El primer título que surgió de mi cabeza para este artículo fue “odio cortésmente a la lengua inglesa”, pero luego me pareció mejor elegir una de esas frases que se repiten en los métodos de aprendizaje estilo “la plume de ma tante” o “yo me llamo Francis Matthews” o “einige kinder werfen einige steine” (1). Y me acordé de la famosa escena de la película de humor de Louis de Funes, “El gendarme en Nueva York” (2), en la que el gendarme da una clase magistral de inglés a sus compañeros de armas, mientras se hallan de viaje en un trasatlántico que les lleva a la célebre metrópoli norteamericana. “Your flowers are beautiful”, “My Taylor is rich” repite para que sus colegas aprendan la esquiva y difícil pronunciación inglesa.
Los protagonistas del filme son franceses, pero la escena podría estar suscrita por españoles, cambie usted a los gendarmes por guardias civiles, al gran actor francés Louis de Funes (3) por el no menos grande José Luis López Vázquez (4) y la situación cómica no variaría ni un ápice.
E iba a llamarle “Odio cortésmente a la lengua inglesa” porque por un lado, aprender una lengua extranjera es un ejercicio muy costoso en esfuerzo personal, tiempo y dinero, y por otro lado, el inglés es la lengua franca por excelencia, es el latín del siglo XXI y es obligatorio conocerla si quieres ser alguien en la vida. Esto la hace odiosa.
El inglés no ha sido siempre la lengua universal, cuando era yo pequeño todavía se enseñaba francés en el colegio. El francés fue la lengua de la “Belle Époque”, de la hostelería y de la gastronomía de lujo, de la diplomacia, de la clase alta que soltaba eso de que hay que ser “comme il faut” o este vestido es muy “chic”. El relevo lo tomó el inglés probablemente por el irresistible ascenso de los Estados Unidos a superpoder mundial unido a la enorme influencia del Imperio Británico y su “Commonwealth” en el comercio y la política internacional. Cómo en España todo llegó tarde, la ola del inglés llegó en los setenta.
Y parece ser que anteriormente, en los tiempos de los tercios, la gente – por esas tierras de Dios - procuraba aprender castellano porque el poder militar y económico lo detentaba aquella monarquía hispánica de los Austria, echada a perder en su propia salsa endogámica. Y, antes aún, con el influjo de la Iglesia en todos los órdenes de la vida y unas lenguas romances sin el prestigio suficiente, era el latín la lengua franca, que ahora sobrevive tan solo en el Vaticano, en la biología y la botánica a la hora de clasificar a los seres vivos y en algún latinajo suelto que queda en el mundo del derecho.
El caso es que parece que siempre hubo una lengua predominante que era interesante conocer si querías medrar y progresar, pero nunca fue tan necesario como lo es actualmente, debido a que vivimos en una sociedad global y quien más y quien menos se ha de batir en aguas internacionales.
Si la cosa sigue así, probablemente tendremos que aprender chino. Menos mal que yo ya voy siendo mayor y no me tocará aprender una lengua tan radicalmente distinta de la mía. Si no puedo con el inglés me imagino que sería mucho peor darle al mandarín.
Personalmente las dos cosas que más me cuestan del inglés son la pronunciación y los “phrasal verbs”. Viniendo de una lengua materna con cinco vocales - a, e, i o, u – pasar a pronunciar las veinte que tiene la lengua inglesa es todo un martirio, nunca llegas a pronunciarlas bien.
Además, cuando te encuentras una nueva palabra, no tienes ni idea de cómo pronunciarla. En español es fácil, se lee como se escribe, más o menos, pero en inglés no tienes ni idea de cómo se pronuncia hasta que no las oído. Pero lo malo es que estoy convencido de que los propios angloparlantes tampoco pueden, estoy persuadido que ante la pronunciación de una palabra de nuevo cuño deben esperar al dictamen de alguna autoridad lingüística – privada por supuesto, ¡estamos hablando de anglosajones! - que indique cual es la manera correcta de hacerlo. Tengo la sospecha de que existe un comité secreto en Oxford o Cambridge y otro probablemente en Estados Unidos, que deciden cómo pronunciar correctamente los nuevos vocablos.
