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Zygmunt Bauman y la licuefacción de la sociedad

 


Resumen

En marzo de 2011 quedé muy impresionado con el terremoto de Japón que llegó a 9,1 de magnitud, provocó un tsunami cuyas olas llegaron a una altura máxima de 40,5 metros y se llevó por delante la central nuclear de Fukushima. Murieron casi dieciséis mil personas, hubo más de seis mil heridos y dos mil quinientos desaparecidos. Pudimos ver mil imágenes imposibles de borrar de la memoria, una de ellas fue el proceso por el cual empezó a salir agua del asfalto y de las aceras de las ciudades, agua que no procedía de las tuberías sino de la tierra. A este proceso se le denomina licuefacción, se produce por la enorme presión que se ejerce sobre bloques de terreno hasta el punto de que exprime toda el agua que contiene como si de una esponja se tratara.

Para el gran sociólogo Zygmunt Bauman este fenómeno se ha producido también en la sociedad, un gran cataclismo de cambios sociales ha provocado que en pocas generaciones se haya pasado de una sociedad sólida asentada sobre bases indiscutibles y duraderas a una sociedad líquida en la que no hay nada seguro ni permanente, ni las instituciones, ni las costumbres, ni la ética, ni el trabajo, ni la vida. Yo mismo, que ya tengo mis años, apenas reconozco en mi entorno social algún carácter de la sociedad en la que nací.

Abstract

In March 2011, I was very impressed by the earthquake in Japan, which reached a magnitude of 9.1, triggered a tsunami whose waves reached a maximum height of 40.5 meters, and swept away the Fukushima nuclear power plant. Almost sixteen thousand people died, more than six thousand were injured and two thousand five hundred were missing. We were able to see a thousand images impossible to erase from our memory.

In one of them, you could see how water began to come out of the asphalt and the sidewalks of the cities, the water did not come from the pipes but from the ground.

This process is called liquefaction, produced by the enormous pressure exerted on blocks of land to the point that it squeezes out all the water it contains as if it were a sponge.

For the great sociologist Zygmunt Bauman, this phenomenon has also occurred in society. A great cataclysm of social change has meant that in just a few generations we have gone from a solid society based on unquestionable and lasting foundations to a liquid society in which nothing is certain or permanent, neither institutions, nor customs, nor ethics, nor work, nor life.

Now that I am 60 years old, I hardly recognize my social environment or any character of the society in which I was born.

Índice

  • Introducción
  • Modernidad sólida
  • Proceso de licuefacción
  • Modernidad líquida
  • Somos lo que compramos
  • A todo el mundo no le va todo igual
  • Conclusión

Introducción

A finales del siglo XIX se produjo la segunda revolución industrial que trajo consigo una serie de fenómenos sociales y económicos. Entre estos fenómenos habría que destacar la economía financiera gracias a la mayor acumulación de capitales, la producción masiva de bienes y equipos gracias a la cadena de montaje y al uso industrial de la electricidad, el consumo generalizado de esos bienes y equipos para lo que fue necesario aumentar el nivel de vida de las clases menos favorecidas, la industrialización de la agricultura al introducir maquinaria en el campo, la mejora de los transportes gracias al motor de explosión y la mejora de las telecomunicaciones gracias en primera instancia al telégrafo eléctrico y, posteriormente, al teléfono y la radio.

Estos cambios repercutieron en las sociedades de los países desarrollados produciendo un nuevo tipo de mundo al que la mayoría de los autores denomina modernidad. Un mundo cuyas instituciones eran relativamente estables, el pleno empleo era un objetivo factible y el nivel de vida razonablemente alto, más que en ninguna etapa histórica anterior.

Según el gran sociólogo polaco Zygmunt Bauman (1), este mundo moderno se fue alejando, a lo largo del siglo XX, de esta modernidad que califica de “sólida” hacia un nuevo tipo de modernidad que define como “líquida” que se caracteriza por incertidumbre y el cambio continuo que afecta tanto a la sociedad en su conjunto como a cada uno de los individuos que la componen.

El concepto de “líquido” hace referencia a la fluidez, al cambio, a la impredecibilidad; es una idea atractiva porque explica los cambios históricos que se produjeron durante el siglo XX y, al mismo tiempo es fácil de comprender. No extraño entonces que haya trascendido el mundo académico para llegar, a través de los medios de comunicación, a las conversaciones de los ciudadanos medios, convirtiendo a Bauman – que recibió los premios Adorno y Príncipe de Asturias – en una especie de sociólogo “superstar”.

