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Las Murallas de Jericó

Imagen descargada de la web Historia Sagrada para chicos argentinos


De aquel cura navarro que me dio la catequesis sólo recuerdo unas cuantas imágenes muy fuertemente grabadas en mi memoria. Me acuerdo de que era navarro porque lo decía muy a menudo, recuerdo que yo creía que Navarra era una tierra de gigantes pues aquel cura con su imponente tamaño y su negra sotana así me lo parecía, recuerdo que nos aupaba hasta su hombro y nos lanzaba hacia arriba recogiéndonos por las axilas para, balanceándote hacia los cuatro puntos cardinales, depositarte suavemente en el suelo, era como una montaña rusa gratuita. Recuerdo algunas escenas de la Historia Sagrada que nos contó, las vivía poniendo voces distintas y gesticulando aparatosamente, casi las interpretaba como pequeñas obras de teatro.  Y, entre todas ellas, una de mis favoritas era la de las murallas de Jericó.  Era simpático el hombre, guardo un buen recuerdo de él.

Si no me equivoco, ya fallecido Moisés, con Josué al mando de los judíos, después de un garbeo un tanto caótico de cuarenta años por el desierto se toparon con la ciudad cananea de Jericó y sus inexpugnables murallas. Al parecer no podían evitar la ciudad y seguir con su garbeo, sino que habían llegado a la Tierra Prometida y el asuntillo había que solucionarlo.

Entre las filas judías cundió el desánimo, no es extraño si pensamos en que era la primera ciudad que veían después de cuarenta años de paseo por el Sinaí.  Si tenemos en cuenta la esperanza de vida en aquella época casi nadie había visto una urbe en condiciones, cualquier murallita de nada les debía parecer un imperio. Así que andaban todos un tanto deprimidos. 

Pero ser el pueblo elegido tenía sus ventajas y para eso estaba el Dios del Antiguo Testamento que le dio unas instrucciones incomprensibles a Josué. Pero Yahvéh había dado ya suficientes muestras de que sus órdenes, por extravagantes que parecieran, garantizaban el éxito de la operación, así que se pusieron manos a la obra.

Tenían que dar unas vueltas en procesión alrededor de la ciudad durante seis días y al séptimo, los siete funcionarios que cargaban con el arca de la alianza y que, como complemento al puesto, disponían de unas trompetas para hacerse notar, debían hacer sonar sus instrumentos de viento al tiempo que el pueblo debía gritar con todas sus fuerzas. Dicho y hecho, al despuntar del séptimo día los judíos armaron una bronca descomunal que, por extraños designios de la física del aquel tiempo, consiguieron una frecuencia que entró en resonancia con la muralla y la desplomó. Acababan de inventar el arma de ultrasonidos.

Como esto de derribar murallas no fuera suficiente, a continuación pasaron por las armas a todos los soldados cananeos y, no sólo a ellos, sino a ancianos, mujeres y niños y tomaron posesión de las ruinas de la ciudad. El pueblo elegido resultó ser muy bestia en su victoria.

Con todo me quedo con la descripción que el cura navarro hizo del desamparo de los judíos al ver las murallas de Jericó. Siempre que me he encontrado con una barrera infranqueable como cuando tenía que saltar el plinto en la clase de gimnasia, o cuando a D. Rafael Portaencasa (1) se le ocurrió poner en un examen una ecuación diferencial que había que derivar antes de resolverla, o cuando en mis tiempos púberes me quería declarar a una chica guapa, o cuando me senté ante un folio en blanco a escribir mi primer informe, en todas esas ocasiones, supe exactamente cómo se sintieron los judíos. Y volví a sentirme igual cuando decidí que tenía que escribir un blog.

El problema en este tipo de situaciones es que, como no eres miembro del pueblo elegido, no dispones de instrucciones divinas ni tienes a mano trompetas ultrasónicas con las que derribar las murallas que tienes delante y tienes que recurrir a tus recursos personales.

Y es que según diversos autores que han pensado sobre ello (2), el hecho de decidirte a usar las herramientas de Internet para comunicar o expresar algo de manera lúdica o profesional o ambas, implica superar una serie de barreras mentales, que yo elevo a la categoría de murallas, y que van más allá de la simple inercia o el miedo al cambio.