Pero si difícil es pronunciar, entender lo que los nativos dicen es una labor ímproba. Al pronunciar una frase los angloparlantes se comen sílabas que deberían decir, enfatizan unas palabras y otras las medio dicen como yendo de pasada, como si no fueran importantes y, por último, he observado que ponen comas fonéticas donde no hay comas ortográficas en un alarde de mala voluntad.
Cuando hablan contigo, no tienen en cuenta tus dificultades, he visto pocos angloparlantes con la suficiente caridad cristiana como para que, al darse cuenta de que no posees el nivel de inglés del que presumes en tu currículo, hable lentamente y vocalizando. Debe ser cosa de su fe protestante, los católicos no hacemos esto, cuando nos encontramos a un “guiri” preguntando dónde está la plaza de toros hacemos unos considerables esfuerzos para entender sus balbuceos en castellano e incluso levantamos la voz y hacemos grandes aspavientos porque creemos que así nos entenderán mejor. Luego cuando vuelven a casa nos tachan de alegres locos amantes de las corridas de toros.
En cuanto a los “phrasal”, qué decir. Es un ingenioso sistema para inventarse nuevos significados sin inventarse nuevas palabras. Consiste en acompañar un verbo conocido con una preposición que le cambia completamente el significado. “To get”, en su significado más general, es conseguir u obtener pero lo puedes acompañar de todas las preposiciones posibles y consigues decenas de significados diferentes, por ejemplo, “to get away” es hacer una escapada o “to get away with” es salir bien parado o librarse y así hasta el paroxismo. Un galimatías, fácil sólo para los que aprendieron la lengua de bebés, para comunicarte eficazmente mejor búscate la palabra de raíz latina equivalente que hay muchas.
Por otra parte es el inglés una lengua muy onomatopéyica, ¿en qué lengua civilizada “to boo” significa abuchear o “to crash” estrellarse?. Esta propiedad junto con su versatilidad y la capacidad para inventar nuevos significados y nuevas palabras, hacen del inglés una lengua muy dinámica, muy adaptada a los tiempos en que vivimos, buena para el rock’n roll, para los lenguajes de programación o para el intercambio comercial.
El caso es que, al menos para mi generación, el inglés siempre ha sido una asignatura pendiente. Parece que las nuevas cohortes de población están más adaptadas – la generación de españoles más preparada dicen, aunque yo creo que no están preparados para lo que se les viene encima, nadie lo está – pero sigue habiendo grandes lagunas en esto de los idiomas. Una vez viendo “El club de la Comedia” (5) el monologuista aseguraba que existía un “campo de fuerza” en España que impedía que aprendiéramos lenguas extranjeras y que este campo funcionaba en ambos sentidos, es decir, que no sólo impedía a los españoles aprender inglés sino que también impedía que los extranjeros aprendieran español por muchos años que llevaran residiendo entre nosotros, como ejemplos citaba a la Reina Sofía y a Johann Cruyff. No le faltaba mala baba al monologuista. Yo habría añadido que no nos deja muy bien parados el hecho de que nuestros presidentes del Gobierno no hablan idiomas extranjeros desde Felipe Gonzalez, que se defendía en francés.
No sé si tenemos un campo de fuerza antiidiomas pero sí que tenemos un terrible miedo al ridículo que nos atenaza, que nos impide o nos hace muy difícil lanzarnos a hablar aun cuando sepamos bastante inglés como para comunicarnos. Yo lo achaco a esa ética del hidalgo que nos lleva a un especial concepto del amor propio que nos pierde un poquito. Hablé de ello en el artículo “Las tres ideologías básicas del Homo Hispanicus”.
Richard Vaughan, empresario norteamericano afincado en España e impulsor del canal de televisión “Aprende inglés TV”, en su libro “Si quieres, puedes”(6), sitúa al sistema educativo español como principal responsable del atraso español en esto de los idiomas. Para él, el secreto de los países donde sí se palpa un excelente dominio del inglés es sencillo. Su sistema educativo pone énfasis en el tema desde preescolar y vuelca sus esfuerzos en el inglés hablado y auditivo en vez de comenzar por la gramática.
