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La práctica de la medicina desde el punto de vista de un paciente

 

Resumen

Este artículo describe las impresiones de alguien –que soy yo – que disfruta de una mala salud de hierro y se las tiene que ver – más a menudo de lo que quisiera- con el honorable y antiguo gremio de los médicos, por los que siente – a pesar de que siempre que está enfermo aparecen uno o varios con rostro enigmático– agradecimiento y cierto afecto.

Se da un repaso a las relaciones entre médico y paciente desde el punto de vista del paciente. Querido lector. Sé paciente y léelo.

Abstract

This article describes the impressions of someone - that's me - who enjoys robust ill health and has to deal - more often than he would like - with the honorable and ancient guild of physicians, for whom he feels gratitude and a certain affection despite the fact that whenever he is ill one or more appear.

A review is given of doctor-patient relations from the patient's point of view. Dear reader. Be patient and read it.

El pintor Goya atendido por el Dr. Arrieta (pintura de Goya)


Índice

  • Introducción
  • Los médicos de familia
  • El médico especialista
  • Los cirujanos
  • El espíritu crítico

Introducción

Si hay una palabra que se ajusta a su significado es el término “paciente”. Un paciente es una enfermo que sufre toda clase de martirios proporcionados por los médicos con el fin de recobrar la salud o, al menos, para mejorar su estado, o bien, poniéndonos más pesimistas, para que la cosa no vaya a más. Por tanto, la mayor cualidad de un paciente es la paciencia para soportar los tratamientos, sobrellevar el dolor, no dejarse amilanar por el miedo o no sucumbir a la depresión.

El paciente se diferencia del enfermo porque para serlo es necesario estar en mano de un médico. No hay paciente sin médico, el enfermo se transforma en paciente bajo la práctica médica. Antes de haber médicos solo había enfermos y, por supuesto, todos los pacientes son enfermos pero no todos los enfermos son pacientes.

Ser un paciente implica necesariamente que te encuentras en una situación pasiva, te llega una enfermedad y acabas en el médico, a partir de ese momento el juego no depende en gran parte de ti, pero no tienes por qué conformarte con esa situación, puedes convertirte en un buen paciente.

Ser un buen paciente es, en cambio, trastocar una situación pasiva en proactiva, no se puede curar uno mismo solo con una actitud positiva, pero puedes poner el rumbo hacia la salud si ofreces toda tu colaboración, dices toda la verdad y nada más que la verdad sobre tu estado sin exageraciones ni omisiones y tienes toda la entereza de la que seas capaz.

Todo esto lo sé bien porque yo soy un enfermo crónico, de hecho, de no ser por la medicina moderna - quiero decir que si estuviéramos cuarenta o cincuenta años atrás - yo llevaría muy probablemente unos cuantos años criando malvas en el cementerio de la Almudena.

Dicho esto, no me hago ilusiones, también puedo afirmar que la medicina como institución no siempre funciona bien, es víctima de intereses económicos y políticos; por otra parte, sus tratamientos te mantienen con vida, pero al mismo tiempo vaya usted a saber qué efectos secundarios están produciendo en el cuerpo del paciente.

En cualquier caso, prefiero la ciencia médica a cualquiera de las alternativas que por ahí se esgrimen cuando la medicina oficial no acaba de solucionar los problemas, léase la homeopatía, el curanderismo o ese amor por lo natural que bien esconde productos cuyo procesado se escamotea, o bien, sustancias con orígenes no contrastados científicamente.

Mi experiencia como paciente me ha llevado a clasificar a los médicos en tres categorías si estudiamos el tema desde un punto de vista funcional: los médicos de familia, los especialistas y los cirujanos. Ya sé que no soy muy original y que es una verdad de Perogrullo, pero desde el punto de vista del paciente, es la mejor clasificación que podemos hacer.

Los médicos de familia

Antaño, cuando era yo un niño, a este tipo de médico se le llamaba “de cabecera”. Es el médico de proximidad, el primero al que se acude para que identifique lo que te pasa. El que receta los medicamentos cuando se es crónico, el que trata las enfermedades menos graves, el que envía a los pacientes a los especialistas según los síntomas cuando la cosa es más seria y, en cierto modo, cuando todo funciona bien es el confesor, el psicólogo y la primera barrera contra un muy natural miedo a lo que pueda pasarte.

El paciente proactivo debe elegir un médico de familia accesible, con ojo clínico, digno de confianza, de su mismo entorno social si es posible y con la consulta cercana al domicilio.

Una vez elegido, debe cultivarlo, en el sentido de visitarlo con la frecuencia necesaria – ni más ni menos – pero siempre al mismo y no andar cambiándolo por razones nimias como que “hoy no me ha saludado bien” o “cuánto ha tardado en atenderme”. 

El buen paciente, aquel que vela por su propia salud, debe conseguir que su médico de cabecera le conozca, es decir, que sepa sobre su psicología básica, su historia, su entorno familiar y social, su nivel socioeconómico y cultural.

Asimismo, el paciente proactivo debe estudiar al médico, conocer sus reacciones, sus motivaciones, sus intereses, debe estar atento a lo que otros pacientes cuentan de él o ella. Debe hacerse una imagen lo más compacta y fidedigna posible.

Sólo con el conocimiento mutuo entre el médico y el paciente, con la confianza del galeno en que lo que dice el enfermo es cierto y con la confianza del paciente en que el médico va a actuar siempre a su favor, la relación entre ambos -y por ende la salud del enfermo- irá mejor.

El médico especialista

El médico especialista se circunscribe a un área de conocimiento específico, por esta razón tan simple, recibe el nombre de esa especialidad clínica: urólogo, cardiólogo u otorrinolaringólogo – término que siempre me ha hecho mucha gracia -.

Incluso, en el mundo tan especializado en el que vivimos, la especialidad se estructura por segmentos de población como el cardiólogo pediátrico o el gerontólogo o se especializa por técnicas determinadas como la electrofisiología cardíaca o el anestesista.

En cualquier caso, lo usual es que el médico de cabecera – cuando los síntomas así lo piden – te derive a un especialista, el que considere el más adecuado.

La relación entre paciente y especialista plantea dos problemas que se presentan siempre independientemente de cuán bueno sea el paciente o de si el médico, como se decía antes, es una eminencia: son el problema del viacrucis y el problema de la relación impersonal.

El viacrucis se produce nada más llegar a las manos del especialista y es inevitable. El especialista empezará a solicitar pruebas más o menos invasivas y a enviarte a otros especialistas porque la mayoría de las veces no está claro si el problema se localiza en un órgano u otro. Vas creyendo que tienes un problema de riñón y realmente el origen del mal está en el estómago o en el bazo o en la vejiga.

A partir de ese momento comienza el viacrucis, empiezas a solicitar citas previas, a dar vueltas por el hospital, se detectan nuevos males que no se buscaban, lo que te envía a nuevos especialistas y a nuevas pruebas. Con suerte, unos meses después mejoras, pero ya no serás el mismo que cuando empezaste el viacrucis, sabrás mucho más de medicina, puede que te falte alguna parte de tu cuerpo que te vino de serie pero que realmente no servía para mucho y, si servía, tienes un medicamento que te permite vivir sin ella.

Al final, serás menos paciente con respecto a la salud y más impaciente con respecto a colas de espera, tratamientos o viajes al hospital. El caso es que el paciente habrá dejado parte de su vida en el viacrucis con el fin de mantenerse con vida.

El otro problema clásico reside en la relación impersonal entre médico y paciente. El paciente puede conocer a su especialista, pero es muy difícil que el especialista conozca al paciente. Si acudes a verle con cierta regularidad puede que le suene tu cara, que sepa a grandes rasgos qué te pasa, pero es imposible que conozca los detalles porque entre dos visitas del mismo paciente por su consulta pueden pasar varios meses y en el interregno cientos de otros enfermos han visitado al médico.

Es entonces cuando la historia clínica adquiere la máxima importancia. El paciente debe desconfiar del especialista que empieza a atenderle inmediatamente sin repasarse la historia. Dado que el médico no puede recordar los detalles de tus males es necesario que dedique tiempo a repasar tu historia.

Hay especialistas que, entre paciente y paciente, dedican unos minutos a solas con el fin de repasar la historia y otros que leen la historia con el paciente delante para, si se tercia, hacerle preguntas. Yo personalmente prefiero estos últimos.

Es una tontería impacientarse, siendo paciente, si el médico tarda en atenderte; sobre todo si sabes que está dentro de la consulta con un enfermo y no en la cafetería del hospital. Eso significa que dedica tiempo a los pacientes y que cuando te toque te va a dedicar a ti el tiempo necesario.

El buen paciente debe fijarse en cosas como la facilidad que tiene el médico para hacerse una idea del estado de su estado salud a partir de los datos de la historia, normalmente eso implica que en consultas anteriores ha anotado lo necesario para poder recuperar la información en cualquier momento, tarea que es mucho más difícil de lo que parece. Depende de cómo se escribe, pero también de cómo se lee y se comprende.

Es bueno también que el paciente seleccione una institución hospitalaria que centralice – si es con ordenadores mucho mejor- todas las historias de todos los especialistas, de manera que esté disponible para cada enfermo toda la información médica que se ha ido anotando tras las consultas y las pruebas.

