Malditos docu |
Este artículo forma parte de un "aprendiz de libro", qué llamé provisionalmente "¡También hay vida en el planeta Burocracia", que espera en el cajón de mi escritorio a que tenga tiempo y pueda completarlo y corregirlo, a ver si me puedo jubilar pronto.
En él describo treinta y cinco leyes de funcionamiento de las organizaciones burocráticas basadas en mi experiencia y observación durante 30 años de trabajo en este tipo de organizaciones. Están escritas con humor, utilizando un lenguaje prestado de las ciencias físicas y matemáticas, poniendo -para cada ley - un enunciado y una justificación que no demostración porque, al fin y a la postre, ni es física ni son matemáticas.
En él describo treinta y cinco leyes de funcionamiento de las organizaciones burocráticas basadas en mi experiencia y observación durante 30 años de trabajo en este tipo de organizaciones. Están escritas con humor, utilizando un lenguaje prestado de las ciencias físicas y matemáticas, poniendo -para cada ley - un enunciado y una justificación que no demostración porque, al fin y a la postre, ni es física ni son matemáticas.
Empleado perfectamente burocrático
Por empleado perfectamente
burocrático entendemos aquel empleado cuyo fin no es trabajar con eficacia y,
ni mucho menos, con eficiencia sino que busca – en cada una de sus acciones –
la vía más burocrática posible. Por poner un ejemplo que aclare está
definición, un empleado eficaz trataría de resolver problemas, el perfectamente
burocrático exigiría algún tipo de solicitud oficial y abriría algún tipo de
expediente antes de empezar a resolver nada.
Otra cosa que hay que tener en
cuenta es que el término “perfectamente” aquí no se refiere al sustantivo
“empleado” sino a “burocrático”. De manera que este tipo unas veces es eficaz y
otras veces ineficaz, depende de si en el caso concreto de que se trate, la
forma burocrática de actuar es eficaz o no. Es decir, si el asunto a resolver
requiere de expedientes y un procedimiento administrativo casi con toda seguridad
este empleado lo hará bien, en cambio, si se requiere de imaginación, saltarse
un paso para ahorrar tiempo o usar la cabeza para solucionar algo fuera de
normas y leyes, lo más normal es que sea incapaz de llevarlo a cabo.
No hay que confundir al empleado
perfectamente burocrático con el empleado vago. En realidad este tipo de
empleado trabaja, y mucho, a favor de métodos y técnicas burocráticas. En
muchos casos, sus procedimientos no serán los más eficientes, pero seguro que
serán los procedimientos escritos, los procedimientos de manual. En cambio el
empleado vago intentará escaquearse por todos los medios y pondrá toda su
inteligencia al servicio de trabajar lo menos posible deslizándose por el filo
del despido con una soltura que a veces raya en el arte.
Y finalmente, el empleado
perfectamente burocrático no existe en la realidad, se trata de una figura de
tipo ideal, un modelo inalcanzable que sirve como herramienta para identificar
un tipo de comportamiento que sí se da en la realidad pero nunca de forma
perfecta. Ya sabemos que no hay nada perfecto, ni lo perfectamente bueno ni lo
perfectamente malo, sino grados de perfección.
Ley
del archivo de los documentos o de los documentos malditos
Enunciado
La probabilidad de encontrar un documento en un archivo es función
inversa de la necesidad de recuperar dicho documento. Es decir, a mayor
necesidad menor probabilidad de encontrarlo.
Justificación:
Mi experiencia me indica que en
toda organización burocrática hay documentos importantes que desaparecen y no
vuelven a aparecer jamás y, otros más afortunados, que desaparecen
temporalmente pero que no están cuando lo necesitas.
En sistemas de distribución
manual de documentos existe un tiempo en el que todos los documentos están
desaparecidos, es el tiempo que se emplea desde que se sacan del archivo hasta
que llegan a la mesa del empleado que los ha pedido. Durante ese tiempo están
en las estanterías en las que se depositan cuando el archivero lo deja en la
bandeja de salida, están en los carritos en los que los ordenanzas suben la
documentación desde el archivo a la estantería de documentos de la planta,
permanecen en la estantería hasta que el ordenanza de la planta los recoge y
los distribuye por las mesas de los empleados que han solicitado los
documentos.
En todo ese tiempo, el documento
ha podido ir a la planta equivocada, después regresar al archivo devuelto por
un empleado que no lo había pedido. Ha podido ir a la mesa equivocada de la
misma planta, si el empleado es “amiguete” lo voceará por el departamento,
“¿alguien ha pedido esto?”, si el empleado es perfectamente burocrático lo
devolverá al archivo.
Cuando, ante una urgencia,
necesitas un expediente llamas al
archivo, y si te dicen “lo pidió Fulano”, comienza la llamada “ruta del expediente”.
Preguntas a Fulano y Fulano dice que lo tuvo pero que se lo pasó a Mengano,
llegas a Mengano y te dice que lo devolvió anteayer, vuelves a preguntar al
archivo y te dicen que todavía no ha llegado y preguntas a los dos o tres
ordenanzas implicados en el suceso y consigues localizarlo en el carrito de uno
de ellos. O te contestan simplemente, está en la mesa del director general, que
casi es peor que si se hubiera perdido porque a ver quien es el guapo que se lo
quita al jefazo.
