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De la caridad y de la solidaridad




La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba;
la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo.

Eduardo Galeano (poeta uruguayo)

En el colegio de mis hijos organizan todos los años el “día de la solidaridad”. En ese bienintencionado día se ponen a la venta todo tipo de trabajos manuales hechos por los críos, se venden cosas que ya no usas en casa – lo que significa en la práctica una magnífica oportunidad para que la madres se deshagan de los viejos juguetes que los niños ya no usan pero que por mor de una infantil nostalgia no quieren desprenderse -, los padres colaboran en talleres como buenamente pueden, los muchachos de secundaria montan un “pasaje del terror” - con sus zombis, sus momias y su Frankenstein -  que hace las delicias de los más pequeños, los chicos de bachillerato ponen un tenderete de hamburguesas y todo el mundo intenta ayudar y pone su mejor disposición.

El día tiene un tema, puede ser un mercado medieval o puede tratar sobre  Harry Potter, o sobre la serie vampírica de “Crepúsculo” y, sobre todo, hay un objetivo o una meta; unas veces pagar una operación en España a un chaval del tercer mundo o ayudar a edificar una escuela en una aldea remota de la América Latina más deprimida.

A mi me parecía bien la idea, cómo voy a estar en desacuerdo con ayudar a otros menos afortunados y, aunque estuviera en desacuerdo no lo diría, pues de lo contrario quedaría fatal. El problema fue que conforme pasaban los años y más reflexionaba sobre el asunto había más cosas que me chirriaban.

Para empezar por qué la solidaridad iba siempre dirigida hacia lugares remotos, ¿no teníamos un tercer mundo local, cercano, en nuestra misma ciudad?, no digo que no se ayudara a la aldea de Guatemala o al chaval de Guinea Conakry, pero, de vez en cuando, una ayudita a un poblado de chabolas de Madrid tampoco habría sido mala cosa.

Además, a partir de cierto momento, se empezó a observar un cierto “talibanismo” en conseguir, por supuesto que de forma bienintencionada, el máximo dinero posible. De manera que se confundía el fin con los medios, la ayuda dejó de ser el fin y fue la recaudación la que se convirtió en el objeto prioritario de manera que cuando preguntabas a un niño que por qué se hacía todo este jaleo el interpelado no contestaba bien, lo primero que le venía a la cabeza era para conseguir la mayor suma posible, no para ayudar al que lo necesitaba.

Se llegó incluso, a que el Colegio entregara el dinero de la comida de un día a la causa, mientras que los niños debían traerse un bocadillo de casa. Bueno, no pasa nada porque un día los niños coman un bocadillo en vez del menú diario, pero es que no había opción. No tenías el elemental derecho a no estar de acuerdo y me da la impresión de que en toda esta historia es esencial la libertad de elección, uno debe ser libre para ser solidario porque si no, no hay solidaridad que valga, es como pagar un impuesto redistributivo, que no está mal pero no es lo mismo.

Todo esto me hizo pensar un día, mientras paseaba entre los puestos de venta entre las alegres madres disfrazadas de mesoneras o de damas medievales, buscando los trabajos de mis hijos para comprarlos, que no era el día de la solidaridad lo que habíamos organizado sino el día de la caridad. Palabra que ha sido sustituida del lenguaje usual por tener en la actualidad peor prensa. No se suele oír “soy caritativo” pero si que se escucha, “yo soy solidario”.

Según el diccionario de la Real Academia la palabra caridad tiene ocho acepciones, de las cuales, tres me parecen interesantes con relación al asunto que estamos tratando.

En primer lugar el diccionario dice que la caridad es “una de las tres virtudes teologales que consiste en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. Aquí el hecho de dar lo que te sobra al que no tiene está implícito, no se alude directamente, si quieres al prójimo como a ti mismo se supone que le vas a ayudar en lo que puedas pero siempre bajo la óptica de que la mayor parte de tu amor debe estar dirigido hacia Dios, cuyo reino – por cierto según Sus propias palabras – no es de este mundo. Esta definición es la de caridad cristiana.

