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Los Tipos de Sociedades II. La Sociedad Industrial

Este artículo es continuación de "Los Tipos de Sociedades I. Sociedades Preindustriales"




En la primera parte de este artículo, comenzamos el trabajo de describir los tipos de sociedades reales que han ido sucediéndose en la historia.

Utilizamos para ello el enfoque del sociólogo norteamericano Gerhard Lenski (1) que se basa en lo que él denomina  evolución sociocultural, es decir, el estudio de los cambios sociales que se suceden cuando una sociedad adquiere nuevos conocimientos, sobre todo, los cambios tecnológicos.

De esta forma se han ido sucediendo las sociedades de cazadores recolectores - que se dedicaban a cazar animales y recolectar los alimentos silvestres que la naturaleza proporciona -, las primeras sociedades agrícolas y de pastores – que desarrollaron la horticultura y el pastoreo – , las sociedades agrarias o estados tradicionales – que desarrollaron la agricultura extensiva. Estos tres son los tipos de sociedades que hemos visto hasta ahora. En este artículo haremos una descripción de las sociedades industriales.

Antes de la sociedad industrial se vivía en comunidades estables. La gente nacía, crecía, trabajaba, se casaba y moría como había hecho la generación anterior, como sus abuelos y bisabuelos. No había grandes cambios, se obedecían a los mismos poderes, el señor era el señor, al señor lo sucedía su hijo y a éste el nieto. Las ideas que gobernaban el mundo eran prácticamente las mismas, Dios – o los dioses paganos anteriormente - te había puesto en tu lugar y Él sabía por qué, y a ver quién era el guapo que discutía ese orden divino. Las personas de aquellos entonces no viajaban, raramente salían de su comarca, conocían su aldea, las aldeas vecinas y el pueblo importante más próximo, en donde se celebraban, los días de mercado, las ferias donde colocar los productos que obtenían de la cosecha o del ganado.

A finales del siglo XVIII tuvo lugar una gran transformación tecnológica con el empleo de maquinaria especializada que venía a sustituir a la fuerza muscular de las personas y de los animales de carga. Esta revolución vino marcada por el desarrollo de la máquina de vapor y por las fábricas como lugares de producción de los bienes llenando el paisaje con altas chimeneas humeantes.

En pocos años, las personas se vieron afectadas por estos cambios, se mudaron de lugar de residencia, el campo se empezó a vaciar y las ciudades a llenar, las gentes cambiaron su forma de trabajar, sus estilos de vida, sus costumbres y sus ideas. No estoy seguro de que las nuevas formas de vivir fueran más fáciles que las de antaño pero estoy seguro de que la sencillez de la sociedad preindustrial se fue perdiendo. La sociedad se hizo mucho más compleja.

Tal complejidad, la cuestión social decían, hizo que entre los pensadores  se fuera difundiendo un sentimiento de “sociedad en crisis”. La reflexión sobre la sociedad se convirtió en foco de atención del pensamiento en un momento en que la ciencia estaba alcanzando un enorme prestigio como explicación del mundo, e incluso, como solución a los problemas prácticos. La ecuación estaba planteada y la solución era inmediata, la aplicación del método científico al estudio de la sociedad: la sociología. Y desde entonces, hace casi doscientos años, andamos los sociólogos dando explicaciones acerca de esa “sociedad en crisis”.

A finales del siglo XIX se volvió a dar una nueva vuelta de tuerca a esto de la industrialización. Se desarrollaron nuevas tecnologías basadas en el uso industrial de la electricidad y de los combustibles fósiles como fuentes de energía. Las ciudades crecieron más y el desarrollo de los transportes -  los barcos de vapor y el ferrocarril -  empezó a empequeñecer el mundo. Nació el capitalismo financiero y los holdings de empresas. Es lo que algunos autores denominan la segunda revolución industrial.

Y todavía habría de venir una tercera. Durante el siglo XX, el teléfono, la radio y más tarde la televisión explican la emergencia de la cultura de masas. La aviación comercial empequeñeció más aún al mundo dejando casi todos los destinos a golpe de unas horas.

Y al final del siglo, el uso cada vez más extensivo de los ordenadores que han multiplicado la capacidad de proceso de la información hasta límites insospechados, es lo que ha dado lugar a la revolución informática – esa tercera revolución de la que hablábamos - que nos está llevando a otro modelo de sociedad, la sociedad posindustrial, pero de eso hablaremos en el artículo siguiente.

Pero, ¿cómo afectaron estos cambios tecnológicos a la vida de las personas?. En las sociedades industriales el trabajo se ha transformado radicalmente. Si en la mayoría de las sociedades agrarias las personas trabajaban en el campo o en sus casas, en las sociedades industriales la mayoría de las personas comenzó a trabajar por cuenta ajena y en fábricas. Gracias a ello, los vínculos de parentesco, la familia patriarcal extensa de las sociedades agrarias, los valores tradicionales, las creencias, las costumbres y si me apuráis, esa forma lírica de expresarse y esa sabiduría secular que tiene el campesino, todo ello característico del mundo rural, perdió importancia hasta casi desaparecer y parece tan solo interesante para los antropólogos y los folcloristas.

