Y ya desde el principio os quiero decir que yo no las veo desde un punto de vista peyorativo, no quiero hacer una caricatura puesto que las veo en mí mismo, forman parte de mí, y yo no soy muy dado a reírme de mí mismo, como buen español, prefiero reírme de los demás
[2]. Así que en ocasiones me veo a mí mismo como un hidalgo, en otras – las más - me reconozco como un aldeano y, en otros momentos – los menos – me veo como un tendero.
La ideología, desde el punto de vista sociológico
[3], no es simplemente que una persona sea socialdemócrata o liberal, esa sería una visión política. Para los sociólogos la ideología tiene que ver más con una visión del mundo, construida desde la infancia, sujeta a cambios a lo largo de la vida y con una clara influencia del entorno social y familiar. Pero se trata de una visión completa del mundo que rodea al individuo construida socialmente, al menos en parte.
Si se trata de una visión completa convendremos en que la ideología contendrá a la ideología política, pero también una ética, formas culturales y económicas, hábitos o costumbres, leyes no escritas más o menos inquebrantables y formas religiosas y supersticiones más o menos asumibles.
No sé si voy a decir una barbaridad pero yo lo veo así, mientras la cultura es un concepto cuyo ámbito es la sociedad o, en su defecto, un grupo social amplio, su manifestación en el individuo es la ideología.
También quería dejar claro, antes de describir los tres tipos hispánicos, que se trata de modelos. El hidalgo, el aldeano y el tendero son tipos ideales en el sentido en el que los entendía el gran sociólogo alemán Max Weber
[4]. No vamos a encontrar al hidalgo típico ideal andando por la calle, pero si que veremos caracteres o trazas del hidalgo en personas reales y esto nos permitirá reconocer, definir e incluso predecir ciertos comportamientos de estas personas.
Antes hemos comentado que el origen de estos tipos ideales hay que situarlos en
la Edad Media. En efecto, la historia de España es relativamente peculiar dentro de la historia Europa. La invasión árabe y el largo período
la Reconquista provocaron el surgimiento de una estructura social específica parcialmente diferente. Nació una nobleza baja denominada hidalguía, exenta de impuestos, pero que debía coger las armas al servicio del rey siempre que fuera necesario. Hay que pensar que en ese período amplios territorios eran fronterizos y se producían continuas escaramuzas entre musulmanes y cristianos, por lo tanto la institución de la hidalguía fue muy útil para los monarcas cristianos
[5]. A mi me ayuda a entender esa época pensando en
la España de
la Reconquista como una especie de “Far West”, aunque no me atrevo a señalar quién hacía de indio y quién de “cow-boy”. Hace ya mucho tiempo que el hidalgo ha dejado de ser necesario y es un tipo cultural que, aunque presente en el medio social, está en franca retirada.
Del mismo modo, la Reconquista implicó la necesidad de repoblar los territorios que quedaban vacíos, creándose numerosos asentamientos de pequeñas poblaciones basados en una economía agrícola de subsistencia, ese fue el caldo de cultivo del segundo tipo, los aldeanos. La economía agrícola ha sido sustituida por la industrial y post-industrial – en esto España ha ido muy rápido y lo que otros países han hecho en dos siglos nosotros lo hemos vivido en los últimos cincuenta años - por lo que la influencia de este tipo en la ideología de las personas está, como quien dice, a flor de piel.
De los tres, el tipo más reciente es el del tendero. Éste nace con la Edad Moderna y el descubrimiento de América, con el desarrollo de las ciudades y del comercio. Los tenderos estaban a cargo de pequeños comercios en pequeñas ciudades y pueblos en los que se distribuían al por menor productos coloniales, alimentación, ropa, etc.
Posteriormente, a partir de
la Revolución Industrial, se importaron otras figuras como la del empresario – en mi opinión de origen luterano y centroeuropeo - o la del profesional – creo que de influencia francesa -, pero son relativamente recientes y no han aportado gran cosa – en mi modesta opinión – a las bases del carácter ideológico español
[6].
El Hidalgo
La figura del hidalgo ha sido abundantemente tratada en nuestra literatura. En su versión más positiva se encuentra el gran personaje universal de Don Quijote, que representa los mejores valores del hidalgo, la valentía, el honor, el desprendimiento respecto de los bienes materiales y la generosidad, pero el manchego no está exento de defectos, su obsesión por la honra y el estatus, su desapego por los trabajos de carácter manual, su cabezonería en sostenerla y no enmendarla aunque le vaya en ello la vida.
