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La patología de la derecha


 

patología

Del fr. pathologie, y este de patho- 'pato-' y -logie '-logía'.

1. f. Med. Parte de la medicina que estudia las enfermedades.

2. f. Med. Conjunto de síntomas de una enfermedad. U. t. en sent. fig. Patología social.

3. f. Constr. Estudio de los defectos y problemas que presenta una construcción.

Diccionario de la Real Academia Española, edición del tricentenario

 

Resumen

Este artículo explora la patología de la derecha política desde una perspectiva crítica, destacando dos síntomas clave: la pérdida de un freno moral y la visión patrimonial del Estado. En respuesta al diagnóstico de José Mujica, quien considera que la "reacción" caracteriza a la derecha, se argumenta aquí que la reacción no es una patología, sino la esencia misma del pensamiento conservador. Para comprender las verdaderas patologías de la derecha, se analizan cómo la desvinculación de la ética religiosa ha propiciado una libertad negativa sin restricciones y un individualismo extremo. En segundo lugar, se aborda el sentido patrimonial del Estado en la derecha, que percibe el poder como su propiedad exclusiva y utiliza estrategias para mantener su dominio, incluso si esto implica socavar instituciones y el orden democrático. Este análisis permite entender cómo la pérdida de un fundamento moral y la instrumentalización del poder han radicalizado a la derecha contemporánea, llevándola a debilitar los principios de convivencia en las democracias occidentales.

 

Abstract

This article explores the pathology of the political right from a critical perspective, highlighting two key symptoms: the loss of a moral brake and the patrimonial view of the state. In response to José Mujica's diagnosis, which defines "reaction" as a core characteristic of the right, it is argued here that reaction is not a pathology but rather the essence of conservative thought. To understand the true pathologies of the right, the article analyzes how the disengagement from religious ethics has fostered unrestricted negative freedom and extreme individualism. Secondly, it addresses the right's patrimonial sense of the state, seeing power as its exclusive property and using strategies to maintain dominance, even at the expense of democratic institutions and order. This analysis sheds light on how the loss of a moral foundation and the instrumentalization of power have radicalized the contemporary right, leading it to undermine principles of coexistence in Western democracies.

 

Índice

Introducción

Pérdida del freno moral

Sentido patrimonial del Estado

 

Introducción

Hace algunos años, el periodista español Jordi Évole (1) entrevistó al expresidente uruguayo José Mujica (2). Durante la entrevista, Évole le preguntó cuál era, a su juicio, la patología de la izquierda, a lo que Mujica respondió: "El infantilismo, confundir el deseo con la realidad".

Coincidía plenamente con el expresidente en su diagnóstico y escribí un artículo (La patología de la izquierda) en el que desarrollaba esta idea del infantilismo, basándome principalmente, aunque no exclusivamente, en el pensamiento de los autores Srnicek (3) y Williams (4).

Estos autores hablan de la "política folk", una constelación de ideas e intuiciones dentro de la izquierda contemporánea que moldea las formas de organizarse, actuar y pensar la política, pero que, al final, no trasciende los límites impuestos por la ideología neoliberal hegemónica. Según Srnicek y Williams, esta política amenaza con debilitar a la izquierda, ya que no puede expandirse más allá de los intereses locales, al estar basada en estrategias incapaces de generar cambios permanentes, que es precisamente el objetivo del progresismo.

En la misma entrevista, Évole le preguntó a Mujica cuál era la patología de la derecha, y el político contestó: "La reacción".

Creo que Mujica se equivocaba. La reacción no es la patología de la derecha, sino su esencia, su naturaleza. El pensamiento conservador busca conservar, y por eso debe reaccionar ante el cambio, ante la novedad. Es natural que se oponga a las aventuras prometedoras que aspiran a mejorar lo establecido, sustituyendo lo que ha funcionado de una manera determinada durante generaciones, aunque sea de forma deficiente.

A una izquierda ideal con propuestas, le respondería una derecha ideal con contrapropuestas —reaccionarias por definición—, y de esta dialéctica ideal surgiría una síntesis provechosa para la sociedad. Idealmente, claro.

Por tanto, no es la reacción la patología de la derecha. Así que vamos a iniciar la búsqueda de lo que hace que el pensamiento conservador no funcione de manera ideal.

A mí me vienen a la mente dos síntomas perniciosos que constituyen la patología conservadora. En primer lugar, parece que la derecha anda desenfrenada; cada día que pasa es más osada en sus diversas manifestaciones. Una vez que crees que lo has visto todo y que la situación no se podía tensar más, al día siguiente dan una nueva vuelta de tuerca.

En segundo lugar, un clásico fundacional que ha existido desde siempre es el sentido patrimonial del Estado. Dicho de una manera menos formal: la consideración de las instituciones como su cortijo.

Vamos a ocuparnos de estos dos puntos con más detalle.

 

La pérdida del freno moral

En Occidente tanto el pensamiento como la praxis conservadora han perdido el freno que suponía la religión. Jamás en la historia las gentes, que antes eran consideradas “de bien”, se han apartado tanto del cristianismo en su comportamiento y en su práctica diaria. Hoy en día la frase “yo soy católico no practicante” es la que más se escucha en las conversaciones, y los que van a misa dejan las enseñanzas cristianas en la iglesia, para cuando se están tomando el vermú dominical ya no recuerdan nada de la homilía.

La democracia cristiana ha desaparecido del panorama político europeo con la notable excepción de Alemania, aunque al partido alemán se le conoce mucho más por sus siglas CDU que por Unión Demócrata Cristiana. La mayoría de los partidos de derecha europeos no hace gala del pensamiento cristiano, más allá de una referencia a sus orígenes fundacionales o a una lejana referencia a la inspiración de sus principios.

En las culturas católicas esto ha supuesto el abandono de la doctrina social de la Iglesia en favor de los principios antisociales del neoliberalismo y en las culturas protestantes el abandono del sentido moral que el luteranismo y el calvinismo introdujo en los principios del capitalismo.

Las consecuencias de todo esto son conocidas: La falta de caridad, no digamos ya de solidaridad que nunca fue un valor de la derecha; el desprecio por lo social; el uso indiscriminado del bulo y de la mentira política; la destrucción de las instituciones con tal de obtener el poder; esto último, no sólo es inmoral, sino que atenta contra la propia naturaleza de ser conservador.

Sé que la praxis política del desprecio por lo social, el engaño, la exageración y la demagogia se ha utilizado desde antes de que las derechas abandonaran a Dios, generalmente bajo el escudo de lo que solemos llamar hipocresía. Lo que quiero expresar es que antes existía un freno moral que hoy ya no está; este freno no evitaba las prácticas indeseables, pero sí las contenía en cierta medida. Había personas profundamente afectadas por la ética cristiana; hoy, el número de esas personas es menor. Y se nota.

Algún lector podría aducir que exagero, pero el día que vi al presidente saliente (y ahora reentrante) de los Estados Unidos llamar al asalto al Congreso por no haber sido reelegido me di cuenta de que ese proceso proceloso de la derecha mundial hacia la inmoralidad es irreversible.

Pero ¿con qué ha sido rellenado este vacío moral que ha dejado la ausencia de Dios?, pues con nuevos ídolos: el mercado y la libertad.

El mercado es el ser supremo, es como el Dios del antiguo testamento. “Es el mercado señores” dijo aquel prohombre, que fue directamente de la presidencia de Fondo Monetario Internacional a la cárcel de Soto del Real, como si esa frase lo explicara todo. El mercado está en todas partes, juzga, tiene una mano invisible que lo ajusta todo, es infalible y es omnipresente, todos estos atributos que hasta ahora solo se le adjudicaban a Dios. Como Jehová, el mercado exige una fe ciega porque sus caminos son inescrutables.

En el caso de la libertad hay que explicar qué tipo de libertad defiende la derecha actual por todo el mundo. En la filosofía política, desde los tiempos de Isaiah Berlin (5) se habla de dos tipos de libertad: la negativa y la positiva.

La libertad negativa es la que tienen los individuos frente a la interferencia arbitraria de otros individuos, colectivos o instituciones, normalmente se identifica como oposición a la acción del Estado. Está libertad se iza como un estandarte contra oponentes supuestamente totalitarios.

En realidad, se trata de un concepto raquítico pues se traduce en un mínimo de libertad contra el poder del Estado y en las libertades económicas para vender nuestra fuerza del trabajo y para escoger entre los resplandecientes bienes de consumo, en su versión castiza, la libertad de tomar cañas en una terraza.

Bajo la libertad negativa los ricos y los pobres están considerados como entes iguales que disfrutan de la misma cantidad de libertad pese a las diferencias evidentes en sus capacidades para actuar.

La libertad positiva Berlin la define como la capacidad de autodeterminación, o el control sobre las propias decisiones y acciones, en tanto ser racional y autónomo. Aquí, la libertad implica no solo la ausencia de barreras, sino la realización de una vida plena según la voluntad propia, libertad "para" hacer o ser algo.

Más tarde, pensadores como Amartya Sen (6), Martha Nussbaum (7) con su teoría de las capacidades (8) y, sobre todo, Philippe Van Parijs (9) desarrollaron el concepto de libertad real o sintética, un concepto intermedio entre la libertad negativa y positiva. La libertad sintética reconoce que un derecho formal sin una capacidad material resulta ineficaz. Por ejemplo, se disfruta de la libertad formal de no aceptar un trabajo, pero gran parte de la gente se ve forzada a aceptar cualquier cosa que se le ofrezca; por lo tanto, no son realmente libres. A diferencia de la libertad negativa, la libertad real o sintética está vinculada al poder, entendido como la capacidad de producir efectos intencionales en las cosas o en las personas.

En las últimas décadas, la derecha en Occidente ha pasado de considerar la libertad —inspirada en una ética cristiana ahora abandonada— como algo sospechoso que podría conducir al libertinaje, pues había dudas sobre lo que la gente haría con ella, a proclamar la libertad en su versión negativa como una herramienta a la que recurrir cuando algo se opone a lo que uno quiere hacer, sea legítimo o no. Parafraseando a un personaje inspirador de la derecha española: ¿Quién me va a decir cuánto vino puedo beber? Pues, si estás en tu casa, nadie; pero si vas a conducir, el código de circulación sí lo hará.