En los últimos años se está realizando un notable esfuerzo en ese sentido pero quizás, por un efecto pendular, a veces me parece que nos estamos pasando. Una vez pregunté qué pensaba acerca del aprendizaje del inglés en las escuelas españolas, al psicólogo y educador mexicano Isauro Blanco, que llevaba ya un tiempo siendo el director del Colegio Balder de Madrid (7) y que ya conocía el panorama educativo español como conocía el mexicano y el norteamericano. Me dijo que había mucha preocupación por parte de los padres pero todavía había poca obligación de aprenderlo en comparación con el caso de México, en el que la presión laboral era muy fuerte debido a la dependencia respecto del vecino de norte.
Para Blanco, la obligación de aprender un idioma es el motor más importante para aprenderlo efectivamente. Cuando alguien se va a vivir al extranjero lo que hace que el aprendizaje del idioma local sea muy rápido es la necesidad de comunicarte. Según Blanco, los españoles todavía estaban en un entorno muy protegido idiomáticamente, en el que la mayoría de las actividades profesionales no exigían el uso del inglés, aunque si era un factor importante que marcaba una diferencia en el mercado laboral. Por lo tanto era cuestión de tiempo que solucionáramos el problema, la propia tozudez de la vida moderna nos iba a llevar a un estado de necesidad al que nos dirigíamos progresivamente.
Aún así, la preocupación de los padres, a la que no es ajena esta frustración generacional de la que hablaba en párrafos anteriores, había impulsado una extraordinaria proliferación de colegios bilingües o la concesión, por parte de los colegios que no lo son, de un gran número de horas dedicadas al inglés en detrimento de otras asignaturas tan básicas como las matemáticas o la lengua. De tal forma que se podría correr el riesgo de convertir, dicho de una manera exagerada, a los colegios en escuelas de angloparlantes con analfabetismo funcional en otras materias. Así que, inglés si, pero no en detrimento de las matemáticas. E inglés si, pero pretender ser bilingüe a veces es una pretensión desmedida, como dice Vaughan, el inglés necesario es el inglés suficiente como para cerrar contratos.
El programa que propone Vaughan para conseguir superar esta asignatura pendiente nacional consistiría en solucionar los siguientes problemas:
- El inglés es una “maría” entre las asignaturas de las carreras universitarias.
- Los profesores de inglés en el sistema educativo no tienen, en general, un buen dominio de la lengua.
- Los medios audiovisuales importados se doblan al castellano.
- El Estado impone un sistema basado en la gramática, no en el lenguaje hablado/auditivo.
- Los universitarios se centran en su carrera, posponiendo el inglés para después.
Esta obsesión por el inglés no queda circunscrita a la educación, abarca a otras áreas de la vida en las que tal obsesión no está tan justificada. El prestigio social de la lengua inglesa queda patente en los nombres de los negocios, en los que el genitivo sajón brilla con luz propia incluso mal aplicado gramaticalmente. “Bed’s” es una tienda de ropa de cama, ¿cuántos bares o discotecas se llaman “Pepe’s o Paco’s”?, ¿cuántas empresas de la trama Gürtel tenían nombres en inglés?, ¿a cuántos productos se le pone nombre inglés?.
Y no sólo los nombres de los negocios, los nombres de los cargos en las empresas están sometidos también a esta moda del inglés. Casi no hay empresas que no pongan en inglés las funciones del su personal, incluso cuando se trata de empresas nacionales sin intereses fuera de España.
Se ven cosas del estilo de “Manager Business Development & Sales”, esta perla es de una empresa de Barcelona, el señor claro está es un comercial; o bien, “Service Manager. Professional Services”, de una empresa de Madrid y todavía no he conseguido saber a qué se dedica, o bien, “Technical Advisor. E-Business Division” de una conocidísima empresa comercial española. Estos son cargos reales, no me los he inventado, los he tomado de las 10 primeras tarjetas de mi tarjetero. Pareciera que si no se escribe el nombre del negocio o el cargo que desempeñas en inglés, el negocio o la persona no son importantes.
Para las tarjetas de visita o firmas en correo electrónico existe una solución elegante si la empresa se mueve en el ámbito internacional. En el caso de las tarjetas es poner el cargo en español en el anverso y su traducción en el reverso, dos tarjetas de visita en una. En el caso del correo electrónico es escribirlo en ambos idiomas usando tipos de letra diferente, por ejemplo, normal en castellano y en cursiva en inglés.
