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Contra el Telón de Acero vivíamos mejor


A veces la miro y la veo así. Foto tomada de http://fenteslent.blog.hu


"El colapso de la Unión Soviética fue un Chernóbil sociopolítico"
Mohamed Arkoun

En tiempos de la Transición, el paso de la dictadura de Franco a la democracia coincidió con la crisis económica del petróleo. Esta coincidencia hacía que mucha gente, personas interesadas de estómago agradecido – como se decía entonces de los partidarios del antiguo régimen – o simplemente gentes sencillas que no habían conocido otro régimen político que el de Franco, identificaran los problemas económicos con el advenimiento de la democracia. De tal manera que se puso muy de moda la frase “con Franco vivíamos mejor”.

Estos problemas económicos unidos a la prudencia en los cambios políticos, consecuencia necesaria de no buscar el enfrentamiento directo con los poderosos sectores que no eran muy partidarios del cambio real, hizo que también se produjeran dudas, desasosiegos e impaciencias en los sectores progresistas y democráticos. A este sentimiento social se le llamó “el desencanto”. En este momento del desencanto, entre los más cínicos de los sectores “progres” que habían corrido delante de los “grises[i]”, se empezó a oír la frase “contra Franco vivíamos mejor”.

En estos años, finales de la década de 1970, el mundo seguía sumido en la separación ideológica que había surgido al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Estaba dividido en dos bloques opuestos, por un lado, el bloque capitalista – el Mundo Libre como decía la propaganda norteamericana aunque estaba incluido en él más de un Estado que no destacaba precisamente por conceder mucha libertad a sus ciudadanos – liderado por los Estados Unidos y, por otro lado, el bloque soviético o socialista o del socialismo real que lideraba la URSS[ii]  en el que ningún Estado era democrático.

Y existía un conflicto sordo entre ambos bloques, una guerra económica, de propaganda, de a ver quién tenía más misiles estratégicos y meaba más lejos, de a ver quién tenía más capacidad de destruir la Tierra el mayor número de veces posible con sus armas termonucleares. Un conflicto sordo que estallaba en conflictos de verdad en el Tercer Mundo, allí donde los intereses e influencias de los Estados Unidos y la URSS chocaban. Era como una partida de ajedrez sobre un tablero global. Más de una vez estuvieron a punto de apretar el botón e irnos todos a freír espárragos. A este conflicto irracional se le llamó la “Guerra Fría”.

Uno de los escenarios principales de la guerra fría era Europa. No es extraño si se tiene en cuenta que había sido el escenario principal de la Segunda Guerra Mundial. El continente estaba separado en dos, Alemania – en una escala más reducida – también estaba separada en dos. Una frontera separaba ambas Alemanias, Austria e Italia - que estaban en el lado occidental - de Yugoslavia, Hungría, Checoslovaquia – que estaban al lado oriental –. Y esta frontera – más frontera que ninguna – se la denominó el “Telón de Acero[iii]”.

La línea negra era el famoso telón, en azul la OTAN, en rosa el Pacto de Varsovia y en gris los países neutrales

En Alemania Oriental quedó una isla occidental en la parte de Berlín que, según los tratados que pusieron fin a la guerra, le correspondía su control a las potencias occidentales: Estados Unidos, Reino Unido y Francia. En Berlín, se reproducía en plan microcosmos, la situación general del mundo y, como al fin y a la postre se trataba de una única ciudad, se hacía muy difícil el control de la frontera y se pasaban muchos ciudadanos del Este al lado occidental. Esto no hacía ninguna gracia a las autoridades comunistas que elevaron un muro alrededor del sector occidental separando también a la ciudad en dos. La República Democrática Alemana denominó a esta muralla el “muro de defensa antifacista” y en los países occidentales fue conocido como el “muro de la vergüenza”. A mí me parece más adecuado el segundo término ya que la muralla evitaba la movilidad de los ciudadanos en su propia ciudad y muchos pagaron con su vida el intento de pasar del Este al Oeste.

El dichoso telón, aparte de ser una frontera muy poco porosa y bastante vigilada, era la separación de dos mundos, con dos sistemas político económicos diferentes y opuestos. En occidente el sistema capitalista, la libre empresa y la democracia liberal. En oriente el sistema socialista soviético, el Estado como propietario de todos los medios de producción y la dictadura del proletariado.

Si el bloque occidental creaba un pacto militar de defensa, la OTAN, el bloque soviético creaba a su vez del Pacto de Varsovia. Si los países de Europa Occidental creaban un tratado de libre comercio como la Comunidad Económica Europea, los de Europa Oriental hacían su correspondiente tratado con el COMECON[iv]. Por cada acción de un bloque, el otro llevaba a cabo una reacción de igual intensidad y sentido contrario.