El segundo significado que nos interesa, que coincide con la tercera acepción de la palabra, hace también referencia a la caridad religiosa pero es mucho más directa, el diccionario dice: “limosna que se da, o auxilio que se presta a los necesitados”. Aquí la palabra limosna significa – siempre según nuestra Academia – “dinero, alimento o ropa que se da a los indigentes”. En esta definición ya se entra en materia y se alude directamente al hecho de que alguien que puede permitírselo ayuda a alguien que lo necesita. Y esa ayuda tiene implícito un cierto sentido de verticalidad y de distancia. De verticalidad pues el que está en mejor posición ayuda al que está más abajo socialmente, ya que se sobreentiende un cierto orden social, se sobreentiende la existencia de una estratificación social. De distancia porque el donante puede poner un cómodo espacio entremedias ya sea geográfico o social.

El tercer significado, que es la cuarta acepción de la palabra caridad, es el que más se acerca a la palabra solidaridad, el diccionario dice: “actitud solidaria con el sufrimiento ajeno”. Esta es la definición que más me gusta pues, a fuer de ser genérica, no entra en diferencias sociales, cualquiera puede ser solidario con el sufrimiento de otro, un pobre podría – según esta definición- tener caridad de un rico, pues hay que hay que tener en cuenta aquello de que los ricos también lloran, menos que los pobres es verdad, pero el destino acaba dando golpes a todos. Esto me recuerda aquella letra de Facundo Cabral (1), “pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo”.

Así que culturalmente atribuimos a la palabra caridad por un lado un sentido religioso y, por otro, una cierta verticalidad entre el que puede permitirse la ayuda y el que la necesita. Y por eso no es bien vista la palabra fuera de los pórticos de las iglesias. Es una palabra que parece corresponder con otra época, cuando no había seguridad social, sólo la beneficencia que de manera incompleta, pues eran mucho mayores las necesidades que los remedios, proporcionaban algunas instituciones entre las que destacaba la Iglesia y sus órdenes religiosas que casi disponían de un monopolio en esto de ayudar al prójimo. Era la época anterior a los tiempos democráticos, antes de que el Estado asumiera como derecho de los ciudadanos la atención sanitaria, la educación y el derecho a un trabajo digno. Ideológicamente la caridad pertenece al Antiguo Régimen.

Época a la que parece que volvemos a pasos agigantados gracias a los asesinos de lo público que - con nuestra complicidad, la de los ciudadanos aletargados - imponen dogmas no comprobados en la práctica que lo que esconden es una estrategia para convertir estos derechos en negocio, y volver a pagar por la sanidad, por la educación y porque el trabajo sea tan escaso que haya un ejército de trabajadores de reserva (2). Dicho de otra manera, que el que pueda lo pague, y el que no, a la beneficencia.

La palabra solidaridad, en cambio, ha ido con el tiempo adquiriendo cierto prestigio, en la misma medida en que la palabra caridad lo perdía. Según la Real Academia solidaridad es “la adhesión circunstancial a la causa de otro”. Aparte de ser terriblemente genérica la definición, en ninguna parte se dice que una causa solidaria implique la donación de bienes, puede también ser apoyo moral o la toma de una determinada posición ética o política.

Sin embargo, en el lenguaje usual, la palabra solidaridad tiene un sentido de ayuda entre iguales, tiene un aire de horizontalidad donde caridad tiene un sentido de verticalidad. Cuando se habla de un motor o – en sentido figurado de un equipo de trabajo -, se habla de funcionamiento solidario entre sus partes que deben actuar a un mismo tiempo y ritmo para que el conjunto funcione correctamente. En el derecho se habla de obligación solidaria cuando las partes deben realizar alguna acción de manera conjunta como por ejemplo el pago de una deuda.