De todas formas, los aspectos negativos del hidalgo han sido retratados de forma fidedigna e inmisericorde en la literatura picaresca.¿Quien no recuerda la figura del hidalgo de “El Lazarillo de Tormes”?, cuyo único tesoro son sus recuerdos de hidalguía y de dignidad y que comparte los mendrugos de pan que consigue Lázaro como limosna. Y que luego, después de comer, distribuye migas por su barba para demostrar al vecindario de que dispone de posibles al menos para pagarse una gran comida.
Esta ideología del hidalgo ha dado buenos militares a nuestro país con el que mantener aquel imperio que se perdió hace tanto tiempo, pero ha calado en el espíritu de la cultura española con ciertos defectos ancestrales. Todos reconocemos esa preocupación por el qué dirán, ese miedo al ridículo que pesa como una losa cuando alguien quiere hacer algo distinto y los demás esperan que se la pegue para reírse a su costa, ese ridículo miedo al ridículo que hace que nos cueste tanto soltarnos a hablar inglés, por poner un ejemplo que me ha afectado directamente a lo largo de toda mi vida. El desprecio por el trabajo manual es otro defecto ancestral, es el padre del “que inventen ellos”, de oponerse a la novedad, al cambio, a las ideas renovadoras. Y, por último, la soberbia; esa cabezonería tan española de no dar tu brazo a torcer, ese no querer reconocer que te has equivocado, que has metido la pata, cuánto circunloquio, cuánta excusa para encubrir los errores propios y de los que nos importan.
De la parte positiva de la ideología del hidalgo, yo destacaría esa generosidad que no se encuentra en otras naciones de nuestro entorno. Y que en parte hace que este sea un buen país para vivir.
El Aldeano
Al describir al aldeano me siento reconfortado por el hecho de que es un tipo de ideología muy bien descrita desde la antropología
[7], al contrario de los otros dos tipos que son criaturas de mi observación personal, hijas de esos momentos de abstracción que tengo en el tren de Cercanías mientras cruzo el Monte del Pardo y veo a gamos y jabalíes pacer distraídos y felices. La ideología del aldeano coincide básicamente con la ideología campesina descrita por el antropólogo George Foster y de la que ya he hablado en otros artículos
[8].
George Foster descubrió que las economías campesinas “clásicas”, esto es, las comunidades agrícolas no industriales dentro de Naciones-Estado - en concreto estudió comunidades campesinas en el sur de Europa - se caracterizan por una determinada ideología o visión de mundo. Foster citó diversos casos etnográficos para ilustrar esta visión de mundo campesina, a la que denominó la imagen del bien limitado.
En esta ideología, todo se percibe como finito: tierra, riqueza, salud, amor, amistad, honor, respeto, status, poder, influencia, seguridad. Al ver todo como escaso, los campesinos creen existe una reserva común, un fondo imaginario de todo aquello que tiene valor en su comunidad. En este sistema de ideas, los individuos sólo pueden descollar en algo porque se apropian de una parte mayor de la que les correspondería en términos proporcionales de esa especie de reserva común, lo que implica privar a otros de lo que sería su parte.
Los campesinos aceptan la riqueza diferencial que procede de fuera de la comunidad (por ejemplo el trabajo asalariado realizado fuera de la localidad) ya que resulta evidente que no ha supuesto extraer nada de la reserva común finita de carácter local. Los beneficios pueden proceder también de la pura suerte (por ejemplo la lotería). En todos estos casos la reserva de bienes de la comunidad permanece intacta.
En cualquier otro caso, las personas prósperas pueden verse forzadas a patrocinar ceremonias que reducen la riqueza diferencial. Los campesinos prósperos pueden convertirse en el blanco del chismorreo, la envidia, el ostracismo y la violencia física. Dadas tales respuestas, se intenta ocultar la buena fortuna: las ropas, casas y dieta, continúan como siempre.
Más aún, se desconfía también de las personas que han tenido mala suerte y se hunden por debajo de la norma comunitaria, porque se piensa que envidian a todos los demás. Aunque hay que reconocer que, en el momento de una desgracia, la comunidad se pone en marcha y cada cual colabora con lo que puede. El aldeano es solidario.
Foster también señaló que la imagen del bien limitado es una respuesta a la posición subordinada de los campesinos dentro de una sociedad más amplia: cuando el acceso a la riqueza, el poder, y la influencia es más abierto, la imagen del bien limitado decae.