El tremendo coste de la carrera armamentística y de la guerra de Afganistán en los años ’80 terminó por desmoronar el sistema económico de la URSS, que se llevó consigo el último intento liberalizador de Gorbachov[v] – último secretario general del PCUS[vi] – y todos los países de la órbita soviética se fueron liberando del yugo soviético. Este hecho quedó registrado simbólicamente con la caída del muro de Berlín en 1989. Al final ese movimiento social irresistible se llevó por delante a Gorbachov y su gladnost[vii] y su perestroika y a la propia Unión Soviética que estalló en mil pedazos.

A los ciudadanos del mundo, que nos habíamos criado con el muro de Berlín como símbolo de la separación entre bloques, esta sucesión de acontecimientos nos parecía inaudita, no acabábamos de creérnoslo. Sabíamos que traería consecuencias, pero siempre pensamos que serían positivas.  Por fin unos pueblos sojuzgados por unos regímenes políticos dictatoriales podrían liberarse. Era para alegrase sinceramente.

Este hecho histórico no sólo impresionó a los ciudadanos. Autores de todo el mundo escribieron comentarios, artículos, mantuvieron tesis e hipótesis. Entre ellos, quizá el más famoso, fue el politólogo norteamericano Francis Fukuyama quien escribiera en 1992 aquel renombrado libro de “El fin de la historia y el último hombre”. En él Fukuyama exponía que la historia, como lucha de ideologías, había terminado y había dado a luz a un mundo basado en la política y la economía neoliberal imponiéndose, tras el fin de la guerra fría, a lo que el autor denominaba utopías. El libro fue muy polémico, la frase “fin de la historia” muy publicitaria y muy inexacta tuvo bastante culpa, supongo que por eso precisamente la puso en el título. Pero no se puede negar que a partir del derrumbamiento de la URSS sólo ha habido un pensamiento único en el mundo.

El caso es que esa fue una de las consecuencias. No fue el final de las ideologías, sino el triunfo de una ideología que resultó ser tan dogmática como el socialismo real y cuyas consecuencias estamos pagando ahora. El problema ideológico no ha sido la desaparición del comunismo que, tal y como había sido aplicado, había demostrado su inviabilidad económica y había sojuzgado a millones de personas. En ese momento Moscú había perdido ya su carácter de faro guía del movimiento obrero internacional, el surgimiento del eurocomunismo fue buena prueba de ello.

El verdadero problema es que la ideología capitalista se quedó sin contrapeso. Mientras existió el socialismo real, las élites dirigentes occidentales tenían que vender a sus clases trabajadoras su modelo, y poder decir “mira cómo viven los rusos bajo el yugo soviético y mira como vives tú”. Por eso se esforzó por mantener un capitalismo de rostro humano y su expresión socioeconómica y política: el Estado de Bienestar. Pero una vez cayó el otro modelo todo esto ya no era necesario y qué mejor y más fácil manera de aumentar la productividad y la competitividad que bajar sueldos y cercenar los derechos sociales (ver mi artículo “Adios, Estado del Bienestar, adiós”).

Estados Unidos quedó como superpotencia global única, gendarme mundial autonombrado para mantener la “pax americana”, identificar ejes del mal y actuar en consecuencia. En algunos casos como en Somalia, con buenas intenciones, en otros casos, Irak por ejemplo, con intereses espurios.  En todo caso, Estados Unidos ha intervenido con una fuerza militar enorme y una superioridad tecnológica aplastante pero con una intuición política tremendamente infantil, procurando sistemas democráticos inmantenibles a pueblos que mantienen el sistema social tribal. Algo así, en el ámbito político, como si en el ámbito tecnológico se dotara de una central nuclear a los indios Yanomanos del Amazonas, o se le diera un móvil 3G a un caballero de la primera cruzada. Y eso que por Harvard, Yale y las otras universidades de élite andan los mejores antropólogos del mundo, a los que podrían consultar de vez en cuando, cuál sería el régimen político más justo y más adaptado a la cultura de esas sociedades.

De esta manera, el status quo de la Guerra Fría ha desembocado – en lo militar - en una guerra global contra el terrorismo en la que Occidente ha invadido selectivamente a países árabes y los ciudadanos occidentales tienen que mirar debajo del asiento cada vez que se montan en un tren de cercanías o del metro, con el problema árabe-israelí como telón de fondo permanente.