La industrialización ha creado sociedades más prósperas, si bien, al principio de la revolución industrial las condiciones sanitarias en las ciudades y en los núcleos industriales de Europa y Norteamérica eran muy malas, los salarios muy bajos, horarios de trabajo eternos y empleo infantil muy generalizado. En definitiva,  las condiciones de vida de la primera fase de la industrialización eran  muy malas.

Sin embargo, en el período que transita entre los siglos XIX y XX, las condiciones sanitarias mejoraron con el perfeccionamiento de las medidas higiénicas y de la tecnología médica, lo que produjo un descenso notable de la incidencia de las enfermedades infecciosas, un aumento de la esperanza de vida y, con ello, un aumento de la población. Todo un cambio en el régimen demográfico.

La industrialización produjo también fuertes movimientos migratorios del campo a la ciudad que es dónde se concentraron las fábricas. Así, mientras que en las sociedades agrarias sólo una de cada diez personas vivía en la ciudad, en las sociedades industriales tres de cada cuatro personas viven en centros urbanos.

Se produjo una mejora notable en el nivel de la vida de las clases trabajadoras y un aumento del tamaño de las clases medias, pero no fue por generosidad o magnanimidad, sino que fue consecuencia de una estrategia de expansión del mercado debido al aumento en la producción de bienes. La razón era que si había mayor volumen de unidades de un producto cualquiera - debido a la tecnología de ensamblaje - había un excedente de lo producido que superaba la capacidad de consumo de la élite económica, de las clases altas que eran hasta entonces las  tradicionales y únicas consumidoras de tecnologías. Es decir, se daba un fenómeno que la socióloga Saskia Sassen (2) denomina lógica de inclusión en el sistema. Al sistema político-económico le interesaba incluir a los trabajadores como consumidores. Por lo tanto, tenían que disfrutar de mejores condiciones, entre ellas, un salario más alto.

Tampoco fue ajena a esta mejora en las condiciones de los trabajadores la lucha del Movimiento Obrero, que comenzó a mediados del siglo XIX con vocación internacionalista, protagonizando la lucha contra las clases dominantes de los distintos países – todavía éstas, divididas por las fronteras y ocupadas en la dominación de sus respectivas economías – facilitando la consecución de las conquistas sociales, desde la jornada de ocho horas a las vacaciones pagadas, de las que disfrutamos hoy en día y que, como biznietos mimados, miramos como si estuvieran ahí desde el momento de la creación del mundo.

El sistema alcanzó su madurez después de la Segunda Guerra Mundial bajo el Estado del bienestar en el que se desarrolló una forma de capitalismo de rostro humano. Gracias al Estado del Bienestar, por primera vez en la historia, las pensiones, la seguridad social, el seguro de desempleo, la educación gratuita y otras medidas de este tenor establecieron una red de cobertura que permitió que las familias, sin tener en cuenta diferencias de renta, pudieran vivir el presente sin la angustia de un porvenir incierto. La pobreza seguía siendo un problema importante, siempre hubo una subclase  (3) que no acabó de entrar en el sistema, pero comparada con situaciones anteriores las cosas mejoraron notablemente.

Aparece entonces un obrero especializado con un estatus mayor al proletariado de la primera industrialización y también surge la clase media del modelo norteamericano que se transformará en la cara visible del arquetipo del “american way of life”. 

La idea de la producción en cadena produjo transformaciones sociales y culturales que podemos resumir en la idea de la cultura de masas. Se produjo una expansión interclasista del consumo que derivó en nuevos estímulos y códigos culturales, la sociedad del consumo la llamamos.  La movilidad geográfica y laboral generó una mayor diversidad cultural, esto se muestra en la formación de una enorme variedad de culturas, subculturas y contraculturas (4).

La industrialización ha transformado la institución familiar. Ha perdido importancia la familia extensa, que incluye a los abuelos, a los hermanos y las esposas, las hermanas y los esposos, tíos y sobrinos. Estas familias extensas, antes de la revolución industrial, tenían un interés económico, eran unidades de producción, todos trabajaban el campo compartiendo recursos, como propietarios, como arrendatarios o, simplemente, como jornaleros; y trabajaban desde niños hasta ancianos. A veces incluso la aldea entera estaba formada por familias extensas que formaban un clan (5). Por lo que los lazos de parentesco eran muy importantes y no se deshacían a no ser por los fallecimientos que por otra parte eran muy comunes, sobre todo eran muy altas la mortalidad infantil y la de las mujeres.

