Los remordimientos de Occidente se llaman antropología,
una ciencia que, como recuerda Lévi-Strauss,
nació al mismo tiempo que el imperialismo europeo
y que lo ha sobrevivido.
Octavio Paz. Tiempo nublado, 1983.
Ya he comentado en algún artículo anterior que estudiar durante la carrera la asignatura de antropología social es como ver documentales del National Geographic, tremendamente divertido. Es tanta la variedad cultural de estos pequeños, afanosos e inquietos seres humanos que habitan este viejo planeta, tantas costumbres originales diversas, apartadas en la distancia y en el tiempo de las nuestras, que no paras de asombrarte.
Tampoco será la primera vez que recomiendo el libro del antropólogo norteamericano Marvin Harris, “Vacas, cerdos, guerras y brujas”. Libro original y sorprendente que da una solución a una serie de curiosos enigmas que plantean las sociedades, las pequeñas y las grandes, las tribales y las que no son tan tribales. Desde el origen y razones de los tabúes religiosos como el de la vaca sagrada de los hindúes o la prohibición de comer carne de cerdo de los judíos y musulmanes hasta el porqué de la naturaleza belicosa de ciertos pueblos o por qué se derrocha en las ceremonias como el potlatch (1), o bien, por qué surgió en Europa el nefasto y nefando deporte de condenar a la hoguera a las brujas. Harris - con un estilo sencillo, al alcance de cualquier persona no sólo del científico social - siempre encuentra razones, económicas o de adaptación al medio, muy sensatas, que explican de manera racional la aparente irracionalidad de ciertas costumbres o modos de vida de los llamados pueblos primitivos.
Y si alguna moraleja nos enseña la antropología es que hay que ser menos etnocéntrico, menos “eurocentrista”, no hay que pensar que nuestra cultura es superior, que no hay que aventurar – digámoslo claramente - que los nativos de la Polinesia o los indios del Amazonas son más tontos que nosotros. El ser humano en general es bastante inteligente si descartamos a algún dirigente de la esfera económica y política del mundo occidental, así que debemos quitarnos de la cabeza eso de que hay culturas superiores. No sólo es una idea equivocada sino que es peligrosa.
Uno de estos modos de vivir que llama la atención, aparentemente irracional, que surge del choque de culturas que se produjo por el colonialismo, son los cultos cargo, una religión sincrética (2) que surgió en las islas de la Melanesia y en Nueva Guinea.
Imaginaos – voy a citar casi literalmente a Harris - la siguiente escena. Una pista de aterrizaje en la jungla en lo alto de las montañas de Nueva Guinea junto a ella se encuentran hangares de techos de paja, una choza a modo de centro de comunicaciones y una torre de balizamiento hecha de bambú. En tierra hay un avión construido con palos y hojas. La pista de aterrizaje está guarnecida las veinticuatro horas del día por un grupo de nativos que llevan adornos en la nariz y brazaletes de conchas. Por la noche mantienen encendida una hoguera como baliza. Esperan la llegada de un vuelo importante: aviones cargo repletos de alimentos en conserva, ropas, radios portátiles, relojes de pulsera y motocicletas.
Los nativos piensan que los aviones serán pilotados por antepasados que han vuelto a la vida. Pero, ¿Por qué se retrasan?, un hombre entra en la choza de la radio y da órdenes al micrófono de lata. El mensaje se transmite por una antena construida con cuerda y enredaderas: “¿Me recibís? Corto y cambio”.
De vez en cuando observan la estela de un reactor que cruza el cielo; a veces oyen el sonido de motores lejanos. ¡Los antepasados están encima! Les están buscando. Pero los blancos en las ciudades de allá abajo también están enviando mensajes. Los antepasados se han confundido. Aterrizan en un aeropuerto equivocado.
Este credo tan particular se completa con la idea de que cuando al final los barcos y aviones fantasmas lleguen, traerán el inicio de una época totalmente nueva. Los muertos y los vivos se reunirán, el hombre blanco será expulsado o sometido, y el trabajo penoso abolido; no faltará de nada. En otras palabras, la llegada del cargo marcará el inicio del cielo en la tierra.
Esta visión no es tan diferente de las descripciones cristianas del fin de los tiempos con la salvación de los justos, la resurrección, la inmortalidad… aquí lo más extraño es la preeminencia de los productos industriales. Ellos construyen un paradójico mundo industrial de paja y madera, nosotros construimos catedrales.
Los cultos cargo, como ha ocurrido en el caso de otros movimientos religiosos, han surgido como respuesta al choque cultural producido por la expansión del colonialismo europeo. El contacto continuo de los nativos con los productos de las sociedades industriales a los que no tienen acceso, de los que no se benefician provocan un deseo de alcanzar un éxito mágico similar mediante la simulación del comportamiento de los europeos y la manipulación de símbolos del estilo de vida deseado, al tiempo, que dan una explicación religiosa de por qué los occidentales tienen tanto poder y ellos no.
