No voy a ser yo el que critique a la cantante
Marta Sánchez (1) por haber
compuesto una letra para nuestro himno nacional, defiendo la libre expresión de
los creadores independientemente de su credo, nacionalidad, ideario y mayor o
menor calidad en su obra; es más, me apena que a otros artistas les quiten las
fotografías de una exposición o les condenen a penas de cárcel por expresarse
con peor o mejor gusto. La osadía de la Sra. Sánchez ha venido a intentar tapar
una carencia, y es que es la nuestra una de las cuatro naciones del mundo cuyo
himno carece de letra.
Desde que oí la nueva versión cantada de
nuestro himno no dejo de preguntarme si era realmente necesario acometer esa
patriótica tarea. Entiéndaseme bien, no reniego de nada, soy español y “mucho español” como dice un filósofo de lo obvio muy
sobrevalorado en las urnas, pero siempre he creído muy cierta aquella frase que
se atribuye a Mathama Ghandi (2): “Somos dueños de nuestros silencios y
esclavos de nuestras palabras”. Por eso a mí me parece que es un signo de
buen gusto y discreción no tener letra, porque para decir gilipolleces ya están
las letras de los himnos de otros países.
Cierto es que, cuando la selección española
se enfrenta en un partido de fútbol, acompañar la música con un tatareo de tipo
“chunda chunda”(3) nos resulta un
pelín humillante o ridículo, hay que tomarse un par de cervezas o estar bien
oculto en una multitud antes de lanzarse a gritar las notas musicales del
himno. Pero más allá de esto, si lo pensamos bien, no necesitamos letra alguna.
Y si este resultara un problema inaguantable
para una parte importante de la población siempre podríamos recurrir a una
letra deportiva – con una estrofa dedicada al gol de Iniesta por supuesto (4) –
exclusivamente pensada para este tipo de eventos; sin ninguna otra intención
política o social. Con ello superaríamos la interminable sucesión de letras y
contraletras que a lo largo de la historia han ido surgiendo de la mente de
ilustres poetas – empezando por José
María Pemán (5), continuando por Joaquín
Sabina (6) y terminando por la Sra. Sánchez – que no nos han satisfecho puesto que no se han impuesto como
definitivas.
Pero, ¿cómo habrían de satisfacernos?,
ninguna letra nos resultará adecuada, han pasado los tiempos del romanticismo
nacionalista salvo en los estímulos de ciertas periferias y en la respuesta de
ciertos centralismos; la gente tiene otras prioridades, ya no es la época de
las canciones populares que derivan en himnos, ni de las gestas heroicas del
pasado que merecían cantares. Puede que vuelva la moda, pero ahora mismo parece
que no van por ahí los tiros.
Para apoyar lo que afirmo, podemos estudiar
los himnos de otros países y ver si nos resultan sensatos, al fin y a la
postre, para los que no sabemos idiomas, las letras de los demás nos resultan
tan ininteligibles como nuestro “chunda chunda”
patrio, quizás en el “a-les-anfans-de-la-patrí”
o “doichland-ube-ale” se encuentra
escondido algún mensaje poco edificante. Me aventuro a pensar que no pondríamos
ninguna de esas las letras en nuestra Marcha
Real (7).
Para empezar vamos a hacer un poco de
historia. Un himno es una composición musical emblemática de una nación, junto
con la bandera y el escudo son los símbolos que identifican un Estado. Tienen
su apogeo durante el siglo XIX, el siglo del romanticismo, el de la expansión
del nacionalismo por el mundo.
La mayoría de las letras, conforme a ese espíritu romántico son llamadas a la
tradición, al lirismo, a lo bonitos que son nuestros ríos, nuestras mujeres o
nuestros amaneceres de verano. Algunos más modernos tienen referencias
ideológicas – no en balde el siglo XX fue el de las ideologías, al menos hasta
1989, cuando alguien decretó el fin de la historia - ¿cómo olvidar el himno de
la extinta Unión Soviética?. Muchos
de ellos hacen referencia al enemigo exterior que esconde aviesas intenciones
invasoras o perversas maneras colonialistas; a este respecto los holandeses
deberían olvidarse ya de España que ya han pasado unos cuantos siglos de las
guerras de Flandes. En general se trata de mostrar la superioridad de la nación
cantada sobre las otras del mundo, siendo casi siempre la más bella, la más
grande y con la gente más valiente.