La primera muralla sería la barrera ideológica. Que no es otra cosa que el intento de contestar a un conjunto de preguntas personales que todos nos hacemos o deberíamos hacernos antes de decidirnos a participar activamente en la Red.

La primera pregunta que deberíamos plantearnos es si tenemos algo que decir. Si queremos expresar algo que pueda servir a los demás, o que pueda interesar, o que pueda influir, o que me suponga ingresos, o que me divierta, o que tenga sentido hacerlo, o una combinación de éstas y otras cuestiones. Digo que es la primera pregunta porque si contestas “no” ya está todo dicho, dejas de pensar en ello y a otra cosa mariposa. 

Pero si contestas que sí, hay más preguntas de índole personal que debo contestar antes de decidirme a abrirme a la red. Es muy importante preguntarse acerca de nuestra privacidad. Es evidente que la participación en la red deja una huella de datos, opiniones, fotos y del material más diverso que deja de pertenecerte para convertirse en dominio público por los siglos de los siglos. Puede parecer una exageración pero dejas de controlar toda la información que pongas en la red y dejas de controlar su almacenamiento y su reproducción (3).

A mí me costó meses contestarme a todas estas preguntas y tomar una decisión. Pues, al dedicarme profesionalmente al medio, conozco las consecuencias e implicaciones y, creedme, en un mundo como el actual y, sobre todo, con el cariz que están tomando las cosas, es todo un acto de valentía opinar descarnadamente, desvelar - con tu nombre y apellidos - ciertos velos con tantos interesados en que no se desvelen.

Una vez tienes un perfil configurado en función a las respuestas que te has dado. Por ejemplo “voy a participar en redes sociales de forma anónima con el fin de criticar la política” o “voy a entrar en facebook para encontrar a mis compañeros de colegio y formar un grupo” o “voy a hacer un blog de numismática pues soy un gran aficionado a las monedas y quiero poner publicidad para cubrir los gastos”. Una vez tienes una idea más o menos fija de qué es lo quieres y cuál es la presencia en la red que deseas pasas la muralla ideológica y te topas con la segunda muralla.

La segunda muralla es la barrera temporal, la consabida falta de tiempo. En general el ciudadano actual lleva a cabo múltiples actividades diarias, cunde la sensación de no tener tiempo para nada y las 24 horas de que disponemos las tenemos que distribuir adecuadamente.

Vuelve a ser esta una cuestión personal, de preguntarse y contestarse uno mismo. Tenemos que hacer balance entre el interés que tenemos, el tiempo de que disponemos y las dificultades que pueden surgir por dejar de hacer otras cosas. Si abandonas a tu mujer o a tus hijos por irte a tuitear puede acarrearte muchos problemas o si tu jefe te sorprende en facebook cuando tendrías que estar haciendo un balance también puede llevarte a una situación desagradable.

Es cuestión de encontrar el momento. Ayuda a encontrarlo crear rutinas en el uso de las herramientas, el hecho de que existan dispositivos móviles que te permitan una conexión a internet permanente en el tiempo y en el espacio, es decir, a cualquier hora y desde cualquier lugar facilita mucho las cosas. De esta forma puedes aprovechar los tiempos muertos cuando estás en el transporte público o tomando un café con leche cerca de la Plaza Mayor. Al final te acabas haciendo un experto en esto de aprovechar el tiempo y te conectas en las situaciones más inverosímiles. Eso sí, mi consejo es que no perdáis nunca la educación y atended a los que os rodean, hay que poner coto a esto de la conexión permanente pues puede ser muy adictiva (4).

Superada la barrera temporal con una buena política de uso de tus tiempos pasamos a la tercera muralla y ésta, para muchos, es una auténtica muralla de Jericó: la barrera tecnológica.

Sé qué quiero decir y cómo, y, más o menos, sé a quién dirigirme y qué ratos libres tengo para emplear en conectarme a Internet pero, ahora viene la gran cuestión, ¿qué herramientas utilizó para llegar a mi audiencia?. Y esta pregunta es difícil, sobre todo si soy un lego en la materia.