Otro consejo importante es que el paciente, para cuando se vea en la obligación de cambiar de médico, se haga una historia clínica paralela en la que guardar una copia de sus pruebas, de sus informes médicos, incluso es muy útil apuntar después de cada consulta las impresiones personales, lo que el especialista le ha dicho y el tratamiento que le ha prescrito. Con eso se evita que al cabo de los días no recuerdes si el médico te dijo que te tomaras las pastillas cada ocho horas o a las ocho horas.

Los cirujanos

Alguien definió a los cirujanos como unos técnicos que infringen heridas mortales a sus pacientes de manera controlada con el fin de curarles. ¿Exagero?, no creo, ¿acaso no es una herida mortal sacarte el corazón de tu cuerpo, conectar este último a una máquina, mientras los cirujanos lo operan encima de la mesa, para una vez recompuesto volverlo a dejar dentro de tu caja torácica?.

El de los cirujanos es el tercer nivel de atención al enfermo, cuando los dos anteriores no han funcionado. Si a los pacientes los especialistas apenas los conocen, con los cirujanos pasa justo el contrario, muchas veces los pacientes no llegan a conocer al que se ha metido en su cuerpo, lo ha cercenado, rajado y cosido. Entras en el quirófano, te duermen y despiertas en una sala sin rastro del perpetrador de tus heridas. Lo cierto es que cuanto más ambulatoria y sencilla es la operación menos aparece el cirujano; si éste te visita antes y te trata después la cosa es seria.

Hay un cierto parecido entre los quirófanos y la industria. Algunos funcionan como cadenas de montaje, las camillas van agolpándose en una sala de preparación, luego los pacientes van pasando por los distintos quirófanos y, al terminar, pasan a una sala de recuperación, para acabar el periplo quirúrgico en la habitación de la planta.

En las últimas décadas, esta industrialización médica también se puede observar por la disminución del periodo del internamiento del enfermo en el hospital, por la introducción continua de nuevas técnicas quirúrgicas y por el desarrollo de múltiples sistemas mecánicos, electrónicos y robóticos que ayudan en el proceso.

El buen paciente solo entrará en el quirófano cuando no le quede más remedio ya que suele ser el tratamiento más invasivo y arriesgado. Meterse en esa carnicería hipercontrolada por un motivo frívolo o por una mala información es un disparate. En toda operación, aún en las más inocuas, algo puede ir mal y el paciente es el sujeto pasivo, lo que significa que ese algo que puede ir mal lo hará sobre su cuerpo.

No digo yo que el paciente no tenga miedo, es inevitable y directamente proporcional a la gravedad del diagnóstico, pero a las puertas del quirófano se debe tener en cuenta que el paciente ya no puede hacer nada, que está en manos de otros y eso debería ser una idea tranquilizadora, al menos, para mí lo es.

El espíritu crítico

Jamás en toda la historia de la humanidad las personas han necesitado tanto del espíritu crítico. Jamás en toda la historia de la humanidad ha habido tantas distracciones, tanta información, tanta desinformación, tanta complejidad, tanta rapidez, tanta liquidez y, por qué no decirlo, tanta estupidez.

Uno de los grandes problemas de la medicina actual es que está muy mediatizada por los intereses económicos. En el ámbito de la sanidad pública, nuestro mundo neoliberal trata de disminuir el gasto público y, en el ámbito privado, el objetivo es aumentar el gasto de paciente. Al mismo tiempo se puede constatar una descapitalización de la sanidad pública en favor -en flujo gradual y constante – de la sanidad privada.

El triunviro de la República romana Craso (que acabó perdiendo la cabeza a manos de los partos sin que éstos tuvieran ningún ánimo quirúrgico por otra parte) era el hombre más rico de Roma; ¿sabéis cual era su negocio?, tenía la concesión de los bomberos de Roma. Era un gran negocio porque aquellas “insulae” de varios pisos de madera y ladrillo tenían una tendencia indiscutible a arder, pero sobre todo, porque Craso negociaba con los vecinos de las casas en llamas el precio de los servicios antiincendios. La sanidad es todavía mejor negocio porque la vida es aún más importante para las personas que la casa.

He venido observando por mi experiencia que ese interés económico de la medicina lleva a proponer tratamientos que pudieran ser innecesarios o a negar tratamientos caros necesarios dependiendo del beneficio que el proponente pueda sacar.

Entiéndaseme bien, todavía no se ha llegado al punto – o al menos conmigo no han llegado – a proponerme tratamientos que no estén indicados por los manuales de la medicina oficial; pero cada enfermo es un mundo, más allá de que la enfermedad puede ser la misma el efecto en cada persona puede ser distinto, y lo que afirmo es que en las ocasiones en que me he visto en esta situación,  se pasaba de puntillas por las características de mi estado de salud en el momento que hacían innecesario el estipendio o al menos eso me parecía a mí.

Tener criterio, pensar en pros y contras, someter a crítica lo que te dicen los médicos y cirujanos, no significa no hacer ni puto caso de lo que te digan – ya hemos quedado en que eso no te convierte en buen paciente - sino que buscas la mejor solución a tu problema.

En estos casos, cuando la sospecha te asalta, no metas a tu cuerpo sin más en el quirófano o a tu cabeza dentro del aparato de radioterapia, busca una segunda opinión si puedes, o bien, habla con tu amigo médico - todos tenemos a alguien – aunque haga mucho tiempo que no hablas con él, a lo mejor no te puede dar la mejor respuesta, pero apostaría a que sí sabe quién tiene la respuesta correcta a tu caso. Porque algo que aprendí muy joven es que no es tan importante saber una cosa como saber quién lo sabe.

Juan Carlos Barajas Martínez

Paciente

Mapa Mental



La teoría queer


 

Resumen

La teoría queer y el activismo político influenciado por ella, viene desde los años ‘90 reivindicando la sexualidad de todos aquellos que no se sienten identificados con la corriente principal de pensamiento social acerca de la conducta sexual.

En este artículo se examinan los antecedentes teóricos y orígenes históricos de la teoría, así como, sus propuestas de la sexualidad como construcción social y la cuestión de las identidades sexuales como significantes más que como categorías sociales, la política queer como praxis de la teoría y, por último, las principales críticas cosechadas por este polémico enfoque.

Abstract

Queer theory, and the political activism influenced by it, has since the 1990s been reclaiming the sexuality of all those who do not identify with mainstream social thinking about sexual behavior.

This article examines the theoretical background and historical origins of the theory, as well as its proposals of sexuality as a social construction and the question of sexual identities as significants rather than social categories, queer politics as a praxis of the theory and, finally, the main criticisms harvested by this controversial approach.

Índice

  • Introducción
  • Antecedentes
  • La sexualidad como construcción social y la cuestión de la identidad
  • La política Queer
  • Críticas a la teoría
  • Conclusión

Introducción

 

En Sociología Divertida se ha tocado en varias ocasiones el tema de la sociedad posindustrial con el estudio de autores como Zygmunt Bauman (1), Ulrich Beck (2) o Jean Baudrillard (3) y sus respectivas obras, todas sus teorías explican una segunda modernidad desde distintos puntos de vista: la volatilidad de la sociedad actual, los riesgos a los que nos ha llevado el desarrollo tecnológico o la percepción hiperreal del mundo a la que nos dirigen esas nuevas tecnologías. Pero lo que hasta ahora no hemos abordado es una teoría que no explica este período de nuestra historia, sino que es hija de él, es producto de esta segunda modernidad o posmodernidad como prefieren llamarla otros: la teoría queer.

La teoría queer es, primero que nada, un enfoque interdisciplinario para el estudio de la sexualidad. En un corto resumen – pues más adelante entraremos en cada uno de estos puntos – la teoría queer afirma que la sexualidad es una construcción social, el género no se basa en nada primigenio como la biología y las personas no encajan en el sistema sexual binario imperante y, para poder afirmar esto, pone en tela de juicio la cuestión de las identidades personales. De estas tres premisas principales los teóricos queer sacan la conclusión de que no existe una sexualidad normal, un arquetipo de conducta sexual al que se deben subordinar todas las demás, estamos hablando claro está de la heterosexualidad. Entre los autores queer clave destacan Gayle Rubin (4), Eve Kosofsky Sedgwick (5) y Steven Seidman (6).

Antecedentes

La palabra “queer” significa “marica”, es decir, un término despectivo con el que se designa peyorativamente a los homosexuales masculinos. Los activistas políticos gais y lesbianas reivindicaron este término con la intención de quitarle la connotación peyorativa mediante la adopción del vocablo “queer” con orgullo.

En su sentido más amplio incluye a todas las categorías sociales en contra del modelo imperante hombre-mujer, es decir, aparte de los homosexuales, los transexuales, travestis, bisexuales y demás siglas de la serie LGTBQIAK (7), pongo todas las siglas para no olvidar a nadie, aunque para acortar ahora usan LGTBIQ+, lo cual es muy de agradecer para los sexagenarios y mayores que apenas tenemos memoria para acordarnos de nuestro propio nombre.