Aunque hoy en día, cada vez está más claro que China es otro superpoder global. Ya no se puede tomar ninguna decisión sin contar con los chinos y normalmente se oponen a todo con el solo fin de fastidiar. Y con el fin de no fastidiarles a ellos, las potencias occidentales no quieren oír ni hablar de derechos humanos en China. A Cuba, por poner un ejemplo claro, hay que dar merecida caña, pero a China no, que son muchos, tienen muy mala leche y disponen de la llave de la deuda pública de norteamericanos y europeos.

Los viejos dirigentes chinos, que vivieron su propia primavera con el asunto de Tiananmen (ver mi artículo “El rebelde desconocido, el mártir de Hangzhou y la emergencia de China”), debieron pensar que lo que le había pasado a la URSS no le iba a pasar a ellos y manteniendo el sistema formal de gobierno comunista organizaron la economía a la manera capitalista, ¡y de qué manera!. Se apuntaron al neoliberalismo como alumnos aventajados. De tal forma que no suponen en realidad ningún modelo opuesto al capitalismo por muy comunista que se autoconsidere el gobierno chino. Es más, dado su déficit en el reconocimiento de los derechos sociales de sus trabajadores, ejercen un tremendo “dumping social” que no ha dado sino alas a la reacción neoliberal en Occidente.

En Europa quedaba por solucionar el problema de las dos alemanias. Ya no tenía sentido esta separación de una nación única en dos estados. El problema era que la vieja Alemania todavía daba mucho miedo. El recuerdo de las dos guerras mundiales del siglo XX estaba ahí. El presidente francés Mitterrand dijo más o menos literalmente, que a él le gustaba mucho Alemania,  que precisamente por esa razón prefería que hubiera dos y no era el único que así pensaba. Tampoco tranquilizaba la prisa alemana para que las ex repúblicas  yugoslavas se independizaran lo que resulto ser un detonador más – como si ellos necesitaran ayuda para querellar - de las sucesivas guerras balcánicas.

No gustaba el poder económico que resultaría de la unión alemana, una nación con 80 millones de habitantes, ¡Dios mío todos ellos alemanes!, lo que unido a la democratización de los países del este de Europa desplazaría el centro de gravedad de la Comunidad Europea hacia el centro del continente. Esto era otra cosa que a los franceses no les hacía ninguna gracia, aunque a los españoles – que siempre andamos bastante despistados en esto  de la geopolítica – nos hacía mucha ilusión dicha integración, al menos oficialmente.

Por todo ello, porque por un lado era de justicia que el país se unificara y por otro había que tenerles vigilados a causa de su historia reciente, se pusieron ciertas condiciones. Básicamente, según el profesor Vicenç Navarro, se trataba de integrar más las economías europeas de forma que se alejaran todavía más las hipotéticas tentaciones imperiales de Alemania. Se le conminó a que aceptara una moneda única de la que tenía que ser principal garante. Alemania dijo que sí pero que quería el control del negocio, que el futuro Banco Central Europeo fuera una sucursal del Banco de Alemania. Y así se constituyó el euro, como alter ego del marco. El resultado fue que, hoy por hoy, lo que dice la Merkel es lo que se hace, y ella aplica la versión germánica de la ortodoxia neoliberal sin ningún atisbo de piedad.

De manera que lo hicieron muy bien. Querían controlar a Alemania, para que no se desmandara otra vez y, al final, le dieron el control total. Desde luego así se vencían las tentaciones imperialistas por medios militares. Pero, como dijo el segundo presidente de los Estados Unidos, John Adams, "Hay dos formas de conquistar y esclavizar una nación, una es con la espada, la otra es con la deuda". No se dieron cuenta de que Alemania era y es precisamente un gigante económico pero, era entonces y es ahora, un enano militar. Con esto quiero decir que había margen para negociar, que no iban a resucitar a la Wehrmacht[viii] de un día para otro. Así que, a falta de espada, nos domina con deuda, lo cual es sin duda mejor, es mejor que te chuleen a que te maten, pero a uno le queda – desde este rincón del sur de Europa – la sensación de vivir debajo de la bota de un IV Reich.

Este poder único en Europa que representa Alemania necesitaba que se cumpliera una vieja aspiración del nacionalismo alemán: su expansión hacia el Este. La caída del telón de acero fue la ocasión perfecta. El procedimiento se realizó mediante la integración de los países de Europa Oriental en la Unión Europea, tampoco en este caso gracias a Dios, fue necesario invadir militarmente. No quiero decir que estos países no tuvieran tanto derecho como España a pertenecer a la Unión Europea, pero después de la ampliación, la conforman 27 Estados Miembros, lo que la hace bastante más inmanejable – en todos los aspectos – y mucho menos cohesionada que cuando la formaban 12 o 15 Estados. Se trata poco más de un club de naciones para el intercambio de productos. La Eurozona es un desastre, no hay Europa social, ni hay Europa democrática – existe un enorme déficit democrático en las instituciones europeas -, ni hay Europa de las regiones,  ni Europa de nada, todo es una pura entelequia rebozada de mucha burocracia; eso sí, Alemania tiene su mercado continental.

