Un peuple n’existe
que par le sentiment qu’il a son existence. Il y a trois cents millions de
chinois ; mais ils ne le savent pas. Tant qu’ils ne seront pas comptés ils
ne compteront pas.
Anatole France (Sur la pierre blanche)1
Llevaba casi dos semanas trabajando en
Caracas, estaba cansado y echaba de menos a mi novia, a mi casa y a mi Madrid.
Me había recogido en el hotel muy pronto, me había despedido de mis compañeros
después de cenar y me había ido a mi habitación mientras ellos iban camino del
bar a ver a una camarera que, aparte de ser una auténtica belleza caribeña,
hacía unos cubalibres memorables.
Nada más entrar en la habitación encendí la
televisión para que me hiciera compañía. Me dí un baño y me puse el pijama sin
prestar atención a la pantalla pero, de repente, fijé la mirada en la tele,
algo me llamaba poderosamente la atención, una columna de tanques enormes
quedaba detenida por un ciudadano chino. Recuerdo que aquel hombre llevaba una
bolsa en cada mano que no soltó en ningún momento, daba la espalda a la cámara,
no había nada de violencia en su actitud sólo firmeza. El carro de combate giró
a derecha y a izquierda para pasar por el lado del ciudadano, pero aquel
valiente se volvía a poner delante del tanque impidiéndole el paso. No conforme
con ello, acabó por subirse al tanque y, aparentemente, se dirigió al tanquista
por la tronera, supongo que para convencerle de que no obedeciera las órdenes y
no reprimiera a su pueblo. Todo esto ocurría en junio de 1989 durante la
revuelta de la plaza de Tiananmen.
En aquel momento me dí cuenta de que estaba
asistiendo a una de las imágenes del siglo XX y que no sería la última vez que
iba a verla. Aquel ciudadano chino representaba a un pueblo resistente, era en
sí mismo un símbolo de libertad, de valor, de firmeza.
Nunca se llegó a saber quién era aquel
hombre, se le llamó el rebelde desconocido. Fue fotografiado y filmado al menos
por tres periodistas occidentales desde un hotel cercano en la “Gran Avenida de
la Paz Eterna ”
a 200 metros
de la plaza. En pocas horas las imágenes dieron la vuelta al mundo y llegaron a
Caracas, en donde, a aquel joven que entonces era yo se le quedaron grabadas en
la retina y en la memoria. Aquellas imágenes quedarán siempre indisolublemente unidas a los acontecimientos
de Tiananmen. Unos días después la revuelta fue reprimida y se perdió la única
oportunidad de democratización que ha habido en China hasta el momento. ¡Qué
bien le habría venido al pueblo chino!, y por extensión, a todos los demás
pueblos de la Tierra.
Pasados unos meses, en noviembre de 1989,
cayó el Muro de Berlín. Con él cayeron, como fichas de dominó, todos los
regímenes comunistas europeos incluyendo la casa matriz del invento, la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas. Con ello se nos apareció el capitalismo como sistema
triunfante y único posible para todos los pueblos de la Tierra y, los Estados
Unidos, como único superpoder sobre el planeta. Aunque algún listillo dijo que
era el fin de la historia, lo que realmente pasaba es que comenzaba la era del
pensamiento único.
Los dirigentes chinos debieron pensar eso
porque se abandonaron a la molicie del capitalismo salvaje manteniendo el
gobierno del Partido Comunista Chino, lo que es todo un ejercicio de
malabarismo político2, de tal forma que en teoría
es la patria de los trabajadores y en la práctica hacen las delicias de los más
rancios teóricos del liberalismo del “laissez faire, laissez passer”.
Durante los años ´80 se había declarado una
lucha sorda en la cúpula del Partido Comunista Chino entre los llamados
“conservadores”, que querían mantener el espíritu maoísta, y los liberales,
partidarios de una liberalización económica. El equilibrio entre ambas
tendencias se rompió a favor de los “liberales” gracias a la revuelta de
Tiananmen y a los procesos de democratización en la Europa del Este. Los
dirigentes chinos decidieron que no les iba a pasar lo mismo que a sus colegas
europeos. No habría un Ceaucescu en China.
Cuatro años después, mi mujer y yo, andábamos
pensando en tener familia. Decidimos hacer un gran viaje pues sabíamos que con
un bebé, los grandes viajes por el mundo se acababan. Yo era partidario de un
viaje en plan “road movie-route 66-Jack Kerouac” por Estados Unidos, mi mujer
quería un viaje a China. Como en nuestro hogar suelo tomar yo las decisiones
importantes, acabamos en China.
Y no me arrepentí pues fue un viaje
maravilloso. Visitamos la plaza de Tiananmen y la aledaña Ciudad Prohibida,
pude pasear por la Avenida
de la Paz Eterna
en dónde el rebelde desconocido protagonizó su gesta y les hicimos a las guías
las correspondientes preguntas sobre la revuelta que fueron oportunamente
dejadas sin contestación. Visitamos la Gran Muralla , en donde – ante la magnitud de la
obra - no pude evitar pensar en el trabajo esclavo de generaciones de obreros y
nos quedamos extasiados delante del ejército fantasma de los soldados de
terracota. Anduvimos por las calles de Xian, de Luoyang, de Nanking, de Suzhou,
y llegamos a Hangzhou.
