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Estratificación de género



Este artículo es continuación de “Todo lo quería saber del sexo y el género”, en el que se explican los conceptos sociológicos básicos sobre el género, en especial, sobre la socialización de género. 

Portada del The Saturday Evening Post del 29 de mayo de 1943
 

A la hora de empezar a escribir este artículo tengo un doble miedo. Por un lado siempre he intentado en todos mis escritos seguir el mandamiento del gran sociólogo alemán Max Weber (1) cuando preconizaba una sociología libre de valores. Esto es siempre difícil para el científico social pues está inmerso en la sociedad que estudia, es un observador que vive dentro del objeto que observa. Cuando analizo el comportamiento de las elites o las estrategias de ciertos grupos a los que no pertenezco me es mucho más fácil el análisis pues me encuentro en un punto de vista relativamente exterior al problema pero, en este caso del género, yo pertenezco a uno de ellos y estoy muy mediatizado por mi origen, mi educación, mis roles sociales, en general por todos los aspectos relacionados con el hecho de ser hombre, con la situación de pertenecer al género privilegiado. Creo que es de honradez reconocer esta limitación antes de comenzar.

El segundo miedo al que me refiero está presente en la elaboración de todos mis artículos, pero suelo padecerlo cuando finalizo no cuando empiezo y esto me preocupa porque es un síntoma de inseguridad, derivado probablemente del primer miedo que he confesado. Se trata de acertar en los temas a tratar, en el orden y en la profundidad con la que tratarlos. Sin duda habrá lectores que echen de menos más información acerca ciertos aspectos de la desigualdad entre géneros y otros que crean que me extiendo demasiado. Recordaré a este respecto que mi intención principal en Sociología Divertida es la divulgación con lo que no puedo profundizar hasta los niveles normales en un ensayo y tampoco, debido a mi carácter, puedo despachar el tema con dos párrafos.

Estratificación de género y patriarcado

Dicho todo esto podemos empezar por definir qué es la estratificación de género y, no es otra cosa, que la distribución desigual de la riqueza, el poder y los privilegios – las tres variables weberianas (2) – entre los dos géneros, que se superpone con la estratificación social debida a las clases sociales de la que hemos hablado en otros artículos.

Antropólogos y sociólogos hablan de una organización social que permite el desarrollo de esta desigualdad a lo largo de todas las clases sociales, es el patriarcado, que etimológicamente significa: el dominio de los padres.

El patriarcado es universal tanto en el tiempo como en el espacio. Según Marvin Harris (3), Philip Kottak (4) y otros antropólogos, nadie ha podido demostrar un solo caso representativo de matriarcado, que sería la organización social opuesta al patriarcado. Lo más similar que se ha encontrado es que aproximadamente entre un 10 a un 15% de las sociedades del mundo trazan el parentesco y la filiación exclusivamente a través de las mujeres, pero esto es matrilinealidad no matriarcado. Aunque la posición de la mujer en las sociedades matrilineales es relativamente buena, no llegan a representar un matriarcado, son los varones en definitiva los que dominan la vida económica, civil y religiosa de estas sociedades. La figura autoritaria en las familias matrilineales es otro varón distinto del padre de familia, a menudo, el hermano de la madre.

Ahora bien, hay una gran variedad entre las distintas sociedades y tiempos históricos en la intensidad del poder y de los privilegios de los hombres. Es muy fácil llegar a esta conclusión, basta con pensar en Arabia Saudí y comparar la idea que se tiene de la sociedad saudí actual con Noruega o con cualquier otra sociedad escandinava.

La socióloga británica Sylvia Walby (5), citada por Macionis (6) y Plummer (7), describe el patriarcado como una organización en continua transformación basada en seis elementos que se superponen: el modelo de hogar, la intervención del Estado, la violencia de género, la sexualidad y la cultura dominante.

Walby, para el caso occidental, hace hincapié en que durante el siglo XX se ha producido el cambio desde el patriarcado privado, entendido como la regulación por parte de los hombres de la vida cotidiana del hogar,  al patriarcado público, en el que es el Estado y el mercado laboral los que determinan la vida de las mujeres. Por último, Walby señala que la ideología que históricamente ha contribuido y contribuye a sostener el patriarcado se ha fundamentado en la creencia en la superioridad innata de los hombres lo que legitimaría su dominio sobre las mujeres. Es lo que se conoce con el término de sexismo.

