El autor en el campeonato de España de Wushu realizando la forma de 42 movimientos Yang |
Cuando en los años ’70 cursaba yo el bachillerato en el Colegio Salesiano San Rafael de Elche, tenía un profesor de Educación Física de cuyo nombre no me acuerdo pero de su apodo sí. Le llamábamos “el Lute” como el famoso forajido español de la segunda mitad del siglo XX (1).
No es que el “Lute” fuera mala persona, no venía de ahí su mote, es que era un portento de la naturaleza, un hombre muy fornido, más dotado de músculo que de inteligencia abstracta. Parecía un legionario veterano de las guerras de África, un Millán Astray sin mutilaciones (2).
Yo no estaba precisamente entre sus favoritos, pues – aunque siempre me gustaron los deportes de equipo, se me daba bien el fútbol – nunca entendí el correr por el correr sin llegar a ninguna parte, ni el subir una cuerda para volver a bajarla, ni el saltar al potro porque todo lo que sube inevitablemente baja e intentaba convencer con razones lógicas a aquel hombretón de la inconveniencia de tales ejercicios, y él respondía a este esfuerzo con cincos pelados porque en aquel entonces en la asignatura de gimnasia no se suspendía a nadie.
Un día insistió en que había que saltar un instrumento de tortura conocido como “plinto”, consistente en una serie de cajas rectangulares de madera que se encajaban una encima de otra hasta alcanzar una altura variable dependiendo del número de cajas que se pusieran. La última caja tenía pegado un colchón de “skai” para evitar daños mayores.
Aquel día el “Lute” había decidido que ya éramos mayores y añadió una caja más. Una vez montado el artilugio se puso a buscar una víctima entre sus adolescentes pupilos para probar las nuevas dimensiones del plinto. Yo me sentí un candidato con muchas probabilidades pues había hecho algún comentario de fina ironía acerca de ciertas actividades de la clase. Y así fue. Pero no se lo puse fácil, dotado para el camuflaje de forma natural, me despisté entre los muchachos de mayor tamaño, aún así, con mucha constancia me supo encontrar y me dijo – cómo a él le gustaba comunicar las malas noticias – mirándome a los ojos y señalándome con el dedo: “Barajas tu serás el primero”.
No me supe negar. Todavía mandaba en España el invicto caudillo, un profesor podía darte una bofetada y quedarse tan ancho, y una bofetada del “Lute” era más de temer que el salto que se me solicitaba.
Así que me apresté para el salto, corrí y me la pegué. La cajita que había añadido resultó decisiva. Caí del lado opuesto llevándome el colchón de “skai”. Al dolor de la costalada se unió el dolor al amor propio a resultas de la carcajada general de toda la clase de 3ºB.
Y en el suelo me dí cuenta de que o hacía algo o iba a convertirme en el hazmerreír para el resto del bachillerato. Y me vino la inspiración. Los ejercicios gimnásticos siempre se acababan poniendo los brazos en cruz. Así que me levanté, hice como que me limpiaba el polvo y extendí mis brazos como si hubiera saltado perfectamente. La clase advirtió en el gesto toda la intencionalidad que yo quería darle y continuó riéndose pero de otra manera, dejaron de reírse de mí para reírse conmigo haciendo comentarios acerca de lo cachondo que era “el Barajas”.
Pero lo más sorprendente es que el “Lute”, que había permanecido impasible hasta ese momento con cara de pocos amigos, no pudo contener la carcajada, me dio un abrazo agarrándome por el cuello y me frotó la mano por encima de la cabeza – allí dónde años después perdería el pelo – y me dijo: ¡eres la hostia Barajas!”. Aquella evaluación me puso un ocho.
El cuerpo del delito, un plinto estándar |
Cuento esta anécdota porque yo no he sido - como podéis comprender por esta historia que os he contado – un gran deportista. Correr, saltar o colgarme no han sido actividades de mi gusto - me han parecido siempre pertenecientes a un estado evolutivo anterior de las personas - a no ser que fuera por una razón de peso como el hecho de introducir un balón esférico en una portería. Y sin embargo, en plena madurez, con sobrepeso, con mil cosas en las que pensar, con decenas de compromisos ineludibles, un deporte me ha atrapado y lo practico desde hace trece años. Este deporte se llama taichi o taichi chuán (3).