Y lo peor de todo es que, una Europa Unida es la única solución si el continente quiere tener un mínimo peso político y económico en el ámbito mundial. Pero claro una Unión Europea en la que sus instituciones tengan peso específico, el Banco Central sea de verdad un banco central, el parlamento pueda controlar de verdad al ejecutivo, los tribunales de justicia sean de verdad tribunales y el gobierno sea elegido por los ciudadanos. Una Europa en la que si preguntaras a cualquiera en la calle el nombre de su presidente se supiera contestar sin tener que mirar la Wikipedia[ix].

Nadie puede mover la historia, como no fuera con una máquina del tiempo o saltando a un universo paralelo, algo que por el momento dista mucho de ser posible. Pero podemos hacer política ficción y, haciéndola, voy a ser cínico, egoísta y políticamente incorrecto, porque de sobra sé que los ciudadanos polacos o checos – por poner un ejemplo – vivían realmente sojuzgados tras el telón de Acero. Si el Muro de Berlín no hubiera caído y el Telón de Acero siguiera separando Europa, Alemania no se hubiera unificado y no tendría la llave de la moneda única ni nos asfixiaría con la deuda. Los Estados del Este estarían bajo dictaduras comunistas con lo que el centro de gravedad de la Unión Europea seguiría siendo  un equilibrio entre  Francia y Alemania, probablemente la Unión Europea estaría mucho más cohesionada y el neoliberalismo no se habría erigido en el pensamiento único y es posible que mantuviéramos nuestro Estado de Bienestar con buena salud. Seguiríamos con la política de bloques, la carrera armamentística siempre a punto de apretar el botón[x]. A lo mejor China no habría tenido la necesidad de revolcarse en la molicie del capitalismo salvaje y no habría despertado todavía de su sueño letárgico. Seguiríamos con las guerras controladas en partes del tercer mundo, en el fondo tal y como ocurre ahora, pues no hay mucha esperanza para los ciudadanos de estos países cualquiera que sea el status quo mundial. 

Pero, siguiendo con el cinismo, el ciudadano de Europa Occidental – y por supuesto el español medio - probablemente viviría mejor. Creo que podemos adaptar aquella frase de la transición de la que hablábamos al principio del artículo, aquella frase llena de desencanto, y afirmar: “contra el Telón de Acero vivíamos mejor”.

Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo





[i] Los grises era el nombre común por el que se conocía a la Policía Armada. Uno de los instrumentos represores del régimen.
[ii] URRS, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas también llamada Unión Soviética 
[iii] “Eiserner vorhang”en alemán. El primero que utilizó el término en el sentido de un grupo de países comunistas opuestos a Occidente, fue el ministro de propaganda del III Reich Joseph Goebbels en febrero de 1945. El término se hizo popular tras un discurso de Winston Churchill en 1946. Hace referencia al cortinaje anti incendios que se usa en los teatros.
[iv] COMECON: Consejo de Ayuda Mutua Económica
[v] Mihail Gorbachov, fue el último secretario general del PCUS y presidente de la Unión Soviética que realizó una política liberalizadora que acabó con la desaparición de la propia Unión SOviética
[vi] PCUS: Partido Comunista de la Unión Soviética
[vii] Glasnost: En ruso apertura, transparencia o franqueza) se conoce como una política que se llevó a la par de la Perestroika. El líder del momento Mijaíl Gorbachov, desde 1985 hasta 1991. En comparación con la Perestroika que se ocupaba de la reestructuración económica de la Unión Soviética, la glásnost se concentraba en liberalizar el sistema político. En esta se estipulaban libertades para que los medios de comunicación tuvieran mayor confianza para criticar al gobierno.
[viii] La Wehrmacht («Fuerza de Defensa» en alemán) era el nombre de las fuerzas armadas unificadas de la Alemania nazi desde 1935 a 1945, surgida tras la disolución de la Reichswehr, fuerzas armadas de República de Weimar, por el régimen nazi.
[ix] En este sentido es muy interesante el artículo publicado en EL País domingo el pasado 12 de agosto, firmado por tres influyentes pensadores alemanes: Peter Bofinger, Jürgen Habermas y Julian Nida-Rümelin, titulado “Por un cambio de rumbo en la política europea”. En este artículo los autores presentan dos tesis principales. En primer lugar que sólo una profundización clara en la integración europea puede mantener una moneda común sin medidas de auxilio y, por otro lado, que el agravamiento de la crisis demuestra que la estrategia impuesta por el Gobierno alemán está equivocada.
[x] Esto en principio representa una ventaja. Pero en la actualidad no creo que haya más seguridad mundial. Por un lado está el hecho de que ha habido mucho menos control sobre las armas nucleares de la URRS y no se sabe si algún misil puede caer en manos terroristas. Este ha sido un argumento muy común en películas y best Sellers. Por otro lado tenemos que hay más potencias con armas nucleares que nunca. A las clásicas EEUU, Rusia, Reino Unido y Francia, se añaden China, Israel, India, Pakistán y tenemos a Corea del Norte e Irán intentando desarrollar las suyas. No, no creo que ahora haya más seguridad sino que se habla menos de ello.



