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El Funcionalismo II: Robert Merton


Resumen
En este segundo artículo sobre el funcionalismo vamos a detenernos en el pensamiento de Robert Merton, un reformador de este movimiento sociológico que puso sentido común y empirismo a un modelo ideal y teórico.
Se recomienda la lectura del artículo anterior – “Funcionalismo I: Talcott Parsons” – para entender los conceptos de sistema social y función social.


Robert Merton

Índice:
Un funcionalista crítico
Críticas al modelo estructural funcional
Análisis funcional de Merton
Funciones manifiestas y latentes
Estructura social y anomia

Un funcionalista crítico

Efectivamente, Robert Merton (1) le puso sentido común al modelo de sociedad funcionalista. Mientras en el funcionalismo de Parsons (2) todas las funciones y estructuras son buenas, indispensables, tienen un sentido positivo y, el proceso de adaptación al entorno consigue que sean las mejores posibles en cada momento, Merton, con unas buenas dosis de realismo, nos dice que las consecuencias del funcionamiento de las estructuras sociales no son siempre positivas, que a veces son negativas, imprevistas e, incluso, irrelevantes. Eso precisamente es lo que llamo yo aplicar el sentido común a un modelo que como tipo ideal sirve, pero para describir las sociedades reales se queda un poco corto.
Poniendo en solfa los postulados funcionalistas menos defendibles, desarrollando de nuevo alguno de sus principios básicos, logró alargar la vida del funcionalismo como escuela sociológica de primer orden e influyó en la sociología de final de siglo XX.

Metodológicamente, mientras los funcionalistas en general y Parsons en particular, le tuvieron mucho amor a grandes teorías que abarcaban a la sociedad de un modo completo; Merton era más partidario de teorías de alcance medio. 

Merton no se conformaba sólo con planteamientos teóricos, sino que era partidario de una sociología empírica allí donde se pudiera aplicar.

Merton, con más simpatía que Parsons hacia el marxismo, quitó el sesgo conservador al funcionalismo y, en opinión de Ritzer (3) y otros autores, él y sus discípulos empujaron al funcionalismo hacia la izquierda política.

Críticas al modelo estructural funcional

Así que el bueno de don Roberto se puso a ver desde una perspectiva crítica lo que los funcionalistas anteriores habían predicado, empezando por los postulados básicos de la teoría funcionalista que se edificaba por encima de supuestos no empíricos basados en sistemas abstractos.

Para Merton, era responsabilidad del sociólogo examinar empíricamente cada uno de estos supuestos, era partidario del análisis estructural de grupos, organizaciones, sociedades y culturas, así como, de los roles sociales, normas, instituciones, emociones y sentimientos pautados socialmente, la estructura social y los mecanismos control social creados para que nadie se desmande, temas todos ellos, que hemos tratado durante los ocho años de vida de Sociología Divertida.

Los tres postulados básicos del análisis funcional son: la unidad funcional de la sociedad, el postulado de que todas las funciones sociales son positivas y el de la indispensabilidad de las funciones.

El postulado de la unidad funcional de la sociedad sostiene que todas las creencias y pautas socioculturales estandarizadas son funcionales para la sociedad en su conjunto y para cada uno de los individuos que forman parte de la sociedad. Dicho de otra manera, sirven siempre para algo y para todos. Y esto, siempre según Merton, pero no yo puedo dejar de estar de acuerdo, sólo es aplicable en sociedades pequeñas ya que para que ocurra, los diversos subsistemas deben estar muy integrados entre ellos, es decir, algo que – como nos han enseñado los antropólogos – solo pasa en sociedades primitivas, en las sociedades complejas existen fallos de integración entre la miríada de subsistemas que se solapan.

El postulado que afirma que todas las funciones sociales son positivas presupone que todos las formas y estructuras sociales cumplen una labor social buena para la sociedad, es decir, como se dice que dicen los sevillanos: “todo er mundo e güeno”. Es evidente que en el mundo real no toda estructura, pauta, institución, idea o creencia cumple funciones positivas. El nacionalismo fanático, el integrismo religioso, la costumbre de la ablación, el esclavismo… se me ocurren cientos de ejemplos de pautas sociales disfuncionales.

El postulado de la indispensabilidad nos dice que todas estas pautas socioculturales no sólo cumplen funciones positivas sino que son partes indispensables para el funcionamiento de la sociedad, lo que implica además – a poco que pensemos en ello - que ninguna otra estructura alternativa es mejor que la que está funcionando ahora mismo en esa sociedad. Entonces, para que cambiar, ¿verdad?, vamos a dejar todo como está, ¿para que vamos a admitir que pueden existir alternativas funcionales que podrían adecuarse mejor a la sociedad? Ya vendrá, según la misma lógica funcionalista, el mecanismo de adaptación al entorno que pasará por encima de nosotros y mandará a freír espárragos la función esa tan indispensable.

Análisis funcional de Merton
Para Merton las funciones son las consecuencias observadas que favorecen la adaptación o ajuste de un sistema dado, sin embargo, como hemos comentado anteriormente, no todas las funciones tienen consecuencias positivas o se ajustan malamente al entorno. Así que Merton desarrolló la idea de disfunción no contemplada en el funcionalismo temprano.