¿Si sólo hay testimonios históricos sobre patriarcados es consecuencia de que éstos sean inevitables?. La bibliografía que he consultado que, a su vez, referencia a otros autores y mi propia opinión – si es que ésta es de vuestro interés – contesta  a esta pregunta de manera negativa. El patriarcado no es inevitable. 

En primer lugar porque en las sociedades no tecnológicas, la mayor fuerza física de los hombres – la especie humana presenta dimorfismo sexual (8) – y el hecho de que las mujeres sean las que tienen los hijos, ha contribuido a reforzar el patriarcado. Pero los avances tecnológicos reducen la importancia de la fuerza física en la vida diaria y la contracepción ha proporcionado mayor libertad a las mujeres en su vida sexual y en el control que ejercen sobre los embarazos.

Comoquiera, además, que el género es una construcción social sujeta a cambios y que como vemos no hay excusa real justificativa de la desigualdad, esperemos que en un futuro seamos capaces de construir una sociedad que no esté basada ni en el patriarcado ni en el mítico matriarcado sino compuesta por personas consideradas de manera equitativa.

Trabajo doméstico versus trabajo fuera de casa

A las mujeres se las ha metido y sacado varias veces de sus casas a lo largo de la historia. La imagen que he puesto al principio del artículo es un buen ejemplo de ello. Se trata de la portada del “The Saturday Evening Post(9) del 29 de mayo de 1943, el mismo día en que los aliados atacaron la ciudad alemana de Wuppertal con 719 bombarderos soltando 1900 toneladas de bombas y matando a 2450 civiles. Doy estos dramáticos datos para que no se nos escape que fue en plena segunda guerra mundial.

La portada es un bellísimo dibujo del diseñador norteamericano Norman Rockwell (10) en la que se representa en un descanso, zampándose un bocadillo y presta a volver al trabajo, a “Rosie la remachadora”, un personaje que se hizo muy famoso durante dicha guerra. La imagen es sociológicamente significativa pues se trata de una mujer pero sin los atributos clásicos de las mujeres. El mono vaquero, la máquina remachadora encima de las rodillas, la fuerza muscular de sus brazos, la grasa en la cara no forman parte de la imagen de la mujer de preguerra ni de la de posguerra. Se trataba, desde el Estado, de fomentar la idea de que el trabajo extradoméstico era un deber patriótico de las mujeres en un momento en que los hombres se hallaban luchando en Europa y el Pacífico. Durante las guerras la idea de que las mujeres no estaban preparadas biológicamente para el trabajo físico duro se desvaneció en la propaganda.

En las sociedades agrarias la mujer trabajaba duramente en el campo, en los comienzos de la sociedad industrial las mujeres y los niños, formaron parte con los hombres del ejército de trabajadores que necesitaban las fábricas. Basta recordar el testimonio de autores de siglo XIX como Flora Tristán (11) para calibrar las durísimas condiciones de vida de las mujeres de la clase trabajadora.  A medida que las máquinas y la producción masiva redujeron la necesidad de trabajo femenino, la noción de que las mujeres no estaban preparadas biológicamente para el trabajo en la fábrica comenzó a ganar terreno y se las recluyó en sus hogares.

La antropóloga norteamericana Maxine Margolis (12) piensa que las actitudes y creencias relacionadas con el trabajo de los géneros ha variado en función de las necesidades económicas. En momentos especialmente delicados como en tiempos de guerra, el trabajo fuera del hogar, se convierte para las mujeres en un deber patriótico.

Después de la guerra, la mujer empezó a incorporarse al trabajo fuera de casa, uno de los cambios sociales más importantes de las últimas décadas. Hoy en día, la visión tradicional del empleo remunerado como algo masculino ya no se sostiene en las sociedades desarrolladas. El problema estriba en que el trabajo fuera de casa y el trabajo doméstico no se comparten igualitariamente.

