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El año en que vivimos peligrosamente


El calendario maya que no prevé un año 2012 muy feliz

Hace un año aproximadamente me decidí llevar a cabo lo que hacía tiempo que estaba rumiando en mi interior:  empecé a escribir este blog. Como, al fin y al cabo, un blog es algo muy personal en el que alguien comparte con los demás algo que quiere comunicar, existen millones de blogs diferentes tan distintos como los millones de personas que los escribimos. Pues mi blog es un cacho de mi mismo que abro al exterior gracias a la increíble herramienta que representa Internet.

Esta la idea la expresé en la presentación de Sociología Divertida  de la siguiente manera: “Una vez, ya hace unos años, fui a una conferencia en la que el orador, un pintor joven  que publicaba un libro, decía – como tesis principal – “pintar es como telefonear, uno llama y espera que haya alguien al otro lado”……….. Internet, en este sentido, es igual que pintar o telefonear, uno intenta comunicar y espera que haya alguien al otro lado que reciba la comunicación, que la entienda, que le sirva para algo y, si además, comparte parte de tus ideas pues mucho mejor”.

Lo que expresaba en estos párrafos sigue perfectamente vigente. El cacho de mi mismo que deseaba comunicar estaba en un principio circunscrito a la divulgación de la sociología. Con ello intentaba superar la frustración que me supone el hecho de no ejercerla profesionalmente y, por otra parte, el estudio de la sociología había representado para mí una sorpresa  de tal magnitud que deseaba compartir con lo demás la gran cantidad de curiosidades, de teorías sorprendentes y agudas que han desarrollado los sociólogos, de cuestiones sobre lo social en las que jamás antes había reparado. Por esto necesitaba un púlpito, una plataforma desde la que exponerlas a ese “otro” – como el espectador de un cuadro - que está al otro lado de la nube de Internet.

De esta manera he escrito artículos que van desde la explicación de la estructura social – he escrito tres entradas sobre el particular - hasta la sociología que hay detrás de Star Trek, desde la psicología social hasta la antropología, desde el estudio de la burocracia – que como he repetido muchas veces es mi medio natural para bien o para mal – hasta la sociología electoral – explicando por qué demonios Izquierda Unida no obtiene la representación electoral que merece por sus votos entre otras cosas curiosas -. He tratado muchos asuntos en mis 55 artículos desde que comencé intentando hacer honor a las dos partes que forman el nombre que dí a mi blog, sociología y divertida.

Pero lo que no esperaba es que mi personalidad surgiera entre las líneas del texto, como toda persona medianamente inteligente cuando se enfrenta a este escaparate galáctico que es Internet, tenía mucha prevención incluso en usar mi verdadero nombre. Y, sin embargo, mi yo – sin poder evitarlo – ha impregnado cada idea que he expuesto.  Me han salido tantas anécdotas, tantas historias de familiares y de amigos que casi se ha convertido en una autobiografía.

Además cabría esperar que, dada mi afición a lo literario, hubiera más ficción. Pero no, que va, todo lo que he escrito es verdad, Todos los amigos que cito y  los personajes que conocí son reales; las anécdotas e historias familiares y de mi infancia son ciertas, desde el camino que nace en mí tío Rafa hasta Hitler – ¡qué historia tan curiosa! –, hasta  las aventuras de Tintín, mi hermano y yo, pasando por mi bisabuela la cocinera que rechazó la oferta de todo un rey o por aquellos milicianos que cogían el metro para ir a la guerra. Todo es cierto.

Todo esto me da un cierto miedo pero no he podido evitarlo. Y es que esta pequeña cita semanal con mi pequeña audiencia – unas 2.000 personas semanales - se ha convertido para mi en una catarsis, en un desahogo ante unos tiempos tan difíciles que parece que el fin del milenio es ahora y no hace doce años. Por eso precisamente lo del “año que vivimos peligrosamente”.

Von Clausewitz decía que la guerra es la continuación de la diplomacia por otros medios, hoy en día, en el siglo del dinero, parece que es la economía directamente la que es la guerra por otros medios. Siempre he pensado que en las guerras, independientemente de que haya vencedores y vencidos, los muertos y sus familias siempre las pierden sin importar el bando en el que lucharon. Vivimos en una guerra, una guerra económica – gracias a Dios no se pelea con armas de fuego, aunque nunca se sabe, no sería la primera crisis que en guerra acabe – pero es una guerra al fin y al cabo e, independiente de quien resulte beneficiado – al parecer son los países del centro y norte de Europa según los titulares, a veces parecemos abocados a un IV Reich por otros medios -, hay un perdedor claro: las clases medias y trabajadoras que dependen de un salario y que solían tener unos derechos obtenidos tras muchos años de lucha. Y esto me cabrea, me indigna y necesito conjurar la mala leche con alguno de mis artículos. De tal forma que alterno los artículos de divulgación con alguno catártico cuando la actualidad y sus noticias se hacen insoportables. 