Y luego está el caso de los expedientes
o documentos que nunca vuelven a aparecer. Debe haber un lugar en el Universo
al que han ido a parar estos documentos, una especie de agujero negro
insondable que los atrae fatalmente. Son los documentos malditos.
Con los sistemas informáticos se
reduce a mínimos el tiempo de espera, se cuenta con recursos
de red que los almacenan e imágenes de los documentos y sistemas de
recuperación mucho más eficientes. Pero los desaparecidos siguen existiendo
aunque sea en menor grado. La mayor parte de las veces esto se debe a la
impericia de los empleados que borran lo que no debían borrar o no salvan
cuando debían salvar o que lo copian vaya usted a saber dónde. Pero también hay caídas de los sistemas, desorganización
de los índices de las bases de datos y otros accidentes informáticos.
Y lo que dice la ley, basta que
necesites perentoriamente un documento para que te encuentres con dificultades
para encontrarlo.
¿Y las víctimas?, me acuerdo de
una señora que necesitaba un certificado que le permitiría demostrar una
actividad realizada en los años ’60 y que no fue posible hacerlo porque no se
encontró ningún papel que lo justificara. O de una empresa que perdió un pleito
millonario porque no se encontró el documento que justificaba la aceptación del
cliente. Y muchas, muchas más situaciones.
Ley
de los malditos documentos
Enunciado
Si estás a punto de tirar a la basura un documento y por
sentimentalismo absurdo lo guardas,
jamás te librarás de él.
Justificación:
A veces me he encontrado delante
del destructor de papel, herramienta muy útil en una oficina para evitar que
nadie pueda acceder a una información de la que no deba enterarse - las
papeleras son peligrosas -, y en el
último minuto he salvado de la destrucción a un documento porque su redacción
me había quedado especialmente bien o porque tenía un sello de una oficina
exótica o por cualquier otra razón puramente sentimental. Lo guardas en el
fondo de un cajón y el tiempo pasa.
Tres años después revuelves el
cajón en busca de algo o sacas todo para limpiar el fondo y, ¿pero esto que
es?, ¡Ah!, es el papel aquel que salvaste. No lo destruyes porque si no lo
hiciste hace tres años no lo vas a hacer ahora y lo vuelves a dejar en el fondo
del cajón pensado en cuanta mierda guardas.
Cinco años más tarde la
organización se cambia de edificio, te dan las cajas para la mudanza, llegas al
fondo del cajón y te vuelves a topar con el viejo documento ya amarillo por el
paso del tiempo. Al principio no te acuerdas de qué va, ¡ha pasado tanto
tiempo!, luego comienzas a recordar y dices, ¡maldito documento!, ¿por qué lo
salvaría de la quema?, y haces ademán de tirarlo pero, craso error, miras la
fecha y ves que tiene 8 años y ya es histórico, la secretaria que lo pasó a
máquina se jubiló y el director que lo firmó murió de constipado mal curado que
derivó en una pulmonía que se llevó muy mal con un cáncer de páncreas. ¡Y cómo
lo vas a tirar!.
Ese documento te perseguirá toda
la vida puedes creerme.
El empleado perfectamente burocrático, los documentos malditos y los malditos documentos por Juan Carlos Barajas Martínez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
Basada en una obra en sociologiadivertida.blogspot.com.
Esta licencia permite la copia respetando la autoría de la obra. No permite distribución comercial ni obras derivadas
Jaja Juan Carlos, no me cansaré de repetir cuánta razón tienes en todos tus enunciados!!! :D
ResponderEliminarMás sabe el diablo por viejo que por diablo... cuántas cosas nos podrías contar, eh!
Ayyy lo tuyo sí que raya la sabiduría, como ese ser erudito.. te falta la pipa ;)
¡Mujer!, dejémoslo en "madurito". Jajaja. Más sabe el diablo por "madurito" que por diablo. Y a eso me dedico, a contarlo, lo más amenamente posible. Muchas gracias Ana.
ResponderEliminarJajaja la ley de los malditos documentos es lo más verídico que he visto en mi vida, y lo compruebo en la organización burocrática de mi habitación. Tengo documentos inútiles que, por un inexplicable sentimiento amoroso hacia ellos, no fueron destruídos en su día y sé que me perseguirán por los siglos de los siglos jaja.
ResponderEliminarMe pondré en plan Gila, CeNedra, alguien cumple la ley de los malditos documentos, luego alguien tiene eso ya ganado para cuando apruebe no sé qué opo y entré en no sé cual organización burocrática un poco más grande que su habitación.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario
Cuánta razón tienes, Juan Carlos, verdades como puños contadas con humor. Me has hecho pasar un buen rato, muchas gracias 😊
ResponderEliminarDe nada, gracias a tí, un placer que te haya gustado y que te haya hecho pasar un buen rato
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