intangible, y más o menos gratificante o costosa entre, al menos, dos personas. 

Al igual que Durkheim (7) buscaba las formas elementales de la religión (estudiando lo sagrado y lo profano y no las religiones complejas), Homans se propuso desarrollar una teoría basada en las formas elementales de la vida social (separando de su estudio a las estructuras sociales). 

Homans se limitó a la interacción social cotidiana. Sin embargo, creía que una sociología derivada de sus proposiciones (basadas en el conductismo y el balance entre el coste y el beneficio de las acciones) explicaría, al final, toda conducta social.

 

Proposiciones de Homans

1º Proposición del éxito

Cuanto más sea recompensada la acción de una persona, tanto es más probable es que lleve a cabo esa acción.

La proposición del éxito se puede dividir en tres partes: en primer lugar, la acción de la persona; en segundo término, un resultado favorable que produce una recompensa; y, por último, una repetición de la acción (al menos en sus aspectos más importantes) en un momento posterior.

Para Homans, existen algunas restricciones a la repetición del comportamiento. La primera restricción es que el aumento de las recompensas conduce al aumento de la frecuencia de las acciones, pero esto no puede suceder indefinidamente. Llega un momento en que los individuos no pueden actuar con tanta frecuencia.

La segunda es que, cuanto más corto es el intervalo de tiempo entre la conducta y la recompensa, más probable es que una persona repita la conducta.

La tercera, última y estrechamente relacionada con la anterior, es que las recompensas intermitentes tienden a provocar un comportamiento repetido con mayor frecuencia que las recompensas regulares. Las recompensas regulares suelen conducir al aburrimiento y la saciedad. Un caso de recompensa intermitente serían los juegos de azar.

2º Proposición del estímulo

Si el concurso de un determinado estímulo o de una serie de estímulos ha sido ocasión en el pasado de que la acción de una persona se haya visto recompensada, entonces cuanto más semejantes sean los estímulos actuales a los pasados, tanto más probable es que tal persona realice ahora esa acción u otra semejante.

El ejemplo que da Homans para ilustrar esta proposición es el del pescador: si un pescador arroja su caña a una oscura poza y pesca un pez, estará más dispuesto a volver a pescar en pozas oscuras.

En este caso, Homans señala dos variaciones conductuales: la generalización y la discriminación. El actor sigue una conducta de generalización cuando aplica la conducta que produjo réditos bajo circunstancias similares. En el caso del pescador, esto sería pasar de pescar en una poza oscura a pescar en cualquier poza, cambiar de un tipo de pesca a otro, o cambiar de pescar en agua dulce a agua salada.

En cambio, la discriminación sería el proceso contrario: se trata de identificar las circunstancias específicas que estaban presentes en el momento de las acciones pasadas que produjeron recompensas. En presencia de las mismas condiciones, se repetiría el comportamiento, siempre que dichas condiciones no sean muy complejas; en ese caso, las circunstancias similares no estimularían la acción.

Si el intervalo de tiempo entre el estímulo y la conducta requerida es largo, lo más seguro es que la conducta no se repita.

Por otra parte, un actor puede hacerse hipersensible a un estímulo, repitiendo sus conductas, situación que solo se corregiría mediante una sucesión de fracasos.

3º Proposición de la privación-saciedad

Cuánto más haya recibido una persona una recompensa determinada en un pasado inmediato, tanto menos valiosa le resultará toda unidad posterior de la misma recompensa.

La gente se cansa. La repetición de recompensas hace que el valor de las mismas disminuya con el tiempo.

Homans se apoyó en la teoría económica para desarrollar esta proposición, recurriendo al concepto del balance entre costes y beneficios.

Definió el coste de toda conducta como las recompensas que se pierden al realizar líneas alternativas de acción. El beneficio lo definió como la proporción en la que las recompensas superan a los costes en los que se incurre.

Aplicando el principio del coste-beneficio, Homans llegó a reformular esta proposición de la siguiente manera: Cuanto mayor es el beneficio que una persona recibe como resultado de su acción, más probable es que realice la acción.