Para buscar los orígenes teóricos de este enfoque hay que viajar en el tiempo hasta la década de 1970, cuando el filósofo francés Michel Foucault (8) publica la “Historia de la Sexualidad”, obra en la que describe la sexualidad como una construcción social y califica a las identidades sexuales como productos del poder sin una relación básica con la Naturaleza. En los años ’80 se publicaron trabajos académicos como los de Teresa de Lauretis (9) y Gloria Anzaldúa (10) que cuestionaron la forma en que el orden social en los países occidentales usa normas rígidas de género y conducta sexual como método de regulación de la sociedad. La mayoría de los autores señalan también a la filósofa feminista Judith Butler (11) como fuente teórica del movimiento queer quien, en su obra de 1990 “El Género en Disputa”, aborda como hiciera Foucault antes, la construcción social del género, sólo que en su caso, nos dice que el motor es la repetición constante de actos y conductas.

De todas formas, tanto en la antropología social como en la sociología, ha habido autores que, antes de que hubiera una teoría queer, han criticado la idea convencional de que la sociedad está divida entre homosexuales y heterosexuales y que esto es un universal cultural a lo largo de la historia de la humanidad. El constructivismo social (12) y postestructuralismo (13) han hecho aportaciones en esta dirección.

Por último, hay que señalar que, en la práctica política, la crisis del SIDA y la alarma sanitaria resultante identificó a los homosexuales como protagonistas principales. Desde muchos sectores se señaló con el dedo a estos colectivos lo que trajo nuevas oleadas de aislamiento y marginación. Como respuesta a este fenómeno las ideas queer encontraron un caldo de cultivo propicio para su difusión e implantación generalizada en estos segmentos de la población.

La sexualidad como construcción social y la cuestión de la identidad

Seidman mantiene que la industrialización y la urbanización sexualizaron el espacio social, creando un ámbito público asociado al mundo del trabajo que es claramente masculino y un espacio privado relacionado con el hogar que es básicamente femenino.

Este planteamiento formalizó los patrones masculino y femenino y reguló las relaciones interpersonales y, dentro de estas, el comportamiento sexual asociando la normalidad en este aspecto a la heterosexualidad, es lo que denomina heteronormatividad. Dicho de un modo breve, la mujer en casa con la pata quebrada, el hombre como mantenedor económico de la familia, sexualmente activo tanto en el hogar como fuera de él y la homosexualidad como perversión.

El constructivismo social afirma que cualquier experiencia que los seres humanos consideran “real” es en sí misma una creación social, siendo al mismo tiempo producto y producción social.

Según este enfoque teórico, se debe distinguir en lo tocante a la sexualidad entre comportamientos e identidades. Las identidades sexuales - el género dicho de un modo más general – es cultural no natural, pero una vez socialmente establecidas o institucionalizadas existen como hechos empíricos relativamente estables y como formas válidas de representar a las personas. La identidad gay, asociada a un período histórico concreto, se refiere a un grupo social delimitado.

Los teóricos queer en este punto difieren del constructivismo, argumentan que, aunque puede ser útil para el análisis referirse a las identidades sexuales como grupos sociales limitados, también hay que prestar atención a las diferencias, lo que complica la validez empírica de las identidades.

Por otra parte, considerar a las identidades como estables ayuda a consolidar la heteronormatividad.  Así, en la mejor de las versiones posibles, el mundo heterosexual se asocia a una serie de aspectos culturales positivos como la familia, el amor romántico, el matrimonio o la virtud; mientras que el mundo homosexual se asocia a valores alternativos positivos como el sentimiento de comunidad o la afirmación positiva del placer sexual. Para la teoría queer esto no deja de ser un sistema inestable de significación cultural y lingüística.

La homosexualidad y la heterosexualidad se necesitan para definirse mutuamente, no se refieren a nada empírico, sino que, como signos de un sistema lingüístico, se refieren y derivan su significado entre sí. La heterosexualidad, para para poder articularse de forma significativa, debe hacer referencia a la homosexualidad y al mismo tiempo repudiarla.

Butler pone el ejemplo de la boda como ritual heterosexual, durante el momento de "Yo te declaro" en una boda heterosexual, la homosexualidad representa el “otro tácito”, invisible, pero siempre presente. Siempre según esta autora, la ceremonia cultural de la boda va en contra de que el sexo heterosexual es natural - algo basado en la biología - y afirma que la heterosexualidad debe ser mantenida continuamente. El hecho de que la heterosexualidad solo puede derivar culturalmente de la invocación y el repudio de la homosexualidad es la razón de que ambas identidades sexuales sean inestables.

En esta relación los homosexuales luchan por nuevos derechos y un mayor reconocimiento, su objetivo es la normalización, conseguir que sean una opción positiva y equivalente éticamente a la heterosexualidad lo que, en definitiva, perpetúa un modelo injusto para todos aquellos que no tienen una etiqueta homologable, a aquellas formas de sexualidad más ambiguas que amenazan esta relación social binaria heterosexual-homosexual. Este es precisamente el terreno de la lucha de la política queer.

La política Queer

La política queer es la praxis de la teoría queer y, por lo tanto, está estrechamente ligada a ésta. Los activistas queer se han alejado de una política normalizadora basada en las minorías y se han centrado en el modo en que el binario heterosexual/homosexual opera para hacer que la heterosexualidad sea superior y para excluir formas más ambiguas de identidad sexual.

Esta política antinormalizadora se opone a la dominación social de la sexualidad heterosexual, y también a la corriente principal  de la comunidad de gays y lesbianas que busca su homologación. La justicia sexual de este punto de vista, no puede lograrse simplemente con la idea de que los gays y las lesbianas son "normales",  porque este tipo de retórica solo consolida el estado de discriminación de los queer.

Aboga por lo que Seidman denomina “una visión menos represiva de la diferencia”, un posmodernismo social cuyo objetivo es desafiar todas las normas mediante política de reconocimiento y afirmación de la diferencia en vez de una política conservadora identitaria” de tal manera que “diferencia y democracia puedan coexistir”.

La política queer aspira a defender a los queers, a las personas con VIH/SIDA, a las mujeres, a los ancianos, a los jóvenes y a las víctimas del tercer mundo de las industrias farmacéuticas del primer mundo.

Todos estos individuos comparten, según la política queer, una característica común: ocupan cuerpos que han sido clasificados y  luego tratados como más débiles, menos capaces o discapacitados, menos poderosos o menos atractivos por un orden disciplinario que convierte la masculinidad hegemónica, la fuerza y la virilidad más deseable desde el punto de vista social.

Críticas a la teoría

La teoría queer ha ido recogiendo numerosas críticas, vamos a examinar algunas de ellas. En primer lugar, aunque cuestiona el concepto de identidad se ha convertido en una etiqueta que designa en particular a identidades sexuales discriminadas como gais, lesbianas, bisexuales o transexuales. Al final, es una etiqueta nueva para un concepto viejo, que se ha utilizado para unificar categorías muy diversas como si fueran iguales dejando de lado desigualdades y diferencias importantes.

Se la ha acusado de elitista, por el uso de una jerga muy técnica escrita por un grupo selecto de  personas con acceso a los medios, todo esto le confiere – según los críticos – un sesgo clasista. De todas formas a mi me parece que no es la única teoría escrita en una jerga técnica y quien esté libre de culpa que tire la primera piedra.

Dado que desde el propio mundo queer se ha definido el movimiento como un sitio en el que se puede alojar todo aquel que se sienta desplazado debido a sus preferencias sexuales, por esa razón hay críticos que han advertido que puede ser usado para validar conductas sexuales cuestionables como el sadismo o la pederastia.

Desde la teoría queer se ha afirmado que la pornografía es queer porque es lo opuesto a lo normal, pues presenta un catálogo de representaciones sexuales desinhibidas. Olvidando que la representación de la mujer en la mayor parte de las revistas y películas está orientada a una visión machista de la sexualidad.

Algún crítico hay que reprocha que la teoría no tiene en cuenta ni la clase ni la raza, no tiene en cuenta limitaciones, como por ejemplo el dinero, que ponen difícil el hecho de permitirse el lujo de ser transgresor.

La teoría queer afirma que ha sido la primera teoría social que distingue entre sexo y género. Esta distinción lleva bastante tiempo aceptada tanto en la antropología social como en la sociología y el feminismo había convertido esta idea en reivindicación en la década de 1970.

Desde la sociología se ha criticado el exceso en el cuestionamiento de la identidad que realiza la teoría queer, ésta la reduce a un mero significante lingüístico sin interés empírico y, al hacerlo, limitan nuestra comprensión de la forma en que las identidades se insertan en las instituciones, los roles sociales y las prácticas cotidianas.

Desde un punto de vista personal y, admitiendo con humildad que puedo estar equivocado pues tan solo soy un divulgador, hay tres cosas de la teoría queer que me chirrían. En la primera no estoy solo, coincido con los que no ven en este teoría una crítica a las desigualdades socioeconómicas, precisamente porque no es una teoría completa, sino un enfoque para el estudio de la sexualidad. No se pueden extrapolar, así como así, los análisis sexuales para explicar toda la complejidad social. Dicho de un modo chusco, no se le pueden pedir peras al olmo, pero tampoco el olmo puede presumir de tener peras.

