Capitán Haddock, Hernández y Fernández |
“Yo aún diría
más, la cosa está clasra. Esta es mi opinión y yo la comparto” (Fernández)
Hergé, Las Joyas
de la Castafiore, 1963
Varias personas, sabedoras de mi afición por
las novelas gráficas de Tintín, me han pedido que comente – no me atrevo a
calificarlo de crítica – la reciente película de Spielberg sobre el cómic de
Hergé. Pero antes de hacerlo debo, para que entendáis mi forma de ver la
película, tratar de explicaros qué significa Tintín para mí.
Cuando yo tenía seis años, mi familia tenía
una casa en la galdosiana calle de Santa Teresa, para los que conozcan Madrid,
muy cerca de la Glorieta
de Santa Bárbara y de Alonso Martínez. Si galdosiana es la calle no podéis
imaginaros lo galdosiana que era la casa. Del siglo XIX, la escalera de madera,
con peldaños irregulares, barandilla de hierro forjado, las puertas de madera
maciza con un rosetón como mirilla para ver quién llama sin abrirla. Parecía
que Fortunata o Jacinta fueran a salir de una de esas puertas.
La vivienda – que había sido la de mis
abuelos - estaba en el séptimo, era pequeña, con un salón-comedor-cocina, con
un retrete sin baño y tres habitaciones. En el centro del salón había un
pequeño hundimiento que yo aprovechaba para tomar velocidad con el triciclo.
Cómo no vivíamos allí, las visitas para mí eran una fiesta y me dedicaba a
buscar y escudriñar cada rincón.
Había una habitación en especial que era mi
preferida, carecía de ventanas, sólo una lastimera lámpara que se encendía con
un cordón daba luz en el cuarto. Estaba llena de trastos amontonados apoyados
en la pared del fondo, era un como un desván mágico. Allí encontramos un
cilindro de plomo que contenía la hoja de servicios de mi bisabuelo en el
ejército de Cuba, fotos centenarias de antepasados que mi padre apenas podía
identificar, juguetes de hojalata de mi padre, entre ellos, un coche que él
llamaba “el pájaro azul”[i].
Una vez encontré, rebuscando en la zona en
donde estaban los objetos más recientes, un ejemplar de un libro, un tebeo de tapas
duras con unos dibujos increíbles. Mi hermano Antonio, que tenía 12 años, dijo:
¡mamá Juan Carlos ha encontrado “el tintín”!. Al parecer lo había perdido de
vista hacía tiempo y lo había buscado
por todas partes. Aquel tintín era “Objetivo: La luna”, de la Editorial Juventud ,
la primera edición en español[ii]
de diciembre de 1958. Fue el primero que tuve en mis manos, poco a poco fuimos
comprando uno a uno hasta tener toda la colección.
Como yo todavía no sabía leer, mi hermano me
leyó un montón de veces aquel tintín, poniendo las voces del capitán, Tintín y
del profesor que en aquella versión de 1958 no se llamaba Tornasol sino
Mariposa. Y ese mismo año aprendí a leer en el colegio, combinando la cartilla
del “mamá me mima” con la preparación a aquel maravilloso viaje a la Luna.
Así que yo aprendí a leer con Tintín, crecí
con Tintín, leí sus álbumes cientos de veces, durante las meriendas, en la cama
antes de dormirme y en lugares menos confesables como el baño. Con Tintín aprendí que había un lugar llamado Tibet, que a
un amigo no se le deja en la estacada, que había que proteger al débil y que
siempre había que estar del lado de la justicia. Me enrolé en el Unicornio con
el capitán Hadoque, busqué el tesoro de Rackham el Rojo y lo descubrí a mi lado,
dentro de un globo terráqueo en una escultura, después de viajar hasta una isla
desierta cerca del fin del mundo y no encontrarlo. Con Tintín llegué a la Luna sin moverme del sofá de
mi salón.
Pero lo mejor, lo auténticamente bueno, fue
que con Tintín creé un vínculo indisoluble con mi hermano que siempre funcionó,
incluso cuando ya éramos adultos, incluso cuando vinieron los golpes con que la
vida nos obsequia para que no olvidemos del todo que esto es un valle de
lágrimas.