Este amor por la libertad negativa está alcanzando cotas alarmantes de radicalismo con los llamados libertarios. Antes, los libertarios eran los anarquistas, los seguidores de Bakunin (8) en la Primera Internacional (9), así que supongo que los milicianos de la CNT(10) se revolverían en sus tumbas si supieran que el término ahora se refiere más al anarcocapitalismo que al anarcosindicalismo. Más de uno no habría entregado su vida a la causa para que las cosas acabaran así.

Los libertarios capitalistas, con influencia en Estados Unidos y Argentina, sostienen que el Estado no debería existir en absoluto y que todas las funciones, incluidas la seguridad y la justicia, pueden y deben ser provistas por individuos o empresas privadas en un sistema de mercado totalmente libre. Un llamamiento que en la práctica lleva a la ley del más fuerte.

 

El sentido patrimonial del Estado

Existe una clara tendencia en la derecha política a considerar el Estado como una propiedad privada —suya, por supuesto—, en claro contraste con la izquierda, que tiende a verlo como un instrumento, como una herramienta para lograr ciertos fines. Sentido patrimonial versus sentido instrumental.

De esta manera, un político conservador llevará a cabo su labor de gobierno desde una cultura política que lo inclina a actuar como lo haría el dueño de un negocio o una propiedad. Esto no implica necesariamente que su gestión vaya a ser deficiente, ya que hay quienes administran bien sus propios asuntos; sin embargo, con esta mentalidad son menos propensos a una gestión pública transparente y participativa.

Solo desde este punto de vista se puede comprender la idea de que cualquier inquilino de la Casa Blanca, el Elíseo o la Moncloa que no sea de su misma corriente política es visto como un okupa. Asimismo, en países con una cultura política más deficiente, se sostiene sin rubor que cualquier pacto de gobierno o coalición es legítimo si lo forman partidos de derecha, pero es ilegítimo y una burla a las urnas si la coalición de gobierno es de izquierda.

Por eso, el período de estancia en la oposición les resulta insufrible, ya que hay otros ocupando lo que consideran su casa natural, es decir, el poder. Basta imaginar que, por un pacto social, tuviéramos que abandonar nuestra propia casa y dejarla en manos de intrusos durante al menos un cuatrienio.

Como la estancia en la oposición resulta insufrible, se busca acortar el período al mínimo tiempo posible. Se buscan atajos, se fuerzan mecanismos, se exagera lo nimio, se denuncia lo normal como abominación. En este proceso demoledor, pueden poner en peligro la convivencia y el propio Estado; pero cualquier desaguisado, consideran, será corregido cuando vuelvan al poder. Lo peligroso de este proceso es que, por una parte, pueden llegar a quebrar el Estado y, en segundo lugar, no son tan competentes como para arreglar lo que destrozan.

Algún lector podría pensar que cómo puede conjugarse la búsqueda del Estado mínimo con el concepto del Estado propiedad pues normalmente el propietario con sentido común no quiere que su negocio sea mínimo. Lo cierto es que el sentido patrimonial de lo público no ciega tanto como para considerar al Estado como su propiedad real, se trata más bien, de una ideología que busca el usufructo vitalicio de la gestión del poder.

De esta manera, si el Estado me preocupa en términos de orden y mando, pero no me quita el sueño su eficacia —al fin y al cabo, en casa hago lo que me da la gana— sí puedo ver al Estado como un garante de las pérdidas privadas, una manera de socializar las pérdidas y privatizar las ganancias.

De hecho, algunos teóricos señalan que la principal diferencia entre el liberalismo clásico y el neoliberalismo radica precisamente en la idea del Estado mínimo. El Estado neoliberal es interventor; su función es crear y mantener los mercados mediante constructos materiales, técnicos y legales, como puede ser un sistema legal que refuerce los derechos de propiedad o promueva la desregulación normativa. El Estado neoliberal no debe ser pasivo, sino activo y enérgico. Debe reducir al mínimo sus efectos nocivos sobre la economía y, al mismo tiempo, eliminar todos los obstáculos para su funcionamiento libre. El principio subyacente sería: un Estado pequeño pero matón.

 

Juan Carlos Barajas Martínez

Sociólogo

Nota especial

Este artículo forma parte de una serie de dos sobre las patologías políticas, el artículo anterior es: La patología de la izquierda

Notas

  1. José Alberto Mujica Cordano (Montevideo, 20 de mayo de 1935), más conocido como Pepe Mujica, es un político uruguayo. Fue el 40.º presidente de Uruguay entre 2010 y 2015.
  2. Nick Srnicek (nacido en 1982) es un escritor y académico canadiense. Actualmente es profesor de Economía Digital en el Departamento de Humanidades Digitales, King's College London. Srnicek está asociado con la teoría política del aceleracionismo y una economía posterior a la escasez.
  3. Alex Williams es profesor de sociología en la Universidad de Londres.
  4. Isaiah Berlin (6 de junio de 1909-5 de noviembre de 1997) fue un politólogo, filósofo e historiador de las ideas de etnia judía, nacido en la actual Letonia y nacionalizado británico; considerado como uno de los principales pensadores liberales del siglo XX. Entre sus principales contribuciones al terreno de la filosofía y la teoría política destacan la distinción de libertad positiva y libertad negativa, el término Contrailustración o el llamado pluralismo de valores.
  5. Amartya Kumar Sen (Santiniketan, Bengala —Raj británico—, 3 de noviembre de 1933) es un economista indio de etnia bengalí. En 1998 fue laureado con el Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel. En 2021 obtuvo el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales.
  6. Martha Craven Nussbaum (Nueva York, 6 de mayo de 1947) es una filósofa estadounidense. Sus intereses se centran, en particular, en la filosofía antigua, la filosofía política, la filosofía del derecho y la ética.
  7. La teoría o enfoque de las capacidades de estos autores, discute  cómo la libertad real no solo implica la ausencia de restricciones, sino también la creación de condiciones que permitan a las personas realizar sus potencialidades, lo cual podría entenderse como una "libertad sintética" en un sentido amplio.
  8. Philippe van Parijs (Bruselas, 23 de mayo de 1951) es un filósofo belga y economista político. Principalmente, se le conoce por ser un defensor del concepto de renta básica y por ofrecer uno de los primeros tratamientos sistemáticos de los problemas de la justicia lingüística.
  9. Mijaíl Aleksándrovich Bakunin (Priamújino, Torzhok, Imperio ruso, 30 de mayo de 1814 - Berna, Suiza, 1 de julio de 1876), conocido como Mijail Bakunin, fue un teórico político, filósofo, sociólogo y revolucionario anarquista ruso. Es uno de los más conocidos pensadores de la primera generación de filósofos anarquistas junto a Piotr Kropotkin, Pierre-Joseph Proudhon, Carlo Cafiero y Errico Malatesta. Está considerado uno de los padres de este pensamiento, dentro del cual propuso los planteamientos del anarcocolectivismo. Su legado marcó una fuerte influencia para el socialismo revolucionario, el ateísmo militante, el movimiento obrero, el anarcosindicalismo y los posicionamientos ético-filosóficos y críticos del autoritarismo y el poder político.
  10. La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) o Primera Internacional fue una organización fundada en Londres en 1864 que agrupó inicialmente a los sindicalistas ingleses, anarquistas y socialistas franceses e italianos republicanos. Sus fines eran la organización política del proletariado en Europa y el resto del mundo, así como un foro para examinar problemas en común y proponer líneas de acción. Colaboraron en ella Karl Marx, Friedrich Engels y Mijaíl Bakunin.
  11. La Confederación Nacional del Trabajo (CNT) es un sindicato anarquista español, el cual desempeñó un papel fundamental en la consolidación del anarquismo en España en el primer tercio del siglo XX, creando un contraste con el resto de los países donde el movimiento anarquista tuvo alguna incidencia, pero en declive por aquella época. Entre las agrupaciones políticas socialistas o de izquierda de España, la CNT —tanto la histórica (1910 a 1939) como su sucesora legal (1977) y otras informales— se ha caracterizado por la propuesta de una colectivización asamblearia de la economía y la sociedad.

 

Bibliografía

Berlin, Isaiah (2005). Dos conceptos de libertad y otros escritos. El libro de bolsillo – Filosofía. Alianza Editorial

Van Parijs, Philippe (1996). Libertad real para todos. Qué puede justificar el capitalismo, si hay algo que pueda hacerlo. Editorial Paidós

Srnicek, Nick; Williams, Alex. Inventar el futuro. Poscapitalismo y un mundo sin trabajo. Malpaso Editores

La patología de la derecha © 2024 by Juan Carlos Barajas Martínez is licensed under CC BY-NC-SA 4.0 

La teoría del intercambio I: Homans

 

George Homans

Resumen

La teoría del intercambio social es un enfoque influyente para el estudio de la sociedad que ha generado mucha investigación reciente. Desde la perspectiva de la teoría del intercambio, la sociedad puede caracterizarse como un sistema de intercambio en el que la interacción social consiste en el comercio de recursos valiosos. Los recursos intercambiados pueden incluir cualquier combinación de bienes consumibles, dinero, afecto, atención, y quizás lo más básico, información. Surge a finales de los años ’50 con la publicación de George Homans (1) “La conducta social como intercambio”, para ser luego completada por autores posteriores como Peter Blau(2).

En este artículo vamos a ocuparnos de la aproximación de Homans para, en posteriores textos, estudiar a Blau y otros que continuaron con el enfoque.

 

Abstract

Exchange theory is an influential approach to the study of society that has generated much recent research. From the perspective of exchange theory, society can be characterized as an exchange system in which social interaction consists of the trade of valuable resources. The resources exchanged may include any combination of consumable goods, money, affection, attention, and perhaps most fundamentally, information. It emerged in the late 1950s with the publication of George Homans' (1) "Social Behavior as Exchange” and was later expanded by subsequent authors like Peter Blau (2).

In this article, we will focus on Homans' approach, and in later texts, we will study Blau and others who continued with this perspective.