En segundo lugar, alguno de los autores queer niegan el sustrato biológico en las relaciones sexuales lo que representa, desde un punto de vista filosófico, una negación del cuerpo; a pesar de que la noción de cuerpo es precisamente uno de sus campos de batalla. Esto es contradictorio desde el punto de vista teórico, ¿cómo se puede formalmente reinvindicar los cuerpos vilipendiados por la heteronormatividad cuando estamos negando el papel de lo  biológico, y por tanto del cuerpo, en las relaciones sexuales?.

Y, por último, me chirría la negación de la normalidad. El primer objetivo de la teoría queer es ir en contra de la noción de “normal”, lo normal no existe. Bien, habría que ver contra  qué definición de normal cargan, Emile Durkheim (14) definía la normalidad desde un punto normativo, es decir, normal era lo que era frecuente y representaba un bien para la sociedad. Contra esa definición también cargo yo. No en la parte de la frecuencia sino en la parte normativa, aquello que es bueno para la sociedad.

Ahora bien lo frecuente, lo común, lo ordinario existe y me da la impresión de que cuando niegan la normalidad su negación también incluye esta primera parte de la definición de Durkheim. Como existe la frecuencia existen mayorías y minorías, que tienen sus propias dinámicas, y es algo a tener en cuenta cuando se diseña una teoría social.

 

Conclusión

El movimiento queer ha sido un fenómeno social de primer orden en las últimas décadas, que ha puesto en tela de juicio conceptos que provocaban y provocan desigualdades y tratos discriminatorios. Tiene mucha influencia en la cultura actual, en las artes plásticas, en la literatura, en el cine y en la televisión.

Como dice el sociólogo Chet Meeks (15) el futuro de la teoría y de la política queer pasa probablemente por pensar más allá de los límites de un modelo minoritario de sexualidad y política para gays y lesbianas, más allá del constructivismo, y teorizar las posibles coaliciones con otros que luchan contra una gama variada de normas corporales y sexuales.

Meeks añade que los estudios queer en el futuro deberán ser más concretos, empíricos y sociológicos sobre la contribución de lo social a lo sexual, y de la forma en que las identidades sexuales se insertan en las instituciones y los roles sociales. Si los principales contribuyentes a la teoría queer en 1990 eran sobre todo literatos y filósofos, el futuro de la teoría queer -al menos una gran parte de ella- pertenece a la sociología.

Cualquier visión que favorezca la igualdad, promueva los derechos civiles, pretenda evitar discriminación y marginación, cualquier teoría que, en definitiva, nos haga pensar, bienvenida sea.

JuanCarlos Barajas Martínez

Sociólogo

Notas

  1. Zygmunt Bauman (Poznań, 19 de noviembre de 1925 — Leeds, 9 de enero de 2017)​ fue un sociólogo, filósofo y ensayista polaco de origen judío. Su obra, que comenzó en la década de 1950, se ocupa, entre otras cosas, de cuestiones como las clases sociales, el socialismo, el holocausto, la hermenéutica, la modernidad y la posmodernidad, el consumismo, la globalización y la nueva pobreza. Desarrolló el concepto de la «modernidad líquida», y acuñó el término correspondiente. Junto con el también sociólogo Alain Touraine, Bauman recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010
  2. Ulrich Beck (Słupsk, Pomerania, 15 de mayo de 1944-Múnich, Baviera, 1 de enero de 2015)​ fue un sociólogo alemán, profesor de la Universidad de Múnich y de la London School of Economics. Estudió aspectos como la modernización, los problemas ecológicos, la individualización y la globalización. En los últimos tiempos se embarcó también en la exploración de las condiciones cambiantes del trabajo en un mundo de creciente capitalismo global, de pérdida de poder de los sindicatos y de flexibilización de los procesos del trabajo, una teoría enraizada en el concepto de cosmopolitismo. También contribuyó con nuevos conceptos a la sociología alemana, incluyendo la llamada «sociedad del riesgo» y la «modernidad reflexiva».
  3. Jean Baudrillard (Reims, 27 de julio de 1929-París, 6 de marzo de 2007) fue un filósofo y sociólogo francés, crítico de la cultura francesa. Su trabajo se relaciona con el análisis de la posmodernidad y la filosofía del postestructuralismo.
  4. Gayle S. Rubin (Carolina del Sur, 1949) es una antropóloga cultural estadounidense, más conocida como activista y teórica influyente en políticas de sexo y género. Ha escrito acerca de varios temas que incluyen feminismo, sadomasoquismo, prostitución, pedofilia, pornografía y literatura lesbiana, así como estudios antropológicos e historias sobre subculturas sexuales, especialmente focalizadas en contextos urbanos. Es profesora asociada de antropología, estudios de las mujeres y literatura comparada en la Universidad de Míchigan en Ann Arbor.
  5. Eve Kosofsky Sedgwick (2 de mayo de 1950 – 12 de abril de 2009) fue una pensadora feminista de Estados Unidos, especializada en los campos de los estudios de género, teoría queer (estudios queer) y teoría crítica. Influenciada por Michel Foucault, Judith Butler, el feminismo, el psicoanálisis y el deconstructivismo, sus trabajos reflejan un constante interés en un amplio abanico de temas y asuntos, incluyendo la performatividad y la actuación (performance) queer; la escritura crítica experimental; los trabajos de Marcel Proust; el psicoanálisis no lacaniano.
  6. Steven Seidman (17 de octubre de 1948) es un sociólogo, profesor en la Universidad del Estado de Nueva York en Albany. Sus áreas de estudio son la teoría social, cultura, sexualidad, sociología comparada, teoría de la democracia, nacionalismo y globalización.
  7. LGBT o LGTB es la sigla compuesta por las iniciales de las palabras Lesbianas, Gais, Bisexuales y Trans (transgénero, transexuales y travestis).​ En sentido estricto, agrupa a las personas con las orientaciones sexuales e identidades de género relativas a esas cuatro palabras, así como las comunidades formadas por ellas. La expresión tuvo su origen en el idioma inglés en los años noventa, pero estas iniciales coinciden en varios idiomas, entre ellos el español. El término ha sido resultado de una evolución en la que se fueron agregando letras con el fin de incluir a diversas comunidades discriminadas por su identidad sexual. Inicialmente se utilizaba la expresión «homosexual» o «gay», pero algunas organizaciones de personas lesbianas y bisexuales la cuestionaron como insuficiente, dando paso a la creación de la sigla «LGB». Posteriormente las personas transexuales hicieron una crítica similar dando origen a la sigla «LGBT». El orden de las letras dentro de la sigla puede variar según el uso de cada comunidad o de cada país. En los últimos años han surgido nuevas ampliaciones de la sigla con el fin de incluir a otras comunidades, como a las personas intersexuales (LGBTI), queer (LGBTQ),​ asexuales (LGBTA) y kink dando origen a la sigla LGBTQIAK.
  8. Michel Foucault (pronunciación francesa: [miˈʃɛl fuˡko]), nacido como Paul-Michel Foucault (Poitiers, Francia, 15 de octubre de 1926-París, 25 de junio de 1984) fue un historiador de las ideas, psicólogo, teórico social y filósofo francés. Fue profesor en varias universidades francesas y estadounidenses y catedrático de Historia de los sistemas de pensamiento en el Collège de France (1970-1984), en reemplazo de la cátedra de Historia del pensamiento filosófico, que ocupó hasta su muerte Jean Hyppolite.  Su trabajo ha influido en importantes personalidades de las ciencias sociales y las humanidades. Foucault es conocido principalmente por sus estudios críticos de las instituciones sociales, en especial la psiquiatría, la medicina, las ciencias humanas, el sistema de prisiones, así como por su trabajo sobre la historia de la sexualidad humana.
  9. Teresa De Lauretis (Bolonia, 1938) es una teórica feminista que ha realizado importantes aportes a los estudios de género, queer, cinematográficos así como al psicoanálisis. Traducida a más de diecisiete idiomas, De Lauretis es conocida internacionalmente por ser autora de influyentes libros tales como “Alice Doesn’t” (1984), “Technologies of Gender” (1987) y por haber acuñado la expresión “Queer theory” (1990) para marcar una discontinuidad radical en la epistemología y las políticas sexuales feministas-LGBT.​ Actualmente es Distinguida Profesora Emérita por University of California, Santa Cruz.
  10. Gloria Evangelina Anzaldúa (Valle del Río Grande, 26 de septiembre de 1942-Santa Cruz (California), 15 de mayo del 2004), fue una académica, activista política, feminista, escritora y poeta chicana.
  11. Judith Pamela Butler (Cleveland, 24 de febrero de 1956)​ es una filósofa materialista​ y posestructuralista​ judeo-estadounidense que ha realizado importantes aportes en el campo del feminismo, la filosofía política y la ética, y ha sido una de las teóricas fundacionales de la teoría queer. Es considerada «una de las voces más influyentes en la teoría política contemporánea»6​ y la teórica de género más leída e influyente del mundo.​ Ejerce desde 1993 en la Universidad de California en Berkeley y pertenece al Departamento de Estudios Psicosociales del Birbeck College y a la European Graduate School, entre otros.
  12. El constructivismo social es una teoría que sugiere que el conocimiento científico no constituye un corpus neutro de datos independiente de las prácticas culturales y los valores, sino que se origina en el seno de la sociedad, con lo que ello conlleva. Por lo tanto, los datos y las prácticas de la ciencia son, o bien construcciones sociales en su totalidad (constructivismo duro) o bien lo son en parte (constructivismo blando). En la práctica, el constructivismo social se interesa por el trabajo en el laboratorio, las publicaciones científicas y los flujos de información en tanto qué procesos deben estudiarse desde una perspectiva sociológica y no sólo en términos puramente científicos.
  13. El posestructuralismo o postestructuralismo está asociado con los trabajos de una serie de filósofos y teóricos críticos de la región continental francesa de mediados del siglo XX que se consagraron internacionalmente en los años 1960 y 1970.​ El término se define por su relación con un movimiento intelectual anterior: el estructuralismo (desarrollado en Europa desde principios hasta mediados del siglo XX). El estructuralismo propone que uno pueda entender la cultura humana por medio de una estructura, modelada en el lenguaje (lingüística estructural), que difiere de la realidad concreta y de las ideas abstractas, un «tercer orden» que media entre los dos. Los autores posestructuralistas presentan diferentes críticas al estructuralismo, pero los temas comunes incluyen el rechazo de la autosuficiencia del estructuralismo y un cuestionamiento a las oposiciones binarias que constituyen sus estructuras.4​ Los escritores cuyas obras a menudo se caracterizan como posestructuralistas incluyen: Roland Barthes, Jacques Derrida, Michel Foucault, Gilles Deleuze, Judith Butler, Jean Baudrillard, Julia Kristeva y Jürgen Habermas, así como otros de la Escuela de Fráncfort, aunque muchos teóricos que han sido llamados «postestructuralistas» han rechazado la etiqueta.
  14. Émile Durkheim (Épinal, Francia, 15 de abril de 1858 – París, 15 de noviembre de 1917) fue un sociólogo francés. Estableció formalmente la disciplina académica y, junto con Karl Marx y Max Weber, es considerado uno de los padres fundadores de dicha ciencia. Ver “Decuando la sociología daba sus primeros pasos” en este mismo blog
  15. Chet Meeks fue un sociólogo norteamericano, profesor en la Universidad de Wyoming, trabajó en el estudio de políticas sexuales de la diferencia y sociedad civil.