Esta influencia de la lengua inglesa trufa los textos y las conversaciones en castellano de expresiones en inglés, como antaño no había texto legal o filosófico que no fuera trufado de latinajos. Decimos “Hacer jogging” o “Fulanito tiene muy buenos skills” en vez de decir “Corro 10 kilómetros todos los días” o que “Fulanito es muy bueno haciendo tal cosa”. O directamente mezclamos las dos lenguas añadiendo a la palabra castellana la terminación inglesa del gerundio como “puenting” o “gruing” o, lo que dice algún cachondo que conozco, que habla de “tapping” cuando propone irse a tomar unas cañas de cerveza y unas tapas.
En cuanto a texto que a base de meter términos ingleses acaba por perder sentido en español y en inglés basta, a modo de ejemplo, el siguiente, al que no he añadido ni un punto ni una coma, que me llegó la semana pasada por correo electrónico remitido desde una empresa de Madrid: “Cuando la plataforma entre finalmente en producción se solicitarán los cambios mediante ticket porque por parte nuestra la transición ya concluyó y se hizo el handover a Operaciones… aunque no esté 100% viva, no es posible mantener los servers durante meses en Delivery”. Estupendo, no entiendo nada.
Así que hemos de concluir que es muy importante hablar inglés, qué quizás no sea tan importante llegar a ser bilingüe y que si ya has alcanzado una determinada edad llegar a ser bilingüe es una quimera. Que debemos mejorar el sistema educativo sin llegar a caer en la obsesión. Que debemos soltarnos, no debemos dejar que el miedo al ridículo nos atenace y nos condene a la incomunicación. Que debemos respeto a nuestra lengua y, sin fanatismos, no debemos caer en el esnobismo de acudir a la mínima a términos ingleses cuando tenemos palabras en castellano que son perfectamente utilizables. Resumiendo, debemos aprender inglés con naturalidad sin dejar de odiarlo cortésmente.
Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo y... eterno estudiante de inglés
Famosa escena de Louis de Funes y "my tailor is rich"
Notas:
(1) Esta frase en alemán significa: “algunos niños tiran algunas piedras”. Era una frase que oí muchas veces cuando mi hermano estudiaba alemán y conectaba el casete de su método.
(2) “El gendarme en Nueva York” es una película francesa de 1965 protagonizada por Louis de Funes y dirigida por Jean Girault que cuenta las vicisitudes de un grupo de gendarmes franceses que acude a un congreso internacional de policías en la urbe norteamericana.
(3) Louis de Funes (1914-1983) fue un actor cómico francés de origen español con notable vis cómica. Si estas interesado en su biografía haz clic aquí
(4) José Luis López Vázquez (1922-2009) gran actor español que recuerda en alguna de sus películas un estilo parecido al de Luis de Funes. Aunque tiene una notable filmografía y participó en obras de teatro de gran contenido dramático. Si estás interesado en su biografía haz clic aquí
(5) “El club de la Comedia” es un famoso programa de la televisión española cuya fórmula consiste en que varios actores cómicos lanzan un monólogo en un teatro ante el público invitado. Si estás interesado en obtener más información haz clic aquí
(6) “Si quieres puedes”, Richard Vaughan, Editorial LibrosLibres, Madrid 2008.
(7) El Colegio Balder es un colegio privado de Las Rozas, ciudad situada en la zona metropolitana de Madrid al noroeste de la capital. Si estás interesado en obtener más información haz clic aquí.
My tailor is rich por Juan Carlos Barajas Martínez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
Desde pequeños he querido inculcar a mis hijos la importancia e incluso la 'obligatoriedad' de tener un buen nivel de inglés. Precisamente esta misma semana la Generalitat anunciaba que los estudiantes que empiecen una carrera el año que viene deberán acreditar un título a nivel del first certificate en inglés o equivalente de otra lengua para poderse graduar. Un paso adelante para evitar que los universitarios dejen el tema de los idiomas 'para después'.