Índice

Orígenes de la teoría de Homans

Núcleo de la teoría

Proposiciones de Homans

Críticas a Homans

 

Orígenes de la teoría de Homans

La teoría de Homans se basa en tres aspectos. En primer lugar, en el conductismo de Skinner (3) y, en menor medida, en el utilitarismo económico. En tercer lugar, surge como reacción al funcionalismo estructural de Parsons (4).

Cuando Homans analizó numerosos datos procedentes de estudios sociológicos de pequeños grupos y estudios antropológicos de sociedades primitivas, comenzó a vislumbrar que el conductismo de Skinner era válido para explicar las interrelaciones entre personas, lo que representaba una alternativa para el desarrollo inductivo de teorías sociológicas. Homans deseaba alejarse del enfoque cultural y estructural de Parsons y concentrarse en las personas y su conducta.

La idea básica de Homans era que el núcleo de la sociología estaba en la conducta y la interacción individual, no en las grandes estructuras e instituciones que preocupaban a la mayoría de los sociólogos. Se concentró en las pautas de refuerzo y el balance entre el costo de las acciones y su beneficio. Llegó a la conclusión de que las personas continuaban haciendo lo que había obtenido recompensa en el pasado y dejaban de hacer lo que había resultado fallido o costoso.
Como su nombre indica, la teoría del intercambio se ocupa no solo de la conducta individual, sino también de la interacción entre las personas (lo que se ha llamado interacción social), que entraña un intercambio de recompensas y costos. La premisa es que las interacciones continuarán mientras exista un intercambio de recompensas.

La teoría del intercambio ha generado mucha discusión, tanto a favor como en contra. Blau, Emerson (5) y otros criticaron ciertos aspectos y reformularon la teoría, ampliándola.

Núcleo de la teoría

El núcleo de la teoría de Homans tiene una formalización lógica que pocas teorías sociológicas poseen. Está formado por un conjunto de proposiciones fundamentales basadas en principios de la psicología conductista (6). Son proposiciones acerca de la conducta de los seres humanos como individuos, más que proposiciones acerca de grupos o sociedades completas. 

Homans admitió que aplicaba un reduccionismo psicológico, entendido como el proceso de mostrar cómo las proposiciones de la sociología se deducen de forma lógica de las proposiciones más generales de la psicología. 

Este proceso reduccionista (aquí esta palabra no tiene un significado peyorativo) lo justificaba porque, aunque los principios psicológicos son individuales, el ser humano es un ser social; se dedica a interactuar continuamente con otras personas, es decir, con otras conductas individuales. De manera que era posible explicar la conducta social en términos de las conductas individuales que, a su vez, eran explicadas por la psicología del conductismo. 

El mejor ejemplo, para Homans, de todo esto que estamos diciendo es la norma social. La norma social constriñe el comportamiento acotado por los límites que establece dicha norma, pero no lo hace de manera automática. Los individuos la aprueban cuando lo hacen, porque juzgan ventajoso aprobarla; es la psicología la que se ocupa del efecto sobre la conducta de la ventaja percibida. 

La conducta social, por tanto, la concibe como un intercambio de actividad, tangible o intangible, y más o menos gratificante o costosa entre, al menos, dos personas. 

Al igual que Durkheim (7) buscaba las formas elementales de la religión (estudiando lo sagrado y lo profano y no las religiones complejas), Homans se propuso desarrollar una teoría basada en las formas elementales de la vida social (separando de su estudio a las estructuras sociales). 

Homans se limitó a la interacción social cotidiana. Sin embargo, creía que una sociología derivada de sus proposiciones (basadas en el conductismo y el balance entre el coste y el beneficio de las acciones) explicaría, al final, toda conducta social.

 

Proposiciones de Homans

1º Proposición del éxito

Cuanto más sea recompensada la acción de una persona, tanto es más probable es que lleve a cabo esa acción.

La proposición del éxito se puede dividir en tres partes: en primer lugar, la acción de la persona; en segundo término, un resultado favorable que produce una recompensa; y, por último, una repetición de la acción (al menos en sus aspectos más importantes) en un momento posterior.

Para Homans, existen algunas restricciones a la repetición del comportamiento. La primera restricción es que el aumento de las recompensas conduce al aumento de la frecuencia de las acciones, pero esto no puede suceder indefinidamente. Llega un momento en que los individuos no pueden actuar con tanta frecuencia.

La segunda es que, cuanto más corto es el intervalo de tiempo entre la conducta y la recompensa, más probable es que una persona repita la conducta.

La tercera, última y estrechamente relacionada con la anterior, es que las recompensas intermitentes tienden a provocar un comportamiento repetido con mayor frecuencia que las recompensas regulares. Las recompensas regulares suelen conducir al aburrimiento y la saciedad. Un caso de recompensa intermitente serían los juegos de azar.

2º Proposición del estímulo

Si el concurso de un determinado estímulo o de una serie de estímulos ha sido ocasión en el pasado de que la acción de una persona se haya visto recompensada, entonces cuanto más semejantes sean los estímulos actuales a los pasados, tanto más probable es que tal persona realice ahora esa acción u otra semejante.

El ejemplo que da Homans para ilustrar esta proposición es el del pescador: si un pescador arroja su caña a una oscura poza y pesca un pez, estará más dispuesto a volver a pescar en pozas oscuras.

En este caso, Homans señala dos variaciones conductuales: la generalización y la discriminación. El actor sigue una conducta de generalización cuando aplica la conducta que produjo réditos bajo circunstancias similares. En el caso del pescador, esto sería pasar de pescar en una poza oscura a pescar en cualquier poza, cambiar de un tipo de pesca a otro, o cambiar de pescar en agua dulce a agua salada.

En cambio, la discriminación sería el proceso contrario: se trata de identificar las circunstancias específicas que estaban presentes en el momento de las acciones pasadas que produjeron recompensas. En presencia de las mismas condiciones, se repetiría el comportamiento, siempre que dichas condiciones no sean muy complejas; en ese caso, las circunstancias similares no estimularían la acción.

Si el intervalo de tiempo entre el estímulo y la conducta requerida es largo, lo más seguro es que la conducta no se repita.

Por otra parte, un actor puede hacerse hipersensible a un estímulo, repitiendo sus conductas, situación que solo se corregiría mediante una sucesión de fracasos.

3º Proposición de la privación-saciedad

Cuánto más haya recibido una persona una recompensa determinada en un pasado inmediato, tanto menos valiosa le resultará toda unidad posterior de la misma recompensa.

La gente se cansa. La repetición de recompensas hace que el valor de las mismas disminuya con el tiempo.

Homans se apoyó en la teoría económica para desarrollar esta proposición, recurriendo al concepto del balance entre costes y beneficios.

Definió el coste de toda conducta como las recompensas que se pierden al realizar líneas alternativas de acción. El beneficio lo definió como la proporción en la que las recompensas superan a los costes en los que se incurre.

Aplicando el principio del coste-beneficio, Homans llegó a reformular esta proposición de la siguiente manera: Cuanto mayor es el beneficio que una persona recibe como resultado de su acción, más probable es que realice la acción.

5º proposiciones de agresión-aprobación

Estas dos proposiciones son complementarias y bastante evidentes, hasta el punto de que se me hace muy cuesta arriba explicarlas. Como se decía en mis viejos libros de matemáticas: se deja como ejercicio al lector.

Proposición A. Si una persona no recibe por s actividad la recompensa que esperaba o recibe el castigo que no esperaba, sentirá indignación, y al sentirse indignado, los efectos de una conducta agresiva le valdrán recompensa.

Proposición B. Cuando la acción de una persona recibe la recompensa que espera, especialmente una recompensa mayor de la esperada, o no recibe el castigo previsto, se sentirá complacido; lo más probable es que realice la conducta aprobada, y los resultados de esa conducta se convierten en más valiosos para ella.

La proposición A sería la representación de conductas como la venganza y la proposición B podría justificar muy bien el sentimiento de agradecimiento.

Algo que no ha pasado inadvertido a sus críticos es que, en este caso, Homans incumple su proyecto de ir hacia las formas elementales de la conducta y utiliza dos estados mentales como la indignación y la satisfacción.

6º Proposición de la racionalidad

Al optar entre acciones alternativas, una persona suele elegir aquella para la que, tal y como percibió en algún momento, sea mayor el producto del valor “V”, del resultado, multiplicado por la probabilidad, “P”, de obtenerlo.

En esta proposición, Homans nos presenta una ecuación simple, un producto de dos variables, abandonando completamente el conductismo y abrazando la influencia de la teoría de la elección racional (8).

Por lo general, las personas realizan cálculos sobre las diversas alternativas de acción que se les presentan. Comparan las recompensas esperadas de dichas alternativas y calculan la probabilidad de conseguir esas recompensas.

Las recompensas de alto valor se devaluarán si su probabilidad es baja y, por el contrario, las recompensas de bajo valor aumentarán su cotización si la probabilidad de conseguirlas es alta. Por supuesto, si ambas son bajas o ambas son altas, la decisión es mucho más sencilla.

¿Qué es lo que determina, según Homans, la percepción de la probabilidad? Homans opina que una baja o alta probabilidad viene determinada por la experiencia previa del actor: los éxitos pasados y el grado de semejanza entre la situación presente y las situaciones anteriores.

Críticas a Homans

La teoría del intercambio ha sido objeto de varias críticas desde distintas perspectivas académicas. Entre ellas se encuentran las de quienes continuaron con la sociología conductista, como Blau y Emerson, pero también, de forma más profunda, las de Habermas desde la teoría crítica (9), Collins desde la teoría del conflicto (10), y Giddens desde su teoría de la estructuración. Vamos a describir las críticas más comunes en los siguientes párrafos. 

Una de las críticas más frecuentes es que Homans reduce las complejas interacciones sociales a una serie de intercambios racionales y utilitarios, donde las personas buscan maximizar recompensas y minimizar costos. Los críticos señalan que esto ignora factores más profundos, como las emociones, los valores, las normas sociales o las influencias culturales, que también desempeñan un papel importante en las relaciones humanas. 

La teoría de Homans pone demasiado énfasis en el individuo, asumiendo que el comportamiento social está motivado principalmente por el interés personal y el cálculo racional. Esto ha sido criticado por dejar de lado las estructuras sociales, las instituciones y las relaciones de poder que influyen en las decisiones individuales y colectivas. 