Bibliografía

C. Thorpe, C. Yuil, M. Hobbs, M. Todd, S. Tomley, M. Week: El Libro de la Sociología, Akal Editores, Madrid 2016

Chet Meeks, Queer’s Theory, Encyclopedia of Sociology, Blackwell; Londres 2010

Javier Sáez del Álamo, Teoría Queer y Psicoanálisis, Editorial Síntesis, Madrid 2004

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Urich Beck y la sociedad del riesgo

 


Resumen

Este artículo describe las ideas de Ulrich Beck sobre la sociedad postindustrial desde la perspectiva de los nuevos riesgos que la tecnología han traído, nuevas amenazas que generan un miedo difuso y constante que ha provocado una forma de pensar (la modernidad reflexiva) y un nuevo modelo de sociedad (la sociedad del riesgo).

Es también muy interesante la opinión de Beck sobre el cálculo obsoleto de las probabilidades de que los riesgos se materialicen en desastres, la falta de expertos, la falta de límites territoriales y temporales de las amenazas, la percepción social del riesgo y la correlación inversa entre riesgo y nivel económico.

Abstract

This article describes Ulrich Beck's ideas about post-industrial society from the perspective of the new risks that technology has brought, new menaces that generate a diffuse and constant fear that has provoked a way of thinking (reflexive modernity) and a new model of society (the risk society).

Beck's opinion about the outdated calculation of the probabilities of risks materializing into disasters, the lack of experts, the lack of territorial and temporal limits of hazards, the social perception of risk and the inverse correlation between risk and economic level is also very interesting.

 

Índice

 

La modernidad reflexiva y la sociedad del riesgo

Cómo ya hemos comentado muchas veces en este blog, la revolución industrial trajo de su mano un nuevo mundo, el mundo moderno. Diversos autores dividen este período histórico de la sociedad contemporánea entre diferentes modernidades, distinguen entre modernidad inicial y modernidad avanzada o modernidad clásica y modernidad reflexiva o entre modernidad sólida y modernidad líquida o entre modernidad y posmodernidad, hay un debate acalorado al respecto, pero si somos sinceros vienen todos a decir lo mismo y las diferencias son meros matices.

El caso es que sacando mínimo común divisor de todas estas ideas habría una modernidad asociada a los comienzos de la sociedad industrial, de relaciones más estables, más asentadas en un determinado territorio, con tecnologías menos cambiantes y una nueva modernidad mucho más variable, flexible, informe como un líquido, no relacionada únicamente con el tejido industrial sino con la información y el conocimiento, ni con un territorio concreto sino que es global y en lo que no sirve ya se tira, ya sean animales, vegetales o minerales. Y lo curioso es que, como los cambios sociales se acumulan como los estratos en un terreno, podemos reconocer a nuestro alrededor elementos de ambos tipos de modernidades.

Toda esta tecnología nos ha traído prosperidad, pero también ha venido cargada de nuevos peligros. La energía nuclear, la inteligencia artificial, la producción industrial robotizada, entre otras muchas tecnologías, ha proporcionado una cantidad nunca antes vista de crecimiento económico, pero al mismo tiempo, han traído consigo nuevos peligros y formas de destruirnos a nosotros mismos y a nuestro entorno. Todos estos avances han abierto la posibilidad de que ocurran desastres de alcance global y cuyas consecuencias, en caso de producirse, son difícilmente reparables.

Esta situación ha generado un nuevo tipo de reflexión en individuos y sociedades, un nuevo pensamiento relacionado con la seguridad y los riesgos de que se lleguen a producir accidentes irreversibles.

El gran sociólogo alemán Ulrich Beck (1) analizó con detalle este nuevo modo de pensar. Como otros sociólogos y filósofos, Beck pensaba que la vida social había evolucionado hacia una segunda etapa de la modernidad, fue uno de los que junto con Anthony Giddens (2) usó el termino modernidad reflexiva.

Esta modernidad reflexiva está marcada por la toma de conciencia de que no es posible, no ya dominar a la Naturaleza, sino que no podemos estar seguros de que podamos controlar las propias realizaciones del ser humano.

Así que, de manera casi natural, la modernidad reflexiva ha dado lugar a la emergencia de una sociedad del riesgo en la que los dirigentes, científicos, políticos y público en general están cada vez más preocupados con la producción, difusión y permanencia de los riesgos asociados a la actividad humana.

¿Qué es el riesgo?

Podemos entender el riesgo como la proximidad de sufrir algún daño, es decir, como la probabilidad de que se produzca un problema, teniendo en cuenta que cabe la posibilidad de que éste no llegue a materializarse. Esto es importante porque el riesgo es una amenaza, pero no necesariamente una realidad, nos pasamos la vida temiendo sucesos que no llegan a ocurrir.  Esa amenaza constante genera un miedo constante y difuso, miedo al riesgo de padecer una enfermedad, al desempleo, al terrorismo yihadista y a tantas cosas más, reales o irreales.

Beck señala cuatro propiedades básicas en los riesgos modernos. En primer lugar, los riesgos son hijos de las fuentes de riqueza de la sociedad moderna.

En segundo término, no tienen limitaciones ni en el espacio – no están sujetos a un territorio, por ejemplo, ni la contaminación nuclear ni el terrorismo global se paran en las fronteras – ni en el tiempo – las consecuencias pueden presentarse durante generaciones.

En tercer lugar, son irreparables, no se puede volver a la situación anterior al daño producido.

Y, por último, las formas de calcular las probabilidades de que un riesgo se materialice han quedado obsoletas dado que son muy nuevos o no hay precedentes ni experiencia previa de los desastres que pueden producir.

La percepción del riesgo y los expertos

Otra variable muy importante en el análisis de Beck es la percepción del riesgo pues de ello depende la respuesta social al mismo, influye en cómo la sociedad mide la gravedad y lo que está dispuesta a invertir en la prevención y en los procedimientos de contingencia si el riesgo llega a convertirse en desastre.

Beck detecta una ambigüedad en la percepción social del riesgo, por un lado, los riesgos son reales y no pueden ignorarse, pero al mismo tiempo, son virtuales porque no dejan de ser un temor a situaciones que no se han producido.

Gestionar esto no es fácil, gastar dinero y esfuerzos en prevenir posibles peligros no siempre es popular. Representa un problema para gobiernos y empresas, unos porque normalmente tienen que adoptar políticas muy impopulares que necesitan de mucha pedagogía o tienen que responder con mayor diligencia a los grupos de presión que a sus ciudadanos, los otros porque tienen la inveterada costumbre de repartir dividendos entre sus accionistas y no siempre se preocupan por la ética en el modo de hacerlo.

Por si fuera poco, Beck apunta que ni los mismos expertos tienen una idea clara en materia de riesgos, concluye, que no hay expertos sino gente que pasa por serlo. El razonamiento es el siguiente, muchos de los riesgos actuales son tan complejos que ni científicos ni ingenieros consiguen ponerse de acuerdo en cuanto a su probabilidad, gravedad, prevención y contingencia. Además, para una parte de la sociedad los mismos expertos son parte del problema y no de la solución, por ejemplo, los expertos en energía nuclear son los que hacen malabarismos con los átomos, aunque no todas personas son iguales, estudian y trabajan en lo mismo, entonces, ¿cómo tomarles en serio? Beck lo expresa diciendo que "han dilapidado hasta nuevo aviso su reputación histórica de racionalidad".