En este contexto la Marcha Real española es
muy marginal. No nació para loa de una nación, la verdad es que podemos decir
que era una música que “pasaba por allí”. Era una marcha militar de paseo de
los Granaderos del Rey y era más bien apagada, con sólo pífanos y tambor,
porque esta gente desfilaba con bastante parsimonia. Carlos III la convirtió en marcha de honor en 1770 y, como se
tocaba en todos los actos, la gente la fue aceptando como himno oficial hasta
que se oficializó de verdad en tiempos de Isabel
II.
Hay quien quiere ver en esta carencia de
letra un signo de que España es en cierto modo un Estado fallido. Bueno, no voy a discutir esta arriesgada
afirmación, pero si tuviera que apoyar este pensamiento tendría otros muchos
argumentos de mucho mayor peso. Para mí que el hecho de que no se trate de una
canción popular, que no surgiera de una revolución, que no naciera en un
período de unificación nacional o de esplendor imperial, o que se adoptara
antes del boom de los himnos nacionales, tiene mucho que ver en la
especificidad de la Marcha Real.
Empecemos por el himno de himnos: “La Marsellesa”. Es un himno de origen
revolucionario por eso tiene una letra un tanto sangrienta, nada acerca de la
belleza de la campiña francesa ni de los vinos ni quesos que tan buenos les
salen. Eso sí, aunque militar, es una letra defensiva, ya que llama a formar
batallones a los ciudadanos para defender
la patria de un furibundo invasor. “¿Oís
el bramido de aquellos feroces soldados?.../ ¡vienen a degollar a vuestros
hijos y esposas!…/ ¡A las armas
ciudadanos formad vuestros batallones!,/ ¡qué una sangre impura inunde nuestros
surcos!”. Digo yo que esta letra está muy bien cuando haces una revolución
popular rodeado de reinos enemigos con monarquías absolutas, pero, en un
partido de fútbol entre Francia-España en el Parque de los Príncipes se me
antoja excesivo.
El himno alemán parte con ventaja musical, se
limitaron a tomar prestada una pieza del gran músico austríaco Franz Joseph Haydn (8) – la “Canción del Emperador” - y a ponerle
letra. Se encargó de esta labor un tal Hoffman muy comprometido con la unidad
de Alemania, es decir, el himno – llamado literalmente “Canción de Alemania” – tuvo todo de su parte desde el comienzo, se
impulsó durante el proceso de unificación alemana y en pleno boom de los himnos
nacionales.
La letra nos deja claro desde el principio
que Alemania está por encima de todo. Es verdad que algunos dirigentes
históricos se tomaron este mensaje al pie de la letra. Pero más allá, el himno
es muy lírico, demuestra una pasión indisimulada por cuatro de sus ríos: el
Mosa – que actualmente no pasa por Alemania -, el Niemen – que tampoco toca la
Alemania actual -, el Adigio – que todavía la toca menos - y el Belt – que es
un canal que pertenece a Dinamarca. ¿Y el Rhin?, ¿y el Danubio?, que sí pasan.
Sigamos con las tonterías, la segunda estrofa
dice: “Mujeres alemanas, lealtad alemana,
vino alemán y canciones alemanas/ nunca deben perder en el mundo su buena fama
de siempre / y deben siempre inspirarnos a hazañas nobles a lo largo de toda
nuestra vida./ ¡Mujeres alemanas, lealtad alemana, vino alemán y canciones
alemanas!. He sabido de bellas mujeres nacidas en Alemania y he escuchado música
magnífica de aquel país, pero, ¿vino?, ¿no era Alemania un país cervecero?,
comparado con Francia o España los alemanes haciendo vino son unos aficionados.
Hay una tercera estrofa añadida por la
república federal actual que hoy es la parte oficial del himno y que habla de
libertad y democracia, pero las dos primeras se siguen cantando. En resumen,
una letra que habla de ríos que no son alemanes y de un vino que no producen. A
lo de la democracia y la libertad me apunto. En fin, de todas formas, para
estos mimbres prefiero no tener letra.