Los críticos también señalan que la teoría del intercambio no presta suficiente atención al contexto social y cultural en el que se producen las interacciones. Según esta crítica, no todos los intercambios se realizan en un contexto neutral, y las normas culturales y sociales pueden condicionar o estructurar el comportamiento de manera que no encaje con el modelo racional de intercambio. 

A Homans también se le critica por lo que más a gala tenía, es decir, el reduccionismo conductista basado en los principios de recompensa y castigo para explicar las interacciones sociales. Esta aproximación ha sido criticada por su simplicidad y mecanicismo, ya que asume que el comportamiento humano es comparable al de los animales en experimentos de laboratorio, ignorando la complejidad cognitiva y emocional del ser humano. 

La teoría de Homans ha sido acusada de ser más adecuada para explicar interacciones individuales o diádicas (entre dos personas), pero no para abordar las dinámicas complejas de grupos más amplios o de instituciones sociales. Las interacciones colectivas y los fenómenos de masas son difíciles de explicar bajo el marco del intercambio entre individuos aislados. 

Muchos críticos afirman que la teoría de Homans ignora o subestima las relaciones de poder y las desigualdades estructurales que pueden influir en los intercambios. Las interacciones no siempre ocurren entre iguales, y las diferencias de poder, recursos o acceso a oportunidades pueden influir en el "valor" que cada persona aporta o recibe en un intercambio. 

La teoría de Homans asume una racionalidad en los actores sociales, es decir, que estos calculan los beneficios y costos antes de actuar. Por tanto, recibe la misma crítica que la teoría de la elección racional, que se basa en los mismos principios: que las personas no siempre actúan de manera tan racional o calculadora. Las emociones, los impulsos irracionales o los procesos inconscientes también guían el comportamiento humano. 

Estas críticas han llevado a la evolución de teorías más complejas dentro del campo de la sociología del intercambio y han fomentado el desarrollo de enfoques que integran las dinámicas de poder, cultura, emociones y estructuras sociales para entender mejor las interacciones humanas. Esto lo veremos en posteriores artículos cuando analicemos las teorías de Blau y Emerson.

 

Juan Carlos Barajas Martínez

Sociólogo

 

Notas

  1. George Caspar Homans (Boston, 11 de agosto de 1910-Cambridge, 29 de mayo de 1989) fue un sociólogo estadounidense. Homans fundó una teoría estrictamente deductiva del comportamiento social en Estados Unidos y contribuyó en gran medida a la teoría del intercambio social. Se distinguió especialmente como analista de grupos.
  2. Peter Michael Blau (Viena, 7 de febrero de 1918 - Nueva York, 12 de marzo de 2002) fue un sociólogo y teórico estadounidense. Produjo teorías con muchas aplicaciones dentro de los fenómenos sociales, incluida la movilidad ascendente, oportunidad de trabajo, la heterogeneidad, y cómo las estructuras de población pueden influir en el comportamiento humano. También fue el primero en trazar la gran variedad de fuerzas sociales, apodado "espacio Blau" por Miller McPherson. El "espacio Blau" se sigue utilizando como guía por los sociólogos y se ha ampliado para incluir las áreas de la sociología que no fueron específicamente por Blau. En 1974 Blau fue elegido presidente de la Asociación Americana de Sociología.
  3. Burrhus Frederic Skinner (Susquehanna, Pensilvania, 20 de marzo de 1904-Cambridge, Massachusetts, 18 de agosto de 1990) fue un psicólogo, filósofo social, inventor y autor estadounidense. Condujo un trabajo pionero en psicología experimental y defendió el conductismo, que considera el comportamiento como una función de las historias ambientales de refuerzo. Escribió trabajos controvertidos en los cuales propuso el uso extendido de técnicas psicológicas de modificación de conducta, principalmente el condicionamiento operante, para mejorar la sociedad e incrementar la felicidad humana, como una forma de ingeniería social. Un estudio de la American Psychological Association (APA), publicado en 2002, lo situó como el psicólogo de mayor relevancia del siglo XX.
  4. Talcott Parsons (13 de diciembre de 1902 – 8 de mayo de 1979) fue un sociólogo estadounidense. Cursó estudios en el Amherst College, el London School of Economics y la Universidad de Heidelberg (Alemania). Dio clases de sociología en la Universidad Harvard de 1927 hasta 1974 como director del Departamento de Sociología de dicha universidad (1944). Más tarde fue nombrado presidente del nuevo Departamento de Relaciones Sociales 1946 y posteriormente presidente de la American Sociological Association en 1949. Es uno de los mayores exponentes del funcionalismo estructural en Sociología. Dicha teoría social sostiene que las sociedades tienden hacia la autorregulación, así como a la interconexión de sus diversos elementos (valores, metas, funciones, etc.). La autosuficiencia de una sociedad está determinada por necesidades básicas, entre las que se incluían la preservación del orden social, el abastecimiento de bienes y servicios, la educación como socialización y la protección de la infancia.
  5. Richard Marc Emerson es conocido sobre todo por sus trabajos sobre el poder social y, posteriormente, sobre el intercambio social. A principios de la década de 1960 publicó dos artículos muy significativos sobre el poder social y el intercambio social que cambiaron la forma en que los científicos sociales veían el poder social. Una característica importante de su trabajo era que se centraba en los determinantes posicionales del poder en las redes. Esta sencilla idea sentó las bases de la vinculación entre la teoría del intercambio y las redes, que se convirtió en uno de los principales focos de atención de las ciencias sociales. En 1965 fue contratado por el Departamento de Sociología de la Universidad de Washington, donde formó parte del profesorado hasta su prematura muerte en 1982, en la cima de su carrera académica.
  6. Émile Durkheim (Épinal, Francia, 15 de abril de 1858 – París, 15 de noviembre de 1917) fue un sociólogo francés. Estableció formalmente la disciplina académica y, junto con Karl Marx y Max Weber, es considerado uno de los padres fundadores de dicha ciencia.
  7. La teoría de la elección racional, también conocida como teoría de la acción racional es un marco teórico propio de la ciencia política y la economía que es utilizado para entender y modelar formalmente el comportamiento social y económico. Es la principal corriente teórica en la microeconomía y supone que el individuo o agente tiende a maximizar su utilidad-beneficio y a reducir los costos o riesgos. Los individuos prefieren más de lo bueno y menos de lo que les cause mal.
  8. Escuela de la Teoría Crítica (Década de 1930 - presente). Fundadores Principales: Max Horkheimer (1895-1973), Theodor Adorno (1903-1969), Herbert Marcuse (1898-1979), Jürgen Habermas (n. 1929). Asociada con la Escuela de Frankfurt, esta corriente cuestiona la cultura de masas y los efectos del capitalismo y la tecnología en la sociedad. Reflexión crítica sobre el racionalismo instrumental y la manipulación de la ideología a través de los medios de comunicación. Habermas desarrolló la teoría de la acción comunicativa, centrada en la importancia del diálogo y la racionalidad para la construcción democrática.
  9. La teoría del conflicto surgió como reacción al funcionalismo y supuso una alternativa a este movimiento hegemónico en la sociología durante los años cincuenta y sesenta. Aparte del funcionalismo, esta teoría se basa en una cierta lectura del marxismo y en la teoría del conflicto social de Georg Simmel. funcionalismo y teoría del conflicto comparten su preocupación por el estudio de las estructuras y funciones sociales. Allí donde el funcionalismo califica a la sociedad como estática, la teoría del conflicto habla de proceso de cambio continuo; cuando los primeros enfatizan el orden social los segundos hablan de conflicto; si los funcionalistas resaltan los elementos que contribuyen a la estabilidad, los autores de la teoría del conflicto destacan los elementos que contribuyen al conflicto; si los unos hablan de unión en base a las  normas, los valores y la ética compartida, los otros contestan que la unión se consigue mediante la coerción. Al final, es el concepto de la cohesión social frente al concepto de las relaciones de dominación y el poder.

 

Bibliografía

Fararo Thomas J. (2007). Homans, George (1910–89). The Blackwell Encyclopedia of Sociology. Blackwell Publishing

Lovaglia Michael J. (2007). Social Exchange Theory. The Blackwell Encyclopedia of Sociology. Blackwell Publishing

Ritzer George (2001). Teoría Sociológica Moderna. Mc Graw Hill

 

La teoría del intercambio I: Homans © 2024 by Juan Carlos Barajas is licensed under Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 4.0 International 

El currículo oculto


Resumen

El concepto de currículo oculto aúna la sociología de la educación con el estudio de la estratificación social. El currículo oculto se refiere a las reglas, rutinas y estructuras no oficiales de las escuelas, a través de las cuales los estudiantes aprenden comportamientos, valores, creencias y actitudes. Según muchos sociólogos, esto sirve para mantener y justificar las estructuras de clase.

 

Abstract

The concept of the Hidden Curriculum brings together the sociology of education with the study of social stratification. The hidden curriculum refers to the unofficial rules, routines, and structures of schools through which students learn behaviors, values, beliefs, and attitudes. According to many sociologists, this serves to maintain and justify class structures.

Índice

  • Definición, origen y la teoría del consenso
  • La teoría del conflicto
  • El interaccionismo simbólico
  • La clase y la raza
  • El género
  • Conclusión

Definición

La palabra currículo, según la RAE, tiene tres acepciones. La primera es: “plan de estudios”, sin más. La segunda: “conjunto de estudios y prácticas destinadas a que el alumno desarrolle plenamente sus posibilidades”. Y la tercera: “curriculum vitae” o “currículum”.

El currículo oculto, un concepto de sociología de la educación, se refiere a las reglas, rutinas y estructuras no oficiales de las escuelas a través de las cuales los estudiantes aprenden comportamientos, valores, creencias y actitudes. Así que es currículo en el sentido de la segunda acepción de la RAE. Y es oculto porque sus elementos no aparecen en los objetivos escritos de las escuelas, planes de lecciones formales u objetivos de aprendizaje, aunque pueden reflejar valores sociales culturalmente dominantes e ideas sobre lo que las escuelas deben enseñar.