Carl von Clausewitz pintado por Wach
Foto Wikipedia
Parece que hace un siglo y, sin embargo, hace tan solo un año que comencé mis artículos escribiendo “Un consejero anda suelto”, en el que describía las medidas que el Consejero de Economía de la Generalitat pensaba tomar en orden a bajar el sueldo de los funcionarios y a ampliar su horario de trabajo. Si me llegan a decir en aquel momento hasta dónde hemos llegado tan solo doce meses después, en esto de la caña al empleado público y en otras cuestiones de la situación económica, no me lo habría creído. Y lo malo es pensar hasta dónde podemos llegar el año que viene, imaginarlo nos lleva al miedo.

Una vez un embajador de España me dijo, el día de la primera huelga general que hicieron los sindicatos al gobierno de Felipe González, que mientras todo el mundo tuviera su “seiscientos” y su “pisito” todo iría bien y añadió: “ese fue el problema en 1936”. Hasta ahora hemos asistido a un deterioro económico generalizado con paz social, pero la ecuación es muy fácil, la gente aguanta hasta que no tiene nada que perder, pura teoría de la elección racional, coste y beneficio, y en este país – por desgracia – cada vez hay más gente que no tiene nada que perder.

Hemos estado y estamos muy preocupados con la prima de riesgo, pero como dice el filósofo Joaquín Herrero (@Joakinen en sus “tweets”) habrá que preocuparse también por la prima de riesgo social. Ojalá me equivoque pero el año que viene viviremos más peligrosamente todavía.



Juan Carlos Barajas Martínez



Liebster blog

Mi amiga CeNedra, desde su blog “OpositandoEspero” me concedió este premio simbólico el pasado junio. Y yo hoy sigo la cadena como celebración del primer año de Sociología Divertida.

Es un premio destinado a promocionar los blogs con menos de 200 seguidores. Funciona a través de una cadena, la persona que lo recibe tiene que otorgárselo a 5 blogs. Sólo hay que cumplir unas normas:

  1. Copiar y enlazar el premio con el Blogger que te lo ha concedido
  2. Premiar a tus 5 blogs favoritos con la condición que tengan menos de 200 seguidores y dejarles un comentario en sus entradas para comunicar que se les ha otorgado el premio
  3. Confiar en que continúen la cadena

Bueno pues mis blogs favoritos y los que concedo el Liebster son:

Foto23, http://foto23.wordpress.com/ , @juanillo23, un maravilloso blog de fotografía. Las fotos son preciosas, con preferencia por la vida cotidiana y los detalles de la realidad que nadie aprecia, tiene tendencia a retratar cierta decadencia de la sociedad postindustrial. El único problema que tiene el autor no es fotográfico, ni artístico, es que necesita ayuda con los títulos de sus obras.

NosóloDeiser, http://www.nosolodeiser.com/, @deiser, otro maravilloso blog, esta vez de un empresa pero muy original. No sé muy bien lo que la gente quiere decir con la palabra de moda: emprendedores, pero si tuviera que señalar a un emprendedor por la calle les señalaría a ellos. Es buenísimo el post “Facturar no es lo mismo que cobrar”.

Errors are inminents, http://creativecodeworks.com/blog/, @Joakinen, de Joaquín Herrero, filósofo y especialista en redes sociales, persona muy activa con muchas iniciativas interesantes  en Internet.

Dulceva, http://www.dulceva.com/, blog acerca de repostería con recetas de la dulce Eva, menos mal que todavía no se puede materializar las fotos si no vaya engorde.

El rincón de Sele, http://www.elrincondesele.com/, @elrincondesele no sé si cumple lo de menos de 200 seguidores, tengo mis dudas, lleva muchos años y es bastante conocido pero yo le voto. Es un notable blog de viajes. Un auténtico trotamundos que luego nos cuenta sus viajes. Muy bueno.

Dedicatoria

Muchas gracias a los 57.203 visitantes que he tenido hasta el momento justo en que estoy escribiendo  estas líneas, sean lectores o simplemente entraron de rebote.

Muchas gracias a todos los que me ayudan con sus comentarios, a los pocos escogidos que me siguen, a mis amigos que me animan día a día, y a mis hijos que, a pesar de la diferencia generacional, me leen.

Muchas gracias a Marisa, el principio y el fin de mi universo.


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Yo confieso

Golconde. Pintura de René François Ghislain Magritte


Yo confieso, ¡Oh Señor!, mi condición de funcionario de carrera de la Administración General del Estado desde hace 26 años y, que durante este dilatado período, he cometido los crímenes nefandos que a continuación relaciono.