5º proposiciones de agresión-aprobación

Estas dos proposiciones son complementarias y bastante evidentes, hasta el punto de que se me hace muy cuesta arriba explicarlas. Como se decía en mis viejos libros de matemáticas: se deja como ejercicio al lector.

Proposición A. Si una persona no recibe por s actividad la recompensa que esperaba o recibe el castigo que no esperaba, sentirá indignación, y al sentirse indignado, los efectos de una conducta agresiva le valdrán recompensa.

Proposición B. Cuando la acción de una persona recibe la recompensa que espera, especialmente una recompensa mayor de la esperada, o no recibe el castigo previsto, se sentirá complacido; lo más probable es que realice la conducta aprobada, y los resultados de esa conducta se convierten en más valiosos para ella.

La proposición A sería la representación de conductas como la venganza y la proposición B podría justificar muy bien el sentimiento de agradecimiento.

Algo que no ha pasado inadvertido a sus críticos es que, en este caso, Homans incumple su proyecto de ir hacia las formas elementales de la conducta y utiliza dos estados mentales como la indignación y la satisfacción.

6º Proposición de la racionalidad

Al optar entre acciones alternativas, una persona suele elegir aquella para la que, tal y como percibió en algún momento, sea mayor el producto del valor “V”, del resultado, multiplicado por la probabilidad, “P”, de obtenerlo.

En esta proposición, Homans nos presenta una ecuación simple, un producto de dos variables, abandonando completamente el conductismo y abrazando la influencia de la teoría de la elección racional (8).

Por lo general, las personas realizan cálculos sobre las diversas alternativas de acción que se les presentan. Comparan las recompensas esperadas de dichas alternativas y calculan la probabilidad de conseguir esas recompensas.

Las recompensas de alto valor se devaluarán si su probabilidad es baja y, por el contrario, las recompensas de bajo valor aumentarán su cotización si la probabilidad de conseguirlas es alta. Por supuesto, si ambas son bajas o ambas son altas, la decisión es mucho más sencilla.

¿Qué es lo que determina, según Homans, la percepción de la probabilidad? Homans opina que una baja o alta probabilidad viene determinada por la experiencia previa del actor: los éxitos pasados y el grado de semejanza entre la situación presente y las situaciones anteriores.

Críticas a Homans

La teoría del intercambio ha sido objeto de varias críticas desde distintas perspectivas académicas. Entre ellas se encuentran las de quienes continuaron con la sociología conductista, como Blau y Emerson, pero también, de forma más profunda, las de Habermas desde la teoría crítica (9), Collins desde la teoría del conflicto (10), y Giddens desde su teoría de la estructuración. Vamos a describir las críticas más comunes en los siguientes párrafos. 

Una de las críticas más frecuentes es que Homans reduce las complejas interacciones sociales a una serie de intercambios racionales y utilitarios, donde las personas buscan maximizar recompensas y minimizar costos. Los críticos señalan que esto ignora factores más profundos, como las emociones, los valores, las normas sociales o las influencias culturales, que también desempeñan un papel importante en las relaciones humanas. 

La teoría de Homans pone demasiado énfasis en el individuo, asumiendo que el comportamiento social está motivado principalmente por el interés personal y el cálculo racional. Esto ha sido criticado por dejar de lado las estructuras sociales, las instituciones y las relaciones de poder que influyen en las decisiones individuales y colectivas. 

Los críticos también señalan que la teoría del intercambio no presta suficiente atención al contexto social y cultural en el que se producen las interacciones. Según esta crítica, no todos los intercambios se realizan en un contexto neutral, y las normas culturales y sociales pueden condicionar o estructurar el comportamiento de manera que no encaje con el modelo racional de intercambio. 

A Homans también se le critica por lo que más a gala tenía, es decir, el reduccionismo conductista basado en los principios de recompensa y castigo para explicar las interacciones sociales. Esta aproximación ha sido criticada por su simplicidad y mecanicismo, ya que asume que el comportamiento humano es comparable al de los animales en experimentos de laboratorio, ignorando la complejidad cognitiva y emocional del ser humano. 

