Podría yo presumir desde estas líneas y decir
que de joven ligué mucho, que era un conquistador, un Giacomo Casanova o un
Porfirio Rubirosa o un Rodolfo Valentino del barrio de Hortaleza. Pero da la
casualidad de que algún que otro lector me conoce de aquella época y la gente
es muy suya, muy poco considerada con las presunciones e imaginaciones de los
demás. Seguro que recibiría correos electrónicos, cartas o llamadas de teléfono,
cuando no comentarios en este mismo blog, diciéndome que ligaba menos que los
gases nobles – ya sabéis que éstos, con ocho electrones en la última capa, son
muy poco proclives a combinarse con elementos de menor valencia -, quién sabe
si me dirían que los que ligaban de verdad eran ellos y que yo tenía la tarjeta
de baile prácticamente vacía. Y, sin embargo, escribo estas líneas el día de
vigésimo primer aniversario de boda. Al final, el de la tarjeta vacía, se llevó
a casa a la más guapa del baile. Al menos para mí lo es.
El caso es que, en este día tan importante
para mí, me he acordado de un modelo sociológico que viene muy al pelo de la
ocasión, se trata del enfoque del mercado matrimonial. Según este enfoque, en
el ayuntamiento carnal entre hombres y mujeres cabrían dos mercados, en el más clásico
de los sentidos, el de un espacio abierto en el que ofertantes y demandantes
intercambian un producto que, en este caso - por mor de la educación católica
que he recibido – no me atrevo a identificar claramente.
En primer lugar, está el mercado puramente
sexual en el que los hombres concentran sus demandas, sobre todo en los años
jóvenes, en los que la apostura y el vigor juvenil, les empuja irremisiblemente
a la búsqueda de muchachas con las que apaciguar sus apetitos. Así que el dicho
que dicen las madres de que “todos los hombres buscan lo mismo” no va muy
desencaminado. El coste del sexo para ellos es casi nulo mientras que las
mujeres corren un gran riesgo que consiste en que si las cosas vienen mal dadas
pueden encontrarse con la eventualidad de tener que mantener un hijo solas.
En las últimas décadas se han desarrollado
los métodos anticonceptivos y ha permitido que un nutrido grupo de mujeres se
incorporen sin complejos a este mercado, aunque siempre hay un riesgo residual
pues dichos métodos no garantizan su efectividad al 100%. Esto ha relajado las
costumbres y la dureza con la que tradicionalmente se han juzgado en nuestra
sociedad este comportamiento en las mujeres, antes, mientras los hombres eran
unos conquistadores, el calificativo para las mujeres era mucho menos
edificante. En mis tiempos jóvenes, en el mejor de los casos, las llamábamos
“liberadas” o, más vulgarmente, “esta se deja”. Evidentemente teníamos muy poca
sensibilidad.
Sin embargo, la bajada en la edad en la que
los jóvenes comienzan a tener relaciones y la falta de información que acompaña
este juvenil esparcimiento ha hecho que aumenten los embarazos indeseados.
Parece mentira que con todo lo que se habla hoy de sexo haya personas tan poco
informadas en aspectos tan esenciales. La verdad es que el análisis de este
asunto concreto merece un artículo aparte.
El otro mercado es el matrimonial, en el que
los hombres son minoría porque el coste de sus relaciones sexuales aumenta
mucho al tener que responsabilizarse de ayudar a la mujer y a los hijos. Los
hombres tratarían de atraer a las mujeres al primer mercado, y las mujeres
prefieren concentrar sus demandas en el segundo. Pero lo cierto es que, a
partir de cierta edad, los hombres también sienten la llamada para alcanzar una
situación sentimental estable, “sentar la cabeza”, se suele decir.
Por tanto, podríamos definir el mercado
matrimonial como el lugar teórico de encuentro del conjunto de hombres y
mujeres que en un momento dado están dispuestos a constituir legalmente una
pareja.
Se trata de un mercado con una alta
inelasticidad en la oferta y en la demanda. Dando un ejemplo un poco chusco, un
mercado es elástico si los bienes que se intercambian no tienen sustitutos
cercanos, el mercado de la mantequilla es elástico pues siempre podemos
sustituirla por la margarina, el de la gasolina es inelástico porque los coches
no funcionan con mermelada sino precisamente con gasolina. En el caso del
mercado matrimonial también es muy difícil encontrar bienes sustitutivos, no
creo que sirvan para este menester ni las muñecas ni los muñecos hinchables, ya
que tienen muy poca conversación, muy importante en el matrimonio.