En España, según la publicación del Instituto Nacional de Estadística “Mujeres y hombres en España 2015”, los hombres ocupados dedican de media al trabajo remunerado 8 horas y 19 minutos y las mujeres una media de 6 horas y 55 minutos. Las mujeres ocupadas dedican una media de 3 horas y 46 minutos a actividades de hogar y familia frente a las 2 horas y 21 minutos de los hombres.

En general, en las sociedades desarrolladas el trabajo se divide de forma más equitativa que en las sociedades pobres, pero en ninguna sociedad del planeta se reparten las tareas del hogar de forma equitativa. Las labores del hogar vienen a representar un segundo trabajo que las mujeres realizan al volver a casa. Y aquí también hay clases pues las mujeres con empleos de prestigio y bien remunerados pueden contratar ayuda externa mientras que las mujeres de clase trabajadora deben apañarse solas.

Según la profesora Jane Lewis (13), citada por Macionis y Plummer, existen tres tipos de países en Europa en lo tocante a las interrelaciones entre el trabajo remunerado y el doméstico. En el primer tipo, las mujeres dependen en gran medida de sus maridos, en este caso podríamos poner a la mayoría de los países, a España y a las demás naciones del sur de Europa, pero también al Reino Unido o Alemania. En el segundo, las mujeres se reparten entre su trabajo y el cuidado de los niños, por ejemplo, Francia y Bélgica. Y por último, existe un tercer tipo de países en los que las mujeres son trabajadoras independientes de sus parejas como  Noruega, Suecia o Dinamarca.

La desigualdad salarial

Existe una brecha salarial debida al género en todos los países. Para el caso de España y, volviendo al ensayo del Instituto Nacional de Estadística titulado “Mujeres y hombres en España 2015”, en el año 2012 el salario anual más frecuente o salario modal en las mujeres (14.514,6 euros) representó el 87,9% del salario más frecuente en los hombres (16.510,1 euros). En el salario mediano este porcentaje fue del 77,1% y en el salario medio bruto del 76,1%.

Si se consideran los salarios anuales con jornada a tiempo completo, el salario de la mujer representaba en el año 2012 el 84,9% del salario del hombre. En la jornada a tiempo parcial, el porcentaje era del 90,5%. 
 
 Para poner de manifiesto las diferencias salariales de género, es necesario considerar el salario por hora y distinguir el tipo de jornada. En el trabajo a tiempo completo, el salario por hora de las mujeres (13,8 euros) en el año 2012 alcanzaba el 85,9% del salario por hora de los hombres (16,1 euros). Al considerar la jornada a tiempo parcial, el porcentaje anterior alcanza un valor del 79,7%.
 
 

Existe un conjunto complejo y a menudo interrelacionado de factores que originan diferencias salariales de hombres y mujeres dando origen a la brecha salarial de género. Podríamos distinguir entre razones culturales relacionadas con  el patriarcado que provocan una discriminación directa y razones de índole económico y de estructura del mercado de trabajo. 

Un hecho cultural que tiene una consecuencia económica directa es que los hombres supeditan sus decisiones de formación de familias al logro ocupacional y las mujeres combinan la carrera profesional con la familiar; de manera que – como hemos visto - las mujeres tienden a trabajar un menor número de horas y en sectores que permiten la conciliación. Esto también influye en la experiencia previa que forma parte de los criterios de contratación y de remuneración en el mercado de trabajo, incluso en el gasto en formación en las empresas. Como resultado la mujeres tienen mayores probabilidades de ser contratadas en empleos con remuneración menor y a no ser designadas para puestos de responsabilidad, lo que se conoce como techo de cristal.

También es cultural el hecho de que las competencias y capacidades de las mujeres están a menudo infravaloradas, curiosamente de mayor manera, en aquellas ocupaciones en las que son mayoritarias. Por ejemplo, cuando las mujeres se concentran en determinadas ocupaciones consideradas como femeninas, como la limpieza, tienden a cobrar menos que los hombres con capacidades semejantes en oficios predominantemente masculinos como la recogida de basura. Esta infravaloración de las capacidades femeninas llega a extremos injustificables cuando en puestos semejantes con semejantes capacidades tienen diferencias salariales a favor de los hombres, como se ha detectado entre enfermeros y enfermeras.