Modernidad sólida

Como el concepto de modernidad líquida se construye por oposición a la modernidad sólida, vendría bien que nos centráramos en primer lugar en definir el marco histórico en el que se desarrolló está última, así como las características que presentaba.

Como ya hemos avanzado, la modernidad sólida empezó a gestarse a finales del siglo XIX con la segunda revolución industrial. El proceso de industrialización que venía produciéndose desde finales del siglo XVIII cambió su naturaleza y el modelo económico varió hacia formas en las que economía financiera tomó una importancia mayor.

La tecnología avanzó enormemente, múltiples inventos y aplicaciones, así como nuevas fuentes de energía como la electricidad o el petróleo y todos sus derivados se incorporaron al proceso industrial, en este contexto tecnológico, se inventó la cadena de montaje. Todos estos cambios aplicados al proceso industrial desembocaron en un aumento sin precedentes de la productividad.

Esta mayor producción provocó cambios que afectaron a la organización del trabajo, al consumo y, por último, a la política. Dentro de esta última, el ciudadano, en tanto que consumidor y productor, acabó teniendo voto y empezó a participar de manera perceptible en las decisiones colectivas.

Si la primera revolución industrial se limitó territorialmente casi en su totalidad al Reino Unido, esta segunda se desarrolló también en casi toda Europa Occidental, Estados Unidos y Japón lo que indujo a la creación de un gran mercado internacional y la consolidación de las diferencias entre el centro mundial constituido por esas regiones económicas desarrolladas y la periferia del mundo constituida por todas las demás naciones, muchas de ellas, bajo el yugo colonial.

Y en estos países del centro es dónde se desarrolló ese modelo de sociedad que muchos autores denominan modernidad y que Bauman identifica como modernidad sólida. Para Bauman este modelo se caracterizaba por ser ordenado, predecible, racional, relativamente estable y organizado según métodos burocráticos que es – siempre según el criterio de este autor – la forma más eficiente de organizar la conducta y la interacción en organizaciones con un gran número de personas.

Bauman destaca el alto grado de equilibrio en las estructuras sociales en la modernidad sólida. Tanto las normas, como las tradiciones y las instituciones tenían vocación de permanecer estables lo que no significa que no sufrieran cambios sociopolíticos, sino que se sucedían de un modo ordenado y predecible. La modernidad sólida no era revolucionaria sino evolucionista.

El nivel de seguridad en el empleo era muy alto en la modernidad sólida, casi todas las personas tenían la esperanza de conseguir un trabajo indefinido, jubilarse en la misma empresa y pasar toda su vida en la misma zona geográfica, cerca de sus padres.

Es la época en la que se producen avances en la protección de las clases trabajadoras caminando tímidamente hacia el concepto de Estado del bienestar.

Bauman considera que la modernidad sólida es la quintaesencia de los valores de la Ilustración. Representa la materialización de la idea ilustrada de que la razón – mediante el conocimiento científico, la comprensión y control del mundo natural – conduce a la emancipación de la humanidad. Nunca ha habido en las instituciones ni en la sociedad en general tanta fe en el progreso, tanta admiración hacia las grandes obras de la arquitectura y la tecnología modernas.

En una sociedad estable o conceptualmente estable como la modernidad sólida, no es extraño que produjera un repertorio de identidades estables y posibles versiones de la individualidad con las que las personas podían identificarse. En aquel momento las personas tenían una identidad estable, coherente y racional formadas por varias categorías como la profesión, la religión, el género, la nacionalidad y la etnia o el estilo de vida; para los que encajaban bien es esas clases – la mayoría de la gente – era una vida confortable y segura, pero para los que no conseguían encajar en una de esas categorías la vida no era tan fácil.

Este mundo gobernado por la modernidad sólida se mantuvo predominante hasta después de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de las crisis económicas y bélicas que de vez en cuando atizaban fuerte. Después, de manera gradual, las cosas empezaron a cambiar.

El proceso de licuefacción

 

En palabras de Bauman, a partir de la segunda mitad del siglo XX, se reinventó el mundo de una manera “compulsiva, obsesiva y adictiva”.

Cinco son los cambios que cita Bauman para explicar el paso de la modernidad sólida a la líquida. En primer lugar, la pérdida de poder de los estados-nación. Los gobiernos han ido perdiendo capacidad de decisión tanto en las esferas nacionales como en el escenario internacional. En la esfera nacional con el surgimiento de mesogobiernos, formas de gobernanza que se alejan del “ordeno y mando” y la presión de los grupos de interés. En la sociedad internacional los gobiernos han sido debilitados, por un lado, por el aumento del poder de las multinacionales y, desde otro punto de vista, por el surgimiento de organizaciones supranacionales sobre las que se ha depositado parte de la soberanía nacional.