La teoría de Homans ha sido acusada de ser más adecuada para explicar interacciones individuales o diádicas (entre dos personas), pero no para abordar las dinámicas complejas de grupos más amplios o de instituciones sociales. Las interacciones colectivas y los fenómenos de masas son difíciles de explicar bajo el marco del intercambio entre individuos aislados. 

Muchos críticos afirman que la teoría de Homans ignora o subestima las relaciones de poder y las desigualdades estructurales que pueden influir en los intercambios. Las interacciones no siempre ocurren entre iguales, y las diferencias de poder, recursos o acceso a oportunidades pueden influir en el "valor" que cada persona aporta o recibe en un intercambio. 

La teoría de Homans asume una racionalidad en los actores sociales, es decir, que estos calculan los beneficios y costos antes de actuar. Por tanto, recibe la misma crítica que la teoría de la elección racional, que se basa en los mismos principios: que las personas no siempre actúan de manera tan racional o calculadora. Las emociones, los impulsos irracionales o los procesos inconscientes también guían el comportamiento humano. 

Estas críticas han llevado a la evolución de teorías más complejas dentro del campo de la sociología del intercambio y han fomentado el desarrollo de enfoques que integran las dinámicas de poder, cultura, emociones y estructuras sociales para entender mejor las interacciones humanas. Esto lo veremos en posteriores artículos cuando analicemos las teorías de Blau y Emerson.

 