Otra causa muy importante es la segregación por sexo en el mercado de trabajo. Hay sectores – ya no nos referimos a profesiones específicas como en el párrafo anterior - que agrupan mayoritariamente a las mujeres y otros a los hombres, en el sector sanitario las mujeres componen el 80% de todos los trabajadores. En estos sectores el salario medio es inferior a los sectores con predominio masculino.
Para terminar este apartado no puedo dejar de decir que en la Administración Pública, que no entraba en el estudio del INE,  existe tanto la igualdad salarial – misma función mismo sueldo – como casi la paridad en el número de mujeres y hombres en las distintas categorías profesionales (14).

Tasas de empleo y de inactividad

Ambos criterios muestran cierta desigualdad económica debida al género. La tasa global de empleo se define como la proporción de personas que tienen empleo en relación a la población total. Se suelen agrupar por sexo y por grupos de edad, lo que constituye un indicador social básico que permite conocer las dimensiones socioeconómicas de los trabajadores y su situación de ventaja o desventaja en el empleo por razones de edad o sexo. 

En este sentido podemos afirmar que existe una cierta brecha de género en las tasas de empleo, es decir, hay una diferencia de 10 puntos porcentuales, tanto para España como para la UE a 28, entre las tasas de empleo de los hombres y las tasas de empleo de las mujeres, lo que nos da una idea de la posible dependencia económica de las mujeres respecto de sus parejas.
 


La población económicamente inactiva abarca a todas las personas de 16 o más años no clasificadas como ocupadas ni paradas ni se encuentran a la búsqueda de empleo. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, en el año 2013, el 59% de la población inactiva eran mujeres y, lo que es muy significativo, del total de personas que permanecen inactivas en el año 2013 por cuidar a personas dependientes – niños y adultos - el 95% eran mujeres.

 Feminización de la pobreza

Desde los años 80 se ha venido repitiendo la hipótesis de que la pobreza tiene rostro femenino, que las mujeres son más pobres que los hombres. La verdad es que parece lógico pensar de esta manera después de constatar en párrafos anteriones la discriminación de carácter universal que sufre la mujer.

La IV Conferencia de las Naciones Unidas sobre las mujeres de Beijing en 1995, estableció que el 70% de las personas que viven bajo los umbrales de pobreza son del género femenino, pero ese dato es de difícil comprobación empírica y plantea serias dudas. 

La mayoría de los autores que he leído para prepararme este artículo  y los datos que he podido consultar yo directamente - de Europa, Norteamérica y América Latina -  nos dicen que las diferencias entre géneros distan mucho de ese 30%. Habría que decir mejor que la proporción de mujeres en relación a la proporción de hombres pobres es ligeramente superior, lo que no constituiría un hecho relevante como para hablar de feminización de la pobreza.

Esto ha dado lugar a una segunda perspectiva de estudio en relación con la pobreza y el género que se basa, no tanto en los valores absolutos de la diferencia entre géneros, como de tratar de averiguar qué parte de la pobreza de las mujeres está condicionada por el género. Y esta perspectiva me parece más positiva.

Parece que las situaciones de riesgo de pobreza específicamente femenina tienen relación con la partida, incapacidad o muerte de su pareja. Cuando se ven avocadas a  enfrentarse a un hogar monoparental con hijos desde el paro, desde la condición de ama de casa o con la estructura típica que hemos visto del empleo femenino, es decir, empleos a tiempo parcial poco cualificados o en sectores infravalorados.

Si nos centramos en el caso de España, en el período 2004-2012, la máxima diferencia registrada entre hombres y mujeres corresponde al año 2006, que era de 3 puntos, porcentuales, a partir de entonces, las tasas de pobreza según género se han equiparado progresivamente hasta el equilibrio casi absoluto registrado en 2012.  Pero como estos cálculos se realizan de manera relativa, la razón del equilibrio alcanzado no responde a una mayor riqueza real de las mujeres sino a que los hombres forman parte de los nuevos colectivos más perjudicados por la contracción del mercado de trabajo durante esta larga crisis. En el período 2007-2012 la tasa de pobreza masculina aumento 3,6 puntos, casi el triple de la femenina que se quedó en 1,3 puntos.