El taichi es una de las artes marciales internas chinas (4) y, como arte marcial, todos los movimientos corresponden a defensas y ataques, sólo que, con el tiempo ha ido adquiriendo un cierto sentido – me da un poco de miedo el decirlo por que no se me malinterprete – físico-espiritual.
Físico porque es un ejercicio, un deporte con claros beneficios para la salud. En China, el país de origen del taichi, es un deporte que practican gentes de todas las edades, desde niños a ancianos. Es muy común verles en los parques públicos, en los trabajos, en las azoteas de las casas, en las encrucijadas de las calles haciendo los movimientos de taichi con la armonía, la fluidez y la naturalidad del que ha aprendido su técnica desde muy temprana edad.
El sentido espiritual – aunque podríamos calificarlo también de intelectual - del taichi viene de que constituye una técnica de meditación en movimiento. Cada movimiento requiere de un enorme trabajo de concentración: la posición de los pies y de las rodillas, la colocación de la cadera, el movimiento de las manos y la mirada acompañándolas, la relajación de codos y hombros, el cuello y la respiración acompasada, profunda. Tienes que estar tan pendiente de todos estos elementos que el tiempo no pasa, los problemas no existen, tú eres el único que vive en el Universo conocido. De hecho, cuando se hace el taichi en grupo y te tienes que ajustar al ritmo general de los otros, el taichi para mi pierde parte de su esencia, pues tu respiración no es igual a la de los demás, tu centro de gravedad no está exactamente en el mismo lugar que el de tu vecino y tienes que ceder parte de la satisfacción en aras de la sincronía del grupo, aunque resulta también una actividad reconfortante, aparte de ser un bonito espectáculo.
Lo esencial de la práctica del taichi está representado por las llamadas formas, consistentes en secuencias de movimientos que se siguen unos a otros en una sucesión, que si se hace bien, debe ser fluida; de manera que el observador no distinga cuando termina un movimiento y cuando empieza el siguiente. Las formas representan una lucha contra un adversario imaginario y los movimientos son ejercicios de defensa y ataque.
Los movimientos tienen distintos nombres que nos permiten identificarlos. Los nombres, herederos de la civilización y la filosofía china, son de una belleza poética sin par. Por ejemplo, entre otros muchos tenemos, “la grulla blanca extiende sus alas”, “separar la crin del caballo”, “rechazar al mono”, “acariciar el cielo con manos como nubes” y, mi preferido, “clavar la aguja en el fondo del mar”. Al parecer estos nombres tienen un significado hermético imposible de trasladar a otras lenguas y culturas cuando se traducen del chino.
El taichi no es único, existen multitud de estilos que se han ido formando a lo largo de la historia. Unos son más marciales y otro más suaves, pero todos son taichi. Las formas se identifican generalmente por el número de movimientos de que constan y por la escuela o estilo al que pertenece. Así por ejemplo tenemos la forma de 24 movimientos del estilo Yang, la forma de 18 movimientos de estilo Chen o la forma de 18 movimientos de estilo Wudang.
Existen también formas con arma (5), son especialmente bonitas las formas con abanico y con espada. El lector aceptará sin problemas a la espada como arma, hay abundante tradición histórica en esto de causar daño al prójimo con una espada, ahora bien, el uso del abanico como arma no deja de ser una novedad. En la China antigua los caminos no eran muy seguros y los monjes y otras personas, de natural pacíficas, debían protegerse con aquello que tenían más a mano. Los abanicos de los que hablamos tenían filos de cuchilla en sus varillas, pero tranquilos, los que usamos nosotros no, si no a estas alturas no me quedarían dedos y no estoy dispuesto a sacrificar tanto por la práctica de este deporte.
También existe la modalidad de taichi a dos o “tuishou” en el que ambos practicantes se enfrentan tocándose con sus brazos o manos. En un ciclo continuo, uno de ellos ejerce presión sobre el otro, que cede a esa presión y la neutraliza, para pasar él mismo a continuación a ejercer presión sobre su compañero (6). Es complicado pues no sólo tienes que controlar los movimientos propios sino interpretar los del compañero. Conseguir fluidez y armonía en estos movimientos representa una gran labor de concentración y de conocimiento del otro.