En primer lugar debería saber qué herramientas son las mejores para llevar a cabo lo que quiero hacer en Internet, tengo que dilucidar la cuestión de qué tipo de herramientas quiero usar. Podemos utilizar, en función de qué es lo que queremos hacer, tres grandes grupos de herramientas: las hipertextuales, las documentales y las redes sociales.

Las herramientas hipertextuales son “las de toda la vida”, aunque eso en el mundo de Internet es como decir “de ayer mismo”. Son páginas web en las que manda la información textual y los enlaces a otras páginas. La comunicación con el usuario es de uno a muchos, es decir, se trata básicamente de difusión de la información. El usuario apenas interactúa con los contenidos de la página. A este tipo de herramientas corresponden los sitios y portales web (5), los blogs y los microblogs (6).  Se correspondería con lo que los gurús de Internet han denominado Web 1.0 (7).

En las herramientas documentales lo básico son los contenidos, es decir, documentos, artículos, libros, fotos, vídeos, presentaciones. Estas herramientas son más participativas – pertenecen al paradigma de la web 2.0 (7) -, el usuario puede introducir contenidos propios y ponerlos a disposición del resto de usuario, incluso alguna de ellas presentan funciones propias de las redes sociales. 

Las redes sociales, como he mantenido en artículos anteriores (8), han existido desde que el ser humano puebla la tierra, las tecnologías de redes sociales en Internet no son más que herramientas que facilitan una tendencia natural de las personas a relacionarse unas con otras proporcionando una plataforma técnica ad-hoc. 

Las redes sociales en Internet han tenido un doble efecto sobre las relaciones sociales. Multiplicador, por lado, pues permite recuperar a gente que de otra manera mantendrías perdida en la distancia o en el tiempo y simplificador, por otro lado, porque las relaciones se mantienen de una manera más informal y menos profunda que con las relaciones cara a cara.

Tipo de Herramienta
Subtipo
Nombre
Textuales
Blog

Microblog
Documentales
Fotos

Vídeos

Presentaciones

Documentos
Redes Sociales
profesional

Lúdica/Ocio

Influencia/Difusión














En segundo lugar, cuando nos decidimos a usar este tipo de herramientas no sabemos cómo funcionan, algunas no son evidentes, su manejo requiere de un tiempo de aprendizaje. 

Por esta razón es recomendable abordar su uso de forma progresiva, empezando por las más sencillas y menos exigentes. Del mismo modo, los resultados que busco, no los puedo obtener desde el primer día por lo que debo contentarme dando paso a paso hasta adquirir la suficiente solvencia como para hacer el desembarco final y obtener el producto que deseo exponer en Internet. 

Por ejemplo, si tan sólo quiero pasar el rato en las redes sociales puedo empezar en facebook, de manera más familiar y lúdica para luego pasar a Linkedin de manera más profesional o a Twitter que tiene más enjundia. Si deseo crear un blog de numismática puedo empezar por usar un microblogging como  Tumblr para, pasado un tiempo de adquisición de experiencia en cómo hacer y decir las cosas,  pasar a Blogger o WordPress que son más complicados aunque también más potentes.

Tampoco estaría de más en este caso crear productos intermedios, como un blog para los más amigos, para luego – ya con seguridad – lanzar el blog en serio abierto a todo el mundo. Y cuando ya estés en marcha tampoco es descabellado tener un blog restringido para pruebas en el que incorporar los contenidos antes de publicarlos en el blog estrella.

Una vez has superado la muralla de la tecnología te enfrentas a la cuarta y última, la barrera editorial. Aquí se trata de darle forma a la pregunta de cómo digo lo que quiero decir. No estaría de más establecer una línea editorial en dónde poner tus límites, que la pusieras por escrito y la tuvieras siempre presente. ¿Seré agresivo o más contemporizador?. Dentro del área temática que quiero tratar, ¿sobre qué asuntos voy a escribir? o ¿qué tipo de fotos voy a publicar?. ¿A qué tipo de público quiero dirigirme?, o dicho de manera más tecnológica, ¿qué comunidad digital quiero que me siga?. Y dada mi carrera profesional, académica o, simplemente, la historia de mi vida, qué parte de mi mismo quiero que trascienda, es decir, qué perfil quiero publicar en la red, tengo para elegir, desde el simple anonimato bajo un pseudónimo a un perfil profesional con tu nombre y apellido.