Si consideramos el contexto histórico, muchos aspectos que conforman el currículo oculto de control social fueron en su momento parte de la misión explícita de la educación. Este currículo solo se volvió "oculto" a medida que la discusión sobre la educación cambió a términos cada vez más individualistas y ciertas estructuras perdieron prestigio, por lo que hubo que esconderlas, sacándolas de los programas oficiales y evitando hablar de ellas.

La existencia del currículo oculto no es cuestionada por ninguna de las principales escuelas sociológicas; es algo que claramente existe en nuestras sociedades. Esto, de por sí, ya es un logro, ya que no suele ser habitual el consenso. Sin embargo, cada una de estas escuelas tiene algo que decir al respecto.

De los tres enfoques a los que solemos referirnos, y que el lector habitual de Sociología Divertida conoce bien, la orientación funcionalista (1) se interesa más en cómo los currículos ocultos contribuyen a la reproducción de sociedades unificadas. La perspectiva del conflicto (2), por su parte, se enfoca en la reproducción de sociedades estratificadas. Finalmente, el interaccionismo simbólico (3) se ocupa de explicar la existencia del currículo oculto en el contexto de la interacción social.

Dicho así, todo esto parece muy complicado, pero ahora veremos que no lo es tanto.

 

Origen del concepto y la teoría funcionalista del consenso

El funcionalismo propone que la educación, no olvidemos que se trata de un enfoque que destaca la estabilidad social, es una herramienta para mantener sociedades ordenadas y producir individuos adecuadamente socializados, es por esto por lo que los trabajos funcionalistas a menudo se recogen bajo la etiqueta de teoría del consenso.

La teoría del consenso describe a las escuelas como instituciones benignas que racionalmente clasifican y ordenan a los individuos para llenar posiciones de alto y bajo estatus, satisfaciendo la necesidad de la sociedad tanto de expertos como de trabajadores no cualificados.

Como concepto, el currículum oculto tiene sus raíces en "Educación y Sociología" (1922) y "Educación Moral" (1925) de Emile Durkheim (4). Durkheim -al que no se puede considerar como estrictamente funcionalista pero que sí podemos calificarle de precursor- concluyó que la sociedad no podría funcionar sin un alto grado de homogeneidad y que la educación, como una institución altamente regulada, podría proporcionar este nivel de similitud entre los individuos.

Basándose en el trabajo de Durkheim, Philip Jackson (5) en "La vida en las aulas" (1968) acuñó el término "currículum oculto". Junto con otros teóricos del consenso de ese período, señaló que las escuelas británicas y estadounidenses enseñan a los niños a sacrificar autonomía, control y atención a aquellos con más poder, reprimir su propia identidad personal y deseos, y aceptar la legitimidad de ser tratados como una categoría junto con otros. Dicho de una manera más directa, a hacer sociedades más dóciles.

Philip W. Jackson

La teoría del conflicto

Los teóricos del conflicto desarrollaron aún más los conceptos teóricos del currículo oculto. En general, argumentan que la educación sirve para preservar la estructura de clases sociales. Los primeros desafíos al enfoque funcionalista vinieron de teóricos neomarxistas, quienes sugirieron que la escolarización sirve a las demandas de las instituciones y grupos sociales más poderosos.

En su influyente trabajo "La escolarización en América capitalista"(1976), Samuel Bowles (6) y Herbert Gintis (7) sostuvieron que los estudiantes son educados de manera que los hace adecuados para diversos niveles de propiedad, autonomía y control en el sistema capitalista. Aprenden habilidades, desarrollan una conciencia e internalizan normas que se adaptan a su trabajo futuro.

Esta conexión entre las relaciones sociales de la vida escolar y las relaciones sociales de la producción fue etiquetada como el principio de correspondencia. Las teorías que se basan en el principio de correspondencia también se conocen como teorías de la reproducción, ya que explican cómo la educación reproduce las desigualdades sociales.

Sin embargo, las teorías de la reproducción enfrentaron críticas a principios de los años 80, cuando algunos teóricos del conflicto impulsaron una visión menos determinista del papel de la educación en el mantenimiento del sistema de clases. En "Aprendiendo a trabajar"(1981), Paul Willis (8) introdujo el concepto de resistencia a las teorías de la reproducción. Descubrió que los chicos de clase trabajadora inglesa en su estudio resistían tanto el currículum oficial como el oculto de sus escuelas secundarias. Aunque la resistencia tiene el efecto de canalizar a los chicos hacia una especie de nihilismo sistémico que los conduce hacia futuros de clase trabajadora.

La idea de resistencia suavizó el enfoque teórico rígido del currículum oculto. El concepto de resistencia permitió a los teóricos del conflicto ver el currículum oculto como discutible y quizás maleable.

 

El interaccionismo simbólico

Al igual que los teóricos del conflicto, los interaccionistas simbólicos ven la educación como un medio para clasificar a los estudiantes en posiciones sociales estratificadas según sus características asignadas. El enfoque interaccionista simbólico se centra en el nivel micro, y la sociología de la educación no es una excepción. Desde el punto de vista interaccionista, se analiza cómo las interacciones cara a cara en el aula contribuyen a la creación y mantenimiento de las desigualdades. Los interaccionistas simbólicos se interesan particularmente por cómo las dinámicas del aula generan ventajas y desventajas, y cómo estas interacciones académicas influyen en las personalidades, habilidades y comportamientos de los estudiantes.

El trabajo inicial dentro de la tradición interaccionista simbólica observó que ciertos estudiantes son etiquetados como "buenos aprendices" mientras que otros son considerados "problemáticos". Estas etiquetas a menudo se correlacionan con la raza, clase o género del estudiante. Independientemente de su nivel de habilidad previo, los estudiantes etiquetados negativamente tienden a rendir peor, mientras que aquellos etiquetados positivamente tienden a rendir mejor. Este proceso de etiquetado genera lo que el sociólogo funcionalista estadounidense Robert Merton (9) denominó la profecía autocumplida, es decir, una predicción o expectativa que, al ser creída, influye en el comportamiento de las personas de tal manera que provoca que dicha predicción se haga realidad. En este caso, los estudiantes internalizan las etiquetas asignadas y se comportan de manera coherente con ellas.

La clase y la raza

Más allá de las escuelas sociológicas principales, algunos académicos sostienen que los currículos ocultos llevan poderosos mensajes basados en la clase y la raza. Pierre Bourdieu (10) y Basil Bernstein (11), por ejemplo, sugieren que las escuelas crean entornos sociales que se ajustan mejor a los estudiantes de clase media y alta. A través del currículo oculto, los chicos reciben el mensaje de que los valores culturales, normas y actitudes de la clase media y alta son el patrón con el que se mide todo lo demás.

Las escuelas recompensan la conformidad con estas normas culturales y certifican ciertos métodos de aprendizaje como el estándar. Estos métodos de aprendizaje probablemente se ajustan mejor a los estilos de interacción de la clase media y alta, penalizando a los estudiantes de clase baja o trabajadora.

Los espacios físicos también pueden estar marcados por la clase, haciendo que algunos estudiantes se sientan más cómodos que otros. La demarcación del espacio es particularmente evidente en los niveles superiores de la escolarización: los entornos físicos en las instituciones que producen miembros de élite de la sociedad, como las escuelas de derecho o de medicina, a menudo están adaptados a las normas culturales y gustos de los privilegiados.

John Ogbu (12), antropólogo social afroamericano, se preocupó también por los efectos raciales del currículo oculto. En la medida en que el currículo oculto y formal está dirigido a la mayoría blanca, es posible que se fomente inadvertidamente una "cultura de oposición". Ogbu argumentó que las minorías raciales con una historia de esclavitud, conquista o colonización llegan a ver el éxito académico y la participación en la cultura dominante como una amenaza a la identidad y lealtad del grupo.

La cultura de oposición puede considerarse parte del currículo oculto, ya que las minorías raciales aprenden a través de la escuela que el éxito académico es "actuar como blanco". Nuevamente, como sucede con el concepto de resistencia visto anteriormente, la oposición del sector discriminado al programa oculto de las escuelas conduce directamente a destinos de clase trabajadora.

Sin embargo, la teoría de la cultura de oposición ha sido desafiada por Douglas Downey (13) y James Ainsworth Darnell (14), entre otros, quienes encuentran que las minorías valoran tanto o más el éxito académico que sus compañeros blancos y que la cultura de oposición es un fenómeno basado en la clase, no en la raza. En otras palabras, para estos autores, el concepto de resistencia de los teóricos del conflicto es el mismo fenómeno (con algunos matices) que la cultura de oposición de Ogbu.

 

El género

El currículo oculto también actúa en la construcción del género según el patrón de lo que se denomina desde la teoría queer (ver “La teoría queer” en este mismo blog) como heteronormatividad. Lo heteronormativo, según estos autores, es el seguimiento de los patrones masculinos y femeninos clásicos, así como la regulación de las relaciones interpersonales dentro de este patrón normativo, asociando la normalidad a la heterosexualidad.

La investigación sobre género y el currículo oculto ha indicado que la cultura de los compañeros es una de las formas más influyentes en las que se fomentan y perpetúan los comportamientos de género. Se entiende por cultura de compañeros la que surge entre el grupo de pares —muy importante en la socialización del individuo— que se forma en una clase, en el patio del colegio o en la calle de un barrio.

Por ejemplo, desde muy temprano, los niños también se segregan por género, manteniendo los límites de género a través de bromas románticas, como, por ejemplo, "Fulanito es novio de Menganita" estando ambos en el jardín de infancia.

Paul Willis  y el sociólogo estadounidense Michael W. Apple (15), en su libro “Ideología y currículo” (1979), indican que los niños alcanzan un alto estatus en las escuelas secundarias y preparatorias sobre la base de su habilidad atlética, inteligencia, dureza, habilidades sociales y éxito en las relaciones de género cruzado, mientras que las niñas ganan popularidad por el estatus socioeconómico de sus padres, su propia apariencia física y habilidades sociales. Estos valores también pueden transmitirse a través de actividades extracurriculares, destacando notablemente el mayor apoyo financiero dado a los deportes masculinos.