Esta situación de contacto continuo con los colonizadores hizo que la propia religión cambiara en el tiempo según iba cambiando la tecnología y la potencia colonial. En el caso de Papua Nueva Guinea, los primeros en descargar fueron los barcos alemanes, pero luego se fueron sucediendo los holandeses, los británicos, los australianos, los japoneses, norteamericanos, los australianos de nuevo (3) y a los barcos les sucedieron los aviones. Todos estos cambios se manifestaron en los ritos y creencias de los nativos.
Este mismo contacto con los europeos, en concreto con los misioneros, constituyó el elemento de sincretismo que tienen estas religiones. Los nativos cogían de la religión cristiana aquellos elementos que casaban bien con su idea del cargo. Por ejemplo algunos pensaban en Jesucristo como el supremo mandamás del cargo, que estaba secuestrado por los misioneros y los judíos en Sidney, pero que algún día descendería de un avión con sus antepasados a repartir el pastel. A esta idea no le era ajeno el hecho de que tanto las creencias aborígenes como la religión cristiana hablan de resurrección.
A estas alturas la mayoría de los lectores – sobre todo aquellos que suelen saber que en las novelas de misterio el asesino no suele ser el mayordomo - se habrán dado cuenta de por qué les llaman cultos cargo, en efecto, toman su nombre del hecho de que se centran en los bienes europeos que los nativos veían descender de los barcos y los aviones.
Los nativos pensaban que el hecho de que los bienes fueran a las casas de los europeos en vez de a sus aldeas se debía a que éstos tenían el “secreto del cargo”, conocían la manera de atraer a los antepasados y que éstos llevaran su carga a sus hogares para su uso y disfrute. Al imitar el uso o el trato que los europeos daban a estos objetos, los nativos esperaban llegar también a dar con el conocimiento secreto necesario para obtener el cargo. Por ejemplo, habiendo observado el tratamiento reverente de los europeos hacia las banderas y los mástiles, los miembros de uno de los cultos empezaron a adorar a los mástiles.
Para muchos antropólogos, entre ellos Harris y Kottak, los cultos cargo están relacionados con la institución del “big man” o gran hombre melanesio (4), como sustrato cultural sobre que se desarrolló la religión. El gran hombre era una persona de mucha influencia en la tribu pero no podía imponer su voluntad, no se trataba de un jefe o de un rey. La gente trabajaba para el gran hombre ayudándole a amasar riqueza, pero, con el tiempo éste tenía que dar una gran fiesta y repartir esa riqueza, es decir, el “big man” debía ser generoso. Debido a esta experiencia, los melanesios pensaban que todas las personas ricas debían, con el tiempo, repartir su riqueza.
En cambio esa no era la conducta de los europeos, durante décadas los nativos fueron a trabajar a las misiones cristianas y las plantaciones pero no recibieron nada o muy poco a cambio. Ni siquiera compartían con ellos el secreto del cargo. Además disponían de un ejército colonial contra el que no podían revelarse.
Eso chocaba con sus normas culturales. Los misioneros y las autoridades les decían que detrás de esos bienes materiales había mucho trabajo pero ellos no veían que los europeos trabajaran mucho. Cuando perdieron la esperanza de recibir su compensación los nativos desarrollaron los cultos cargo como una vía mágica o utópica de oponerse a los colonizadores, reducirlos o expulsarlos en castigo a su arrogancia, abolir el trabajo penoso y aumentar el nivel de vida.
Hemos dicho que los cultos cargo son respuestas a la expansión capitalista occidental mediante el colonialismo que trajo consigo la exposición de los pueblos aborígenes - con culturas anteriores a la edad de hierro - a una tecnología industrial sin haber pasado por la edad antigua, la edad media, la edad moderna y contemporánea. Había un abismo tecnológico que rellenaron con una religión a medida con elementos de su cultura y de la de sus conquistadores. Sin embargo, como dice el refranero español, no hay mal que por bien no venga. Los cultos cargo tuvieron consecuencias políticas y económicas positivas a largo plazo.
La participación en el culto proporcionó una base de intereses y de actividades comunes entre tribus muy divididas geográfica, lingüística y culturalmente. Piénsese que sólo en Papua-Nueva Guinea se hablaban 841 lenguas diferentes. Gracias a esta particular religión los melanesios comenzaron a formar grupos más amplios como miembros del mismo culto y seguidores de los mismos profetas. Los cultos cargo sirvieron como base para la acción política para la constitución de grupos políticos y organizaciones de intereses económicos, a través de la cual, los nativos con el tiempo recuperaron su autonomía.
¿Son los cultos cargo un delirio de mentes primitivas?. No parece. Son un intento de racionalizar la existencia de una tecnología que no se puede explicar fácilmente y de una desigualdad que tampoco es fácil de explicar. ¿Es que nosotros, los avanzados occidentales, no tenemos explicaciones mágicas a los hechos que no entendemos?, ¿es que no explicamos y aceptamos la desigualdad, sobre todo en un pasado no muy lejano, de manera religiosa?. ¿Acaso no justificamos actualmente la desigualdad con ideologías como la de la “igualdad de oportunidades”? (5), ¿acaso no lo ponemos en negro sobre blanco sobre nuestras constituciones, decimos “todo el mundo es igual ante la ley” y hacemos como que es verdad?, y sin embargo todos sabemos que en la vida real eso no es cierto. ¿Somos tan distintos de los melanesios?. Yo creo que no.
Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo
Notas
(1) Sobre el potlatch hay un artículo en este mismo blog. Pulse aquí.
(2) Un sincretismo es un intento de conciliar doctrinas distintas. Comúnmente se entiende que estas uniones no guardan una coherencia sustancial. También se utiliza en alusión a la cultura o la religión (religión sincrética) para resaltar su carácter de fusión y asimilación de elementos diferentes. Para obtener más información al respecto pulse aquí
(3) La isla de Nueva Guinea, la segunda en extensión del mundo, fue dividida en tres partes por las potencias coloniales, Holanda (al oeste), Alemania (al noreste) y el Reino Unido (al sureste). Después de la Primera Guerra Mundial desaparecieron los alemanes y más tarde los australianos sustituyeron a los británicos. Durante la Segunda Guerra Mundial los japoneses, camino de Australia adonde nunca consiguieron llegar, invadieron la isla. Es especial el caso de la colonización japonesa por su brutalidad, cuando los norteamericanos les cercaron y dejaron de llegarles suministros, empezaron a robarles los recursos a los nativos, sus cosechas y sus animales, cuando acabaron con todos los recursos, terminaron por comerse a los nativos. Los norteamericanos echaron a los japoneses y de nuevo holandeses y australianos se hicieron cargo del gobierno. Cuando la independencia de Indonesia la parte este de la isla pasó a ser parte integrante de este Estado. Más tarde se independizó de Australia la parte este de la isla bajo el nombre de Papúa-Nueva Guinea.
Para más información sobre Nueva Guinea pulsa aquí.
(4) Para más información sobre el “big man” pulsa aquí
(5) La ideología de la igualdad de oportunidades y otras funciones legitimadoras de la desigualdad social se analizan en el artículo de este mismo blog “El Gran Montaje”, para acceder pulse aquí
Bibliografía:
Vacas, cerdos, guerras y brujas
Marvin Harris
Colección Antropología
El Libro de Bolsillo
Alianza Editorial
18ª edición Madrid 2003
Antropología
Una exploración de la diversidad humana
Conrad Philip Kottak
McGraw-Hill
6ª edición Madrid 1999
UN Mundo Industrial de Paja y Madera por Juan Carlos Barajas Martínez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
Basada en una obra en http://sociologiadivertida.blogspot.com.es/.
Hola, Juan Carlos.
ResponderEliminarUna cosa que me encanta de tus artículos es eso de leer cosas que te rondan por la cabeza (dándoles nombres profanos y explicaciones naïf) pero no acabas de concretar. Ayuda a conocerse a uno mismo, o al menos a estar más seguro de lo que piensas. En este caso, tras leer tu artículo estoy más seguro de una de las cosas que he aprendido en Argelia. Siempre he juzgado a la gente por lo que es, no por el lugar que ocupa, lo cual me ha traído problemas cuando he tratado a alguien que ocupa un gran sillón como lo que es (un cantamañanas, en ciertas ocasiones) Hasta ahí no te descubro nada. Lo que he aprendido aquí es a ver a las personas sin esa coraza de conocimientos y aptitudes que llamamos “cultura”, hasta donde me es posible. Al hacerlo, me he dado cuenta que la gente es igual en todos sitios: aceptan la realidad o luchan contra ella; se resignan o intentan mejorar; desprecian el conocimiento o intentan aprender; intentan ser felices a pesar de todo, o ya están demasiado quemados. Todo ello en toda la escala de grises entre una postura y la otra, que no todo es blanco y negro.
Y llego a la misma conclusión que tú: no somos tan distintos. Es más, aunque ni los argelinos ni los españoles (actuales, de este momento concreto de la historia) se merecen la sociedad en la que viven, estoy empezando a pensar que ellos no merecen una sociedad tan mala, ni los españoles una tan buena.
Un abrazo
Maquilón
Hola Maquilón, no puedo estar más de acuerdo contigo, sobre todo después de ver las encuestas de hoy. En fin, al final te vas a hacer un antropólogo en tu estancia en Argelia.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus comentarios, por tu ayuda, un abrazo muy fuerte.
hola Juan Carlos! como siempre me ha encantado tu artículo. Hay una cosa que me fascina de tí y es que en tu biografía pones que has estudiado sociología en la Uned, yo también y estoy buscando trabajo y la verdad es que no me siento preparada con los conocimientos que he adquirido, para ponerme, por ejemplo, a cargo de un departamento de selección de personal. Tu aprendiste, esas cosas? saludos
ResponderEliminarPrimero muchas gracias por tu comentario. EN segundo lugar yo tampoco me siento preparado para llevar un departamento de selección de personal, supongo que tienes que especializarte mediante cursos y/o experiencia profesional, desde luego por lo estudiado en la carrera no me siento preparado. Creo que el colegio de sociologos organiza un máster de recursos humanos, entra en su web.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por seguirme.