¿Cuánto tardé en derribar mis murallas?, aproximadamente un año, hasta que me decidí. Por mi perfil personal, la barrera que más me costó fue la ideológica. Una vez que superé ese miedo inicial todo fue rodado. Aunque a fuer de ser sincero la barrera ideológica sigue presente, no acabo de superarla del todo - ¿Pongo publicidad para cubrir gastos? – o la barrera editorial - ¿uso más plataformas?, ¿trato este o aquel tema conflictivo?, ¿contesto al tuit de este impertinente? – o la temporal - ¿de dónde sigo sacando el tiempo para todo esto? - o la tecnológica - hasta hace poco me preguntaba si usar Tumblr -.Es un ciclo de perfeccionamiento constante.

Como en la vida real las murallas no se aparecen de la manera tan sistemática y ordenada como la que presento en este artículo, la mayoría de las personas que se enfrentan con esta decisión, de entrar o no en este mundo digital, no son conscientes de que existe este proceso pero en algún momento del mismo se hacen, al menos en parte y siempre que no seas un descerebrado de esos que se apuntan a un bombardeo sin pensar en las consecuencias, las preguntas que nos hemos planteado.  

Y, para terminar, un deseo personal. Espero que este artículo arroje luz a los que se encuentran preguntándose si merece la pena meterse en estos menesteres, algo así como una trompeta ultrasónica que borre del mapa los obstáculos de nuestro camino.

Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo e Informático

Notas:
  1. Rafael Portaencasa Baeza fue catedrático de matemáticas en la Escuela Superior de Ingenieros en Telecomunicaciones y en la Facultad de Informática de la Universidad Politécnica de Madrid, Decano de la Facultad de Informática y Rector de la precitada universidad.
  2. A mi esto de las barreras me lo explicó en un curso Jesús Álava consultor de la empresa Llorente&Cuenca.
  3. Publiqué al respecto un artículo en este mismo blog “La Ventana Indiscreta
  4. Publiqué al respecto un artículo en este mismo blog “La Conexión Permanente
  5. Conviene aclarar una serie de términos que a menudo se confunden y nadie suele definir. Una página web es un contenido – HTML, texto, imagen o vídeo – al que se puede acceder mediante una dirección URL. Un sitio web es un conjunto de páginas web conectadas a través del árbol de una aplicación o menú de opciones. Un portal web es un sitio web que tiene un tema génerico o idea común subyacente que relaciona todas las páginas que a él pertenecen. Por ejemplo el “Portal del Ciudadano” o el “Portal de la Salud”.
  6. Un microblog o microblogging es un servicio de Internet que permite a los usuarios publicar textos breves aunque la longitud es muy variable según la aplicación de que se trate. Twitter se autodefine como un microblogging aunque personalmente yo opino que se trata fundamentalmente de una red social pues sus funciones sociales tienen más relevancia que sus funciones textuales. Tumblr se define también como microblogging y para mí lo es a pesar de que tiene funciones de red social también.
  7. La Web 2.0 es el paradigma actual de desarrollo de servicios en Internet. Un sitio web 2.0 permite a los usuarios interactuar y colaborar entre sí como creadores de contenido generado por usuarios en una comunidad virtual, a diferencia de sitios web estáticos, que conformarían el paradigma Web 1.0, donde los usuarios se limitan a la observación pasiva de los contenidos que se han creado para ellos.
  8. Sobre redes sociales he publicado en este mismo blog los siguientes artículos: “Yo, Rafael, Gastón, León y… ¡oh Dios!, Hitler”, “Andamos muy Enredados. Las redes sociales desde la Sociología” y “Andamos muy enredados 2. Las Redes Sociales Digitales



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La Atribución: de Entomólogos e Insectos

Foto tomada del blog Psicología Social



 “El ser humano es muy buen entomólogo pero como insecto es muy malo”, esto dijo el gran dramaturgo y novelista español Antonio Gala (1) a su entrevistadora. Se lo dijo como si tal cosa, como si comentara el tiempo o la última jornada de la Liga. Lo dijo con tanta naturalidad que sólo después de un rato, repitiendo en voz baja la frase me di cuenta de la profundidad y sentido de la misma. Lo cierto es que Gala estaba definiendo con una sola sentencia, gran parte de nuestra vida social.

