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El dilema del 15-M



Cuando era joven, yo sigo creyendo que lo soy pero, algún órgano vital, más de una víscera y – sobre todo – el espejo, se obstinan en llevarme la contraria. Cuando yo era joven, repito, había también otra crisis económica y también había un paro atroz, y yo era una víctima de esa situación, era un parado joven.

Así que sé perfectamente qué se siente en la cola del INEM, conozco la sensación de que te digan una y otra vez que no en las entrevistas de trabajo y me acuerdo de lo que era mirar a un futuro lleno de nubarrones.

Ahora que estoy en la llamada edad madura, una edad inconcreta que está a medio camino de todo y de la Nada, y llevo una vida más o menos cómoda – que no acomodada – puedo imaginar lo que debe ser encontrarse en el paro a mis años. En una situación en la que habiendo entregado la mayor parte de la energía vital, habiendo aprendido mil y una forma de hacer los sucesivos trabajos que has desempeñado, ya nadie quiere contratarte.

De esta manera se da la paradoja de que a los 30 años nadie quiere contratarte porque eres demasiado joven y a los 35 años empieza a ser difícil encontrar un puesto de trabajo porque empiezas a ser viejo. Vivimos en un mundo de locos, en el que abundan las paradojas.

Por otra parte, soy un ciudadano de a pie y me siento estafado por el sistema político que he mantenido con mi fe en la democracia y mi voto. Y no digamos, cómo me siento con el sistema económico y financiero, que he mantenido sin ninguna fe y a regañadientes, con mi dinero.

Por todo esto, vaya por delante, estoy indignado. No quiero una revolución, no quiero una guillotina en la plaza pública, no quiero la represión de la caballería cosaca con los sables desenvainados, tan sólo quiero un sistema económico y político que funcione medianamente bien, que no esquilme a las personas ni al planeta, quiero un rincón – para mi y para mis descendientes - en donde el beneficio sin límite y sin escrúpulos  y el dinero no sean la medida de todas las cosas. Puede parecer que pido mucho, pero en realidad no es tanto, bastaría con aplicar nuestra Constitución y crear un Estado social y democrático de derecho de verdad, por ahí hay algunos países privilegiados que aplican esta definición, mientras nosotros estamos ya de vuelta cuando todavía no habíamos llegado.

Por eso no es de extrañar que el movimiento del 15-M tenga mi simpatía aunque no esté de acuerdo con todas sus propuestas. Si tuviera que explicar mejor este sentimiento diría que más bien estoy en sintonía con el estado de ánimo que representan. Y seguiré manteniendo esta sintonía  mientras sigan evitando caer en la violencia. Algo que podría ser incluso fácil teniendo en cuenta la mala leche, el sentimiento de estafa y la cara de tontos que tenemos los de siempre, los que pagamos las crisis, la de los ’70, la de los ’90 y la de ahora, y que somos los mismos que nos beneficiamos menos en los períodos de bonanza. Sin embargo, he visto por televisión como los más violentos eran neutralizados por los propios manifestantes, dando un ejemplo de civismo y educación democrática. Sólo nos basta comparar las manifestaciones de España con las del Reino Unido.

Dicho esto, pienso que el movimiento está ante un dilema. Fijaos que digo dilema y no dificultad o problema, pues dificultades y problemas tiene muchos.

Conseguir que un movimiento asambleario no se desintegre en disputas, conseguir que encuentre una unidad de acción, un programa de medidas concretas que satisfaga a la mayoría sin que cunda la deserción o desafección de los seguidores y al mismo tiempo encuentre eco en la sociedad, es una labor muy complicada.

Conseguir que los partidos políticos, aparte de las lisonjas que dirigen al movimiento en tiempo electoral, asuman las propuestas elaboradas, cuando muchas de ellas les afean la conducta, les enmiendan y van en contra de los intereses partidarios, es otra labor digna de los héroes de la antigüedad.

Todas estas cuestiones son dificultades y problemas que el movimiento del 15-M habrá de superar entre otras muchas cosas. Sin embargo yo no me estoy refiriendo a esta clase de problemas, yo hablo de un dilema más próximo que se abre en paralelo con estas dificultades y que afecta a la eficiencia en la resolución interna de los mismos. El dilema del que yo hablo está relacionado con la propia naturaleza del movimiento, es decir, ¿qué tipo de movimiento desea ser el 15-M?, ¿un movimiento estructurado destinado a sobrevivir en el tiempo o un marcador de un estado de ánimo social momentáneo que dure mientras dure el descontento generalizado?.

Resolver esta cuestión está en la base de todo, porque si se quiere sobrevivir en el tiempo, hacer de conciencia nacional, tener peso específico en la política de la nación, el movimiento debe institucionalizarse de alguna manera y esto está en contra de los propios sentimientos de los asamblearios que, a tenor de sus proclamas y declaraciones, abominan de cualquier tipo de organización que recuerde ni de lejos a un partido político.

Y la verdad es que no les falta razón en tener prevención contra los partidos, a pesar de que son necesarios como vehículo de participación política en las democracias, en sociología sabemos ,desde que Michels formulara su ley de hierro de las oligarquías, que en los partidos políticos, por muy democrática que sean sus intenciones, sus estatutos, la sociedad que los engloba, termina emergiendo una oligarquía organizativa, una élite que utiliza los recursos disponibles en la organización para autoperpetuarse en el poder y matar la democracia interna.

Sin embargo, no conozco ningún movimiento con influencia política real y duradera que no esté dotado de una organización que lo sustente. Por este dilema, organización jerárquica vs democracia interna, han pasado todos los movimientos políticos populares desde los tiempos de la Revolución francesa.

Un caso digno de estudio es el de los Verdes en Alemania. Empezaron siendo un movimiento asambleario, pasaron a constituirse en un partido político con reminiscencias asamblearias, participaron en las elecciones y obtuvieron escaños. Para que nadie se lo creyera demasiado los diputados lo eran por períodos pequeños y rotaban, acabaron siendo diputados para toda la legislatura, después se constituyeron en un partido político clásico y entraron en el gobierno federal de la mano de los socialdemócratas. Todo un camino el recorrido por los amigos verdes.

Por lo que yo sé, el movimiento del 15-M no ha iniciado ese camino, tampoco tienen que completarlo, existen niveles intermedios entre una asamblea y un partido político en los que vivir cómodamente, pero necesitan de una estructura organizativa mínima.

La organización Ecologistas en Acción es un buen ejemplo de estructura liviana combinada con eficiencia en la difusión de su mensaje, hasta el punto de que son un referente casi obligado cuando en los medios se debate sobre asuntos relacionados con el medio ambiente.

Puedo estar equivocado pero, si no avanzan un poquito por el indeseado camino de la estructuración de su movimiento, no durarán mucho tiempo y el Sistema necesita de una conciencia ya que está demostrando ser completamente amoral.



Juan Carlos Barajas Martínez


Nota Final: Si alguien siente curiosidad por la Ley de Hierro de las Oligarquías de Robert Michels os pongo el enlace de la wikipedia: 

También hablo de la Ley de Michels en mi artículo "Burocracia y organizaciones burocráticas"

1 comentario:

  1. dando en el clavo una vez más... ¿Cómo cambiar un sistema sin estar en el sistema y que no sea una revolución?

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