 

Conclusión

Como hemos visto, prácticamente no hay nadie en la sociología de la educación que dude de la existencia de un currículo oculto. Lo que existen son distintas aproximaciones al concepto, desde los funcionalistas (gente de orden) que lo consideran funcional y necesario, pasando por los teóricos de la sociología del conflicto (menos optimistas) que lo consideran un sistema ideológico de mantenimiento de la desigualdad, y llegando a los interaccionistas que aplican el concepto al nivel microsociológico, examinando las ventajas y desventajas para el individuo sin entrar demasiado en juicios de valor.

Pero ¿el currículo oculto se queda en el ámbito educativo? Los marcadores sociales como clase, raza y género no solo son evidentes dentro de los currículos ocultos de los sistemas educativos, sino que también reflejan formas de jerarquía y diferenciación que existen en otras instituciones sociales. Por ejemplo, la familia, la medicina, la religión y la economía se solapan y dan forma tanto al currículo formal como al informal de las escuelas.

 

Juan Carlos Barajas Martínez

Sociólogo

 

Notas

  1. Según el enfoque funcionalista una sociedad puede entenderse metafóricamente como un organismo vivo que se compone de distintos órganos o estructuras cada uno de ellos con una función o funciones necesarias para que el organismo social pueda vivir. La sociedad es un sistema complejo cuyas partes “encajan” entre sí produciendo un equilibrio o estabilidad social. Para la corriente principal del funcionalismo nuestras vidas están orientadas según la dirección que marcan ciertas estructuras sociales, entendiéndose por éstas pautas relativamente estables de relaciones sociales, por ejemplo, las relaciones familiares, las conductas ritualizadas, y otras, que implican comportamientos relativamente estables y predecibles. Así para Talcott Parsons, el máximo representante de este paradigma, la sociedad tiende al equilibrio y a la estabilidad. Pero para que puedan permanecer en el tiempo, las sociedades deben cumplir una serie de requisitos que denominó prerrequisitos funcionales como la adaptación al entorno, la satisfacción de los objetivos o la cohesión social entre otros.
  2. Teoría del conflicto. En este paradigma se agrupan las teorías sociológicas que analizan a la sociedad desde el punto de vista de la desigualdad, el conflicto y el cambio social. Se resaltan las relaciones de dominación que enfrentan a las diferentes categorías de personas y, en el ámbito internacional, a los conflictos entre distintas sociedades que compiten entre sí. Se analizan también las estrategias que emplean los dominadores para mantener su posición y de los dominados para intentar mejorar su situación.
  3. El Interaccionismo Simbólico, cuyo máximo exponente es el filósofo norteamericano George Herbert Mead. Las reflexiones de Mead se centraron en explicar cómo las personas van construyendo su propia identidad y definiéndose a si mismas a través de sus experiencias sociales. Para este enfoque la sociedad es el resultado de las interacciones cotidianas de las personas, que van dotando de significado al mundo social que les rodea. Por supuesto no hay garantías de que este proceso de interacción continua haga que las personas terminen imputando los mismos significados al entorno en el que viven y, así, aún reaccionado de la misma manera, un policía puede hacer sentirse seguro a un individuo y nervioso a otro. De modo que la sociedad sería un mosaico de definiciones subjetivas y reacciones variadas.
  4. Émile Durkheim (Épinal, Francia, 15 de abril de 1858 – París, 15 de noviembre de 1917) fue un sociólogo francés. Estableció formalmente la disciplina académica y, junto con Karl Marx y Max Weber, es considerado uno de los padres fundadores de dicha ciencia. Ver “De cuando la sociología daba sus primeros pasos” en este mismo blog.
  5. Philip Wesley Jackson (2 de diciembre de 1928, en Vineland - 21 de julio de 2015, en Chicago) fue un pedagogo estadounidense, profesor emérito de la Universidad de Chicago. Durante su carrera, también fue presidente de la Asociación Americana de Investigación Educativa y de la Sociedad John Dewey. Acuñó la frase "currículo oculto" en su libro de 1968 titulado La vida en las aulas, en una sección sobre la necesidad de que los estudiantes dominen las expectativas institucionales de la escuela.
  6. Samuel Bowles (nacido en 1939) es un economista estadounidense y profesor emérito de la Universidad de Massachusetts Amherst, donde continúa enseñando cursos de microeconomía y la teoría de las instituciones. Su obra pertenece al pensamiento neo-marxista también llamado post-marxista, sin embargo, su perspectiva sobre la economía es ecléctica y se basa en varias escuelas de pensamiento, incluyendo lo que él (y otros) se refieren como economía post-Walrasiana.
  7. Herbert Gintis (Filadelfia, Pensilvania, 11 de febrero de 1940-Northampton, Massachusetts, 5 de enero de 2023)1 fue un científico del comportamiento, educador y escritor norteamericano. Destacó en el campo de economía por sus ideas sobre el altruismo, la cooperación, la teoría del juego epistémico, coevolución gen-cultura, los salarios de eficiencia, la reciprocidad fuerte, y la teoría de capital humano. Gintis también escribió extensamente sobre comportamiento, evolución, y teoría de juegos.
  8. Paul Willis (nacido en 1945) es un científico social británico conocido por su trabajo en sociología y estudios culturales. La obra de Paul Willis es muy leída en los campos de la sociología, la antropología y la educación, y su trabajo hace hincapié en la cultura del consumo, la socialización, la música y la cultura popular. Nació en Wolverhampton[1] y se formó en la Universidad de Cambridge y en la de Birmingham. Trabajó en el Centre for Contemporary Cultural Studies y posteriormente en la Universidad de Wolverhampton. Fue catedrático de Etnografía Social/Cultural en la Universidad de Keele. En otoño de 2010 dejó la Universidad de Keele y ahora es profesor en la Universidad de Princeton.
  9. nacido Meyer Robert Schkolnick (Filadelfia, 4 de julio de 1910 - Nueva York, 23 de febrero de 2003) fue un sociólogo estadounidense. Es padre del Premio Nobel de Economía Robert C. Merton. Padre de la teoría de las funciones manifiestas y latentes, y autor de obras como El análisis estructural en la Sociología (1975), Merton es uno de los clásicos de la escuela estadounidense de esta disciplina. También fue importante su labor en el campo de la sociología de la Ciencia.
  10. Pierre-Félix Bourdieu  (Denguin, 1 de agosto de 1930 – París, 23 de enero de 2002) fue uno de los más destacados representantes de la sociología contemporánea. Logró reflexionar sobre la sociedad, introdujo o rescató baterías de conceptos e investigó en forma sistemática lo que suele parecer trivial como parte de nuestra cotidianidad. Algunos conceptos claves de su teoría son los de "habitus", "campo social", "capital simbólico" o "instituciones". Al final de su vida se convirtió, por su compromiso público, en uno de los principales actores de la vida intelectual francesa. Su pensamiento ha ejercido una influencia considerable en la conciencia humana y social, en especial de la sociología francesa de posguerra. Caracterizó su modelo sociológico como "constructivismo estructuralista"; la problemática constructivista tiende a descifrar las realidades sociales como construcciones históricas cotidianas de actores colectivos e individuales que se sustraen del control de estos actores. Su sociología reveladora ha tenido críticos que lo acusan de una particular visión determinista de lo social.
  11.  Basil Bernstein (Londres, 1 de noviembre de 1924 - Londres, 24 de septiembre de 2000) fue un sociólogo y lingüista británico, conocido por sus aportaciones a la Sociología de la educación.
  12. John Uzo Ogbu (9 de mayo de 1939 - 20 de agosto de 2003) fue un antropólogo y profesor nigeriano-estadounidense conocido por sus teorías sobre los fenómenos observados en relación con la raza y la inteligencia, especialmente sobre cómo las diferencias raciales y étnicas influyen en los logros educativos y económicos. También llegó a la conclusión de que algunos estudiantes obtenían malos resultados porque entre sus compañeros se consideraba que un alto rendimiento era "actuar como blancos". Ogbu también participó en la polémica de 1996 en torno al uso del inglés vernáculo afroamericano en las escuelas públicas de Oakland (California). El libro de 2000 Eminent Educators: Studies in Intellectual Influence se centra en él como uno de los "cuatro gigantes intelectuales del siglo XX".
  13. Douglas Downey es profesor y director de estudios del departamento de sociología de la Universidad Estatal de Ohio. Es especialista en estratificación social, familia y tecnología.James W. Ainsworth-Darnell es profesor del departamento de sociología de la Universidad Estatal de Ohio
  14. Michael W. Apple (n. 1942) es un pedagogo y sociólogo de la educación estadounidense. Es profesor John Bascom de Currículum e Instrucción y Estudio de Políticas Educativas en la Universidad de Wisconsin-Madison. Fue profesor de Educación Primaria y Secundaria en Nueva Jersey y presidente del sindicato docente. Su obra ha sido de gran influencia en el área de la Pedagogía Crítica, los estudios sobre ideología y currículum y el desarrollo de escuelas democráticas. Es un autor muy crítico con los principios de la educación neoliberal y la utilización de los cheques escolares.

Bibliografía

Hamilton L. y Powell B (2009). Hidden curriculum. The Blackwell Encyclopedia of Sociology, Blackwell Publishing

Ainsworth-Darnell, J.W. Downey, D. B. (1998). Assessing the oppositional culture explanation for racial/ethnic differences in school performance. American Sociological Review, 63(4), 536–553. https://doi.org/10.2307/2657266


La comunidad imaginada y el neonacionalismo

Benedict Anderson

 Resumen

En un artículo anterior cuestioné – sin duda afectado por la cuestión catalana- la definición de nación desde la ciencia política. En mi búsqueda de respuestas, identifiqué tres preguntas clave: la existencia de naciones sin una base étnico-cultural homogénea, la vocación política de ciertos pueblos dentro de un Estado, y la diferencia entre la existencia de un grupo étnico y una nación. El politólogo Andrés de Blas distingue entre nación política y nación cultural para abordar estas preguntas. La nación política se fundamenta en el Estado y la ideología liberal, mientras que la nación cultural se basa en la realidad étnica y cultural del grupo.  Por otra parte, Rokkan y Urwin proponen un modelo de movilización regionalista que describe una progresión desde la integración total en un Estado hasta la demanda de autodeterminación.