Esta ideología llamémosla campesina, la del aldeano o la imagen del bien limitado es la ideología que noto más presente en nuestra sociedad dado que España ha sido un país mayoritariamente campesino hasta bien entrado el siglo XX, como se suele decir, “hasta hace tres días”. Si nos rascan un poco, debajo de una bonita capa de habitantes de un país desarrollado, aparecen “restos ideológicos” que se manifiestan en nuestro comportamiento, que son muy semejantes a los descritos por Foster.
Este tipo ideal explicaría muy bien de dónde sale el gran pecado nacional, la envidia. Esa reacción en contra de todo el que progresa, sobresale, inventa o es premiado. El aldeano es envidioso porque el éxito del otro le quita parte de esa reserva común, de ese fondo imaginario del que hablábamos en los párrafos anteriores. Como le quitan algo suyo tiene que tirar con bala al responsable de ese desafuero.
Del mismo modo que la ideología del hidalgo ofrece aspectos que reducen la iniciativa de los individuos, debido al miedo al “qué dirán”. La ideología del aldeano no es tampoco muy dada a fomentar el progreso, en este caso por no despertar el monstruo de la envidia del vecino, que puede ser muy destructiva.
Encontrar ejemplos de esta ideología en nuestra literatura no es tan fácil como en el caso del hidalgo. Podríamos citar a Sancho Panza, pero no sería el mejor ejemplo. Sancho es bondadoso, no parece esencialmente envidioso, pero sobre todo es realista. Es un personaje escogido por Cervantes para dar contrapunto al idealista Don Quijote. Creo que este aspecto de realismo si forma parte del aldeano, es una persona apegada a la tierra, no suele creer en milagros ni aventuras, pero también creo que no es el principal rasgo de su personalidad.
Más que Sancho Panza yo elegiría a su mujer Sancha como ejemplo. La que le echa broncas enormes cada vez que regresa maltrecho de sus andanzas con el caballero de la Triste Figura, la que le reprocha no darle una vida mejor como le pasa a otras vecinas que cuentan con maridos más atentos.
El tendero
Al tendero le cuesta mucho invertir para obtener beneficios a medio y largo plazo, un tipo de inversión, que va en beneficio de crear riqueza y estructuras económicas perdurables y estables y que son parte de la ideología del empresario luterano.
El tendero aspira a que por cada céntimo que invierte pueda recuperar a corto plazo dos o, al menos, uno y medio. Porque en realidad el tendero no invierte sino que compra mercancía que vender a sus parroquianos. El tendero es cortoplazista, no entiende de negocios en los que hay que perder dinero primero para, pasado un tiempo, empezar a ganar. Y esto no es esencialmente malo, comerciar al por menor es profesión muy decente, lo malo es cuando se exacerban los modos, cuando se saca del contexto comercial y sólo se piensa en poner uno y sacar dos.
Muchos de nuestros empresarios tienen la ideología del tendero, ellos se consideran a sí mismos como empresarios inversores creadores de riqueza, la letra se la saben, pero la música es muy otra, es el vals del tendero. Con esto no quiero decir que no haya empresarios, el país ha progresado o, al menos, esa sensación teníamos hasta hace poco, ahora mismo no está el horno para bollos. Pero sí que, si la ideología empresarial hubiera sido tradicionalmente más fuerte, probablemente la estructura económica de nuestro país sería más sólida.
Y quizás si lo miramos bajo este prisma, la ideología de la búsqueda del beneficio inmediato, podamos dar una explicación, otra más, a la codicia nacional demostrada en los tiempos de la burbuja inmobiliaria.
Si tengo que elegir un personaje del Quijote, ya que lo hemos hecho para los otros dos tipos, yo citaría al ventero que arma caballero a Don Quijote. Me parece un buen ejemplo, un tanto tacaño, defensor a ultranza y palo en mano de todo maravedí que entra en sus arcas, aguador de vino, y lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que la única manera de deshacerse del hidalgo loco es armarlo caballero y que parta a la búsqueda de aventuras.
Por último y por el mismo precio, querría haceros una distribución territorial de estos tipos de ideología. A mi modesto entender el hidalgo abunda más en el norte de España, en Castilla y León y va reduciendo su implantación conforme vas hacia la costa mediterránea y Andalucía. En la costa mediterránea abunda más el tendero, aunque – sobre todo en Cataluña – se aprecia una clara influencia empresarial europea. Y el aldeano abunda más conforme más al sur vas.