Me acuso de haberme formado durante años, de no haber dejado de estudiar y prepararme. Me acuso asimismo de haber opositado seis veces, tres de ellas – loado seas Señor – me suspendieron como justo castigo a mi pecado de orgullo desmedido, de soberbia, de falta de humildad y tres de ellas – Dios me confunda – aprobé a pesar de todas las dificultades que me enviaste.

Yo confieso haber trabajado siempre con falta de medios, con presupuestos bajos y objetivos inalcanzables elaborados por políticos, ¡Oh Señor cuánto agradezco que nos enviaras esta plaga de los políticos y banqueros!, pero si es para recordarnos que el Dios del Antiguo Testamento sigue en forma, no te molestes, te creo.

Me acuso de haber obrado con voluntarismo y de haber colaborado a sacar adelante muchos proyectos. Me acuso de haber recibido con enfado las críticas superiores por no haber cumplido con la parte inalcanzable de los objetivos.

Me acuso de haber defendido los intereses de mi país con patriotismo en los grupos de trabajo internacionales en los que he participado. A los que a veces fui sin que me proporcionaran información previa, sin instrucciones claras, a que me sacaran los colores los representantes de esas naciones protestantes a las que nunca acabamos de meter en vereda y que nos están chupando el hueso hasta el tuétano.

Confieso que tengo una ideología que no militancia, pero también confieso que me la he dejado en la puerta cada vez que he entrado en el Ministerio. Me acuso de haber trabajado con neutralidad con todos los gobiernos que en este país ha habido. Confieso haber atendido por igual a todos los ciudadanos sin haber mostrado ningún favoritismo político, a pesar de que muchos de éstos si han hecho gala de sus ideas contrarias a las mías, no espero premio por ello, era mi deber, pero me acuso. Me acuso de haber llamado a la fuerza pública porque un ciudadano me quería agredir ya que había oído de mis labios lo que yo podía hacer por él y no lo que él quería que yo hiciera.

Cuando he trabajado en la protección de los españoles en el extranjero, me acuso de haber llorado con los padres que habían perdido a sus hijos, de haber ofrecido mi pañuelo a las esposas que habían perdido a sus maridos, de haber hecho todo lo que estaba en mi mano – con desigual fortuna bien es cierto - para que el encarcelado no pasara ningún día más en prisión de los que su sentencia marcaba, para protestar contra detenciones ilegales, para localizar al que no quería ser buscado, para reunir al hermano que permaneció con el que había emigrado y que el tiempo y la distancia habían separado. En esto reconozco que hay otros funcionarios, más pecadores me temo, que han hecho mucho más que yo, que están en la primera línea en el Servicio Exterior de España.

Me acuso de haber rechazado una vez una corruptela, también es cierto que ha sido la única vez que me la han ofrecido. A lo mejor de haber tenido puestos de mayor responsabilidad habría tenido más oportunidades de caer en la tentación.

Confieso no haber sido el vago – como tampoco lo son la inmensa mayoría de mis compañeros - que, según el tópico conocido, se suponía que debía haber sido. En definitiva, me acuso de haber hecho mi trabajo, cierto es que muchas veces me he equivocado, que disto de la perfección, pero he intentado cumplir con mi obligación. Me acuso de ello.

Señor, no busco el aplauso, ni la gratitud de mis semejantes. Sé que merezco el castigo que mis Gobiernos me imponen, ¡he cometido tantos crímenes!, pero ya que Tu sí sabes perdonar me gustaría – como a todos los ciudadanos de este país - tener una vejez cómoda y no veo que eso vaya por buen camino, me gustaría poder pagar la universidad de mis dos hijos – buenos estudiantes- pero a lo mejor es un atrevimiento por mi parte y, mi tercer deseo, me gustaría tener la sanidad y los medicamentos que necesito para mantener mi mala salud de hierro dentro de un orden. No pido tanto, no pido hacerme rico, ni una oportunidad para dar un pelotazo de esos que tanto se han dado en los años de bonanza, ni una asesoría ni consejería ni ninguna otra canonjía.

Espero Señor que intervengas a mi favor, aunque no lo merezca, porque si lo dejas en manos de mis gobernantes mucho me temo que lo tengo, lo tenemos  - los funcionarios, los parados, los jubilados  y los demás trabajadores - todo perdido.


Juan Carlos Barajas Martínez




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¡Qué se mueran los feos!

Las tres Gracias, de Pedro Pablo Rubens, Museo del Prado, Madrid

...Voy mirándome en los charcos 
yo no necesito espejos 
sé que soy mucho más guapo
cuando no me siento feo...

Con mi amigo - y sin embargo compañero- David, mantengo curiosas discusiones sobre cómo se llamaba el príncipe protagonista de “Guerra y Paz” o cuántos hombres formaban una falange macedónica, mientras el resto de compañeros nos miran incrédulos. Es muy divertido. David es un auténtico sofista, de esos que son capaces de mantener un razonamiento con argumentos brillantes y, a continuación, mantener el razonamiento contrario con argumentos tan brillantes como los anteriores. Él lo expresa así, “ahora me pongo la gorra de…”, y acompaña la frase con un gesto de la mano como si estuviera poniendo una gorra imaginaria. 