De todas las formas Beck concluye que, a pesar de los pesares, los científicos son indispensables en la sociedad del riesgo porque no tenemos otro remedio que recurrir a ellos, aunque sean falibles y se vean sorprendidos o superados.

Las sociedades tecnológicas presentan tres clases de respuestas ante los riesgos. En primer lugar, la negación; se hace como si no existieran, es la reacción más común. En segundo término, la apatía, se reconoce el riesgo, pero no se hace nada. Y, por último, la transformación que Beck define como la gestión colectiva global – cosmopolita según su terminología – para vivir de forma positiva bajo la sombra del riesgo.

Riesgos y clase social

Para Beck el riesgo y la clase social guardan una cierta relación. El riesgo, como la riqueza, sigue una pauta clasista, sólo que inversa. Mientras la riqueza se acumula arriba, los riesgos lo hacen abajo. En este sentido parecen reforzar, no abolir, la sociedad de clases. La pobreza atrae a una elevada y desafortunada cantidad de riesgos, en cambio, la riqueza – en renta, en educación o poder – puede comprar seguridad y liberación de los riesgos.

Lo que ocurre en las clases sociales también se da entre las naciones. Los riesgos se concentran en las naciones pobres mientras que es más fácil que las naciones ricas los eviten y encima se beneficien de los riesgos que ellas generan, ensayando en el tercer mundo medidas de prevención y contingencia que pudieran ser aplicables ante crisis posteriores similares.

Sin embargo, en la sociedad del riesgo, ni los individuos ni las naciones ricas están completamente a salvo, es lo que Beck denomina efecto bumerang, los propios agentes de la modernización están atrapados por los peligros que ellos mismos han desatado, al menos mientras que nadie se pueda bajar en marcha de esta nave espacial que es nuestro planeta. La radiactividad generada por Chernóbil no necesitó de pasaporte para desplazarse por Europa, la pandemia del Covid parecía durante las navidades de 2019 que era cosa de los chinos que no tienen criterio a la hora de elegir animales con los que alimentarse, tres meses después estábamos confinados en casa.

Temor y esperanza

En contra de lo que pudiera parecer Beck no es un pesimista irredento, sino que se mueve entre el temor y la esperanza.

Por el lado del temor, es indudable que la globalización ha traído consecuencias negativas que incluyen las crisis financieras periódicas, el cambio climático y la amenaza del terrorismo, entre otras plagas bíblicas.

Por el lado de la esperanza, Beck aprecia aspectos positivos en este marco aparentemente deprimente. Considera que el aumento del riesgo nos ha llevado a una situación que denomina “cosmopolitismo”.

El cosmopolitismo es un concepto multidimensional. En primer lugar, afrontar un riesgo global implica una respuesta global, las consecuencias catastróficas de la materialización de un riesgo afecta a toda o a gran parte de la humanidad lo que requiere de la respuesta de naciones y organizaciones internacionales lo que favorece la cooperación entre ellas.

La segunda dimensión del cosmopolitismo es la cobertura mediática internacional que ayuda a entender el mayor impacto de los desastres en los sectores pobres de la población y en las naciones en vías de desarrollo.

Por último, beck señala que la sociedad civil se organiza, se informa y se opone, en lo denomina la conciencia pública del riesgo. Suelen ser las propias personas, las víctimas de los riesgos, quienes empiezan a reflexionar sobre ellos. Observan y recogen datos sobre los riesgos y sus consecuencias para la gente y para el entorno. . 

Esta conciencia social del riesgo fomenta alianzas entre grupos sociales, por ejemplo ante el problema del cambio climático, el diálogo entre grupos ecologistas y ciertas empresas - que han descubierto que esta es una vía conjuga el negocio y la sostenibilidad-  promueve la acción coordinada en la protesta por la falta de respuesta de los gobiernos entretenidos en que Beck llama "subpolíticas", es decir, las actuaciones de gobiernos y grupos de presión que actúan al margen de los sistemas parlamentarios y del control ciudadano.

Conclusión

Las ideas de Beck han tenido un gran eco más allá del debate puramente sociológico pues su enfoque multidisciplinar está dirigido hacia muchas de las principales preocupaciones de la humanidad. La publicación de su obra “La Sociedad del Riesgo” coincidió con el debate sobre la capa de ozono (3), el accidente de Bhopal (4) y el desastre de Chernóbil (5), pero la historia no se ha detenido ahí y hemos acumulado accidentes, pandemias y desastres naturales que derivan de riesgos que estaban identificados y para los que no estábamos suficientemente preparados.

Esto genera miedo, pero finalmente Beck presenta un mensaje positivo: la necesidad de afrontar el riesgo global puede generar soluciones innovadoras y cambio sociales constructivos que superen los egoísmos e intereses limitados de particulares, empresas y Estados.

 

Juan Carlos Barajas Martínez

Sociólogo

 

Notas

  1. Ulrich Beck (Słupsk, Pomerania, 15 de mayo de 1944-Múnich, Baviera, 1 de enero de 2015)​ fue un sociólogo alemán, profesor de la Universidad de Múnich y de la London School of Economics. Estudió aspectos como la modernización, los problemas ecológicos, la individualización y la globalización. En los últimos tiempos se embarcó también en la exploración de las condiciones cambiantes del trabajo en un mundo de creciente capitalismo global, de pérdida de poder de los sindicatos y de flexibilización de los procesos del trabajo, una teoría enraizada en el concepto de cosmopolitismo. También contribuyó con nuevos conceptos a la sociología alemana, incluyendo la llamada «sociedad del riesgo» y la «modernidad reflexiva».
  2. Anthony Giddens (Londres, Inglaterra, 18 de enero de 1938) es un sociólogo inglés, reconocido por su teoría de la estructuración y su mirada holística de las sociedades modernas. También adquirió gran reconocimiento debido a su intento de renovación de la socialdemocracia a través de su teoría de la Tercera Vía. Es considerado como uno de los más prominentes contribuyentes modernos en el campo de la Sociología, es autor de al menos 34 libros publicados en no menos de 29 idiomas —publicando en promedio más de un libro por año—. También se lo ha descrito como el científico social inglés más conocido desde John Maynard Keynes
  3. La capa de ozono es una capa que envuelve la Tierra impidiendo que los rayos solares y los rayos ultravioleta lleguen a los seres vivos. Se denomina capa de ozono u ozonosfera a la zona de la estratosfera terrestre que contiene una concentración relativamente alta1​ de ozono. Esta capa, que se extiende aproximadamente de los 15 km a los 50 km de altitud, reúne el 90 % del ozono presente en la atmósfera y absorbe del 97 al 99 % de la radiación ultravioleta de alta frecuencia (150-300 nm). Fue descubierta por los físicos Charles Fabry y Henri Buisson en el año 1913. El seguimiento observacional de la capa de ozono, llevado a cabo en los últimos años, ha llegado a la conclusión de que dicha capa puede considerarse seriamente amenazada. El desgaste grave de la capa de ozono provocará el aumento de los casos de melanomas, cáncer de piel, cataratas oculares, supresión del sistema inmunitario en humanos y en otras especies. También afectará a los cultivos sensibles a la radiación ultravioleta. Las últimas mediciones realizadas con satélites indican que el agujero en la capa de ozono se está reduciendo, a la vez que los niveles de clorofluorocarburos (CFC) han disminuido. Esos compuestos químicos dañan la capa de ozono de la atmósfera que protege nuestro planeta. Durante más de cincuenta años, el número de CFC presentes en la parte alta de la atmósfera ha aumentado a un ritmo constante hasta el año 2000.​ Desde entonces, la concentración de CFC se ha reducido a razón de casi un 1 % anual. El descenso permite esperar que el agujero de la capa de ozono pueda cerrarse a mediados de siglo
  4. El desastre de Bhopal, ocurrido entre el 2 y el 3 de diciembre de 1984 en la región de Bhopal (Madhya Pradesh, India), se originó al producirse una fuga al aire libre de isocianato de metilo (MIC)en una fábrica de plaguicidas propiedad de un 51 % de la compañía estadounidense Union Carbide​ (parte de cuyos activos fueron posteriormente adquiridos por Dow Chemical) y del restante 49 %, del Gobierno de la India. Dejando más de 25 000 muertos​ y 500 000 heridos. Se considera uno de los peores desastres industriales del mundo. ​ Más de 500.000 personas estuvieron expuestas al gas MIC. La sustancia altamente tóxica se abrió camino hacia los pequeños pueblos ubicados cerca de la planta y sus alrededores.
  5. El accidente de Chernóbil fue un accidente nuclear sucedido el 26 de abril de 1986 en la central nuclear Vladímir Ilich Lenin, ubicada en el norte de Ucrania, que en ese momento pertenecía a la Unión Soviética, a 2,7 km de la ciudad de Prípiat, a 18 km de la ciudad de Chernóbil y a 17 km de la frontera con Bielorrusia. Es considerado el peor accidente nuclear de la historia, y junto con el accidente nuclear de Fukushima I en Japón en 2011, como el más grave en la Escala Internacional de Accidentes Nucleares (accidente mayor, nivel 7). Asimismo, suele ser incluido entre los grandes desastres medioambientales de la historia.