Ese sentido de colaboración solidaria se aprecia en la sociología de Durkheim (3) que la utilizó para su análisis del trabajo social. A Durkheim le encantaba usar una analogía organicista de la sociedad, ésta para él, estaba formada por distintas estructuras sociales que trabajaban conjuntamente, de manera solidaria, para su estabilidad y buen  funcionamiento. El trabajo social, en esta visión, se presenta como algo así como el trabajo colaborativo de los órganos de un cuerpo biológico o el funcionamiento de los engranajes de una maquinaria.

Emile Durkheim, uno de los padres de la sociología 



Para Durkheim existen dos tipos ideales de sociedad. El tipo más primitivo, caracterizado por la solidaridad mecánica, presenta una estructura social indiferenciada con poca o ninguna división del trabajo. El tipo más moderno, caracterizado por la solidaridad orgánica, presenta una mayor y más refinada división del trabajo.

Su interés al abordar la cuestión de la solidaridad era descubrir lo que mantenía unida a la sociedad. Una sociedad caracterizada por la solidaridad mecánica se mantiene unificada debido a que la totalidad de sus miembros tienen aptitudes y conocimientos similares.

Por el contrario una sociedad caracterizada por la solidaridad orgánica se mantiene unida debido a las diferencias entre las personas, ya que tienen diferentes tareas y responsabilidades. Toda vez que cada persona realiza en la sociedad moderna una gama de tareas relativamente pequeña necesita a otras muchas para poder vivir.

Por tanto, para Durkheim, la sociedad moderna se mantiene unida por obra de la especialización de las personas y de la necesidad de los servicios de otras muchas, en un funcionamiento que calificó como solidario.

Volviendo a esta pequeña historia de la caridad y de la solidaridad, la palabra solidaridad tiene un olor a lucha obrera, a las aportaciones de los trabajadores para aguantar las estrecheces derivadas de las huelgas. El prestigio de la palabra solidaridad se cimentó en aquellos conflictos que enfrentaron al movimiento obrero con los patronos en la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX. Obreros que rechazaban la caridad del Estado de beneficencia preindustrial y porfiaban por sus derechos, por conseguir lo que ahora disfrutamos desde las vacaciones y la jornada de ocho horas, hasta las ya citadas sanidad y educación. Era la solidaridad obrera. Aquellos obreros no querían ni oír hablar de la palabra caridad.

Conforme el capitalismo fue adquiriendo rostro humano, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, y las conquistas obreras se fueron institucionalizando, es decir, cuando el Estado las fue incorporando a su acervo constitucional convirtiéndose en el Estado Social y Democrático de Derecho, la caridad fue perdiendo terreno. Si el ciudadano tenía derechos sociales y económicos, aparte de los civiles, no tenía sentido la beneficencia y la caridad, las personas tenían la protección del Estado, su bienestar no tenía por qué depender de particulares ni de instituciones privadas como las religiosas. Ideológicamente la solidaridad pertenece al Estado de Bienestar.

En este razonamiento lo que falla es que, a pesar del progreso económico de esta segunda mitad del siglo XX, seguía habiendo desigualdad social y un claro desfase entre medios y necesidades, con lo cual  aunque los derechos sociales eran recogidos por las constituciones más modernas y el Estado se erigía en Estado de Bienestar, seguía habiendo personas que no encajaban, personas abandonadas y necesitadas de ayuda, privada o pública.

A finales del siglo XX también la Iglesia católica se apuntó a la moda de la solidaridad, sin perder de vista su visión de la caridad como virtud teologal por supuesto, la doctrina social de la Iglesia incorporó el principio de solidaridad en la encíclica de Juan Pablo II “Sollicitudo rei socialis”. Esta encíclica la define como el conjunto de aspectos que relacionan o unen a las personas, la colaboración y la ayuda mutua que ese conjunto de relaciones promueve y alienta que deben partir de los valores evangélicos y que deben contribuir al crecimiento, progreso y desarrollo de todos los seres humanos. La solidaridad es necesaria, según este documento, especialmente para con los más necesitados sean países o personas.