Y es que los humanos nos pasamos media vida interpretando los gestos, los modos de hacer y de decir de nuestros congéneres, tratando de predecir sus comportamientos y racionalizando el porqué de sus conductas, de esta manera sabemos cómo comportarnos nosotros mismos, cómo reaccionar ante las actitudes de los demás. Desde los simples desconocidos con los que nos cruzamos en la calle y que no volveremos a ver, hasta los comportamientos de nuestros seres queridos, de nuestro cónyuge, de nuestros hijos o padres. 

Gala alude al hecho de que, a fuerza de pasarnos la vida en estos menesteres, acabamos por ser expertos interpretando al otro, de la misma manera que el entomólogo es experto en el comportamiento y características de los insectos. En cambio, disimulamos muy mal ante el escrutinio de los demás, por eso somos malos insectos porque se lo ponemos muy fácil al que nos escruta. 

Mi mujer suele decir de mí que soy como un libro abierto, al menos para ella, a veces pienso que es capaz de atravesar mi cráneo y succionar mis pensamientos y, si por un casual no lo consigue, tiene la suficiente confianza como para decirme: "¿en qué estás pensando?". En ocasiones no la contesto, no porque quiera guardarme nada para mí sino que es que no estoy pensando en nada y me da vergüenza reconocerlo. Me da que las mujeres no son capaces de no pensar en nada y no conciben ese maravilloso estado de latencia mental, ese ensimismamiento,  que los hombres hemos desarrollado durante nuestra evolución.

Y el mecanismo que utilizamos para ese tipo de interpretaciones se denomina atribución, atribución causal o proceso atributivo. Mediante la atribución buscamos las causas de los sucesos que ocurren a nuestro alrededor y no quedamos tranquilos hasta que no tenemos una explicación, siquiera transitoria, de esto que nos rodea y nos intriga. Para ello, según Heider (2), recurrimos a unas reglas de inferencia basadas en el sentido común que él denomina “psicología ingenua de la acción”. 
 
En este proceso atributivo, cuando se realiza sobre las intenciones de nuestros semejantes, tenemos un actor, el otro, que se comporta según una conducta y un observador, nosotros, que realizamos un proceso de deducción que es la atribución de unas causas a esa conducta. Evidentemente podemos cambiar los papeles y ser nosotros los actores y el otro el observador. De hecho todos somos actores y observadores continuamente y al mismo tiempo, pues, cuando se produce una interacción, yo explico la conducta del otro al mismo tiempo que el otro trata de explicar mi conducta.

Para ello, siempre según Heider, realizamos cuatro tipos de análisis. En primer lugar nos preguntamos acerca de la capacidad del actor para realizar o no la conducta en cuestión. En segundo término analizamos la dificultad de la tarea que realiza el actor, bien porque la tarea es difícil en sí misma, bien por las circunstancias que envuelven el desarrollo de su conducta. En tercer lugar el observador analiza la motivación del actor para realizar o no la acción y, por último, nos cuestionamos acerca del esfuerzo que emplea el actor para llevar a cabo esa conducta.

Una vez realizadas estas preguntas el observador, o sea, cada uno de nosotros cuando observa el comportamiento de los demás, encuentra o cree encontrar las causas de la conducta y Heider divide estas causas entre causas internas o personales, que radican en el actor – la personalidad, la disposición a acometer el acto o la motivación -, y las causas externas o ambientales – la situación, la estructura social o la cultura -. No es lo mismo robar una manzana en un puesto de frutas porque quieres gastarle una broma al frutero que porque tienes hambre y no tienes dinero. Y es curioso este punto de vista porque evidentemente cuanta mayor sea la fuerza del elemento ambiental menor será la responsabilidad del actor.