El británico es un himno con texto dinámico
según tengan rey o reina, es el famoso “Dios
salve al/a la Rey/Reina”. Es el himno monárquico por excelencia, se centra
en apoyar al monarca como cabeza de la nación, que Dios le inspire para que
tome buenas decisiones, lo que no deja de ser gracioso en una monarquía en la
que el rey reina pero no gobierna. Tiene, ¡Cómo no!, una estrofa dedicada a los
enemigos para que Dios los confunda, queden sus trucos al descubierto y los
mantenga a raya.
El himno de los Estados Unidos, como el francés, es un himno bastante militar pero
defensivo, no son ellos los que atacan, sino que hay un pérfido invasor que
amenaza a la tierra de la libertad, lo que puede que esté en consonancia con
los primeros tiempos de aquella república, pero no coincide mucho con la
superpotencia de las últimas décadas.
También hay una referencia a Dios
en la tercera estrofa: “¡Oh, así sea
siempre, en lealtad defendamos nuestra tierra natal contra el torpe invasor!./
A Dios quien nos dio paz, la libertad y honor, /Nos mantuvo nación, con fervor
bendigamos./ Nuestra causa es el bien, y por eso triunfamos. /Siempre fue
nuestro lema: «En Dios Confiamos»”.
El himno italiano, “Il Canto degli Italiani” (el
canto de los italianos), tiene un texto de unificación como el alemán pues
sus procesos de unión nacional se produjeron más o menos por la misma época.
Pero, en vez de lírico y ensalzador de la patria como el texto alemán, es muy
militar. La diferencia se podría deber a que Italia tuvo que guerrear, no sólo
entre los reinos que se resistían o apoyaban la unión, sino contra el imperio
austríaco y, de hecho, en la letra hay un recadito a Austria: “Ya el águila austríaca ha perdido las plumas”.
“A
portuguesa” el himno de Portugal,
surgió como reacción al ultimátum británico de 1890 (9) y, por consiguiente, es
muy guerrero. “¡A las armas, a las
armas!/ Sobre la tierra, sobre el mar,/¡A las armas, a las armas!/¡Por la
patria luchar!”, dice el estribillo. Es irónico que la letra fuera un
calentón ante el toque del gobierno de Lord Salisbury por un problema colonial
en África, lo digo porque el tratado internacional en vigor más antiguo lo
firmaron ambas naciones en 1373 (10), era un tratado de amistad y cooperación
por cierto. No te puedes fiar ni de los viejos amigos.
Los himnos
latinoamericanos tienen letras hijas de sus procesos de independencia. Con
este origen, no es extraño que destaquen por su militarismo y su liberalismo.
Con el tiempo, algunos países como Argentina
han corregido el texto original dulcificándolo un poco, sin embargo mantienen -
más discretamente - ese espíritu liberal y patriótico. La canción argentina no
hace ninguna referencia al fútbol ni al tango, dos grandes aportaciones de ese
querido país.
La letra del mexicano es tremenda. “¡Guerra,
guerra sin tregua al que intente/de la patria manchar los blasones!,/¡guerra,
guerra! los patrios pendones/en las olas de sangre empapad”. Mucho cañón,
mucho estruendo, mucha guerra para mi gusto y, poco liberalismo por cierto.
El de Chile,
aunque cumple con los requisitos, por lo menos tiene una estrofa que habla de
las bellezas del país. Venezuela y Perú
hacen referencia a la independencia, los uruguayos
oponen libertad y patria o morir, que digo yo que hay más opciones, y el colombiano rompe cadenas sin aclarar
quién las llevaba y quién las ponía, aunque puedo suponerlo.
Podríamos continuar pero creo que es ocioso.
La mayoría de los himnos hacen referencia a un mundo pasado, en el que en las
guerras el valor y la moral de los hombres era esencial y no dependía tanto de
la tecnología, ¿qué valor demuestra un piloto de un dron cuando bombardea
Afganistán desde el centro de comando situado en Oregón?. Tiempos pasados
cuando la información no fluía a la velocidad actual y la gente pensaba que la
guerra era una especie de excursión hacia la gloria y no una matanza
injustificable.