En general todas estas técnicas requieren de mucho tiempo de aprendizaje. El que no tenga paciencia no está muy preparado para la práctica del taichi. La buena noticia es que uno puede aprender lo básico de cada forma, lo que nosotros llamamos “el gran movimiento”, e irse perfeccionando poco a poco. Nunca dejas de perfeccionar, esa es precisamente otra de las cosas que me hacen atractivo este deporte, siempre hay detalles que aprender o mejorar.
A mí personalmente, las formas largas, digamos que a partir de 18 movimientos, me ha costado aproximadamente un año aprenderlas. Las cortas, aproximadamente seis meses. Pero ese es el principio, debes seguir practicándolas para mejorarlas.
Para mí, hay dos principios básicos en el taichi. En primer lugar está la suavidad. La suavidad entendida como la necesidad de moverse de manera natural, relajada, suelta, fluida y con la respiración acompasada al movimiento. Si en el movimiento estiras el cuerpo y los brazos, expiras, si encoges el cuerpo y los brazos, inspiras.
En segundo lugar está conseguir adaptar el taichi a tu cuerpo. Es evidente que todos tenemos unas condiciones físicas diferentes. Unos somos más bien gordos, otros flacos, unos jóvenes, otros no tanto. Yo no puedo bajar tanto como un joven, ni subir la pierna hasta la altura de mi pecho, pero eso no significa que no pueda hacer taichi bien. Es más, si yo, que no puedo, intentara llevar a mi cuerpo a posturas que no me puede dar, entonces no estaría haciendo taichi. El taichi no se ha hecho para sufrir sino para disfrutar. El taichi se ha hecho para conocer tu cuerpo y darte equilibrio, en el sentido físico y ético, no para castigarte con disciplina de acero.
Podría hablaros de la filosofía que rodea al taichi, podría hablaros de lo que medicina tradicional china dice acerca de los beneficios que aporta una buena gestión del “chi” – esa energía cósmica de cultura china que circula por nuestros meridianos, que captamos telúricamente del suelo a través de los pies y del Cosmos a través de la cabeza -, incluso podría hablaros de los beneficios que la práctica de este deporte ha aportado a mis amigos; pero resulta que yo soy occidental, cartesiano, la única energía que conozco se mide en julios y las experiencias de los demás son de ellos, yo no las he vivido, así que ese es un camino que yo no puedo transitar.
Pero lo que si puedo hacer es contaros mi experiencia personal. Practico taichi por las noches, después de una jornada de trabajo y de vida en una ciudad bastante estresante como es Madrid, llego agotado y de mal humor al tatami. Después de hacer varias formas, soy otra persona, como si me acabara de levantar, lleno de energía como si me hubiera tomado un bote de azucarillos y, sobre todo, con la mente libre de runrunes y con un punto de optimismo, que ya es difícil con el carácter más bien pesimista que tengo.
Cuando durante el verano dejo de hacer taichi con asiduidad me vuelven los torticolis, los dolores musculares y las tensiones. Pero sobre todo, hace unos años pasé por un serio problema de salud que me afectó, entre otras muchas cosas a la musculatura. Me hicieron muchas pruebas médicas. Me dijeron que tenía los músculos de las piernas anormalmente desarrollados, que eso me salvaba de quedarme postrado, que qué deporte practicaba, cuando les dije que tan solo hacía taichi me dijeron que sería otra cosa, rugby o fútbol o algo así me dijo la analista, “¿pero me ve usted edad de hacer rugby?”, le contesté. Por cierto que me salvó la medicina occidental, que todo hay que decirlo.