El otro día David me recordó que “¡Qué se mueran los feos! era una novela de Boris Vian y no sólo una canción de los Sírex que era de lo que yo me acordaba. Una canción que se puso de moda cuando yo era un crío que no levantaba ni un metro del suelo. Pero me acuerdo muy bien porque mi tío Rafa se partía de la risa cada vez que la oía, cosa que yo no podía entender, pues en mi limitado razonar de entonces, catalogaba a todos los adultos como feos y me parecía que de alguna manera el título de la canción también afectaba a mi tío.

He puesto este sonoro título porque hoy vamos a tratar sobre qué dicen las ciencias sociales acerca de si la belleza o el atractivo físico – que es término más amplio – te hacen la vida más fácil y te abren muchas puertas.

Lo cierto es que los estudios que se han realizado a este respecto no han hecho sino confirmar lo que el saber popular, el refranero, nuestras abuelas - en definitiva- lo que todo el mundo da por hecho: que la gente de mayor belleza, los guapos, reciben un trato más favorable en casi todo los apartados de vida social, desde una mayor consideración en el sistema judicial hasta el hecho de tener más probabilidad de recibir ayuda en situaciones de emergencia. Desde el hecho conocido de que los políticos atractivos son más votados – en general, el caso de Rajoy es muy especial – hasta los requisitos de las empresas de ventas a sus empleados a los que se exige una apariencia física agradable porque saben lo vulnerables que somos a este mecanismo. Desde el mundo de la publicidad, que suelen poner a personas muy atractivas al lado de los productos, hasta el periodismo televisivo, en el que los locutores no se seleccionan por su arte en dar las noticias sino por lo buenos que están. Todo esto – dicho sea de paso – teniendo en cuenta que hablamos de lo general, no de lo particular y que, en algunas ocasiones, ser guapo puede ser un inconveniente.

Las características físicas de las personas que percibimos son especialmente importantes en los primeros encuentros o cuando el contacto es superficial. De hecho estas características son esenciales para que existan contactos posteriores. Cuando conocemos a alguien evaluamos si la persona tiene interés o no para nosotros, si no lo tiene la ignoramos. Los psicólogos sociales, a los que les encanta poner etiquetas a todo, lo llaman ignorancia cognitiva. De esta manera ahorramos tiempo y esfuerzo que dedicamos a las personas que consideramos interesantes, aunque bien es verdad, perdemos muchas oportunidades de conocer a personas que merecen la pena. En este sentido este es un mecanismo muy parecido al estereotipo o al prejuicio. Las personas actuamos mediante recetas preconcebidas con el fin de tomar decisiones rápidamente y reducir el riesgo de equivocación.

Pero, ¿qué es lo que hace atractiva a una persona?. Lo primero que hay que observar es que en los parámetros de belleza influyen mucho la cultura y el momento histórico. Es bien conocido que los ideales de belleza cambian de una sociedad a otra y de un tiempo histórico a otro, basta con darse un garbeo por el Museo del Prado y echar una ojeada al cuadro de “las tres gracias” de Rubens.

Las investigaciones sociales realizadas en diversos países occidentales en el momento actual, han mostrado que en general las caras que tienen rasgos infantiles, sobre todo en las mujeres, resultan más atractivas. También se ha encontrado una preferencia generalizada hacia los rostros promedio. ¿Qué es un rostro promedio?, pues metes en el ordenador un montón de fotografías reales de personas consideradas como atractivas y la máquina elabora un retrato robot calculando una media de los rasgos presentes en dichas fotos. A partir de estos resultados, algunos autores sostienen que lo que hace atractivos a los rostros es que nos resulten familiares.

Otra característica física que parece influir en el atractivo físico es la estatura pero de manera diferente según se trate de varones o mujeres. Positivamente en el caso de los hombres, ellos son más atractivos cuanto más altos y, negativamente, en el caso de las mujeres. En esto de la belleza veremos que el asunto es bastante discriminatorio respecto de las mujeres. Aunque hay que señalar que en esto de la altura también hay límites, la altura excesiva hace parecer a la gente una especie de Frankestein.

La estructura corporal también es muy importante. Los hombres tienden a valorar mucho el cuerpo a la hora de evaluar a una mujer, más incluso que el rostro. Según los estudios, el atractivo decrecía mucho cuando una cara muy atractiva se correspondía con un cuerpo nada atractivo, esta falta de consonancia entre cuerpo y cara actuaba como un “factor de castigo”.