La carestía en este mercado se produce por
razones demográficas. Los efectivos de hombres y mujeres en un momento dado son
el producto de los niveles de natalidad correspondientes a décadas anteriores,
por tanto, son difícilmente modificables. Situaciones, como la segunda guerra
mundial o nuestra guerra civil, pueden alterar el equilibrio en el mercado
matrimonial años después, como de hecho ocurrió. Hay dos razones para ello, la
alta mortalidad masculina en edad joven y, sobre todo, que la natalidad
desciende bruscamente en tiempos de guerra y no hay recambio generacional.
El desequilibrio entre hombres y mujeres se
puede regular mediante tres mecanismos de ajuste interno: la poligamia - que en
nuestra sociedad está muy mal vista y por lo tanto puede regular el mercado
matrimonial en otras latitudes pero aquí no -, la diferencia de edad en el
matrimonio y la exclusión del mercado por soltería definitiva, es decir,
quedarse para vestir santos.
Así que una diferencia apreciable en el
número de mujeres y hombres que concursan el mercado matrimonial puede tener
consecuencias muy curiosas, la primera, es que la edad en la que el sexo
deficitario contrae matrimonio se reduce
y, como es lógico, la edad del sexo excedentario aumenta. Otra consecuencia
curiosa es que la incidencia de la soltería definitiva en el sexo deficitario
se reduce, mientras que en el sexo excedentario aumenta. Se produce también un
aumento de la propensión a las segundas y ulteriores nupcias para el sexo
deficitario y una disminución de dicha tendencia para el sexo excedentario. Y,
por último, otro fenómeno que se ha detectado en estas ocasiones de desequilibrio,
es la tendencia a la sobreinmigración del sexo deficitario y la
sobreemigración del sexo excedentario. El ejemplo más ilustrativo que se me
ocurre de sobreinmigración femenina, es el célebre y celebrado caso de las
“caravanas de mujeres”.
El mercado matrimonial español se
ha caracterizado por un excedente estructural de mujeres por varios motivos:
por haber seguido el número de nacimientos una trayectoria creciente o estable,
por sobremortalidad masculina y por sobreemigración masculina. Y esto se ha manifestado en que la diferencia
media de edad entre hombres y mujeres en España durante el siglo XX ha sido de
3 años. Lo curioso de esto es que la propia sociedad crea mecanismos culturales
de apoyo a esta situación, he oído muchas veces valorar positivamente a las
parejas en las que el marido era mayor que la mujer y, en ocasiones, hacer
algún comentario negativo o mostrar extrañeza cuando sucedía lo contrario.
Este enfoque es más serio de lo que he dado a
entender aquí, he pretendido hacerlo más ameno, resaltar sus apartados más
curiosos, pero, las ironías y los chascarrillos son míos no de los autores,
¡qué le vamos a hacer!, el artículo me ha salido así.
Sólo un apunte final, volviendo a las
referencias autobiográficas con las que comencé, una de las mejores cosas que
he hecho en mi vida, si no la mejor, fue participar en el mercado matrimonial y
contraer matrimonio con mi mujer ahora hace 21 años.
Juan Carlos Barajas Martínez
Bibliografía:
Estrategias Familiares, Luis Garrido y
Enrique Gil Calvo, Alianza Editorial, Madrid 1993
Principios de Economía, N. Gregory Mankiew,
McGraw-Hill, Madrid 1999
Nota: la imagen del principio es un programa
de ordenador escrito en lenguaje Perl que escribe “be mine forever”.
El mercado matrimonial por Juan Carlos Barajas Martínez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
Basada en una obra en sociologiadivertida.blogspot.com.
Hombre Juan Carlos, Enhorabuena y felicidades,
ResponderEliminarEnhorabuena, poque llevar 21 años compartiendo la vida con la misma persona es todo un éxito y felicidades porque me parece que ha sido placentera.
Saludos.
De una correccion politica dificil de superar.
ResponderEliminarSe podria agregar que el mercado 1 tiene difíciles barreras de entrada y el 2 dificiles barreras de salida no?
Muy bueno
Saludos
¡ Enhorabuena, Juan Carlos !porque llevar 20 años felizmente casado en estos tiempos inciertos es todo un récord. Leyendo tu ameno artículo pienso que ahora las cosas han caminado mucho y cada vez más las mujeres optan por salirse de los esquemas tradicionales y buscar nuevas vías a menudo fuera del matrimonio.
ResponderEliminarUn abrazo