En segundo término, Bauman señala la expansión global del capitalismo que ha contribuido a la descentralización de la autoridad estatal.

En tercer lugar, las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones permiten un intercambio supranacional de información y conocimiento en microsegundos.

En cuarto lugar, Bauman señala que las sociedades están cada vez más preocupadas por la seguridad. Quizás porque hay miedo a perder ciertas cotas de bienestar y cierto grupo de derechos sociales que se han alcanzado con el esfuerzo de las generaciones precedentes. También, al haber más intercambio de información hay más miedo ante peligros potenciales.

Y, por último, los flujos migratorios han aumentado enormemente en el planeta. Si con la modernidad sólida se dio un flujo del campo a la ciudad, en la modernidad líquida, la gente emigra de la periferia al centro.

Modernidad líquida

Lo primero que destaca Bauman es que definir a la modernidad líquida es una cuestión paradójica. ¿Cómo definir algo que está en continuo cambio? Quizás por eso hay tantas definiciones distintas para describir este período de tiempo y, no sólo entre autores diferentes, sino también hay diferencias en las opiniones del mismo autor a lo largo del tiempo de manera que es muy difícil glosar su obra, algo que con – mayor o menor acierto – intento hacer yo.

No obstante, a pesar de su miedo inicial, Bauman consigue una buena descripción de la modernidad líquida abordando sus aspectos principales.

Para empezar, se ha perdido la idea de progreso, aquella fe en la ciencia y la tecnología de la que hablábamos en párrafos anteriores. Ya no se sigue el ideal racionalista de la Ilustración, sino que la ciencia y la tecnología – y por tanto los científicos y los tecnólogos – están bajo sospecha. Se les identifica como la causa de los problemas medioambientales, políticos y de empleo.

Aquella vida razonablemente asegurada y estable ha dejado de existir. Las personas han perdido la certidumbre acerca del empleo y la educación. Los padres ven como un hecho muy probable que sus hijos vivan con menor bienestar que ellos y los jóvenes se preguntan si merece la pena el esfuerzo de abordar los estudios superiores si una carrera universitaria no te garantiza un nivel salarial alto.

El empleo para toda la vida también ha muerto y en su lugar ha venido para quedarse la precariedad en los contratos laborales. Bauman coincide con Richard Sennet (2) en que se ha producido un proceso de reestructuración en las empresas – entendido este término como una disminución en el tamaño – con el fin de aumentar la productividad y la competitividad en un mercado global reduciendo los costes salariales.

La reestructuración de las empresas redunda en la precariedad laboral provocando una mayor movilidad en el empleo que obliga a las personas a seguir formándose – muchas veces a su cargo – a lo largo de su carrera profesional para diferenciar su currículo y seguir siendo competitivo en el mercado de trabajo.

Toda esta precariedad se desarrolla todavía en peores condiciones porque la protección social está disminuyendo. El Estado del bienestar retrocede y con él la red de seguridad para el caso de sufrir enfermedad o desempleo; y sin acudir a las desgracias, las ayudas en educación y vivienda también disminuyen con lo cual todavía nos hacemos más pobres.

Somos lo que compramos

Durante la modernidad sólida, se desarrolla el consumo porque hay que dar salida a los productos industriales, por eso mejoran económicamente las clases sociales menos privilegiadas. Vuelvo a hacer constar que esto pasaba en los países industrializados.

En este contexto, la modernidad líquida convierte al consumo en algo desaforado, rápido y constante, los bienes son de usar y tirar ( “throw away society”) cuando no de tirar directamente.

Durante la modernidad sólida las identidades personales estaban claras, o bien pertenecías a una de las categorías estándar de género, profesión, etnia o nacionalidad; o bien, quedabas fuera del sistema. Lo que eras no dependía de lo que consumías sino de donde se te etiquetara.

En la modernidad líquida la identidad personal está fragmentada, carece de coherencia, para Bauman, la identidad personal no es más que la resultante de las elecciones de consumo que acaban representando a las personas. De ahí viene la pasión por las marcas, entre los jóvenes, si no tienes una determinada marca de zapatillas, de camiseta, de pantalones o de teléfono móvil, no eres nadie independientemente de la clase a la que se pertenezca; entre los adultos, suele ser el automóvil.