Los resultados de las investigaciones ponen de manifiesto, además, que las personas que son semejantes en procedencia étnica, geográfica, religión, nivel cultural, clase social y edad, tienden a sentirse atraídas entre sí. Aunque las razones de esta realidad pueden ser múltiples y no excluyentes. A una persona de un grupo étnico le pueden atraer personas del mismo grupo debido a procesos de asociación y refuerzo que han vinculado las características físicas a experiencias agradables o al efecto de mera exposición[i], a patrones culturales estéticos compartidos por el grupo, o – simplemente – por mera cuestión de accesibilidad, en un principio que podríamos enunciar como "mejor que me gusten los tíos/tías que tengo más cerca".

Y, ¿por qué lo atractivo resulta atractivo?. La pregunta parece una perogrullada pero si lo analizamos no lo es tanto. En nuestra sociedad existe creencia que podría enunciarse como “lo bello es bueno”. Para ello basta con examinar nuestra cultura popular, ver nuestros héroes, superhéroes, princesas presas en torreones y custodiadas por dragones,  príncipes azules, todos son guapos. En cambio nuestros villanos son feos: ogros, brujas pellejas, madrastras y malos de película. Por poner un ejemplo conocido, la virtud de las películas de Shrek, por lo que son tan divertidas y transgresoras, no es que realicen una crítica social o política, sino que subvierten esta regla cultural de que lo bueno es bello, en esta película son precisamente los feos los que son buenos, es más, la princesa sufre una trasformación de humana a ogro, de bella a fea.

Además tenemos el asunto del “efecto halo”, que es la tendencia a suponer que quien tiene una buena cualidad también tendrá otras cualidades buenas, es decir, si fulanito es guapo y va bien vestido tiene que ser agradable, bueno, ordenado u honrado. Evidentemente, estas apreciaciones tienen sus límites, según los psicólogos tienen más influencia en cuestiones relacionadas con la competencia social, una influencia moderada cuando se trata de cuestiones relacionadas con la competencia intelectual y, una influencia baja, cuando se tata de cuestiones relacionadas con la integridad, la ética y la preocupación por los demás.

A veces, en cambio, el atractivo puede estar asociado a características negativas. En el caso de las mujeres, antes decíamos que en esto también son tratadas injustamente, las muy atractivas pueden ser juzgadas como más materialistas o vanidosas o menos afectivas y tienen más problemas con un jurado en un juicio en el que tenga un papel destacado el engaño. El psicólogo social Sigelman encontró que mientras los políticos varones atractivos eran más valorados que los políticos feos, en el caso de las mujeres, la tendencia era a la inversa.

Otro dato curioso es que los varones atractivos tienen más interacciones con mujeres y, al tener más práctica, desarrollan un sentido de la competencia social en este campo mayor que los hombres menos atractivos. En cambio, en el caso de las mujeres, no se ha encontrado que quienes eran más atractivas físicamente tuvieran más interacciones con los varones, al contrario, eran menos asertivas y más temerosas en sus relaciones con éstos que las mujeres de menos atractivo.  Cuando leí estos datos me acordé de una historia que me contaba mi tío Rafael acerca de una chica de su barrio que de tan guapa y aparentemente altanera, nadie se atrevía a  entrarla y se quedó, como se decía entonces, para vestir santos. Yo tengo mis reservas al respecto de estos resultados, me refiero a los de las mujeres bellas, mi experiencia y mi sentido común no concuerda del todo con ellos, habría que ver el contexto sociocultural en el que se realizó la investigación que fue elaborada por Reis y colaboradores en 1980-1982. Hay que tener en cuenta que culturalmente las mujeres, en sus relaciones sociales con los hombres, han mantenido un rol pasivo, pero no estoy seguro que entre las generaciones jóvenes esto siga siendo exactamente así.

Pero,  si no eres guapo – ya que parece que ser guapo da indudables ventajas sociales - ¿cómo puedes mejorar tu imagen?.  Cuando nos asociamos con una persona atractiva nuestra imagen pública, en general, sale favorecida[ii]. Así, diversos estudios han demostrado que cuando un hombre aparece acompañado de una mujer atractiva aumenta positivamente la impresión que causa. También parece confirmado que una mujer menos atractiva acompañada de una más atractiva mejora su imagen pública. En cambio, una mujer normalita – por así decirlo - acompañada de un hombre muy atractivo, parece que no tiene la misma repercusión, aunque los resultados de los diferentes estudios no son totalmente coincidentes se suele afirmar que la interfecta queda malparada en su imagen. Aquí también parece que los más de dos mil años de civilización judeocristiana han ido en contra de las mujeres.

Otras  características que favorecen el atractivo de las personas son la afabilidad, la amabilidad y la simpatía. Si además las acompañas con señales no verbales como sonreír, mirar con atención, expresar emociones o con disposiciones actitudinales como mostrar agrado por las personas y las cosas, mucho mejor. Las habilidades sociales como mantener una conversación interesante, demostrar competencia, por ejemplo, saber de lo que se habla, son también ingredientes para aumentar el atractivo de las personas.