En general hay en nuestra sociedad bastante ignorancia acerca de lo que es el taichi. Hay algunos que directamente no saben lo que es, otros recuerdan una especie de baile lento que hacen los chinos y acompañan el comentario con gestos grotescos - al menos para nosotros los iniciados - que quieren parecerse a los movimientos que alguna vez han visto en algún documental o a algún loco solitario en la playa o en el parque. Por ahí me he encontrado con alguno que piensa que los que practicamos taichi somos una especie de secta, vegetarianos, budistas y no sé cuantos disparates más, y les sorprende que alguien como yo – tan poco dado a lo que ellos consideran extravagancias - se dedique a estos menesteres. Pocos saben que es un arte marcial y tienen una idea que, aunque leve y superficial, sea más o menos exacta de lo que es el taichi.
Esta ignorancia generalizada se produce a pesar de que desde los años ’60 ha habido un florecimiento en Occidente de algunas características culturales que provenían de Oriente. De alguna manera se buscaba en las culturas orientales lo que faltaba en la nuestra, una cierta orientación hacia el interior de nosotros mismos. La cultura occidental, se decía, busca dominar el entorno externo, Oriente nos lleva a buscarnos a nosotros mismos, representa una mirada a nuestro interior, luego hemos visto que también se les da bien esto de dominar el mundo. A esta tendencia no fue ajena el acercamiento a la cultura india de los “Beatles” y del movimiento “hippie”. Y con este acercamiento se empezó a hablar del yoga como medio para alcanzar esos beneficios internos o, al menos, como medio para la relajación ante una civilización que cada vez más exigía soportar unas buenas dosis de estrés.
A este movimiento se añadió una mayor publicidad de cultura china en los ’70. Cierto romanticismo revolucionario que contemplaba con buenos ojos a la revolución maoísta, mezclada con notas de filosofía taoísta que nos llegaban a través de series de televisión como Kung-Fu (7), Frontera Azul (8) – aquella serie japonesa sobre la novela homónima china – o las películas de Bruce Lee y su “be water my friend”. Todo esto nos hizo saber que había una filosofía, una antiquísima sabiduría china, muy lírica pero respetable, y una serie de artes marciales que cultivaban el espíritu y el cuerpo. Este fue el sustrato cultural sobre el que muchos de mi generación nos acercamos a lo chino.
Hoy en día, el tremendo poder político, económico y militar de China, hacen que veamos a todo lo que proviene de allí de otra manera. Todavía entendemos que tienen que mejorar el control de calidad de sus productos, que tienen que distribuir mejor la riqueza – aunque quiénes somos nosotros para dar lecciones -, y que un poquito de democracia no les vendría mal, pero vemos a los chinos de otra manera. Hay más respeto por su cultura milenaria.
En China la gente practica taichi a todas las edades, cuando son jóvenes como complemento a la práctica de artes marciales que exigen de mayor agilidad y fuerza, los mayores lo hacen como técnica medicinal que aporta múltiples beneficios. La práctica del taichi forma parte de su cultura. En España es distinto, es un deporte minoritario, lo suelen practicar personas de edad madura, algunas influenciadas por alguien para resolver algún problema físico, o para evitar el deterioro de las articulaciones, para lo que el taichi es idóneo. En cualquier caso yo se lo recomiendo a todo el mundo, independientemente de la edad, sexo y condición. Es realmente saludable.
A veces pienso que si el “Lute” pudiera verme hacer esos extraños movimientos sinuosos y sínicos, se partiría de la risa y me diría al oído: “Barajas, eres la hostia”.
Juan Carlos Barajas Martínez
Practicante de taichi y sociólogo
Dedicatorias
Al “Lute” dondequiera que esté, por haberme hecho correr, saltar, arrastrarme más allá del mero hecho de seguir a una pelota.
A Presen, mi maestra de taichi - la reina de la armonía de la mano con el pie, el codo con la rodilla y el hombro con la cadera – que me ha enseñado todo lo que sé y sé que me enseñará mucho más todavía en el futuro.
A todos los compañeros del club de taichi Jie-Shao, sobre todo, a mi querido grupo y en especial a Gerardo y María Eugenia, el taichi no sería lo mismo sin compañeros como ellos.