 

Bibliografía

Juan Carlos Barajas Martínez, La muerte de Juan Sin Miedo, Sociología Divertida, 2015

C. Thorpe, C. Yuil, M. Hobbs, M. Todd, S. Tomley, M. Week: El Libro de la Sociología, Akal Editores, Madrid 2016

George Ritzer: Teoría Sociológica Moderna, 5ª Edición, ED. McGraw-Hill, Madrid 2001

Adolfo Vásquez Rocca, Zygmunt Bauman: Modernidad Líquida y Fragilidad Humana, Nómadas, Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas, Universidad Complutense de Madrid, marzo 2008

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Zygmunt Bauman y la licuefacción de la sociedad

 


Resumen

En marzo de 2011 quedé muy impresionado con el terremoto de Japón que llegó a 9,1 de magnitud, provocó un tsunami cuyas olas llegaron a una altura máxima de 40,5 metros y se llevó por delante la central nuclear de Fukushima. Murieron casi dieciséis mil personas, hubo más de seis mil heridos y dos mil quinientos desaparecidos. Pudimos ver mil imágenes imposibles de borrar de la memoria, una de ellas fue el proceso por el cual empezó a salir agua del asfalto y de las aceras de las ciudades, agua que no procedía de las tuberías sino de la tierra. A este proceso se le denomina licuefacción, se produce por la enorme presión que se ejerce sobre bloques de terreno hasta el punto de que exprime toda el agua que contiene como si de una esponja se tratara.

Para el gran sociólogo Zygmunt Bauman este fenómeno se ha producido también en la sociedad, un gran cataclismo de cambios sociales ha provocado que en pocas generaciones se haya pasado de una sociedad sólida asentada sobre bases indiscutibles y duraderas a una sociedad líquida en la que no hay nada seguro ni permanente, ni las instituciones, ni las costumbres, ni la ética, ni el trabajo, ni la vida. Yo mismo, que ya tengo mis años, apenas reconozco en mi entorno social algún carácter de la sociedad en la que nací.

Abstract

In March 2011, I was very impressed by the earthquake in Japan, which reached a magnitude of 9.1, triggered a tsunami whose waves reached a maximum height of 40.5 meters, and swept away the Fukushima nuclear power plant. Almost sixteen thousand people died, more than six thousand were injured and two thousand five hundred were missing. We were able to see a thousand images impossible to erase from our memory.

In one of them, you could see how water began to come out of the asphalt and the sidewalks of the cities, the water did not come from the pipes but from the ground.

This process is called liquefaction, produced by the enormous pressure exerted on blocks of land to the point that it squeezes out all the water it contains as if it were a sponge.

For the great sociologist Zygmunt Bauman, this phenomenon has also occurred in society. A great cataclysm of social change has meant that in just a few generations we have gone from a solid society based on unquestionable and lasting foundations to a liquid society in which nothing is certain or permanent, neither institutions, nor customs, nor ethics, nor work, nor life.

Now that I am 60 years old, I hardly recognize my social environment or any character of the society in which I was born.

Índice

  • Introducción
  • Modernidad sólida
  • Proceso de licuefacción
  • Modernidad líquida
  • Somos lo que compramos
  • A todo el mundo no le va todo igual
  • Conclusión

Introducción

A finales del siglo XIX se produjo la segunda revolución industrial que trajo consigo una serie de fenómenos sociales y económicos. Entre estos fenómenos habría que destacar la economía financiera gracias a la mayor acumulación de capitales, la producción masiva de bienes y equipos gracias a la cadena de montaje y al uso industrial de la electricidad, el consumo generalizado de esos bienes y equipos para lo que fue necesario aumentar el nivel de vida de las clases menos favorecidas, la industrialización de la agricultura al introducir maquinaria en el campo, la mejora de los transportes gracias al motor de explosión y la mejora de las telecomunicaciones gracias en primera instancia al telégrafo eléctrico y, posteriormente, al teléfono y la radio.

Estos cambios repercutieron en las sociedades de los países desarrollados produciendo un nuevo tipo de mundo al que la mayoría de los autores denomina modernidad. Un mundo cuyas instituciones eran relativamente estables, el pleno empleo era un objetivo factible y el nivel de vida razonablemente alto, más que en ninguna etapa histórica anterior.

Según el gran sociólogo polaco Zygmunt Bauman (1), este mundo moderno se fue alejando, a lo largo del siglo XX, de esta modernidad que califica de “sólida” hacia un nuevo tipo de modernidad que define como “líquida” que se caracteriza por incertidumbre y el cambio continuo que afecta tanto a la sociedad en su conjunto como a cada uno de los individuos que la componen.

El concepto de “líquido” hace referencia a la fluidez, al cambio, a la impredecibilidad; es una idea atractiva porque explica los cambios históricos que se produjeron durante el siglo XX y, al mismo tiempo es fácil de comprender. No extraño entonces que haya trascendido el mundo académico para llegar, a través de los medios de comunicación, a las conversaciones de los ciudadanos medios, convirtiendo a Bauman – que recibió los premios Adorno y Príncipe de Asturias – en una especie de sociólogo “superstar”.

Modernidad sólida

Como el concepto de modernidad líquida se construye por oposición a la modernidad sólida, vendría bien que nos centráramos en primer lugar en definir el marco histórico en el que se desarrolló está última, así como las características que presentaba.

Como ya hemos avanzado, la modernidad sólida empezó a gestarse a finales del siglo XIX con la segunda revolución industrial. El proceso de industrialización que venía produciéndose desde finales del siglo XVIII cambió su naturaleza y el modelo económico varió hacia formas en las que economía financiera tomó una importancia mayor.

La tecnología avanzó enormemente, múltiples inventos y aplicaciones, así como nuevas fuentes de energía como la electricidad o el petróleo y todos sus derivados se incorporaron al proceso industrial, en este contexto tecnológico, se inventó la cadena de montaje. Todos estos cambios aplicados al proceso industrial desembocaron en un aumento sin precedentes de la productividad.

Esta mayor producción provocó cambios que afectaron a la organización del trabajo, al consumo y, por último, a la política. Dentro de esta última, el ciudadano, en tanto que consumidor y productor, acabó teniendo voto y empezó a participar de manera perceptible en las decisiones colectivas.

Si la primera revolución industrial se limitó territorialmente casi en su totalidad al Reino Unido, esta segunda se desarrolló también en casi toda Europa Occidental, Estados Unidos y Japón lo que indujo a la creación de un gran mercado internacional y la consolidación de las diferencias entre el centro mundial constituido por esas regiones económicas desarrolladas y la periferia del mundo constituida por todas las demás naciones, muchas de ellas, bajo el yugo colonial.

Y en estos países del centro es dónde se desarrolló ese modelo de sociedad que muchos autores denominan modernidad y que Bauman identifica como modernidad sólida. Para Bauman este modelo se caracterizaba por ser ordenado, predecible, racional, relativamente estable y organizado según métodos burocráticos que es – siempre según el criterio de este autor – la forma más eficiente de organizar la conducta y la interacción en organizaciones con un gran número de personas.

Bauman destaca el alto grado de equilibrio en las estructuras sociales en la modernidad sólida. Tanto las normas, como las tradiciones y las instituciones tenían vocación de permanecer estables lo que no significa que no sufrieran cambios sociopolíticos, sino que se sucedían de un modo ordenado y predecible. La modernidad sólida no era revolucionaria sino evolucionista.

El nivel de seguridad en el empleo era muy alto en la modernidad sólida, casi todas las personas tenían la esperanza de conseguir un trabajo indefinido, jubilarse en la misma empresa y pasar toda su vida en la misma zona geográfica, cerca de sus padres.

Es la época en la que se producen avances en la protección de las clases trabajadoras caminando tímidamente hacia el concepto de Estado del bienestar.

Bauman considera que la modernidad sólida es la quintaesencia de los valores de la Ilustración. Representa la materialización de la idea ilustrada de que la razón – mediante el conocimiento científico, la comprensión y control del mundo natural – conduce a la emancipación de la humanidad. Nunca ha habido en las instituciones ni en la sociedad en general tanta fe en el progreso, tanta admiración hacia las grandes obras de la arquitectura y la tecnología modernas.

En una sociedad estable o conceptualmente estable como la modernidad sólida, no es extraño que produjera un repertorio de identidades estables y posibles versiones de la individualidad con las que las personas podían identificarse. En aquel momento las personas tenían una identidad estable, coherente y racional formadas por varias categorías como la profesión, la religión, el género, la nacionalidad y la etnia o el estilo de vida; para los que encajaban bien es esas clases – la mayoría de la gente – era una vida confortable y segura, pero para los que no conseguían encajar en una de esas categorías la vida no era tan fácil.

Este mundo gobernado por la modernidad sólida se mantuvo predominante hasta después de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de las crisis económicas y bélicas que de vez en cuando atizaban fuerte. Después, de manera gradual, las cosas empezaron a cambiar.

El proceso de licuefacción

 

En palabras de Bauman, a partir de la segunda mitad del siglo XX, se reinventó el mundo de una manera “compulsiva, obsesiva y adictiva”.