Las disfunciones son las consecuencias observadas que no tienen efectos positivos para la sociedad. Cualquier decisión económica desfavorable ejecutada por el sistema político, la mala gestión de los residuos, una sociedad apegada a ideas anticuadas en un entorno cambiante sin cambiar a tiempo, son ejemplos de disfunciones sociales.

Merton también definió la no función, es decir, las consecuencias observadas no relevantes que, si bien tuvieron consecuencias positivas o negativas en el pasado, en este momento son irrelevantes. Por ejemplo, la influencia de la masonería o el poder de la aristocracia, un grupo que da la sensación de que se ha convertido en una reunión de amigos disfrazados o, una clase social que fue dominante, pero que guardando un alto nivel económico y mucho glamur, ya no es lo que era.

Claro que si tengo funciones positivas, negativas e irrelevantes sería bueno contar con un índice que permitiera medir el estado de un sistema social. Para esto Merton propuso el saldo neto, pero no es tan fácil sumar las funciones positivas por un lado y las negativas por el otro y determinar la diferencia entre ellas. El motivo no es otro que la complejidad y la subjetividad, los sistemas sociales son muy complejos y las formas de medir la eficacia o negatividad de las funciones es necesariamente subjetiva, depende del observador.

La solución que propuso Merton para solucionar este problema fue estudiar en varios niveles de análisis, lo que supone otra ruptura con la teoría funcionalista clásica, que eran muy dados a la búsqueda de teorías completas, mientras que don Roberto era partidario de estudiar también las organizaciones, las instituciones o los grupos, de esta manera reduces la complejidad y, es de esperar que, si reduces la complejidad, también mejores en objetividad.

El ejemplo que pone Ritzer es el de la esclavitud en el sur de Estados Unidos. Para estudiar el fenómeno se necesitan varios niveles de análisis y plantearse las funciones y las disfunciones de la esclavitud para las familias blancas y negras, para las organizaciones políticas blancas y para las negras, para la economía, y para muchos otros sistemas sociales. De esta manera podremos identificar para qué sectores o unidades sociales fue más funcional o disfuncional y, facilitar el análisis de la funcionalidad de la esclavitud en el sur en su conjunto, mediante un mejor cálculo del saldo neto.

Funciones manifiestas y latentes

Continuando en el análisis funcional de Merton, llegamos a una de sus más famosas contribuciones: las funciones manifiestas y latentes.

Las funciones manifiestas son intencionadas, siguiendo con el ejemplo de Ritzer, la función latente - lo que buscaban los esclavistas del sur de los Estados Unidos – era el aumento de la productividad por el insano método de no pagar a los trabajadores, pero produjo la función latente, es decir no intencionada, de crear una infraclase social sojuzgada que hizo que se elevara el estatus social de los sureños blancos, tanto ricos como pobres. Los ricos sólo esperaban beneficiar a los ricos.

Colin Campbell (4), citado por Ritzer, opina que esta diferenciación entre funciones manifiestas y latentes es una incómoda combinación entre la intencionalidad de la teoría de la acción y las consecuencias estructurales del funcionalismo, algo un tanto confuso, no aclarado del todo por nuestro autor. Por eso, Campbell comenta que esta es la razón por la que la sociología contemporánea apenas usa estos conceptos, pudiera ser que el tocayo de la sopa (5) tuviera razón.

Las funciones manifiestas y latentes enlazan con el concepto de consecuencias previstas y no previstas. Las consecuencias previstas son fácilmente identificables pues somos conscientes de su existencia, en cambio, las no previstas requieren de la mirada sociológica para su definición, requieren de un análisis sociológico detallado. Hasta el punto de que Peter Berger (6) llegó a decir que el verdadero objeto de la sociología era el desenmascaramiento de los efectos producidos por las intenciones enmascaradas, no le falta razón.

Podría parecer que las funciones latentes y consecuencias imprevistas son lo mismo. Merton nos advirtió que no lo eran, una función latente es una consecuencia imprevista que ha resultado funcional, pero también hay consecuencias no previstas disfuncionales e irrelevantes.

Merton profundizó más en la teoría funcional. Las estructuras sociales podían ser disfuncionales y seguir existiendo. Por ejemplo, toda discriminación a una minoría es disfuncional para la sociedad pues provoca la improductividad de un gran número de personas y porque abona el conflicto social, sin embargo, perduran en el tiempo. Por lo tanto, habría que concluir que no todas las estructuras son indispensables para el correcto funcionamiento del sistema social y podrían eliminarse, lo equivale a decir que el cambio social intencional – algo que no admitían los primeros funcionalistas – es factible e incluso deseable. Nuestra sociedad podría eliminar a la discriminación de las minorías y la sociedad, no sólo no desaparecería, sino que sería mejor. Eso no quiere decir que sea fácil, las estructuras sociales son difíciles de cambiar porque forman parte del sistema social por razones profundas y duraderas.