Nos repartíamos lo papeles y la mayor parte
de las veces yo era Tintín, cuando era bueno, pues Tintín sólo se puede ser
cuando uno es bueno, es el ser humano perfecto. Y cuando no era bueno no era
nadie, nunca he podido ser otro personaje. Antonio era Haddock la mayor parte
de las veces, capaz de lo mejor y lo peor, comedor y bebedor, valiente hasta la
muerte unas veces y otras asustadizo con las cosas más nimias, colérico
inventor de mil insultos, creyente en paraísos terrenales, era el ser humano
real.
Es por todo esto por lo que es tan importante
para mi Tintín, porque forma parte de mi vida, y, siendo tan importante no me
puede gustar lo que ha hecho Spielberg con su película. Spielberg ha hecho uso
de tres álbumes: “El cangrejo de la pinzas de oro”, “El secreto del Unicornio”
y el “Tesoro de Rackham el Rojo” para su sofrito.
Del “Cangrejo” ha tomado la historia del
barco “Karadboujan”, en donde el contramaestre Allan secuestra a Tintín, pero
en el orginal éste no estaba buscando un tesoro sino persiguiendo a una banda
de traficantes de estupefacientes que disimulaba la droga dentro de latas de
cangrejo y, cuyo jefe era Omar Ben Salaad, que no era el Sultan de Bagar de la
película sino un rico comerciante del norte de Marruecos. Lo que si coincide es
que en el Karadboujan Tintín y el capitán se encuentran por primera vez.
Del “Unicornio” Spielberg toma la parte
principal de la trama, desaparecen los hermanos “Pájaro”[iii]
– anticuarios y villanos de la historia – y convierte en gran villano a
Sakharine que tiene un asombroso parecido al propio Spielberg. A este personaje
- que en original de Hergé es un simple coleccionista de maquetas de barcos –lo
hace nada más y nada menos que descendiente de Rackham el Rojo con unas ansias
de venganza que superan las varias generaciones que hay entre ellos.
Y para terminar, coge del “Tesoro” – el
tercer álbum – el episodio de la localización de las joyas y monedas de Rackham
en el globo terráqueo de la estatua de
San Juan, en el castillo de Moulinsart, cambiándole totalmente el sentido.
Según la película, esta parte del tesoro servirá para financiar la expedición
para buscar el resto, según el original de Hergé, era el tesoro – todo el
tesoro – que habían ido a buscar al sitio donde explotó el Unicornio y no lo habían
encontrado. De esta manera Spielberg se asegura por un lado que si la película
tiene éxito puede hacer una segunda parte y, si no lo tiene, la película tiene
un final.
Sumadle a todo esto las peleas de grúas
portuarias, la persecución tipo Indiana Jones y la batalla de los galeones – que
en el original ya era espectacular y de una belleza gráfica irrepetible – pero
que en la película de tan espectacular resulta imposible.
Por tanto Spielberg no ha hecho el Tintín de
Hergé sino el Tintín de Spielberg. Lo ha matado y lo ha hecho resucitar, con
otra forma, una especie de Frankenstein con mechón rubio.
Tan sólo me parecen destacables los cinco
primeros minutos, que suponen un maravilloso homenaje a Hergé, me refiero a los
títulos de crédito y al episodio del mercado viejo, en donde un Hergé muy
conseguido hace un cameo dibujando un retrato al joven periodista.
¿Merece la pena ir a verla?, yo creo que sí.
Si eres tintinólogo, para poder abominar de ella, y si no lo eres, pues hasta
te puede gustar, hay que reconocer que calidad técnica no le falta.
¿Y por qué parezco tan enfadado?. A ver si
consigo explicarlo fácilmente. Hergé dijo una vez “Tintín soy yo”, se refería a
que estaba creado a partir de su personalidad, de sus vivencias, de la gente a
la que conoció. Con ello expresaba su intención de no permitir que después de
su muerte se continuaran publicando sus libros. Según él, otros miembros de su
equipo como Bob de Moor o Jacques Martin, podían continuar la saga – incluso
mejor que él - pero ya no sería Tintín, sería otra cosa y eso es precisamente
lo que ha ocurrido con la película, que es otra cosa. De hecho, dejó inacabado
el último de los libros, que se ha publicado tal y como lo dejó, como un
bosquejo. Y la viuda Fanny Remi, actualmente Rodwell, y la empresa propietaria
de los derechos – Moulinsart – ha perseguido cualquier intento de continuación
de la obra de Hergé ante los tribunales de varios países. Pero esto parece que
no va con el cine.