Juan Carlos Barajas Martínez

Sociólogo

Nota especial 

Este artículo se continua en: La teoría del intercambio II: Blau

Notas

  1. George Caspar Homans (Boston, 11 de agosto de 1910-Cambridge, 29 de mayo de 1989) fue un sociólogo estadounidense. Homans fundó una teoría estrictamente deductiva del comportamiento social en Estados Unidos y contribuyó en gran medida a la teoría del intercambio social. Se distinguió especialmente como analista de grupos.
  2. Peter Michael Blau (Viena, 7 de febrero de 1918 - Nueva York, 12 de marzo de 2002) fue un sociólogo y teórico estadounidense. Produjo teorías con muchas aplicaciones dentro de los fenómenos sociales, incluida la movilidad ascendente, oportunidad de trabajo, la heterogeneidad, y cómo las estructuras de población pueden influir en el comportamiento humano. También fue el primero en trazar la gran variedad de fuerzas sociales, apodado "espacio Blau" por Miller McPherson. El "espacio Blau" se sigue utilizando como guía por los sociólogos y se ha ampliado para incluir las áreas de la sociología que no fueron específicamente por Blau. En 1974 Blau fue elegido presidente de la Asociación Americana de Sociología.
  3. Burrhus Frederic Skinner (Susquehanna, Pensilvania, 20 de marzo de 1904-Cambridge, Massachusetts, 18 de agosto de 1990) fue un psicólogo, filósofo social, inventor y autor estadounidense. Condujo un trabajo pionero en psicología experimental y defendió el conductismo, que considera el comportamiento como una función de las historias ambientales de refuerzo. Escribió trabajos controvertidos en los cuales propuso el uso extendido de técnicas psicológicas de modificación de conducta, principalmente el condicionamiento operante, para mejorar la sociedad e incrementar la felicidad humana, como una forma de ingeniería social. Un estudio de la American Psychological Association (APA), publicado en 2002, lo situó como el psicólogo de mayor relevancia del siglo XX.
  4. Talcott Parsons (13 de diciembre de 1902 – 8 de mayo de 1979) fue un sociólogo estadounidense. Cursó estudios en el Amherst College, el London School of Economics y la Universidad de Heidelberg (Alemania). Dio clases de sociología en la Universidad Harvard de 1927 hasta 1974 como director del Departamento de Sociología de dicha universidad (1944). Más tarde fue nombrado presidente del nuevo Departamento de Relaciones Sociales 1946 y posteriormente presidente de la American Sociological Association en 1949. Es uno de los mayores exponentes del funcionalismo estructural en Sociología. Dicha teoría social sostiene que las sociedades tienden hacia la autorregulación, así como a la interconexión de sus diversos elementos (valores, metas, funciones, etc.). La autosuficiencia de una sociedad está determinada por necesidades básicas, entre las que se incluían la preservación del orden social, el abastecimiento de bienes y servicios, la educación como socialización y la protección de la infancia.
  5. Richard Marc Emerson es conocido sobre todo por sus trabajos sobre el poder social y, posteriormente, sobre el intercambio social. A principios de la década de 1960 publicó dos artículos muy significativos sobre el poder social y el intercambio social que cambiaron la forma en que los científicos sociales veían el poder social. Una característica importante de su trabajo era que se centraba en los determinantes posicionales del poder en las redes. Esta sencilla idea sentó las bases de la vinculación entre la teoría del intercambio y las redes, que se convirtió en uno de los principales focos de atención de las ciencias sociales. En 1965 fue contratado por el Departamento de Sociología de la Universidad de Washington, donde formó parte del profesorado hasta su prematura muerte en 1982, en la cima de su carrera académica.
  6. Émile Durkheim (Épinal, Francia, 15 de abril de 1858 – París, 15 de noviembre de 1917) fue un sociólogo francés. Estableció formalmente la disciplina académica y, junto con Karl Marx y Max Weber, es considerado uno de los padres fundadores de dicha ciencia.
  7. La teoría de la elección racional, también conocida como teoría de la acción racional es un marco teórico propio de la ciencia política y la economía que es utilizado para entender y modelar formalmente el comportamiento social y económico. Es la principal corriente teórica en la microeconomía y supone que el individuo o agente tiende a maximizar su utilidad-beneficio y a reducir los costos o riesgos. Los individuos prefieren más de lo bueno y menos de lo que les cause mal.
  8. Escuela de la Teoría Crítica (Década de 1930 - presente). Fundadores Principales: Max Horkheimer (1895-1973), Theodor Adorno (1903-1969), Herbert Marcuse (1898-1979), Jürgen Habermas (n. 1929). Asociada con la Escuela de Frankfurt, esta corriente cuestiona la cultura de masas y los efectos del capitalismo y la tecnología en la sociedad. Reflexión crítica sobre el racionalismo instrumental y la manipulación de la ideología a través de los medios de comunicación. Habermas desarrolló la teoría de la acción comunicativa, centrada en la importancia del diálogo y la racionalidad para la construcción democrática.
  9. La teoría del conflicto surgió como reacción al funcionalismo y supuso una alternativa a este movimiento hegemónico en la sociología durante los años cincuenta y sesenta. Aparte del funcionalismo, esta teoría se basa en una cierta lectura del marxismo y en la teoría del conflicto social de Georg Simmel. funcionalismo y teoría del conflicto comparten su preocupación por el estudio de las estructuras y funciones sociales. Allí donde el funcionalismo califica a la sociedad como estática, la teoría del conflicto habla de proceso de cambio continuo; cuando los primeros enfatizan el orden social los segundos hablan de conflicto; si los funcionalistas resaltan los elementos que contribuyen a la estabilidad, los autores de la teoría del conflicto destacan los elementos que contribuyen al conflicto; si los unos hablan de unión en base a las  normas, los valores y la ética compartida, los otros contestan que la unión se consigue mediante la coerción. Al final, es el concepto de la cohesión social frente al concepto de las relaciones de dominación y el poder.

 

Bibliografía

Fararo Thomas J. (2007). Homans, George (1910–89). The Blackwell Encyclopedia of Sociology. Blackwell Publishing

Lovaglia Michael J. (2007). Social Exchange Theory. The Blackwell Encyclopedia of Sociology. Blackwell Publishing

Ritzer George (2001). Teoría Sociológica Moderna. Mc Graw Hill

 

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