Situada a 180 Km al sur de Shanghai,
Hangzhou es una preciosa ciudad a orillas de un lago maravilloso al que van a
dar viejas colinas cultivadas, casi en su totalidad de plantas del té verde. Es
una localidad turística, el sitio preferido de las parejas chinas para sus
viajes de luna de miel. Tiene también balnearios, aunque no estoy seguro de que
sea la palabra justa, son balnearios al estilo chino, no esos edificios
decimonónicos de aguas termales que tanto gustan en Europa. Y tienen
laboratorios farmacéuticos, aunque tampoco estoy seguro de que lo sean al
estilo occidental, de farmacia tradicional china.
En aquella época se estilaba mucho llevar a
los grupos de turistas, convenientemente escoltados por dos guías oficiales de
la única agencia de viajes china - de propiedad estatal por supuesto -, a
visitar fábricas en las que comprobar el altísimo nivel de calidad de la
producción del país. Dicho de otra manera, nos chupamos como diez u once
fábricas durante el viaje. Supongo que hoy en día la cosa será diferente.
Así que el segundo día de estancia en
Hangzhou, ya tarde, nos llevaron a uno de esos laboratorios, ya no recuerdo el
nombre pero el guía nos dijo que era también un balneario, adónde había ido el
presidente Nixon a tomar unas aguas. Me temo que no le creí, era el decimoctavo
día de viaje y había oído muchas leyendas y cuentos chinos, mi grado personal
de credulidad estaba bajo mínimos.
Nos sentaron cómodamente en una especie de
aula, un señor – que nos hacía múltiples reverencias orientales– empezó a
explicarnos las virtudes de sus medicamentos mientras nuestro guía hacía una
traducción simultánea. Dormitábamos todos entre la pomada del tigre y el
bálsamo del dragón, cuando el orador se puso a hablar del producto estrella de
su laboratorio, una pomada maravillosa que curaba de manera instantánea las
quemaduras. Al parecer aquel bálsamo de Fierabrás, si te lo aplicabas
inmediatamente después de quemarte tenía un efecto anestésico, evitaba la
creación de ampollas y permitía una rápida regeneración de la piel. Y como para
muestra vale un botón, él iba a proceder a quemarse a continuación, luego se
aplicaría la pomada y todos podríamos comprobar los resultados.
Creo que todos nos despertamos de golpe.
Diversas voces dijeron que no hacía falta que nos lo creíamos. El señor hizo
una reverencia, nos dio las gracias, que los españoles éramos muy amables pero
que era su obligación y tenía que quemarse. Yo le dije que de quemarse nada, al
menos, siendo nosotros la excusa, que si pretendía vendernos era el peor de los
caminos. Volvió a hacer la reverencia y repitió los mismos argumentos, algo que
los chinos hacían entonces – no sé ahora – cuando hacías preguntas incómodas o
les llevabas la contraria. En un momento dado, un compañero que se sentía
estafado por el guía en el cambio de moneda, argumentó que aceptaba la
quemadura si se la hacía éste en vez del representante del laboratorio. El guía
se puso lívido, sólo acertaba a decir: “yo no, yo no”. Una señora muy sensata
le dijo que nos diera unas muestras, que una vez en España, si por accidente
nos quemábamos y usábamos su pomada y daba tan buenos resultados como decía,
podía dejar de preocuparse que removeríamos el cielo y la tierra para conseguir
su bálsamo. Tampoco este razonamiento era válido para él. Al final, después de
unos minutos de discusión que iba tomando cada vez un carácter más violento – a
mi me pareció por un momento que le íbamos a librar de la quemadura pero a cambio
de darle una paliza -, tuvimos que ponernos farrucos e irnos. Esperamos en el
autobús al confuso guía que discutía con varios miembros del personal del
laboratorio en la puerta del edificio.
Ya en marcha, le pregunté al guía si hacían
siempre este numerito. El me dijo que sí y que otros grupos no eran tan
combativos como nosotros, que era la primera vez que un grupo impedía que un
empleado se quemara. Tampoco me lo creí, aquel hombre me parecía un poco
farsante.
Aquel mártir, o cuasi mártir pues impedimos
su sacrificio, me ha parecido siempre una metáfora sobre el dumping social en
China. ¿Qué trabajador en España estaría dispuesto a hacerse una quemadura de
manera consciente con el fin de promocionar un producto?. Contra esa
disposición no podemos competir…… gracias a Dios.
Esa es precisamente la ventaja esencial de
China para ser competitiva. Tener un ejército de reserva de trabajadores3 que aceptan condiciones infrahumanas4, sueldos bajos, horarios esclavizantes. Aceptan
quemarse para vender pomadas porque saben que si no lo hacen vendrá otro de la
reserva a ocupar su puesto que si aceptará. Y si no habrá otro y otro, son
1.300 millones de habitantes.