Lo más positivo de todo es que con la
película, Tintín vuelve a estar en el candelero, se despierta de la languidez
en la que estaba, sólo circunscrito al ámbito de los aficionados de toda la
vida, que somos una legión pero que vamos envejeciendo. Espero que muchos
chavales no se queden en la película y descubran los libros y pasen a ese
universo paralelo en el que yo estoy atrapado desde un día de 1966 en el que
encontré aquel libro en aquel trastero de la calle Santa Teresa de Madrid.
Juan Carlos Barajas Martínez
En recuerdo de mi hermano,
Antonio Luis Barajas Martínez 1954-1997, el protector de mis días infantiles
bajo la divisa de “el único que te puede pegar soy yo”. Un Capitán Haddock que
terminó su singladura demasiado pronto.
[i] El Pájaro Azul (Blue Bird)
era el coche de Sir Malcolm Campbell que
batió en 1930 el récord mundial de velocidad (396 Km/h ). Mi padre lo
llamaba así porque se parecía mucho, pero el de mi padre era gris.
[ii] Creo recordar, hablo de
memoria debería consultar mis notas, que hubo una doble edición de “El Secreto
del Unicornio” y de “El Tesoro de Rackham el Rojo” en 1952, pero fue de tirada
muy limitada y no tuvo mucho éxito. Fue un experimento de la Editorial Casterman.
En la mayoría de la documentación sobre Tintín en español se pone este libro de
1958 como la primera edición en nuestro idioma.
[iii] Loiseau en la versión en lengua francesa
El verdadero caballero de Hadoque luchando en la cubierta del Unicornio. Hergé, El secreto del Unicornio, 1943 |
Yo soy Tintín y mi hermano el capitán Haddock por Juan Carlos Barajas Martínez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
Basada en una obra en sociologiadivertida.blogspot.com.
Difícilmente una versión hollywoodiana supera los originales, sean cuales sean. Si Spielberg hubiera empezado a leer con Tintín hubiera sido muy diferente.
ResponderEliminarTodavía no he visto la peli, seguramente acabaré yendo. Será sólo por el gusto de pasármelo bien, ya que no soy tan seguidor de Tintín como de este blog.
Carles.
Aún no la he visto, pero imaginaba algo así.
ResponderEliminarComo bien dice Carles, seguramente la veré, aunque solo sea por recordar algunas de las situaciones imaginadas con las lecturas.
En cualquier caso, me ha sorprendido la historia ya que tiene muchos paralelismos con la mía.
También mi primer Tintin fue "Objetivo la Luna" y también conoci al profesor Mariposa y su submarino "tiburon" ....
Gracias por compartir tu historia con nosotros y recordarme tan vividamente aquellas epocas.
Conrad
¡ Hola Juan Carlos!
ResponderEliminar¿ TIenes guardado el Tintin que encontraste y que te engancho para siempre?
Las peliculas son un remix ( no se si escribe así) y además en este caso llevaba mucha carga sentimental..
Si conservo el albúm de 1958, tengo otras primeras ediciones en castellano, pero no valen mucho, en dinero se entiende. Las primeras ediciones en francés si q valen pasta, pero sólo tengo una, la más reciente, "Tintin et les Picaros" y tampoco es para tirar cohetes claro.... Si fuera una primera edición de "Tintin dans le pays des Soviets" de 1929.
ResponderEliminarGracias Conrad y Carles por vuestros comentarios.
Me he emocionado realmente con esta entrada. Preciosa, emotiva. Y comparto tu opinión sobre la película :)
ResponderEliminarCeNedra muchas gracias, con lo divertido que es tu blog "OPositando espero", sólo faltaba que encima te gustara Tintín.
ResponderEliminarHola Juan Carlos, me ha encantado tu artículo y coincido con tus opiniones, pues también Tintín jugó en mi vida el mismo papel que en la tuya, y lo descubrí a partir de los pocos álbumes que tenía mi hermano Álvaro, aunque él no jugó el mismo papel en mi historia que tu hermano en la tuya.
ResponderEliminarPor cierto: yo heredé todos los coches de juguete de metal de mi hermano, hace muy poco los recuperé antes de vender la casa de nuestros padres, y entre ellos está el "pájaro azul"...