Fuente: Informe FOESSA

Si nos vamos al ámbito europeo, la diferencia media entre el riesgo de pobreza entre la población masculina y femenina de los 28 estados miembros de la Unión Europea es de un poco más de 1 punto porcentual. Y en Estados Unidos la diferencia es de unos 3 puntos porcentuales.

Fuente Informe FOESSA

 La violencia

No puedo dejar citar el asunto de la violencia hacia las mujeres por su importancia, la alarma social que crea y por ser citado por muchos autores – principalmente de la corriente feminista, recordemos a Welby - como unos de los peores males derivados del patriarcado. Sin embargo, no voy a extenderme mucho pues merece artículo aparte, siendo como es, una temática compleja y multidisciplinar.

Habría dos tipos principales de violencia hacia las mujeres.  Se tiene, para empezar, la violencia directa, física, la violencia de género perpetrada contra las mujeres por ser mujeres. Se puede constatar por las estadísticas, pero sólo hay que leer la prensa o ver los telediarios, que la violencia en la familia es perpetrada básicamente por varones y las víctimas son básicamente mujeres. 

Y existe otro tipo de violencia que legitima e incluso propicia la violencia física, es la violencia simbólica o violencia cultural, es decir, el conjunto de ideas, mitos y visiones de la realidad que subordinan lo femenino a lo masculino.

Ambas violencias tienen su propia lógica y, como se ha dicho, se relacionan entre sí. La violencia cultural legitima promueve la violencia directa, y la violencia directa busca su legitimación en justificaciones culturales. 

Para muchos autores ambas violencias conforman una violencia estructural contra las mujeres. Que está implícita en las relaciones sociales en forma de comportamientos de exclusión y marginación, muchos de ellos cotidianos. Esta violencia estructural que afecta a las mujeres – el brazo armado del patriarcado, si se prefiere- no alcanza, como ya se ha visto, el mismo grado en todas las sociedades ni lleva, en todas ellas, a los mismos niveles  de violencia de género. 

Desde un punto de vista histórico, esos niveles han cambiado en función de las condiciones del contexto, no están tan lejos los tiempos en los que la violencia de género era incluso inspiración para la comedia, a este respecto siempre me viene a la cabeza una escena de la película “Sor Citroën” (15) que me llena de espanto cuando reponen el filme en televisión. Esto ocurre porque la veo con la mentalidad actual pero que, según la forma de pensar de los años sesenta, hacía gracia a una parte importante del público. Hoy en día, la sociedad está más concienciada gracias fundamentalmente a la lucha política de las mujeres, hay menos tolerancia hacia estos comportamientos y, aunque insuficientes, se usan más medios para evitarlos. Pero sólo hay que ver un telediario un día cualquiera para darse cuenta de que todavía tenemos que mejorar mucho más. 

A modo de final

Vamos a poner un punto y aparte aquí. Creo que para completar todo lo que nos cuentan las ciencias sociales acerca del género  falta todavía hacer un análisis de lo que dicen las principales escuelas sociológicas al respecto y, ya de paso, hablar un poco de uno de los movimientos sociopolíticos más importantes de las últimas décadas: el feminismo. Así que, como se decía en los folletines de los periódicos o en las series de televisión: continuará.

Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo

Notas:

  1. Max Weber.  Maximilian Carl Emil Weber (Erfurt, 21 de abril de 1864-Múnich, 14 de junio de 1920) fue un filósofo, economista, jurista, historiador, politólogo y sociólogo alemán, considerado uno de los fundadores del estudio moderno de la sociología y la administración pública, con un marcado sentido antipositivista.
  2. Las dimensiones weberianas son clase, estatus y poder. La clase hace referencia al poder económico, la renta o ingresos; el estatus al honor o al prestigio social y a los privilegios que derivan de dicho estatus y, el poder, al poder político. De manera que la posición de una persona en las clases sociales dependerá del cálculo de su posición dentro de cada una de las tres dimensiones, obteniendo lo que más tarde se ha llamado la posición socioeconómica de dicha persona. Dicho de modo más claro, un líder sindical probablemente no tenga unos ingresos elevados pero si disfruta de una posición elevada en la dimensión de poder y su posición socioeconómica será más alta que la de cualquier persona que obtenga sus mismos ingresos.
  3. Marvin Harris. (Brooklyn 18 de agosto de 1927-Gainesville (Florida) 25 de octubre de 2001) fue un antropólogo estadounidense conocido por ser el creador y figura principal del materialismo cultural, corriente teórica que trata de explicar las diferencias y similitudes socioculturales dando prioridad a las condiciones materiales de la existencia humana.
  4. Conrad Phillip Kottak ( 6 de octubre de 1942 en Atlanta, Georgia, Estados Unidos) es un antropólogo estadounidense. Doctor en antropología por la Universidad de Columbia, ha realizado investigaciones en Brasil, Madagascar y sobre la cultura norteamericana como el fenómeno Star Trek o Halloween
  5. Sylvia Theresa Walby. (nacida el 16 Octubre de 1953), es una socióloga británica, profesora de sociología en la UNiversidad de Lancaster. Se la conoce fundamentalmente por su trabajo en los campos de la violencia doméstica el patriarcado, las relaciones entre los géneros en el lugar de trabajo y la globalización.
  6.  John Macionis es profesor de sociología en el Kenyon College en Ohio, EEUU.
  7.  Ken Plummer es profesor de sociología en la Universidad de Essex, Reino Unido.
  8.  El dimorfismo sexual se define como las variaciones en la fisonomía externa, como forma, coloración o tamaño, entre machos y hembras de una misma especie. Se presenta en la mayoría de las especies, en mayor o menor grado.
  9. The Saturday Evening Post es una revista estadounidense bimensual. Sew publicó semanalmente bajo el mismo título desde 1897 hasta 1969; cuatrimestralmente y, luego, bimensualmente, desde 1971. The Saturday Evening Post publicaba artículos de eventos actuales, editoriales, piezas humorísticas, ilustraciones, una columna de misivas, poesía (con contribuciones enviadas por sus lectores), tiras cómicas e historias de escritores preeminentes de la época. Fue conocida por publicar ilustraciones y obras de ficción originales. Las ilustraciones eran mostradas en la portada e incluidas en las historias y los avisos publicitarios: algunas de ellas se hicieron populares y siguieron siendo reproducidas como afiches, especialmente, aquellas creadas por Norman Rockwell.
  10. Norman Percevel Rockwell (Nueva York, Estados Unidos, 3 de febrero de 1894 – Stockbridge, Massachusetts, Estados Unidos, 8 de noviembre de 1978) fue un ilustrador, fotógrafo y pintor estadounidense célebre por sus imágenes llenas de ironía y humor.
  11.  Flora Célestine Thérèse Henriette Tristán y Moscoso Lesnais (París, 7 de abril de 1803 - Burdeos, 14 de noviembre de 1844) fue una escritora y pensadora socialista y feminista francesa de ascendencia peruana. Fue una de las grandes fundadoras del feminismo moderno
  12. Maxine L. Margolis es una antropológa estadounidense. Es profesora de antropología en la UNiversidad de Florida desde 1970.
  13. Jane Lewis. Politóloga británica. Profesora de política social en la London School of Economics and Political Science. Especialista en política social europea, política de la familia, política de género.
  14. Hay más mujeres que hombres en las administraciones, en concreto para la Administración General del Estado, las mujeres representan el 51,8% y los hombres el 48,2% y, si nos fijamos nada más que en los funcionarios de carrera, las cifras son un 53,3% de mujeres por un 46,7% de hombres. Sigamos con los funcionarios de carrera, hay más hombres que mujeres en puestos de responsabilidad, pero las cifras no son escandalosamente diferentes como en otros ámbitos. Es curioso resaltar que cuando examinamos este dato en función de la edad, nos encontramos que entre los menores de 39 años hay más mujeres directivas y predirectivas que hombres. Sin embargo, en puestos de poca responsabilidad hay más del doble de mujeres que de hombres. Me gustaría precisar que la administración es una buena salida profesional para las mujeres, básicamente porque – al contrario de lo que ocurre en las empresas – a idéntica categoría profesional se cobra lo mismo independientemente del sexo y no hay despidos encubiertos con los embarazos y otras cuestiones discriminatorias de este tipo. Además  muchos de los destinos tienen un contenido social que suele ser el tipo de trabajos que estadísticamente más interesan a las mujeres.
  15.  Sor Citroën es una película española dirigida por Pedro Lazaga de 1967. El título de la película hace referencia al apodo de la protagonista. Una comunidad de monjas que dirige un orfanato de niñas decide modernizarse. Para ello compran un Citroën 2CV. Se decide que la hermana Tomasa (Gracita Morales), recién llegada, sea la que aprenda a conducir. En un principio no se le da muy bien, poniendo en peligro en varias ocasiones el tráfico. Cuando consigue que le den el carné de conducir, por miedo del examinador a volver a montarse con ella, junto a la hermana Rafaela se dedica a ir con el coche por las calles de Madrid pidiendo caridad para el orfanato.
Bibliografía:

Marvin Harris
Vacas, cerdos, guerras y brujas
El libro de bolsillo
Antropología
Alianza Editorial
Madrid 2003

Conrad Phillip Kottak
Antropología, una exploración de la diversidad humana
Ed McGraw-Hill
Madrid 1999, 6ª, edición

Sociología
Anthony Giddens
3ª Edición
Alianza Editorial
Madrid 2000

Sociología
John J. Macionis y Ken Plummer
Paerson-Prentice Hall
Madrid 2005

Cómo combatir la brecha salarial entre hombres y mujeres en la Unión Europea
Oficina de Publicaciones de la Unión Europea
Luxemburgo-Bruselas 2014

José María Tortosa
Feminización de la pobreza y perspectiva de género
Revista Internacional de Organizaciones
Nº 3 diciembre 2009 págs.: 71-89
Universitat Rovira i Virgili
Tarragona

Francesc Valls Fonayet
Ángel Belzunegui Eraso
La pobreza en España desde una perspectiva de género
VII informe sobre pobreza y exclusión social en España
Fundación FOESSA
Madrid 2014

Mujeres y hombres en España
Instituto Nacional de Estadística
Madrid 2015

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4 comentarios:

  1. Un tema muy sugerente de cara al verano, Juan Carlos, tratado con el rigor y la originalidad que es habitual en tus post. Me he perdido el anterior. -Cada vez hay menos tiempo para leer todo lo que nos gustaría- pero espero recuperar el post perdido este fin de semana ¡Muy buenas vacaciones!

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  2. Muchas gracias Teresa,yo también tengo un poco relegado tu palco de la Sevigne por mor de este agosto vacacional, más que por desidia o indolencia, por no tener acceso WiFi. Un abrazo muy fuerte y felices vacaciones

    Juan Carlos

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  3. Vayamos por partes.
    Empezar diciendo que, como suele ser habitual, me ha gustado el artículo. Y, como también suele ser habitual, está magníficamente narrado, lo que denota cuando menos una excelente labor de documentación. ¡chapeau!
    En mi primera lectura del relato se me iban apelotonando distintas ideas y reflexiones al hilo de la narrativa. Y así, lo primero que me ha impactado es lo que mencionas respecto a los inexistentes matriarcados. Pues tenía al menos dos identificados como tales, que no son otros que el matriarcado vasco, la Amá es el verdadero núcleo de la familia vasca, y la cubana donde existe una diáspora de varones acuden a la coyunda con la mujer, único elemento integrador de la familia, constituida por ella y los hijos de diverso origen y paternidad.
    Luego has procedido a aclararme la diferencia entre matriarcado y matrilinealidad (de difícil pronunciación), aunque no tengo claro que sea lo que tengo entendido (reflexionaré sobre ello).
    Según avanzaba, me ha dado la sensación que en un momento dado los varones íbamos a terminar pariendo. No sé realmente el motivo.
    Luego, cuando has aportado los datos de INE respecto a los hombres y mujeres en España me he sentido tranquilizado, pues honestamente me lo esperaba mucho pero. Sensación similar a la provocada por el resultado de España en el medallero de las olimpiadas (por cierto, te sugiero que lo incluyas como anexo para potenciar el rol femenino en esta sociedad española).
    A partir de ahí una elegante interpretación de las frías cifras que no dejan de ser el reflejo de nuestra realidad.
    Gracias una vez más.

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  4. Disculpa. El largo comentario anónimo es mío.
    Juan cho

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