El poder, el prestigio social y el dinero, para qué lo vamos a negar, son catalizadores muy importantes del atractivo de las personas, aunque claro no están al alcance de todo el mundo y, menos, con los tiempos que corren. A mayor cantidad de estos atributos en una persona mayor es el atractivo que tiene. El dinero tiene la virtud de embellecer a los más feos y de rejuvenecer a los más viejos sobre todo, cómo no, cuando se trata de varones.

Así que, en general, podemos concluir que la belleza representa una ventaja social cuantificable. Que tiene sus límites, no abre todas las puertas ni te garantiza la gran vida, pero que es un valor añadido en muchas situaciones.

Más o menos cuando estaba de moda la canción de los Sírex, “¡Qué se mueran los feos!”, mi padre, mi madre y yo, fuimos a ver a un prima lejana recién nacida. Todo eran halagos hacia el bebé, “¡qué guapa es!, ¡se parece a su abuelo que tenía los ojos azules!, ¡qué rica, lo pequeña que es y qué gestos hace!, ¡mira que manitas más graciosas!”. Yo contemplaba callado toda la escena pareciéndome que los adultos exageraban. Alguien cometió el error de preguntarme, yo estaba en esa edad en la que no se sabe de convenciones sociales, y dije lo que me parecía el bebé: “¡tiene la cabeza apepinada!”. Todos los adultos arremetieron contra mí, “¡cómo dices esas cosas!, ¡será grosero!”. Pero lo peor fue mi madre, aquella andaluza tremenda a la que echo de menos todos los días de mi vida, me miró con el bebé en brazos y dijo: “es que está pelusón porque la he cogido en brazos”. Aquello aplacó las iras adultas y se oyeron comentarios de comprensión. Yo estaba dolido, no entendía nada porque a mi me importaba un bledo que mi madre lo meciera en sus brazos.

En el coche, de vuelta a casa, mi madre dijo: “¡joer!, qué fea es la niña!”, “bueno mujer es un bebé ya se arreglará” - dijo mi padre. “A la pobre no hay quien la arregle” – y añadió – “espero que tenga suerte en la vida, va tener que ser muy trabajadora”.

Y yo aprendí dos cosas. La primera fue que unas cuantas dosis de hipocresía son necesarias para convivir en sociedad. Y la segunda que siendo feo todo es menos fácil y más te vale ser trabajador.


Juan Carlos Barajas Martínez



A mi amigo David, ingeniero, futuro letrado y sofista. Tan guapo como yo. Al que agradezco infinito sus desvelos por intentar hacer de mí un opositor profesional.




[i] El efecto de mera exposición consiste en el aumento de la disposición favorable de un sujeto hacia un estímulo neutral al aumentar la exposición repetida al mismo. La investigación básica de este efecto fue desarrollada por el psicólogo polaco-americano Robert Zajonc, que consiguió crear actitudes favorables hacia imágenes que carecían de signíficado para los sujetos, como sílabas sin sentido, ideogramas chinos o imágenes de personas. En la vida cotidiana, vivimos experiencias similares muy comunes. Por ejemplo, con la música, que suele gustarnos más cuando la hemos oído repetidas veces, por eso nos machacan en la radio con las mismas canciones. Lógicamente, si anteriormente ya existe una actitud negativa hacia el objeto, las exposiciones repetidas aumentan la negatividad de la evaluación. Por otra parte, la repetición exagerada de la exposición puede llevar a una especie de hartazgo que no favorecería, precisamente, los aspectos positivos de la actitud, sino todo lo contrario.
[ii] De unos años a esta parte, me parece que el primero al que vi de esta guisa fue a George Bush, se suelen poner personas de aspecto agradable sobre todo jóvenes detrás de los atriles desde los que hablan los políticos, de manera que cuando salen en televisión aparecen detrás personas guapas que asienten con la cabeza las proclamas políticas. Ahora los mítines tienen público delante – que vitorea, aplaude y agita banderas - y detrás quien asiente y es guapo.
Nota final: la falange macedónica constaba de 16384 falangitas y el príncipe de "Guerra y Paz" es el príncipe Andrei Volkonsky



Bibliografía:

Psicología Social
Morales, J.F., Huici, C. y cols.
McGraw-Hill
Madrid 1999

Conceptos fundamentales de Sociología
Roberto Garvía
Alianza Universidad, Alianza Editorial
Madrid 2003

Y como curiosidad:


Vídeo de los Sírex y la cancioncita de marras


El libro de Boris Vian del mismo título en la última edición de Tusquets


Cartel anunciador de la película "Que se mueran los feos"


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¡Qué se mueran los feos! por Juan Carlos Barajas Martínez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
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Carta de dimisión de un juancarlista






A la atención de SM D. Juan Carlos I

Augusto tocayo:

La primera duda que me asaltó nada más decidir mi dimisión de juancarlista fue a quién o adónde dirigir mi renuncia. Después de mucho meditarlo decidí que debía presentársela directamente a su majestad pues, sois vos al fin y al cabo, el titular del negocio y la cabeza visible de un movimiento que en realidad no existe: el juancarlismo.