Lo barato de la mano de obra, la difusión de la
tecnología que hoy llega a cualquier parte del mundo, el ahorro en los costes
de la calidad, no tener en cuenta para nada el medio ambiente hace que los
costes de producción sean muy bajos y que el producto chino sea muy asequible.
La economía global pone el resto, las redes de comunicaciones, la reducción de
aranceles, etc. Cuentan además con una gran red distribución con miles de
tiendas alrededor del mundo. Y una vez se han capitalizado, han entrado en el
mundo financiero con sus fondos soberanos y privados y con la compra de deuda
pública de Estados Unidos y de otros países occidentales entre los cuales nos
encontramos.
China ha crecido en PIB una media de un 10%
en los últimos 20 años, pero este crecimiento no ha venido acompañado de una
distribución de la renta que atajara la desigualdad social de la que fui
testigo hace 18 años, a pesar de que los dirigentes chinos han reconocido el
problema y llevan varios años elaborando planes de redistribución.
Es más, en un mundo globalizado, hay un
efecto bumerán y esta situación muy probablemente sea en parte responsable de
la pérdida de bienestar en los países occidentales, cuyas clases trabajadoras y
sus clases medias han sufrido recortes en los salarios, en sus sanidades y
servicios públicos en aras de conseguir una mayor competitividad.
¿Cómo resolver el problema?. ¡Ay amigo ahí
está lo difícil!. Supongo que habría que empezar por someter el comercio
internacional a los principios del comercio justo, como son, entre otros, el
rechazo a la explotación infantil, la igualdad entre hombres y mujeres, el
trabajo con dignidad y respeto a los derechos humanos, precio acorde con unas
condiciones de vida dignas para los trabajadores, preocupación por el medio
ambiente y control de calidad. Puede que perdiéramos esas gangas que
encontramos en las tiendas chinas pero al final me da la sensación de que
ganaríamos todos. Ellos y nosotros.
Pero no me hago ilusiones. Habrá que esperar
a que los propios chinos – recuperando el espíritu del rebelde desconocido y
rechazando el valor servil del mártir de Hangzhou - digan: ¿quemarme yo?, ¡cómo
no se queme tu padre!. Si no, acabaremos quemándonos nosotros.
Notas:
1 Traducción de
la cita de Anatole France: Un pueblo no existe más que por el sentimiento que
tiene de su propia existencia. Hay trescientos millones de chinos, pero no lo
saben. Mientras no se cuenten, no contarán.
2 En Nanking tuvimos como guía a un profesor de
español de la universidad de esa ciudad. El profesor se nos ofreció a contestar
todas las preguntas que quisiéramos formularle. Yo le hice dos. La primera
sobre cómo había vivido él la Revolución
Cultural y nos hizo una descripción de un período de
auténtico terror. La segunda pregunta que le hice está más relacionada con el
tema del artículo, le dije que si no consideraba que era una contradicción un
sistema económico capitalista con un gobierno comunista en un régimen de
partido único. Por toda respuesta me dijo que los occidentales pensamos que
sólo nuestras formas de gobierno son válidas y que no dejamos a las demás
culturas de la tierra buscar sus propias vías. Aún estando de acuerdo en que
somos eurocentristas, no contestó en realidad a la pregunta.
3 Carlos Marx
acuñó el término “ejército industrial de reserva” si quieres más información
puedes mirar aquí
4 Tuvimos otro
ejemplo de esto en la visita a otra fábrica. Estaba en las cercanías de Pekín y
se dedicaba a la fabricación de seda. Pudimos observar, pues te lo enseñaban
sin ningún recato, como las operarias cogían puñados de capullos de seda, los
metían con sus manos en una cubeta a 80º centígrados, pasado un rato los sacaban
y los metían en otra cubeta a 40º, los dejaban un rato y los metían en una
cubeta de agua fría. Aquella fábrica era sobrecogedora, eran cientos de
operarias en unas naves enormes y se dedicaban toda la jornada laboral a hacer
esto sin guantes, sin ningún tipo de protección. Le pregunté a la guía si no
caían enfermas y, por una vez me contestó sinceramente a una pregunta incómoda,
me dijo – con la mirada perdida en el vacío – que a los cuarenta años todas
estaban enfermas de algún tipo de reumatismo.
Enlaces interesantes:
Vídeo del rebelde desconocido
Sobre el rebelde desconocido
Sobre la revuelta de Tiananmen
Sobre el crecimiento de la
economía china
Sobre China como potencia
emergente
Sobre Hangzhou
El rebelde desconocido, el mártir de Hangzhou y la emergencia de China por Juan Carlos Barajas Martínez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
Basada en una obra en sociologiadivertida.blogspot.com.
Interesantísimo....creo que a día de hoy la explotación laboral en China sigue existiendo
ResponderEliminarNo dispongo del programa necesario, pero estoy seguro de que las bolsas del "paratanques" son del Corte Inglés.
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