Imagen tomada de blog Alumno Sociólogo

 
Es evidente que el proceso atributivo tiene una clara dimensión social. Acabamos de ver como las causas ambientales son muy importantes en dicho proceso, y ese ambiente es social. Por otro lado, las personas realizan a menudo atribuciones partiendo de creencias anteriores que suelen estar compartidas culturalmente y que se adquieren durante el proceso de socialización (3), es lo que algunos autores denominan atribuciones sociales.

Es también curioso analizar las diferentes percepciones de la situación según seas actor u observador. Cuando eres actor las atribuciones o mejor dicho, autoatribuciones, suelen ser externas – no solemos decir “he suspendido” sino “me han suspendido” - pero cuando estás en la posición del observador sueles atribuir la conducta a las características personales del actor – “ha suspendido porque no estudia” -. Esto pasa, según Jones y Nisbett (4), por tres razones. En primer lugar porque el observador desconoce si la conducta es representativa o no del actor, algo que éste si sabe, ajustando su atribución más adecuadamente. En segundo lugar, el actor puede recurrir a la atribución externa para eludir las responsabilidades de su conducta – “no es que no haya estudiado es que el profesor me tiene manía” – mientras que el observador carece de dicha necesidad. Y por último, porque para el observador lo saliente es la conducta del actor porque es lo que llama su atención, mientras que para el observador lo que le afecta es la situación pues debe actuar frente a ella.

Pero claro, cuando andamos observando a lo demás no podemos ir por esos mundos de Dios a tontas y a locas, necesitamos tener alguna técnica personal para saber que lo que atribuimos es válido o no. Los que saben de esto a este proceso lo llaman validez atributiva. Para Kelley (5) las personas valoramos tres tipos de informaciones: la existencia de consenso, la distintividad y la consistencia.

La existencia de consenso hace referencia a si la mayor parte de las personas responden de la misma manera a un misma situación, es decir, si ves bajar a los toros por la calle de la Estafeta (6) habrá mucho consenso en que hay que correr. Hay distintividad de grado alto cuando el actor responde de forma diferente a otras personas en ciertas circunstancias, en nuestro ejemplo podría ser que un corredor decide torear en vez de correr. La consistencia alta se produce cuando el actor responde siempre igual frente al mismo estímulo o situación,  siempre que los toros bajan por la Estafeta los corredores sale escopetados calle abajo. Cada uno de estos tipos de información puede adquirir dos niveles, alto y bajo, y se pueden combinar entre sí de múltiples formas. 

A este modelo se le llama de Covariación de Kelley y, según el mismo, los sujetos, para formular sus juicios atributivos, examinan como covarían entre sí los diversos elementos de información de que disponen aplicándoles los niveles altos o bajos a las propiedades de consenso, distintividad y consistencia (7).

Ahora bien, la vida no es tan bonita, en realidad no siempre se dispone de tanta información, ojalá yo hubiera tenido toda la información necesaria cuando he tomado una decisión. Este es uno de los puntos que más se critica del modelo de Covariación. Normalmente tomamos decisiones o adoptamos ciertas posturas sin contar con todos los elementos de información. A veces no es cuestión de falta de información sino de falta de tiempo, tienes que adoptar una decisión, opinar o comportarte de alguna manera rápidamente, sin apenas tiempo. En estas ocasiones casi siempre las personas recurrimos a recetas ya elaboradas, a preconcepciones acerca de qué causas van asociadas a qué efectos. Es lo que los psicólogos sociales han dado en llamar los esquemas causales.

Los psicólogos hablan de dos esquemas causales básicos. Las Causas Suficientes Múltiples - que se aplica cuando la conducta a explicar puede obedecer a distintas causas, todas presentes en el momento del suceso y todas suficientes por si solas para producirlo – y las Causas Necesarias Múltiples – que se aplican cuando el efecto sólo se produce al actuar conjuntamente dos o más causas. 