Para Bauman, el yo auténtico y la representación del yo se difuminan mediante elecciones de consumo, dice, “somos lo que compramos y nada más, el significado profundo y superficial se han fusionado y resulta imposible separarlos”.

Así las cosas, sin identidades sólidas, la gente acude a todo tipo de gurús, desde los más alternativos como “coaches”, religiones sectarias o terapeutas de dudoso origen a la ayuda profesional de psicólogos. La persecución de una identidad que nos defina y a la que agarrarse se ha convertido en un problema, se necesita realizar una introspección constante, un ponerse al día cada poco tiempo lo que genera ansiedad y confusión. No bien has aprendido a ser un “hombre sensible” lees un artículo en El País Semanal que te dice que lo que mola ahora es ser “metrosexual”. El concepto de metrosexual se pierde tan rápido como llegó y tienes que hacerte hípster para volver a cambiar a no sé qué porque ya no se habla de hípsters pero no sé por cual gilipollez ha sido sustituido. Francamente, es un sinvivir.

A todo el mundo no le va todo igual

Vivimos en un mundo desigual, hemos analizado en este blog estas diferencias y sus causas. Por otra parte, hemos visto que el flujo de migraciones es una de las características principales de la modernidad líquida. Pues Bauman funde ambos conceptos cuando habla de turistas y vagabundos.

Los turistas son los que se benefician de la fluidez de la modernidad líquida, son los privilegiados que tienen formación en idiomas, conocimientos competitivos, acceso a la información – normalmente a través de internet – y que, gracias a las posibilidades que ofrecen los medios modernos de comunicación, pueden viajar a cualquier parte del globo y realizar sus actividades allá dónde las condiciones económicas sean más estables y ventajosas. Ningún gobierno pone peros a este tipo de migrantes.

Por otro lado, los vagabundos pertenecen al grupo de personas que por sus condiciones económicas y por la estructura de las sociedades a las que pertenecen no disponen de ese nivel de formación, ni acceso a la información ni facilidad para desplazarse. Están obligados a quedarse estancados en sus lugares de procedencia con un nivel de vida muy bajo o salir de su país en condiciones muy precarias como refugiados económicos o asilados políticos. Estas buenas gentes se encuentran con todo tipo de trabas, de barreras físicas y burocráticas, por parte de las autoridades.

Conclusión

Bauman nunca quiso acogerse a ninguna tradición sociológica concreta, sin embargo, se le considera uno de los pensadores más influyentes de las últimas décadas. Como él mismo decía la definición de la modernidad líquida es asimismo líquida, esto causa que haya múltiples nombres y teorías de muchos autores diferentes para explicar el funcionamiento de la sociedad y, no sólo eso, sino que el mismo autor va dando diferentes versiones de su visión en estudios sucesivos, las explicaciones se renuevan constantemente.

La fortaleza del pensamiento de Bauman reside en una característica doble, por un lado, explica muy bien la problemática del mundo actual y, por otro lado, es muy fácil de entender. Estas dos características hacen a la de Bauman una de las mejores explicaciones que tenemos de la sociedad actual.

Juan Carlos Barajas Martínez

Sociólogo

 

Notas

  1. Zygmunt Bauman (Poznań, 19 de noviembre de 1925 — Leeds, 9 de enero de 2017)​ fue un sociólogo, filósofo y ensayista polaco de origen judío. Su obra, que comenzó en la década de 1950, se ocupa, entre otras cosas, de cuestiones como las clases sociales, el socialismo, el holocausto, la hermenéutica, la modernidad y la posmodernidad, el consumismo, la globalización y la nueva pobreza. Desarrolló el concepto de la «modernidad líquida», y acuñó el término correspondiente. Junto con el también sociólogo Alain Touraine, Bauman recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010
  2. Richard Sennett (Chicago, 1 de enero de 1943) es un sociólogo estadounidense adscrito a la corriente filosófica del pragmatismo. Es profesor emérito de Sociología en la London School of Economics, profesor adjunto de Sociología en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y profesor de Humanidades en la Universidad de Nueva York. Ha sido miembro del Centro de Estudios Avanzados en Ciencias de la Conducta y es miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias y de la Royal Society of Literature de Gran Bretaña. Es también el director fundador del New York Institute for the Humanities.

 

Bibliografía

C. Thorpe, C. Yuil, M. Hobbs, M. Todd, S. Tomley, M. Week: El Libro de la Sociología, Akal Editores, Madrid 2016

George Ritzer: Teoría Sociológica Moderna, 5ª Edición, ED. McGraw-Hill, Madrid 2001

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