Bibliografía:

Francis Fukuyama
El fin de la historia y el último hombre.
Editorial Planeta.
Barcelona 1992

Vicenç Navarro

Peter Bofinger, Jürgen Habermas y Julian Nida-Rümelin
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Contra el Telón de Acero vivíamos mejor por Juan Carlos Barajas Martínez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

7 comentarios:

  1. Esta vez me has dejao mudo. Me ha encantado el artículo. Menos mal que, como soy incombustible, tampoco me ha desencantado.

    Maquilón

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  2. Muchas cosas en un artículo denso e interesante.

    Me ha venido muy bien para recordar ciertos pasajes de la historia y el orden en que se produjeron, así como el encadenamiento de unos con otros.

    Me gusta recordar la historia y los detalles de la misma, la frase “contra Franco vivíamos mejor” es fiel reflejo de nuestras vivencias y realidades de entonces, así como que a los policías, tras un lavado de cara, se pasara de llamarles los grises a llamarles los maderos y finalmente otras denominaciones actuales menos peyorativas, al menos eso creo.

    Me ha gustado mucho, será por que lo he vivido muy de cerca.

    También me ha gustado mucho el análisis sociológico que realizas, que es el objetivo final del artículo. Francamente bueno, aunque echo en falta algo más al final. Se me ha quedado algo corto, probablemente esperando una conclusión imposible. Como si fueras a decirnos cual va a ser nuestro futuro a corto o medio plazo. Visionario o analista.

    Interesantísima etapa de nuestras vidas, que has abordado con respeto y muy bien documentado. Me voy a permitir el lujo de hacerte una propuesta para un futuro artículo, de lo que para mi es la causa de la mayoría de los conflictos y problemas internacionales actuales, el gran error de la historia “la creación del estado de Israel” que nos ha traído mas de 50 años de tensiones y guerras, unas declaradas y otras no, pero en todo caso un conflicto continuo, con un componente religioso y económico imbricado en lo más profundo de la sociedad capitalista y que no parece no tener solución clara.

    Para finalizar dos apreciaciones en sentido contrario. Totalmente de acuerdo con la denominación de “IV Reich”, en línea con mis comentarios anteriores, y totalmente en desacuerdo con la denominación de “socialismo real”, por muy real que fuera tengo dudas de que fuera realmente un socialismo. Que realmente era una dictadura comunista, al menos según mis limitados conocimientos.

    Muchas gracias por este impagable análisis de mi propia vida.


    Juan cho

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  3. Muchas gracias JuanCho por tus comentarios, me alegra infinito q te haya gustado.
    Respecto al término socialismo real pues ha sido y es muy utilizado para referirse a los regímenes comunistas del este de Europa pero si a ti no te gusta pues no lo vuelvo a utilizar y ya está.
    Como sin duda recordarás en la ortodoxia marxista, el socialismo era el paso intermedio hacia el comunismo, en el que el Estado era el propietario de todos los medios de producción y la distribución de la riqueza era según el mérito cada cual, pero sin duda, tu y yo estamos más cerca del socialismo democrático que es otra cosa, ¿verdad?.
    Un abrazo muy fuerte JuanChi

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    1. se me olvidaba, respecto de la sugerecia de artículo lo apunto en mi libreta de pensamientos, que es de donde salen las ideas para los artículos.

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  4. Me quedo con: "Querían controlar a Alemania, para que no se desmandara otra vez y, al final, le dieron el control total."

    Buena lectura de una gran escritura.

    Un abrazo amigo (con coma o sin coma ;-) )

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  5. Muchas gracias por tus comentarios. Un abrazo muy fuerte chavalote!!.

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