Antes que nada y, sin ánimo de ofenderos, he de comunicaros que nunca me he sentido monárquico, sin embargo, si he sido o me he considerado juancarlista. ¿Cómo puedo considerarme dentro de un término político que no existe y, por otra parte, no sentirme apegado a una forma de gobierno que si es real?. Admito que puede parecer un sinsentido. Por lo que necesitaré unos párrafos para explicarme. Ruego a vuestra majestad haga un alarde de paciencia conmigo.

A la monarquía, en pleno siglo XXI, le queda muy poco crédito, sólo aquellos que consideran la santidad de las tradiciones se sienten próximos a ella. Durante la Edad Media, la vida de las personas venía regida por la idea de que Dios influía en cada acto de su existencia. Así que no era difícil admitir que, dado que el buen Dios colocaba a cada uno en su sitio, colocará a la testa coronada en la cima de la pirámide social. Es decir, de Dios le venía la soberanía directamente al rey y a ver quién era el guapo que lo discutía, con lo bien que funcionaban los autos de fe.

Pero el tiempo pasó, Dios empezó a concentrarse más en su rebaño que en los asuntos públicos, para colmo llegó el siglo de las luces, y con él, la Revolución Francesa. La toma de la Bastilla puso de moda la idea de que la soberanía reside en el pueblo, en todos y cada uno de los individuos que lo conforman. Por lo tanto, desde entonces, es de difícil encaje teórico que la jefatura del Estado se herede como se hereda una tintorería o el bar de la esquina. Parece lógico que si la soberanía reside en el pueblo, sea éste el que elija a su jefe. Por eso se me hace muy cuesta arriba ser monárquico, es una pura cuestión de lógica.

Sin embargo si he sido juancarlista, ¿por qué?. Bueno esto quizás es más difícil de explicar, sobre todo a los jóvenes que no vivieron la dictadura que precedió a vuestro reinado.

Cuando murió el general Franco vos heredasteis todos los poderes del Estado. Podríais haber intentado mantener esa situación, pero no lo hicisteis. Os pusisteis a la cabeza de un movimiento que tuvo que transitar un largo y tortuoso camino hacia la democracia desde una dictadura utilizando los mecanismos legales de esa dictadura a pesar de que, según palabras del propio Franco, todo estaba atado y bien atado. En aquel momento, para la mayoría de nosotros, el debate no era entre monarquía y república, sino entre dictadura y democracia. Dicho de paso, yo siempre he preferido de lejos vivir en una monarquía democrática a ser súbdito de una república bananera dictatorial. Así lo entendieron los partidos de izquierda y de derecha firmando un consenso ejemplar que dio a luz a nuestra Constitución. Salvando el escollo histórico de las dos Españas, aunque no del todo, que todavía andamos sin resolver algunos flecos dolorosos. El que vuestra majestad liderara este proceso me hizo juancarlista.

Más adelante, la parte más retrógrada del antiguo régimen consiguió dar el golpe Estado que se había anunciado durante todos esos años de transición. Siempre he hecho muy poco caso de los comentarios que os hacían partícipe del golpe. Para mí, cuando aparecisteis en la televisión, vestido de capitán general, acabó el golpe y me fui tranquilo a la cama pensando que nos habíamos librado por muy poco. Aquello me confirmo en el juancarlismo.

Pasaron los años y el Sr. Aznar trajo lo que él mismo llamó la segunda transición. Pero previamente trajo un estilo de oposición cuyo único objetivo era conseguir el gobierno al precio que fuera, sin importar el bienestar, la seguridad o la convivencia. Lo contrario al estilo que había sido la marca de la transición[i]. Y esa forma de hacer política vino para quedarse. En aquel momento me pareció que una figura por encima del juego partidario, como la que vuestra majestad representa, podía ser muy útil en un país en el que no se respeta nada. El hecho de que al menos la jefatura del Estado estuviera a salvo del ataque cainita continuo podía ser muy beneficioso. Esto me hizo justificar mi juancarlismo.

Unos años antes del advenimiento del Sr. Aznar, empezaron a llegar noticias inquietantes, por los resquicios de la autocensura de la prensa, acerca de vuestros amigos. Los Mario Conde, Manuel de Prado, Javier de la Rosa entre otros, dejaban conductas poco edificantes y citas con la Justicia. Eso no le sentó bien a mi juancarlismo pero lo justifiqué pensando que los reyes y los ricos de toda la vida deben tener muchos problemas para discriminar entre el amigo y el adulador o el aprovechado.