Y en cuanto al lirismo, hoy sabemos lo que de
bueno tiene cada país gracias a lo fácil que es viajar pero, sobre todo, a los medios de comunicación de masas. Es más
eficaz un anuncio de Turismo de España
que poner una letra glorificadora de las paellas, las playas, nuestros
castillos y catedrales. En algunos casos, la pérdida de vigencia de los himnos
llega al ridículo como en las referencias a los ríos alemanes que ya no son
alemanes y muchos países han tenido que actualizar sus textos por razones
parecidas. Por todo ello, creo que estamos bien como estamos, aunque tengamos
que tararear el himno cada vez que ganamos a los franceses en el Parque de los
Príncipes porque, que no os quepa ninguna duda, somos mucho mejores que ellos. Chunda chunda.
Juan Carlos
Barajas Martínez
Sociólogo
Notas:
- Marta Sánchez López (Madrid, 8 de mayo de 1966) es una cantante y compositora española.
- Mahatma Gandhi (Porbandar, India británica; 2 de octubre de 1869-Nueva Delhi, Unión de la India; 30 de enero de 1948) fue el dirigente más destacado del Movimiento de independencia indio contra el Raj británico, para lo que practicó la desobediencia civil no violenta, además de pacifista, político, pensador y abogado hinduista indio. Recibió de Rabindranath Tagore el nombre honorífico de Mahatma (alma grande en hindi). En la India también se le llamaba Bāpu ( ‘padre’ en idioma guyaratí).
- Chunda chunda es una forma jocosa de referirse al tarareo del himno nacional español. En general se usa como onomatopeya de música repetitiva con percusión.
- Andrés Iniesta Luján (Fuentealbilla, Albacete, España, 11 de mayo de 1984) es un futbolista español que juega como centrocampista en el Fútbol Club Barcelona de la Primera División de España, equipo del que es capitán. Él fue el que marcó el gol que dio la victoria a la selección español en la final del mundial de fútbol de 2010 frente a la selección holandesa
- José María Pemán y Pemartín (Cádiz, 8 de mayo de 1897 – ibídem, 19 de julio de 1981) fue un escritor español, que cultivó todos los géneros literarios, destacando como periodista, dramaturgo y poeta, además de notable orador. Adscrito ideológicamente al monarquismo tradicional, fue uno de los principales apologistas de la Dictadura de Primo de Rivera y un ídolo intelectual de las derechas durante los años de la Segunda República.
- Joaquín Ramón Martínez Sabina (Úbeda, Jaén, España, 12 de febrero de 1949), conocido como Joaquín Sabina, es un cantautor, poeta y pintor español.
- Marcha Real es la denominación tradicional, conjuntamente con la de Marcha Granadera —o antiguamente, Marcha de Granaderos—, que recibe el himno nacional de España.
- Franz Joseph Haydn, conocido simplemente como Joseph Haydn (Rohrau, cerca de Viena, Austria, 31 de marzo de 1732-Viena, 31 de mayo de 1809) fue un compositor austriaco. Es uno de los máximos representantes del periodo clásico, además de ser conocido como el «padre de la sinfonía» y el «padre del cuarteto de cuerda» gracias a sus importantes contribuciones a ambos géneros. También contribuyó en el desarrollo instrumental del trío con piano y en la evolución de la forma sonata.
- El Ultimátum británico de 1890 fue un ultimátum del gobierno británico de Lord Salisbury —entregado el 11 de enero de 1890 mediante un "Memorando"— al gobierno portugués, conminándole a retirar sus fuerzas militares existentes en el territorio comprendido entre las colonias de Mozambique y Angola, en las actuales Zambia y Zimbabue, con el pretexto de un incidente ocurrido entre portugueses y macololos, pero realmente por instigación del magnate de los diamantes sudafricano Cecil Rhodes. La zona era reclamada por Portugal, que la había incluido en el famoso mapa de color rosado, reclamando a partir de la Conferencia de Berlín una franja de territorio que iba de Angola a la contra-costa, o sea, a Mozambique. Representó el principio del fin de la monarquía portuguesa.
- El Tratado anglo-portugués de 1373 se firmó entre el rey Eduardo III de Inglaterra y los reyes Fernando I y Leonor de Portugal. Se estableció con su firma un tratado de «amistad, unión [y] la alianza perpetua» entre las dos naciones marítimas, constituyendo con ello la Alianza anglo-portuguesa, aún en vigor. Actualmente es el tratado activo más antiguo del mundo.
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