Pero no vayamos de listos. A menudo nuestras atribuciones son erróneas o incurren en sesgos, por muchos mecanismos de seguridad, como los descritos en los últimos párrafos, utilicemos. Me viene a la cabeza la anécdota acerca de un amigo mío que confiaba mucho en sus intuiciones. La verdad es que le habían ayudado mucho a lo largo de su carrera. Estaba convencido de que el programador Fulanito salía a escondidas con la operadora Menganita. Según él, la conducta que veía en ambos, miradas de soslayo, risas cómplices, lenguaje corporal contenido, denotaba una relación a la que no querían dar pábulo porque trabajaban en el mismo sitio. Le advertí en vano que estaba equivocado. Yo conocía al muchacho en cuestión y sabía que tenía novia, otra chica distinta, y que estaba haciendo planes para casarse. Lo peor es que la historia acabó en un rumor, y los rumores, como ya dije en otro artículo de este blog, hacen daño.

Así que, dado que una misma conducta se puede interpretar de formas muy distintas y que en los juicios atributivos no suelen existir criterios infalibles, en ellos se puede incurrir en sesgos o errores. Los dos errores más comunes son el error fundamental y el error último.

 
El error fundamental consiste en la tendencia a explicar la conducta de los demás en función de sus disposiciones internas tales como la personalidad o el carácter no teniendo en cuenta las circunstancias que rodean a ese comportamiento. Parece que existe una base cultural en este sesgo pues hay estudios que indican que es más característico de los países influenciados por la ética protestante.



No cometas el error fundamental de atribución conmigo. Imagen del blog Psicología Social

El error último es típico de las relaciones entre grupos. Se trata de atribuir los éxitos del propio grupo a causas internas – “hemos ganado el partido porque éramos mucho mejores” – y los fracasos a causas externas – “hemos perdido porque el árbitro nos ha perjudicado”-. 

¿Cuáles son las funciones de la atribución?, ¿para qué sirve?. En primer lugar las atribuciones nos sirven para controlar las situaciones, para preveer los comportamientos de los demás, para adoptar una conducta ante las conductas ajenas, en definitiva, las atribuciones tienen una función de control de nuestras relaciones. Uno de los efectos paradójicos de esta función es la tendencia a percibir negativamente a las personas que sufren alguna desgracia o que tienen un defecto, achacándoles las causas de sus males, es decir, la culpabilización de las víctimas. “Fulanito ha cogido tuberculosis, claro, ¡tanto vino y tantas mujeres!”. Esto se puede explicar como un deseo de creer que tanto esas desgracias como esos defectos son controlables, que siguiendo una conducta determinada esos peligros se pueden conjurar, por ejemplo, que evitando el vino y las mujeres se puede evitar el contagio de la tuberculosis. 

Existe también una función de autoestima. Ya hemos hablado de que existe una tendencia a atribuir los éxitos a causas internas y estables, “he aprobado por mi constancia y capacidad”, y los fracasos a factores externos e inestables, “he suspendido porque el profe me tiene manía”. Esto nos ayuda a superar los fracasos y reducir la tensión emocional derivada de los mismos.

Por último, existe una función de autopresentación, un intento por controlar la imagen que de nosotros tienen los demás. ¿Cómo lo hacemos?, pues intentado proyectar una imagen favorable de nosotros mismos para influir en las atribuciones que de nosotros y de nuestro comportamiento realizan los demás.

Tengo una conocida que cuando me ve, unas veces me saluda y otras veces no. A mí, mis padres me enseñaron a decir un “buenos días” o un “hola” con una sonrisa y, ya el hecho de que no me saluden me fastidia, pero lo que me repatea es que lo hagan aleatoriamente, porque no sé a qué atenerme. Si sé que el otro me responde no me importa adelantarme y soltar el “buenas tardes” primero, si el otro sé que no me responde no le dices nada y sanseacabó; pero si no tienes garantías de que te respondan el asunto es más peliagudo porque si saludas y no te hacen caso te sienta realmente mal, pero si te saludan y tu andas medio despistado y respondes tarde y tartamudeando también te sientes mal, la educación de tus padres pesa mucho.