Y ahora nos encontramos en un momento de transición, el milenio nos ha devuelto hacia atrás. Aquí, en nuestra casa, nuestra Constitución sigue teniendo el Título I Capítulo 3º en el que se habla de los derechos sociales y económicos pero cada vez más son papel mojado. Nuestro sistema económico, más global que nunca, nos impone la austeridad donde parece ser más fácil, sobre las personas más desfavorecidas, porque no son rentables cuando se busca la eficiencia económica como logro del beneficio a cualquier precio y no la mejor distribución de la riqueza. Se privatiza todo, por lo tanto también se privatiza la ayuda al otro, el que quiera ayudar que se lo pague.

Cuando era joven, la muerte prematura de mis padres me puso prácticamente en una situación de indigencia. Me pilló en una edad apta para el trabajo pero demasiado joven como para haber aprendido un oficio, en una época – la segunda crisis del petróleo - en la que el paro juvenil también alcanzaba cotas astronómicas, aunque bien es verdad que no llegamos a las cifras actuales.

Entonces no tenía yo preocupaciones filosóficas, la pregunta que me atormentaba era acerca de lo que comería al día siguiente, esto es lo que tiene la mera subsistencia, que mata a la filosofía. En esta situación, me salvó la amistad de los amigos de verdad, la magnífica solidaridad de unas cuantas personas, e, incluso, la bendita caridad de otras. El necesitado de verdad no se puede permitir el lujo de tener orgullo, lo único que realmente se puede permitir es aceptar la ayuda venga de quien venga y de la forma que venga, sea solidaria o caritativa.

Por lo tanto, si me preguntáis sobre si es mejor la solidaridad que la caridad os contestaré que prefiero la solidaridad, en eso estoy con la opinión generalizada, pero que la caridad no tiene para mí el sentido peyorativo que ha alcanzado, no por el trasfondo religioso que tiene que yo soy bastante descreído, sino porque – mientras el mundo sea tan desigual entre las personas de distinta clase y distinto país - lo importante realmente es ayudar. Pero también pienso que debe llamarse al pan, pan, y al vino, vino, y no disfrazar a la caridad tildándola de solidaridad. Eso sí que es una moda y un encubrimiento que tranquiliza conciencias pero contribuye a mantener el status quo.


Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo


Agradecimientos
A la asociación profesional Las Llaves de Oro de España de conserjes de grandes hoteles porque cuando falleció uno de ellos, mi padre, me demostraron  con creces su solidaridad cuando más lo necesitaba. En especial querría nombrar a su presidente de entonces Jaime Balmori.
A algunos amigos de mi padre ya fallecidos que me ayudaron a pesar de haber sido a sus ojos un jovencito incrédulo, sabelotodo e “izquierdoso”.
Y a mis amigos de toda la vida y sus familias, a los que no agobiaré con más dedicatorias pues ya han aguantado varias.


Notas:

(1)    Facundo Cabral fue un cantautor, poeta, escritor y filósofo argentino. Su multifacética obra, no exenta de fino humor, estuvo siempre guiada por la crítica social. Para obtener más información sobre su obra o vida pulsa aquí.
No me resisto a dejaros aquí una interpretación de Facundo Cabral


(2)    Carlos Marx acuñó el término “ejército industrial de reserva” si quieres más información puedes mirar aquí.
(3)    Emile Durkheim fue un gran sociólogo francés, considerado junto a Carlos Marx y Max Weber uno de los padres fundadores de la sociología como ciencia. Fue el que estableció la sociología como disciplina académica y probablemente fue el primer sociólogo funcionalista. Para obtener más información pulsa aquí.


Bibliografía

Diccionario de la Real Academia Española. Vigésimo segunda edición. 2001.
http://lema.rae.es/drae/

Teoría sociológica clásica. Tercera edición.
George Ritzer
McGraw-Hill
Madrid 2001

Wikipedia
La Enciclopedia Libre
http://es.wikipedia.org



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11 comentarios:

  1. Me quito de nuevo el sombrero, señor sociólogo, ante una gran reflexión de algo que por supuesto no se me habría ocurrido pararme a pensar en ningún momento, y que te hace ver las cosa sino de otro modo, si bajo otro prisma.