Empezaron a publicarse libros en los que se hablaba de las relaciones de la familia real con marcas comerciales. Que si una hija se relacionaba con una marca de coches y la otra con otra marca de la competencia. Que si la ropa que llevaban, nietos, hijos y demás deudos, según la situación de que se tratase, tenía un cocodrilo o un caballero atacando con su lanza o un fumarel. Que si regata por aquí, que si regata por allá. Que si regalos que van mucho más allá de la demostración de afecto al hacerlos y del decoro al aceptarlos. Se fue creando en Mallorca a vuestro derredor una corte de los milagros a la que los españolitos de a pie asistíamos perplejos desde la páginas de las revistas y periódicos. El mismo tipo de corte que vos negasteis en Madrid a los grandes de España al principio de vuestro reinado. Todo esto no encajaba en mi manera de ver las cosas pero había mucho más en el “haber” que en el “debe” de mi contabilidad juancarlista personal.

No entraré en problemas familiares, dimes y diretes, bodas, ceses de convivencias, bautizos y comuniones, son asuntos privados por muy pública que sea la familia. Cada uno se casa con quiere, yace y se holga con quien puede, sea plebeyo o noble, esto es materia que sólo compete a los implicados. Siempre intenté separar mi debate personal sobre el juancarlismo de estos asuntos. Tan sólo diré que ha sido muy cansina tanta publicidad alrededor de vuestra vida familiar y que supongo que la primera víctima de todo este maremágnum ha sido la propia familia real.

Pero vino el asunto del Sr. Urdangarín y, ¡ay!, ahí si que mi juancarlismo ha sufrido de tensiones. Puede que vuestra majestad no sea directamente responsable de tales actos, no soy quien para juzgar tan complicadas madejas de intereses y desafueros que para eso hay jueces y, el que juzga, no ha dado motivos para la duda. Pero si puedo formarme una opinión. No me cabe duda de que vuestro yerno utilizó vuestro nombre, sin vuestro nombre no se habrían abierto muchas puertas y no se habrían conmovido muchas almas de esas que están siempre deseosas de inclinarse hacia el reverso tenebroso de la fuerza. Vuestro nombre fue la herramienta y vuestro nombre está irremediablemente ligado a vuestra función.  Así que surge inevitablemente una pregunta, ¿un yerno de un presidente podría hacer lo mismo?, puede. Pero, sin volver al debate teórico de monarquía o república, el presidente tiene fecha de caducidad, en aquellas repúblicas con limitación de mandatos es más difícil crear entramados sólidos alrededor de su figura, no es imposible pero es menos probable, y siempre queda el que los ciudadanos le pueden enviar a casa.  ¡Ay cómo se resintió de todo este asunto mi juancarlismo!.

Y ya llegamos a los últimos acontecimientos. La famosa cacería. ¿Qué le han hecho a su majestad los elefantes?. De niño, cuando me llevaban al circo, era lo único que me gustaba. ¡Son tan simpáticos, tan industriosos y tienen tanta memoria!. No me gusta que se maten animales que puedo mirar a los ojos y puedo reconocer en su mirada su capacidad de sentir. He reconocer bastante desapego personal por reptiles, peces e insectos, pero los mamíferos son otra cosa.

El irse de garbeo por un país que no sé donde colocarlo en el mapa, cuando el nuestro está cayéndose a cachos no ha hecho mucha gracia, ni a mi, ni a muchos que conozco. La reacción de la prensa ha sido muy significativa, incluso de la más monárquica. En un maestro de la imagen como vos es un grave error. Sé que pedisteis perdón y esto calmó las aguas. Pero sintiéndolo mucho a mí no me convenció. La petición de perdón me recordó a la de mis hijos cuando eran pequeños y hacían una fechoría. ¡No volverá a ocurrir!, me equivoqué, ¿en qué?, ¿en qué hay cosas que no se pueden hacer?, ¿en el error de pensar en que nadie se daría cuenta como otras veces?.

Lo siento mucho. A pesar de que os reconozco méritos que no concurren en ningún otro monarca de nuestra historia, se me han acabado los argumentos para convencerme a mi mismo de mi juancarlismo. Así si alguien en el futuro tiene la bondad de preguntarme sobre qué forma de gobierno quiero, creo que me inclinaré por la república.

Sé de sobra que soy poca cosa. Un ciudadano común. Un pobrecito hablador desde esta modesta tribuna que yo mismo me he construido. Tampoco soy de los que acude a la barricada. Así que, ¿en qué os afecta mi dimisión?. Puede que en muy poquito, por no decir en nada. Pero es que esa no es la pregunta correcta, os lo digo como sociólogo. Siempre se ha dicho que España no era monárquica sino juancarlista, es decir, como yo; y la pregunta correcta es, ¿cuántos han cambiado de opinión como yo?.


Atentamente

Juan Carlos Barajas Martínez

 


[i] Excepto el corto pero desastroso período de acoso y derribo de Adolfo Suárez




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