Con estos tipos ideales que he esbozado he intentado representar modos de comportamiento reconocibles en las personas, pero no va más allá, es un juego. No todos los militares, policías o funcionarios son hidalgos. No todos los comerciantes, empresarios y banqueros son tenderos y no todos los agricultores, obreros de la construcción o fresadores son aldeanos. Pero a que reconocéis ciertos tics, ciertos comportamientos en los demás que coinciden con estos tipos. Y, entre tú yo querido lector, si haces un esfuerzo de sinceridad, ¿no veis aquí retratada alguna traza de vuestra manera de ver el mundo?.
Juan Carlos Barajas Martínez
Notas:
[1] Con el fin de no empezar mal y dada la moda actual de respetar lo políticamente correcto, quiero decir que cuando hablo de “homo hispanicus” se incluye a las mujeres, la mitad – para mí más atractiva – de la humanidad. A lo que me niego es a estar poniendo hidalgo e hidalga, aldeano y aldeana, tendero y tendera, consideradlo dicho cada vez que aparezcan dichas palabras.
[2] Aunque me puede pasar lo que me pasó en el colegio, en donde me gané una merecida fama haciendo caricaturas de profesores muy apreciadas entre mis compañeros. Lo realmente triste era que yo trataba de retratarlos fielmente pero me salían caricaturas. Evidentemente nadie lo supo, esto es una primicia de Sociología Divertida.
[3] Para aclarar esto un poco más, la ideología es concebida de esta manera en el campo de la sociología del conocimiento. Aparte de ésta y de la definición política todavía existiría una definición más de ideología, es en el campo de la sociología marxista. Para Marx la ideología es el conjunto de creencias falsas de las que se han servido las clases dominantes para mantener su situación privilegiada, por cierto, como Marx era un cachondo, para él el marxismo no era una ideología, puesto que no era una creencia falsa. Lógica aplastante.
[4] Para Weber, en su nivel más básico, un tipo ideal es una estratagema para definir los rasgos esenciales de los fenómenos sociales. Citando a Lachman, “un tipo ideal es esencialmente una vara de medir”. Se trataría de entresacar del fenómeno social real aquellas propiedades que le definen arquetípicamente, pero no serían imágenes especulares del fenómeno sino exageraciones unilaterales de lo que ocurre en el mundo real. En este sentido Weber opinaba que cuanto más exagerada fuera la imagen ideal, más útil sería para el estudio. Una vez construido el tipo ideal nos servirá como vara de medir, como patrón para comparar el fenómeno real que se estudia en un momento determinado de la historia con el tipo ideal
[5] La institución de la hidalguía ha tenido mucha influencia en la cultura española debido a que fue muy numerosa. En el sur de España no lo fue tanto pero en norte el número de nobles era elevado y sus diferencias con el pueblo llano escasas. En Asturias, los hidalgos llegaron a ser casi un 80% de la población y en Cantabria el 83% en el siglo XVI. Por cierto, y aunque parezca mentira, en el Señorío de Vizcaya y en
la Muy Noble y Muy Leal provincia de Guipúzcoa existía el derecho a la hidalguía universal, en virtud del cual todos los vizcaínos y todos los guipuzcoanos nacían hidalgos. ¡Vivir para ver!.
[6] Puede que alguien eche de menos al cura, a la figura del cura sempiterno que siempre aparecía cuando había paella; el que amenazaba a las parejas para que no se achucharan mucho, que de besos y arrumacos no nacen los niños, pero tocan a vísperas; el que amenazaba desde el púlpito con los rigores del infierno. Sé que la diferencia es sutil, teniendo en cuenta que he elegido la figura del tendero, pero el artículo no trata de profesiones por muy comunes e influyentes que sean sino de modelos ideológicos. Además el cura no es un tipo únicamente español a pesar de la influencia de la religión en la sociedad española y, por último, mucho me temo que tendríamos que entrar en la sociología de la religión, cosa que no me apetece,
[7] Concretamente desde la antropología psicológica, que trata de estudiar la relación entre la cultura de una sociedad y la personalidad de los individuos que forman parte de ella.
Bibliografía:
Antropología una explicación de la diversidad humana,
Conrad Phillip Kottak,
McGraw-Hill, Madrid 1999
Conceptos fundamentales de Sociología
Roberto Garvía
Ciencias Sociales
Alianza Editorial, Madrid, 3ª edición 2003
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Don Quijote, Sancho Panza y el ventero en un fotograma de aquella maravillosa
serie de dibujos de TVE |