Notas:
(1) Eleuterio Sánchez Rodríguez (El Lute) fue un famoso fugitivo español de los años ’60 y que actualmente es abogado y escritor, después de estudiar derecho en la cárcel. Fue tan famoso que se han hecho películas y canciones sobre él, una de las más conocidas internacionalmente fue la del grupo disco “Boney M”. Mi recuerdo sobre él está unido a una noche de vuelta en el coche a Miraflores de la Sierra con mi familia y en la llamada “Cuesta de los pobres”, una pareja de la Guardia Civil nos detuvo y lo primero que hizo el guardia fue meter la metralleta por la ventanilla del conductor mientras nos apuntaban con sus linternas, nos dieron un susto de muerte, y recuerdo que mi padre se quejó gritando “oiga que somos una familia” y el guardia, avergonzado, decir “es que buscamos al Lute”. Para ampliar información sobre el Lute pulsad aquí.
(2) José Millán Astray fue un militar fundador de la Legión española que fue herido varias veces en combate y tenía varias mutilaciones. Para ampliar información acerca del Millán Astray pulsad aquí.
(3) Como todas las palabras procedentes del chino la palabra taichi tiene muchas transliteraciones al alfabeto latino. Yo he utilizado la forma taichi que es la admitida por el diccionario de la Real Academia. Por cierto, según dicho diccionario, taichi es: “m. tipo de gimnasia china, de movimientos lentos y coordinados, que se hace para conseguir el equilibrio interior y la liberación de energía”. Lo de gimnasia chirría un poco la verdad.
(4) Para saber más sobre las artes marciales internas pulsad aquí
(5) Las armas son: espada recta, sable, vara larga, vara corta, vara de tres metros, el abanico, la lanza y la alabarda china
(6) Las cuatro fuerzas básicas de taichi son peng (la fuerza que sube), lu (la fuerza que desvía), ji (la fuerza que presiona) y an (la fuerza que empuja), las cuatro fuerzas se usan en la práctica del tuishou y alguna o varias están presentes en todos los movimientos de las formas.
(7) La serie de televisión Kung-fu contaba las andanzas de un monje Shaolin por los Estados Unidos en el siglo XIX. Fue una serie tremendamente popular que mezclaba recuerdos en el templo con retazos de filosofía con una acción en tiempo presente en la que el monje tenía que reparar alguna situación y dar algún mamporro. Para ampliar información acerca de esta serie pulsad aquí
(8) La Frontera Azul – ¿quién de mi edad no se acuerda del Liang Shang Po? -, otra serie mítica de los años ’70. Trataba de guerreros invencibles en la antigua china. Inolvidable su comienzo cuando una voz en “off” decía: “no desprecies a la culebra porque no tenga cuernos, quizás se reencarne en dragón”, que no sabíamos muy bien lo que quería decir pero impresionaba un montón. O aquella otra frase genial “los templos tienen las puertas abiertas y están vacíos, las cárceles tienen las puertas cerradas y están llenas”. Para ampliar la información pulsad aquí.
Notas adicionales:
1. Hay múltiples páginas web que hablan de taichi basta con googlear un poco. A mi me gusta aprendetaichi.com
2. Si quieres empezar a practicar taichi yo buscaría un club serio ya que en esta historia hay mucho fraude y mucho aprendiz metido a maestro. El taichi está integrado como deporte asociado en la Federación Española de Judo. Yo buscaría en las páginas web de las federaciones regionales, por lo menos en la de Madrid hay una lista de clubes. Yo pertenezco al club Jie-Shao de Las Rozas.
3. Aunque es un poco discordante con la filosofía del taichi, al menos yo lo veo así, si estás federado puedes acceder a grados o cinturones. Los cinturones en taichi son amarillo, naranja, verde, azul, marrón y negro. Para alcanzar estos grados tienes que dominar diversas técnicas y realizar correctamente distintas formas, evidentemente cada vez más complejas conforme vas avanzando.
4. Se puede competir en taichi, a mi personalmente también me parece un poco discordante con la filosofía de este deporte, pero se puede hacer. Hay diversos campeonatos. Destaca el campeonato de España. La competición consiste en la realización de una forma ante un jurado de árbitros que puntúan la ejecución, la técnica, la armonía, etc.
La forma de 10 movimientos Yang, la más fácil y corta.
(La chica lo hace realmente bien)
El Taichi por Juan Carlos Barajas Martínez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en http://sociologiadivertida.blogspot.com.es/.