Estructura social y anomia


La estructura social no es más que el conjunto de relaciones sociales que se forman entre los individuos de una sociedad. Dentro de esta definición caben muchas estructuras que hemos visto en los artículos de Sociología Divertida como, por ejemplo, la estratificaciónsocial, losgrupos y redes sociales, la interacciónsocial, los rolessociales y las institucionessociales.

El primer sociólogo que nos habló de la anomia fue Emilio Durkheim (7), para él la sociedad moderna había traído consigo un debilitamiento de la moralidad común. Si la moral no constriñe lo suficiente, cuando se carece de un modelo modelo moral al que seguir, que indique lo que es una conducta apropiada, las normas se degradan, los comportamientos se desvían, las personas sufren malestar consigo mismo y aislamiento y, al final, la sociedad se desorganiza. La anomia es para Durkheim una patología social que se compensaba en parte, antes de llegar al caos, por otras fuerzas sociales.

Merton entendía que la anomia era el resultado de la distancia entre las normas y los objetivos sociales y las capacidades sociales individuales, por ejemplo, la cultura occidental – sobre todo la estadounidense – promueve la búsqueda del éxito personal, sin embargo, la posición socioeconómica de muchas personas en la estructura social pone muchos problemas para alcanzar las posiciones más elevadas. Esta apreciación de Merton es muy diferente de la idea del funcionalismo original de que las personas que ocupan las posiciones más importantes son las más adecuadas para desempeñar tales puestos.

Para Merton esta distancia entre la exigencia cultural y lo que ofrece la estructura social es disfuncional pues conduce a la desviación social y a la anomia.

Conclusión

Hemos dado un repaso a las ideas de Merton que le dieron un balón de oxigeno al funcionalismo, manteniéndolo como un movimiento sociológico de primer orden. Sin embargo, durante los años ’60, las críticas a las ideas funcionalistas arreciaron y acabaron por se más numerosas que los elogios. El funcionalismo perdió fuelle para resucitar parcialmente con el neofuncionalismo en los años ’80. De todo ello hablaremos en los próximos artículos.

Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo

Notas:
1.     nacido Meyer Robert Schkolnick (Filadelfia, 4 de julio de 1910 - Nueva York, 23 de febrero de 2003) fue un sociólogo estadounidense. Es padre del Premio Nobel de Economía Robert C. Merton. Padre de la teoría de las funciones manifiestas y latentes, y autor de obras como El análisis estructural en la Sociología (1975), Merton es uno de los clásicos de la escuela estadounidense de esta disciplina. También fue importante su labor en el campo de la sociología de la Ciencia.
2.       Talcott Parsons (13 de diciembre de 1902 – 8 de mayo de 1979) fue un sociólogo estadounidense. Cursó estudios en el Amherst College, el London School of Economics y la Universidad de Heidelberg (Alemania). Dio clases de sociología en la Universidad Harvard de 1927 hasta 1974 como director del Departamento de Sociología de dicha universidad (1944). Más tarde fue nombrado presidente del nuevo Departamento de Relaciones Sociales 1946 y posteriormente presidente de la American Sociological Association en 1949. Es uno de los mayores exponentes del funcionalismo estructural en Sociología. Dicha teoría social sostiene que las sociedades tienden hacia la autorregulación, así como a la interconexión de sus diversos elementos (valores, metas, funciones, etc.). La autosuficiencia de una sociedad está determinada por necesidades básicas, entre las que se incluían la preservación del orden social, el abastecimiento de bienes y servicios, la educación como socialización y la protección de la infancia.
3.       George Ritzer nació en 1940 en la ciudad de Nueva York, se graduó en sociología en la Escuela Superior de Ciencia del Bronx en 1958. En la actualidad es profesor de sociología de la Universidad de Maryland. Sus principales áreas de interés son la Teoría Sociológica y la Sociología del Consumo. Fue director de las secciones de Teoría Sociológica (1989-1990) y de Organizaciones y ocupaciones (1980-1981) de la Asociación Americana de Sociología.
4.       ColinCampbell (Sutton Coldfield 1940) es professor emérito de sociología de la Universidad de York
5.       No he podido resistir la tentación de hacer una broma con el apellido del Sr. Campbell y el bote de sopa inmortalizado por Andy Warhol. Pido perdón al Sr. Campbell desde aquí.
6.       Peter Ludwig Berger (Viena, Austria; 17 de marzo de 1929-Brookline, Massachusetts; 27 de junio de 2017)1​ fue un teólogo luterano y sociólogo vienés. Fue director e investigador senior del Instituto de Cultura, Religión y Asuntos Mundiales de la Universidad de Boston. Fue conocido, sobre todo, por su obra La construcción social de la realidad: un tratado en la sociología del conocimiento (1966), que escribió junto con Thomas Luckmann.

Bibliografía:

George Ritzer
Teoría Sociológica Moderna
Mac Graw-Hill
Madrid 2001

Roberto Garvía
Conceptos fundamentales de Sociología
Ciencias Sociales
Alianza Editorial

Encyclopedia of Sociology
Coordinada por George Ritzer
Blackwell
Londres 2010

John Mancionis y Ken Plummer
Sociología
Pearson Prentice Hall
Madrid 2005

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