En este nuevo artículo, que tiene vocación de continuidad con respecto al anterior, se tratan dos enfoques de tinte más sociológico. Las “comunidades imaginadas” de Benedict Anderson y el neonacionalismo de David McCrone.

Anderson introduce la idea de las "comunidades imaginadas", argumentando que la nación es una construcción moderna que permite a las personas sentir una conexión común sin conocerse. Las naciones son imaginadas, limitadas y soberanas, surgidas en la Ilustración como respuesta a la crisis de la religión y la autoridad monárquica. Anderson sostiene que el nacionalismo reemplazó a la religión como fuente de propósito y continuidad, aunque su teoría ha sido criticada por ser eurocéntrica y simplificar la diversidad cultural y el papel del Estado.

David McCrone, por su parte, define el neonacionalismo como un fenómeno que surge cuando un grupo social redefine su identidad dentro de un Estado nación debido a la globalización. Este neonacionalismo puede centrarse en la autonomía en lugar de la independencia total y es menos exclusivista, promoviendo una identidad nacional adaptable. Sin embargo, su enfoque ha sido criticado por idealizar el neonacionalismo, subestimar el nacionalismo tradicional y no considerar suficientemente las implicaciones económicas y políticas de estos movimientos.

Abstract

In a previous article, influenced undoubtedly by the Catalan issue, I questioned the definition of a nation from the perspective of political science. In my search for answers, I identified three key questions: the existence of nations without a homogeneous ethno-cultural basis, the political vocation of certain peoples within a state, and the difference between the existence of an ethnic group and a nation. The political scientist Andrés de Blas distinguishes between political nation and cultural nation to address these questions. The political nation is based on the state and liberal ideology, while the cultural nation is grounded in the ethnic and cultural reality of the group.

Rokkan and Urwin, on the other hand, propose a model of regionalist mobilization that describes a progression from full integration into a state to the demand for self-determination. In this new article, intended as a continuation of the previous one, two more sociological approaches are discussed: Benedict Anderson's "imagined communities" and David McCrone's neonationalism.

Anderson introduces the idea of "imagined communities," arguing that the nation is a modern construct that allows people to feel a common connection without knowing each other. Nations are imagined, limited, and sovereign, arising in the Enlightenment as a response to the crisis of religion and monarchical authority. Anderson contends that nationalism replaced religion as a source of purpose and continuity, though his theory has been criticized for being Eurocentric and for oversimplifying cultural diversity and the role of the state.

David McCrone, on the other hand, defines neonationalism as a phenomenon that arises when a social group redefines its identity within a nation-state due to globalization. This neonationalism may focus on autonomy rather than total independence and is less exclusivist, promoting an adaptable national identity. However, his approach has been criticized for idealizing neonationalism, underestimating traditional nationalism, and not adequately considering the economic and political implications of these movements.

 

Índice

  • La idea de nación desde la ciencia política
  • Las comunidades imaginadas de Anderson
  • Sociología del nacionalismo de McCrone, el neonacionalismo 

La nación desde la ciencia política

Hace ya bastantes años, cuando empezó el proceso catalán hacia el independentismo, empecé a preguntarme seriamente acerca de qué es una nación; un término que damos por hecho, pero que cuando lo intentamos definir como fenómeno no conseguimos establecer unos límites claros sobre qué comunidades constituyen una nación y cuáles no.

Por aquel entonces escribí un artículo en este mismo blog al que puse el título: “¡Somos una gran nación! ¿ah sí? ¡define nación!”, en el que me esforzaba por encontrar una solución a este problema acercándome desde el punto de vista de la ciencia política.

El problema se puede reducir a contestar a tres cuestiones. En primer lugar, por qué hay naciones que no han necesitado ni han contado en su origen con el sustento de una realidad étnico-cultural homogénea como podría ser el caso de las repúblicas americanas. En segundo término, por qué determinados pueblos han manifestado una vocación política singular estando ya insertos en un Estado como Cataluña o Escocia y, por último, por qué la existencia de un pueblo o grupo étnico no equivale necesariamente a la existencia de una nación como los lapones de Finlandia que, al menos por ahora, no reclaman un Estado propio.

El politólogo español Andrés de Blas(1) propone, para contestar a las dos primeras preguntas, la existencia dos tipos de naciones: la nación política y la nación cultural.

La nación política no tiene como fundamento necesario la existencia de un grupo étnico. Sería el caso de algunos Estados-Nación europeos que surgieron en la Edad Moderna y, sobre todo, el caso de los Estados Unidos y las naciones de Iberoamérica que surgieron de la rebelión liberal contra el colonialismo. En este caso la nación surge en un momento histórico determinado como una referencia para soportar ideológicamente el Estado, es el Estado el que crea la nación y no al revés, y podemos afirmar que este esquema ha funcionado en muchos sitios.

En estos casos el Estado asume el carácter multiétnico de su realidad, creando lazos culturales de nueva creación o bien originarios de unos de los grupos étnicos existentes en su territorio.  Una nación de este tipo debe crear un nacionalismo específico, acorde en líneas generales con el nacionalismo liberal, un nacionalismo a la medida del ciudadano y no del particularismo étnico, se debe centrar en el individuo, su dignidad y los derechos intrínsecos de la persona.

La nación cultural o étnica tiene su fundamento en una realidad cultural que reclama como indispensable la realidad prepolítica del grupo étnico, del pueblo, basándose en la idea de que una lengua hace una cultura y ésta lleva necesariamente a la constitución de una nación. Las ideologías nacionalistas impulsoras de este tipo de nación cuentan con una notable capacidad para efectuar síntesis y sincretismo entre hechos reales y míticos, tienen un obligado gusto por la diversidad, por establecer hechos diferenciales y un inevitable entusiasmo por lo que es propio a cada pueblo.

Para contestar a la tercera cuestión, debemos preguntarnos previamente si existe un camino en la evolución desde el grupo étnico hasta la nación cultural y, en el ejemplo que hemos formulado previamente, si los lapones están en marcha hacia el desarrollo de una identidad nacional y a una aspiración a constituir su propio Estado.

Rokkan (2) y Urwin (3) han planteado un proceso de movilización regionalista que podría ajustarse a esta problemática, una especie de escalera en la que cada peldaño implica una disminución de los apoyos sociales, por lo que la subida por la escalera hacia la independencia se hace más difícil conforme se van subiendo peldaños.

La escalera arrancaría de una entidad territorial plenamente integrada en un Estado, sin una entidad cultural separada. Aparecen las primeras asociaciones regionalistas de defensa cultural que inician la construcción de la identidad periférica.

El segundo peldaño suele ser la protesta a cargo ya de partidos políticos con un grado elevado de apoyo electoral que tratan de que se incorporen sus demandas territoriales a la agenda del sistema político central. Aparece el regionalismo propiamente dicho.

El peldaño siguiente se concreta en un mecanismo de poderes autónomos compartido entre el gobierno central y un gobierno a escala regional.

El cuarto paso, envuelto en una retórica federalista, implica una autonomía regional absoluta y una autoridad central que se ocupa de los asuntos interregionales.

El quinto escalón consistiría en el desarrollo de estructuras políticas con suficiente fortaleza para pedir la autodeterminación, los partidos que la promueven son de carácter fuertemente nacionalista.

Es esta una visión politológica que no comprende totalmente todo el problema ni creo que resuelva todos los casos, por ejemplo, no estoy seguro de que los lapones estén subiendo estos peldaños tal y como los describen Rokkan y Urwin, aunque si parecen responder a muchos casos conocidos, sobre todos los relacionados con la civilización occidental.

Vamos a completar esta visión con dos enfoques más sociológicos: Las comunidades imaginadas de Anderson (4) y el neonacionalismo de McCrone (5).

Las comunidades imaginadas de Anderson

La idea moderna de nación es una construcción reciente, contradictoria con las premisas nacionalistas que la sitúan en épocas remotas. Las afirmaciones de que la patria se remonta al pleistoceno, o incluso al mundo antiguo o medieval, son completamente falsas. Antes del siglo XVIII no existían las naciones tal como las entendemos hoy; si acaso existían, sus integrantes no eran conscientes de formar parte de una nación.

Con el desarrollo de la ideología nacionalista, inicialmente alrededor de la idea de la nación política, surgió la antítesis consistente en que el concepto de nación se había concebido para convencer a la gente de que pertenecía a una unidad de destino universal como se decía en tiempos pretéritos. En 1800, el filósofo alemán Johann Fichte (6) defendió un Estado centralizado que se aislara del mundo para crear un sentido de identidad nacional (Volksgeist). En 1861, poco después de la unificación italiana, Massimo d’Azeglio (7) afirmó: “Ya hemos creado Italia, ahora hay que crear italianos”. El antropólogo Ernest Gellner (8), en los años '60 del siglo pasado, escribió: “el nacionalismo no es el despertar de la conciencia de las naciones, inventa naciones allá donde no existen”. Más recientemente, el filósofo francés Étienne Balibar (9) opinó que cada pueblo es el proyecto de un proceso nacional de etnización.

En esta corriente se incluye al teórico social y político Benedict Anderson, quien sostiene que asumimos la idea de nacionalismo como algo dado con el nacimiento. Si naces en un lugar determinado, tienes una nacionalidad determinada, del mismo modo que naces con un género determinado. Anderson cuestiona toda la base del nacionalismo y define el concepto de nación como una comunidad política imaginada, inherentemente limitada y soberana.

Imaginada, porque los miembros de una nación, sin importar lo pequeña que sea, nunca llegarán a conocer a la mayoría de sus compatriotas, pero en la mente de todos ellos persiste la idea de una conexión común. Limitada, porque incluso las naciones más extensas tienen fronteras, aunque estas puedan ser flexibles y cambiar con el tiempo; si no, que se lo pregunten a Polonia. A pesar de su variabilidad, las fronteras existen. Ninguna nación ha considerado jamás la inclusión de todos los habitantes del mundo, a diferencia de las religiones. Soberana, porque generalmente reivindica para sí un Estado que le permita desarrollar su identidad entre las demás naciones del mundo.