Cinco son los cambios que cita Bauman para explicar el paso de la modernidad sólida a la líquida. En primer lugar, la pérdida de poder de los estados-nación. Los gobiernos han ido perdiendo capacidad de decisión tanto en las esferas nacionales como en el escenario internacional. En la esfera nacional con el surgimiento de mesogobiernos, formas de gobernanza que se alejan del “ordeno y mando” y la presión de los grupos de interés. En la sociedad internacional los gobiernos han sido debilitados, por un lado, por el aumento del poder de las multinacionales y, desde otro punto de vista, por el surgimiento de organizaciones supranacionales sobre las que se ha depositado parte de la soberanía nacional.

En segundo término, Bauman señala la expansión global del capitalismo que ha contribuido a la descentralización de la autoridad estatal.

En tercer lugar, las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones permiten un intercambio supranacional de información y conocimiento en microsegundos.

En cuarto lugar, Bauman señala que las sociedades están cada vez más preocupadas por la seguridad. Quizás porque hay miedo a perder ciertas cotas de bienestar y cierto grupo de derechos sociales que se han alcanzado con el esfuerzo de las generaciones precedentes. También, al haber más intercambio de información hay más miedo ante peligros potenciales.

Y, por último, los flujos migratorios han aumentado enormemente en el planeta. Si con la modernidad sólida se dio un flujo del campo a la ciudad, en la modernidad líquida, la gente emigra de la periferia al centro.

Modernidad líquida

Lo primero que destaca Bauman es que definir a la modernidad líquida es una cuestión paradójica. ¿Cómo definir algo que está en continuo cambio? Quizás por eso hay tantas definiciones distintas para describir este período de tiempo y, no sólo entre autores diferentes, sino también hay diferencias en las opiniones del mismo autor a lo largo del tiempo de manera que es muy difícil glosar su obra, algo que con – mayor o menor acierto – intento hacer yo.

No obstante, a pesar de su miedo inicial, Bauman consigue una buena descripción de la modernidad líquida abordando sus aspectos principales.

Para empezar, se ha perdido la idea de progreso, aquella fe en la ciencia y la tecnología de la que hablábamos en párrafos anteriores. Ya no se sigue el ideal racionalista de la Ilustración, sino que la ciencia y la tecnología – y por tanto los científicos y los tecnólogos – están bajo sospecha. Se les identifica como la causa de los problemas medioambientales, políticos y de empleo.

Aquella vida razonablemente asegurada y estable ha dejado de existir. Las personas han perdido la certidumbre acerca del empleo y la educación. Los padres ven como un hecho muy probable que sus hijos vivan con menor bienestar que ellos y los jóvenes se preguntan si merece la pena el esfuerzo de abordar los estudios superiores si una carrera universitaria no te garantiza un nivel salarial alto.

El empleo para toda la vida también ha muerto y en su lugar ha venido para quedarse la precariedad en los contratos laborales. Bauman coincide con Richard Sennet (2) en que se ha producido un proceso de reestructuración en las empresas – entendido este término como una disminución en el tamaño – con el fin de aumentar la productividad y la competitividad en un mercado global reduciendo los costes salariales.

La reestructuración de las empresas redunda en la precariedad laboral provocando una mayor movilidad en el empleo que obliga a las personas a seguir formándose – muchas veces a su cargo – a lo largo de su carrera profesional para diferenciar su currículo y seguir siendo competitivo en el mercado de trabajo.

Toda esta precariedad se desarrolla todavía en peores condiciones porque la protección social está disminuyendo. El Estado del bienestar retrocede y con él la red de seguridad para el caso de sufrir enfermedad o desempleo; y sin acudir a las desgracias, las ayudas en educación y vivienda también disminuyen con lo cual todavía nos hacemos más pobres.

Somos lo que compramos

Durante la modernidad sólida, se desarrolla el consumo porque hay que dar salida a los productos industriales, por eso mejoran económicamente las clases sociales menos privilegiadas. Vuelvo a hacer constar que esto pasaba en los países industrializados.

En este contexto, la modernidad líquida convierte al consumo en algo desaforado, rápido y constante, los bienes son de usar y tirar ( “throw away society”) cuando no de tirar directamente.

Durante la modernidad sólida las identidades personales estaban claras, o bien pertenecías a una de las categorías estándar de género, profesión, etnia o nacionalidad; o bien, quedabas fuera del sistema. Lo que eras no dependía de lo que consumías sino de donde se te etiquetara.

En la modernidad líquida la identidad personal está fragmentada, carece de coherencia, para Bauman, la identidad personal no es más que la resultante de las elecciones de consumo que acaban representando a las personas. De ahí viene la pasión por las marcas, entre los jóvenes, si no tienes una determinada marca de zapatillas, de camiseta, de pantalones o de teléfono móvil, no eres nadie independientemente de la clase a la que se pertenezca; entre los adultos, suele ser el automóvil.

Para Bauman, el yo auténtico y la representación del yo se difuminan mediante elecciones de consumo, dice, “somos lo que compramos y nada más, el significado profundo y superficial se han fusionado y resulta imposible separarlos”.

Así las cosas, sin identidades sólidas, la gente acude a todo tipo de gurús, desde los más alternativos como “coaches”, religiones sectarias o terapeutas de dudoso origen a la ayuda profesional de psicólogos. La persecución de una identidad que nos defina y a la que agarrarse se ha convertido en un problema, se necesita realizar una introspección constante, un ponerse al día cada poco tiempo lo que genera ansiedad y confusión. No bien has aprendido a ser un “hombre sensible” lees un artículo en El País Semanal que te dice que lo que mola ahora es ser “metrosexual”. El concepto de metrosexual se pierde tan rápido como llegó y tienes que hacerte hípster para volver a cambiar a no sé qué porque ya no se habla de hípsters pero no sé por cual gilipollez ha sido sustituido. Francamente, es un sinvivir.

A todo el mundo no le va todo igual

Vivimos en un mundo desigual, hemos analizado en este blog estas diferencias y sus causas. Por otra parte, hemos visto que el flujo de migraciones es una de las características principales de la modernidad líquida. Pues Bauman funde ambos conceptos cuando habla de turistas y vagabundos.

Los turistas son los que se benefician de la fluidez de la modernidad líquida, son los privilegiados que tienen formación en idiomas, conocimientos competitivos, acceso a la información – normalmente a través de internet – y que, gracias a las posibilidades que ofrecen los medios modernos de comunicación, pueden viajar a cualquier parte del globo y realizar sus actividades allá dónde las condiciones económicas sean más estables y ventajosas. Ningún gobierno pone peros a este tipo de migrantes.

Por otro lado, los vagabundos pertenecen al grupo de personas que por sus condiciones económicas y por la estructura de las sociedades a las que pertenecen no disponen de ese nivel de formación, ni acceso a la información ni facilidad para desplazarse. Están obligados a quedarse estancados en sus lugares de procedencia con un nivel de vida muy bajo o salir de su país en condiciones muy precarias como refugiados económicos o asilados políticos. Estas buenas gentes se encuentran con todo tipo de trabas, de barreras físicas y burocráticas, por parte de las autoridades.

Conclusión

Bauman nunca quiso acogerse a ninguna tradición sociológica concreta, sin embargo, se le considera uno de los pensadores más influyentes de las últimas décadas. Como él mismo decía la definición de la modernidad líquida es asimismo líquida, esto causa que haya múltiples nombres y teorías de muchos autores diferentes para explicar el funcionamiento de la sociedad y, no sólo eso, sino que el mismo autor va dando diferentes versiones de su visión en estudios sucesivos, las explicaciones se renuevan constantemente.

La fortaleza del pensamiento de Bauman reside en una característica doble, por un lado, explica muy bien la problemática del mundo actual y, por otro lado, es muy fácil de entender. Estas dos características hacen a la de Bauman una de las mejores explicaciones que tenemos de la sociedad actual.

Juan Carlos Barajas Martínez

Sociólogo

 

Notas

  1. Zygmunt Bauman (Poznań, 19 de noviembre de 1925 — Leeds, 9 de enero de 2017)​ fue un sociólogo, filósofo y ensayista polaco de origen judío. Su obra, que comenzó en la década de 1950, se ocupa, entre otras cosas, de cuestiones como las clases sociales, el socialismo, el holocausto, la hermenéutica, la modernidad y la posmodernidad, el consumismo, la globalización y la nueva pobreza. Desarrolló el concepto de la «modernidad líquida», y acuñó el término correspondiente. Junto con el también sociólogo Alain Touraine, Bauman recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010
  2. Richard Sennett (Chicago, 1 de enero de 1943) es un sociólogo estadounidense adscrito a la corriente filosófica del pragmatismo. Es profesor emérito de Sociología en la London School of Economics, profesor adjunto de Sociología en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y profesor de Humanidades en la Universidad de Nueva York. Ha sido miembro del Centro de Estudios Avanzados en Ciencias de la Conducta y es miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias y de la Royal Society of Literature de Gran Bretaña. Es también el director fundador del New York Institute for the Humanities.

 

Bibliografía

C. Thorpe, C. Yuil, M. Hobbs, M. Todd, S. Tomley, M. Week: El Libro de la Sociología, Akal Editores, Madrid 2016

George Ritzer: Teoría Sociológica Moderna, 5ª Edición, ED. McGraw-Hill, Madrid 2001

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