ResponderEliminarPues sí Carles es un paso adelante q debería imitarse en otras partes de España. Si, ambos pertenecemos al grupo de padres preocupados pero no fanatizados con esto del inglés. Además, ventaja que me llevas, eres lector de libros y espectador de pelis en inglés, yo sigo siendo tributario de la traducción y del doblaje. Ahora que lo pienso, de la misma manera que he leído bastantes libros en francés, nunca he leído un libro en inglés, más allá de esas adaptaciones edulcoradas hechas para estudiantes. Así me luce el pelo (el poco que me queda). Ahora bien, estoy trabajando para que esto no les pase a mis hijos.
ResponderEliminarMuchas gracias por leerme amigo!
Jajaja
ResponderEliminarBien te ha quedao, oyes.
Qué manera elegante de ridiculizar las tonterías que se hacen, por hablar la lengua universal cuando no es necesario (que es la mayor parte de las veces)
Maquilón
Una vez más el análisis de tus vivencias personales, trasladado a esta plataforma de opinión, refleja una gran coincidecia con las mía, tanto en el pasado como en el presente. Por lo que vuelvo a ser repetitivo en mi valoración. Esto lo he vivido yo.
ResponderEliminarEn tu caso hay cierta disculpa, estudiaste francés en el cole. Yo, sin embargo, aprobaba inglés. Lo que no quiere decir que lo supiera ya que como bien indicas en tu articulo, gramática... un huevo, pero lo que se dice habla el idioma... una mierda.
Gracias una vez más por tu puntería, pues también coincido contigo en la valoración de los nuevos pijos empresariales respecto a la inclusión continuada de términos en inglés, más o menos apropiados, a pesar de la existencia de los propios de nuestra lengua madre.
Un abrazo.
Juan cho
Pues si estudié francés desde párvulos. Pero como era una época en que unos colegios daban inglés y otros francés, cambié de colgeio y 1º y 2º de bachiller di inglés, volví a cambiar de cole y de 3º a 6º di francés. Un auténtico via crucis. Menos mal que el francés era como una segunda lengua en casa, excepto mi madre todos lo hablábamos, por eso no salí con mal nivel.
EliminarY lo que tu dices, gramática por un tubo.
Un abrazo muy grande Juan Cho.
Lástima que el Esperanto tuviese un mal marketing y que el approaching a la sociedad no triunfara!!!
ResponderEliminar;-)
Caray Borja cuanto tiempo!. Bueno si, el tema es que el esperanto no me parece mejor que el inglés. Para nosotros sería más fácil el español directamente, o en su defecto interlingua.
ResponderEliminarDe todas formas ya veo que no usas anglicismos en tus comentarios, jajaja.
Muchas gracias por leer mis artículos.
Yo estudié francés en el bachillerato, al final se me olvidó si es que llegué a dominarlo. Yo creo que no. Me acuerdo que mis libros eran de la editorial Mangold o algo parecido y todavía conservo muy dañado un diccionario de francés que tenía en la portada a la torre Eiffel. El inglés nunca llegue a estudiarlo y tampoco lo necesité, y a mis años no creo que ya lo vaya a necesitar, pero ahora la cosa ha cambiado, no puedo imaginarme que futuro le aguarda a un joven que no tenga nociones de inglés.
ResponderEliminarAnselmo
Yo también tuve libros de mangold, eran de mi hermano. Yo estudié con libros audiovisuales de la editorial SGEL, "je pense que nous sommes perdus" repetíamos hasta la saciedad, jajaja. Y en cuanto al Diccionario de la Torre Eiffel estaba en todas las casas, era como la gitana de encima del televisor. En fin, una abrazo muy fuerte Anselmo y gracias por leerme.
ResponderEliminarAmigo, un saludo desde Nueva York, donde también se te lee y donde se puede vivir o sobrevivir (no confundir con trabajar) solo con nuestro español. Un abrazo. Jesús
ResponderEliminarJesús muchas gracias por tu comentario y, desde luego, no es lo mismo sobrevivir que trabajar, como nO es lo mismo pedir un filete en un restaurante que cerrar un contrato en una empresa.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte
PD
¿QUe tal la estratosfera en Nueva YOrk? ¿Tan polucionada como en Madrid?
Excelente artículo
ResponderEliminarMuchas gracias por tu opinión
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