    Gracias tío grande

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  2. Gracias de todo corazón Juan, comentarios como este animan a seguir escribiendo.

    Un abrazo

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  3. Enhorabuena , por el articulo una buena llamada de atención sobr dos terminos que aunque se que son distintos ,yo uso los indistintamente. Carolina

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  4. Gracias Carolina y si eres la Carolina q creo q eres enhorabuena por lo q tu ya sabes.
    Un beso

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  5. En estos tiempos sombríos cada vez se lleva más aplicar aquello de que "la caridad bien entendida empieza por uno mismo".

    Los que tienen poder, los que mandan, esos que antes se llamaban poderes fácticos y ahora son los "liberales garantes de la competitividad", esos tienen como objetivo que nuestro mundo sea cada vez menos solidario y más caritativo ...

    Igual por eso se explica el empeño del señor Wert de volver a meter el estudio del catecismo en nuestras escuelas, no se nos vayan a olvidar las virtudes teologales. (A mí, desde luego no me quitan la esperanza).

    Un abrazo de uno de los mencionados.

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  6. Completamente de acuerdo amigo de toda la vida, desde que la caridad bien entendida debe empezar por uno mismo, no se debe uno despojar a si mismo sino dar lo q sobra o, como mucho, compartir, hasta lo del Sr. Wert y su política educativa q llevaría al escándalo en países tan poco sospechosos de izquierdismo como los Estado Unidos, en donde existe un completa separación Iglesia-Estado.

    Un fuerte abrazo

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  7. Pues sí, a veces se confunden términos similares que indican cosas muy diferentes.

    Yo como sabes soy solidario, pero nada caritativo. Ayudo a gente que sufre sin merecerlo, pero a la vez pienso que “el que quiera peces, que se moje el culo”.

    Enhorabuena por el artículo


    Maquilón

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  8. Gracias Maquilón sé que eres solidario lo has demostrado muchas veces. Además tu siempre has distinguido entre ambas cosas

    Un abrazo

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  9. Cuando you iba a la uni, en una pared del casco viejo de Bilbao habia una pintad que decia: "Contra la caridad cristiana, la solidaridad obrera". Y estuvo ahi una eternidad. Yo creo que nadie se atrevia a borrarla o a pintar encima. Esta noche lo he gugleado y he llegado hasta aqui.

    Resumes bastante bien el tema. Yo odio la "caridad" con toda mi alma. y que a las ONGs aqui, en el Reino Unido, las llamen "charities" me hace hervir la sangre.

    Tiene gracia que "caridad" no sea "politicamente correcto" hoy en dia por el origen de la palabra. Pero "solidaridad" pasa la criba. Supongo que sera por que no conocen el origen de esta...

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  10. hola necesito ayuda acerca de este texto, responder algunas preguntas

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  11. Pero hay un gran problema:

    la caridad es algo voluntario, que nace del corazón, es el deseo de querer parchar de manera parcial e inmediata el mal que aqueja a una persona, por ejemplo el de darle dinero a los limosneros en la calle, les ayuda parcialmente porque les da lo que ellos quieren, algo que los llene por cierto tiempo, pero no lo resuelve; y no por eso es malo.

    la solidaridad, también debe ser voluntaria, pero gracias al lanzamiento de ideologías colectivistas centralistas (socialismo) ha generado un endurecimiento hacia el apoyo a los débiles, debido a que un porcentaje de los impuestos va, supuestamente, directo a la gente de escasos recursos para que, en teoría puedan nivelarse.

    pero el resultado es peor de lo que muchos imaginan: los pobres no quieren salir de su miseria porque perderían el privilegio de tener un subsidio sin trabajar, hay más sueldos pequeños e inflaciones que quitan el sentimiento de prosperidad a tal grado que es mejor "no trabajar".

    Considero más noble ser caritativo que ser solidario, más por los resultados que por los ideales.

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