La soberanía, dice Anderson, forma parte también de la idea de nación porque el concepto surgió durante la Ilustración. El siglo de las luces apagó en cierto modo a la religión; esta perdió el lugar incuestionable que ocupaba en la mente de la población, y ya no se aceptaba tan fácilmente que los monarcas fueran elegidos directamente por Dios para gobernar a los pueblos. El concepto de soberanía permitía la existencia de una estructura nacional sin necesidad de apelar a un dogma religioso. De hecho, las repúblicas dominan el panorama de las formas de gobierno, y las monarquías que sobreviven lo hacen reinando, pero no gobernando, en un malabarismo difícil de justificar políticamente.

Sin embargo, según Anderson, la crisis religiosa provocada por la racionalidad de la Ilustración conllevó que algunas de las preguntas trascendentes que solían contestarse desde la fe quedaran sin respuesta evidente: ¿qué sentido tenía ahora la vida? ¿Qué razones había ahora para vivir o morir? El nacionalismo proporcionó un nuevo propósito vital, un motivo para vivir -para algunos descerebrados, incluso un motivo para morir- y, en todo caso, proporcionaba un sentido de continuidad, un cielo terrenal.

La teoría de Anderson ha recibido críticas, sobre todo chirría cuando se aplica al mundo árabe, que por motivos culturales sigue definiéndose por la fe religiosa. Se le acusa de ser eurocéntrica, ya que se basa principalmente en ejemplos europeos, y de no considerar adecuadamente las particularidades de otras regiones como África, Asia y América Latina. Además, algunos críticos creen que Anderson simplifica el papel de la cultura y la lengua en la formación de las naciones, pasando por alto la diversidad y complejidad de las identidades nacionales. También se señala que su teoría subestima la influencia del Estado y las elites políticas en la creación de identidades nacionales.

Desde una perspectiva histórico-materialista, se argumenta que Anderson no presta suficiente atención a las estructuras económicas y de clase que también moldean las naciones. Su enfoque culturalista omite cómo las relaciones de producción y la lucha de clases pueden influir en las identidades nacionales. A pesar de estas críticas, la teoría de Anderson ha vuelto al debate público con la pujanza de movimientos independentistas en Europa occidental. Su idea de la nacionalidad imaginada está resultando ser tan controvertida como influyente.

Por último, sólo querría hacer un apunte jocoso: Anderson era hijo de padre inglés y madre irlandesa, quienes participaron activamente en el movimiento nacionalista irlandés. Algo en su hogar tuvo que influir en él cuando les salió a sus padres tan contrario al nacionalismo.

 

Sociología del nacionalismo de McCrone, el neonacionalismo

El sociólogo escocés David McCrone define el neonacionalismo como un fenómeno que tiene lugar cuando un grupo social trata de redefinir su identidad particular en el seno de un Estado nación del que forma parte.

Según McCrone, las fuerzas económicas, políticas y culturales activadas por la globalización han coincidido con la emergencia del neonacionalismo. De manera que el Estado se ve afrontando una doble lucha: por un lado, supranacional y, por otro lado, interna.

Tanto en el caso de las identidades nacionales de la nación política como en las neonacionalistas, se forjan a partir de las mismas materias primas históricas: la lengua, unos mitos culturales, una historia singular y unos ideales sociales comunes. Cuando un número suficiente de personas invoca estas materias primas en pro de una causa común, se activa la solidaridad.

McCrone asegura que se necesita relativamente poco material histórico-mítico; bastan unos pocos símbolos culturales para galvanizar el sentimiento neonacionalista.

También señala que el sentimiento de ser distinto en el seno de un Estado puede ser el factor principal que lleva a exigir más autonomía o la independencia. Además de estas reivindicaciones, existen otros motivos como la injusticia fiscal o el reparto desigual de los recursos.

Según McCrone, el neonacionalismo y el nacionalismo se diferencian, en primer lugar, en que el neonacionalismo no necesariamente busca la creación de un estado-nación independiente en el sentido tradicional. Puede estar más enfocado en la autonomía y el autogobierno dentro de estructuras más grandes, como federaciones o uniones supranacionales.

Por otro lado, el neonacionalismo tiende a ser menos exclusivista y más inclusivo en términos de identidad, promoviendo una visión de la nación que es abierta y adaptable a la diversidad.

El enfoque de David McCrone sobre el neonacionalismo ha sido objeto de varias críticas desde diferentes perspectivas académicas y políticas. En primer lugar, algunos críticos argumentan que McCrone idealiza el neonacionalismo, presentándolo de manera demasiado positiva y sin considerar adecuadamente sus aspectos negativos. Señalan que, en la práctica, los movimientos neonacionalistas pueden seguir siendo exclusivistas y pueden fomentar divisiones dentro de la sociedad.

En segundo término, se le critica por subestimar la persistencia y la influencia del nacionalismo tradicional. En muchos casos, los movimientos que él clasifica como neonacionalistas todavía contienen elementos significativos de nacionalismo étnico y exclusivista.

Aunque McCrone enfatiza la adaptabilidad del neonacionalismo en el contexto de la globalización, algunos críticos sostienen que no aborda suficientemente cómo las fuerzas globales pueden limitar la efectividad y el alcance de los movimientos neonacionalistas.

En cuarto lugar, la definición de neonacionalismo puede ser considerada vaga y demasiado amplia. Esto puede dificultar la distinción clara entre el neonacionalismo y otras formas de nacionalismo contemporáneo.

También se ha señalado que algunos de los ejemplos empíricos utilizados por McCrone no siempre se alinean perfectamente con su teoría. Por ejemplo, los movimientos de independencia en Escocia y Cataluña a veces han mostrado tendencias más tradicionales y exclusivistas que lo que su teoría sugiere.

Algunos críticos también argumentan que el enfoque de McCrone no considera adecuadamente las posibles consecuencias negativas del neonacionalismo, como la fragmentación política, el aumento de tensiones interregionales y la potencial inestabilidad.

Por último, algunos analistas creen que McCrone no aborda suficientemente cómo los intereses económicos y las estructuras de poder influyen en los movimientos neonacionalistas. El neonacionalismo puede ser impulsado por élites económicas que buscan maximizar sus intereses, lo cual podría no beneficiar a toda la población.

En conclusión, el neonacionalismo, según David McCrone, es una respuesta a las cambiantes condiciones políticas, económicas y culturales del mundo contemporáneo. Es un enfoque que busca combinar el deseo de identidad y autonomía con la realidad de la interdependencia global.

Juan CarlosBarajas Martínez

Sociólogo

 

Notas

1.      Andrés de Blas Guerrero (San Sebastián, 1947) es un politólogo y catedrático español. Se ha especializado en el estudio del nacionalismo. Ha escrito estudios sobre el Partido Socialista Obrero Español durante la Segunda República, el republicanismo y su relación con el nacionalismo español y sobre la cuestión nacional en el continente europeo.

2.      Stein Rokkan (4 de julio de 1921 en Vågan - 22 de julio de 1979 en Bergen) fue un politólogo y sociólogo noruego. Fue profesor de política comparada en la Universidad de Bergen.

3.      Derek W. Urwin es profesor de Política y Relaciones Internacionales en la Universidad de Aberdeen. Su trabajo se centra en la integración política y económica en Europa occidental desde la Segunda Guerra Mundial. Uno de sus libros destacados es “The Community of Europe: A History of European Integration Since 1945” (La Comunidad de Europa: Una historia de la integración europea desde 1945), publicado en 1991.

4.      Benedict Richard O'Gorman Anderson (Kunming, 26 de agosto de 1936-Batu, Java Oriental, 13 de diciembre de 2015) fue un estudioso del nacionalismo y de las relaciones internacionales, y uno de los más reconocidos especialistas sobre la Indonesia del siglo xx.

5.      David McCrone es Profesor Emérito de Sociología en la Universidad de Edimburgo. Es Fellow de la Royal Society of Edinburgh y de la British Academy. Co-fundó el Instituto de Gobierno de la universidad en 1999. Ha escrito extensamente sobre la sociología y política de Escocia, así como sobre el estudio comparativo del nacionalismo.

6.      Johann Gottlieb Fichte (Rammenau, 19 de mayo de 1762-Berlín, 29 de enero de 1814) fue un filósofo alemán de gran importancia en la historia del Filosofía occidental. Como continuador de la filosofía crítica de Kant y precursor tanto de Schelling como de la filosofía del espíritu de Hegel, es considerado uno de los padres del llamado idealismo alemán. Es el creador de la tríada dialéctica en su terminología tesis-antítesis-síntesis, que suele atribuirse a Hegel, aunque este utilizó la denominación abstracto-negativo-concreto.

7.      Massimo Taparelli, marqués de Azeglio (Turín, 24 de octubre de 1798 – 15 de enero de 1866), fue un escritor, pintor, patriota y político italiano.

8.      Ernest Gellner (París, 9 de diciembre de 1925-Praga, 5 de noviembre de 1995) fue un filósofo y antropólogo social británico de origen checo.

9.      Étienne Balibar (Avallon, Yonne, Borgoña, 23 de abril de 1942) es un filósofo marxista francés. En 1960, se licenció en la Escuela Normal Superior de París, donde fue alumno de Louis Althusser. Luego del fallecimiento de este último, se convirtió rápidamente en el máximo exponente de la Filosofía marxista francesa. Está casado con la física Françoise Balibar y es padre de la actriz Jeanne Balibar.

 

 

Bibliografía

C. Thorpe, C. Yuil, M. Hobbs, M. Todd, S. Tomley, M. Week (2016): El Libro de la Sociología, Akal Editores.

Rokkan , S. & Urwin, D. (1983): Economy, Territory, Identity: Politics of West European Peripheries, Sage

G. H. Sabine (1999): Historia de la Teoría Política, Fondo de Cultura Económica

Pastor Verdú J., de Blas Guerrero A.  (1999): Fundamentos de Ciencia Política UNED

Lloyd C. (2009): Nation-state and nationalism, The Blackwell Encyclopedia of Sociology, Blackwell Publishing

 

La comunidad imaginada y el neonacionalismo © 2024 by Juan Carlos Barajas Martínez is licensed under CC BY-NC-SA 4.0