Me he preguntado muchas veces por qué esta mujer actúa así, ¿le habré hecho algo?, ¿me habrá visto?, ¿me tendrá envidia?, ¿me considerará inferior?, ¿aparte de mal insecto seré tan mal entomólogo que no soy capaz de interpretarla?. Al final he llegado a una atribución, a una causa interna y estable, la buena señora es…  gilipollas.

Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo

Notas
  1. Antonio Gala es un dramaturgo, novelista y ensayista español.
  2. Fritz Heider fue un psicólogo austríaco de la escuela gestáltica.
  3. La socialización es el proceso mediante el cual el ser humano aprende e interioriza, en el transcurso de su vida, los elementos socioculturales de su medioambiente, los integra a la estructura de su personalidad, bajo la influencia de experiencias y de agentes sociales significativos, y se adapta así al entorno social en cuyo seno debe vivir.
  4. Edward E. Jones fue un eminente psicólogo social de las universidades Duke y Princeton. Richard E. Nisbett es profesor de psicología social en la Universidad de Michigan, investigador eminente en cognición social, clases sociales e influencia de la cultura en la psicología social.
  5. Harding Harold Kelley, profesor emérito de psicología de la UCLA y un pionero distinguido y colaborador de la psicología social
  6. Estafeta es el nombre de una famosa calle de la ciudad de Pamplona (España), debido a que los encierros de San Fermín discurren por ella.
  7. Existen tres combinaciones del modelo de covariación que se califican como fundamentales pues determinan con claridad la atribución que realizará el observador frente a la conducta del actor:
COMBINACIONES
Consenso
Distintividad
Consistencia
ATRIBUCIÓN
1
Alto
Alta
Alta
Al estímulo
2
Bajo
Baja
Alta
Al actor
3
Bajo
Alta
Baja
A las circunstancias

  1. Gilipollas es un insulto, bastante malsonante, que es de sobra conocido en España pues se usa con profusión en todos los rincones del país, en cambio, puede ser desconocido por los lectores americanos. Gilipollas es sinónimo de tonto, estúpido o necio. Es cercano al boludo argentino o a ciertos usos de la palabra comemierda en el Caribe, aunque esta última según el diccionario de la RAE es persona despreciable. El origen legendario del término es de lo más curioso, existía en la época del Duque de Osuna, allá por el siglo XVI, un eximio personaje de alto copete llamado Don Gil Imón. Unas fuentes le señalan como un destacado fiscal del Consejo de Hacienda de la época de Felipe III. Otras fuentes parecen indicar que este representante gubernamental era en realidad un insigne alcalde de Madrid. D.Gil Imón gustaba de codearse con gentes de las más altas esferas; acudía a reuniones de boato y pompa donde se debatía acerca de asuntos de Estado de gran trascendencia. Asistía a estos actos sociales siempre en compañía de sus dos hijas, que eran muy feas y con una inteligencia prácticamente nula. Su presencia en ceremonias, fiestas y compromisos no sorprendía a nadie, y mucho menos que acudiera siempre en compañía de sus hijas. Hasta no hace mucho a los muchachos se les llamaba “pollos” y a las chicas “pollas”, actualmente se ha impuesto la palabra en su forma femenina como término malsonante de pene y nadie la utiliza como sinónimo de muchacha, aun quedan por ahí doblajes antiguos de películas con ese significado. Así que cada vez que llegaba a una fiesta, el público asistente, con bastante mala baba exclamaba: !Ahí llegan D. Gil y sus pollas!. Rápidamente la asociación de ideas fue inevitable se  comenzó a fusionar en un mismo término la estulticia con las "pollas" o hijas del fiscal. Así, "Gil y "pollas" pasaría a ser cita o comentario explícito que aludía a la torpeza mental. Por cierto D. Gil Imón tiene calle en Madrid.

Bibliografía:

J. Francisco Morales
Procesos de Atribución
Psicología Social
McGraw-Hill
Madrid 2000

María Teresa Sanz de Acebo Baquedano
Presentación Procesos de Atribución
Psicología Social
UNED 2009

Wikipedia inglés

Wikipedia en español


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