Las familias nucleares, formada por la pareja y los hijos, han sustituido a la familia extensa. Las familias han dejado ser unidades de producción para convertirse en unidades de consumo. Su papel como agente de socialización - es decir, como ámbito de transmisión de conocimientos, valores y creencias de generación en generación – ha disminuido a favor de otras instituciones como el sistema educativo. 

Otro cambio social muy importante que ha surgido en las sociedades industriales a partir de mediados del siglo XX es la incorporación de la mujer al mundo del trabajo, que ha brindado la oportunidad a las mujeres de salir de su casi única condición de ama de casa. Este cambio ha traído a su vez una disminución de las diferencias de género, sin acabar del todo con ellas pues todavía subsisten áreas de la vida en las que la secular posición subordinada de la mujer no ha sido resuelta. Se ha producido un aumento de la presencia de la mujer en puestos que antes le eran inalcanzables.

La independencia económica alcanzada por las mujeres también ha modificado el equilibrio de poderes en las parejas y, en combinación con el desarrollo de los métodos anticonceptivos,  ha introducido cambios en los comportamientos sexuales, así como en la educación de los hijos y en la estructura de las familias, fenómeno al que no es ajeno un aumento en el número de divorcios y una disminución de los índices de natalidad.

Todo esto se ha visto favorecido por el surgimiento de una ideología específica en la defensa de las aspiraciones de la mujer, el feminismo, movimiento social cuyo objetivo ha sido terminar con la discriminación por razón de género. El feminismo comenzó a finales del siglo XIX luchando por cuestiones que hoy nos parecen básicas como el voto femenino o la admisión de las mujeres en las universidades y, según se iban cumpliendo hitos, ha ido añadiendo nuevas reivindicaciones a sus programas hasta nuestros días.

A partir de la década de 1950, las sociedades industriales han tomado conciencia de que la producción en masa implica un consumo desaforado de recursos naturales y con esta idea se ha desarrollado una ideología  de protección de la naturaleza: el ecologismo. Una parte importante de la sociedad es sensible a esta necesidad de protección de los recursos naturales y de la naturaleza en general y propugna un desarrollo económico sostenible de manera que nuestros descendientes no reciban un planeta esquilmado y yermo. Este es un problema que todavía no está resuelto, el balance entre consumo y recuperación de los recursos sigue estando inclinado del lado del consumo y no parece que se le vea solución inmediata. Algunos autores, como Ernst Von Weizsäcker (6), piensan que, mientras el siglo XX ha sido el siglo del dinero - y yo pienso que todavía estamos en ello -, el siglo XXI acabará siendo el siglo de la ecología.

Por último, no querría dejar de hablar de los sistemas políticos de las sociedades industriales, que comenzaron siendo regímenes liberales a principios de la revolución industrial y acabaron transformándose – no todas por desgracia - en democracias liberales. En cualquier caso, democracias o no, las sociedades industriales han construido sistemas políticos mucho más desarrollados y concentrados que las formas de gobierno de los Estados agrícolas tradicionales. La interacción entre las sociedades industrializadas y sus sistemas políticos puede contemplarse desde dos puntos de vista.
En primer lugar, en opinión de Anthony Giddens (7), se ha producido un reforzamiento del estado-nación que había visto sus inicios con el comienzo de la Edad Moderna. Con la industrialización y la consiguiente mejora de los transportes y las comunicaciones- de la que ya hemos hablado en párrafos anteriores como causa de otros fenómenos sociales – favoreció la creación de una comunidad nacional más integrada dando lugar a estados-nación cuyos gobiernos disfrutan de amplios poderes sobre numerosos aspectos de la vida de los ciudadanos y desarrollan leyes que se aplican a todos los que viven dentro de sus fronteras. De manera que las autoridades políticas tienen influencia directa en las costumbres y hábitos de la mayor parte de los habitantes de sus territorios.

En segundo lugar, en opinión de Macionis y Plummer (8), la industrialización trajo consigo la necesidad de trabajadores más cualificados lo que a su vez ha provocado que las sociedades industriales dedicaran una parte de sus recursos a la educación de sus miembros. De aquí a la exigencia de derechos políticos hay sólo un paso y existe una correlación entre las sociedades industriales  y  las sociedades consideradas como democráticas cuyos ciudadanos cuentan con unos derechos políticos desconocidos en épocas anteriores. Y en aquellas sociedades industriales que no han desarrollado formas de gobierno democráticas se han producido demandas y expectativas de democratización, baste señalar como ejemplo uno que nos toca muy de cerca, las demandas democratizadoras durante los últimos años del franquismo, pero hay muchos otros ejemplos en Europa del Este y Asia.

Con la industrialización las sociedades han experimentado el mayor cambio desde el neolítico. Desde la revolución industrial parece como si la historia hubiera pisado el acelerador y,  en las últimas décadas, los cambios se sucedan tan rápidamente que los que ya tenemos unos años apenas reconocemos a la sociedad de nuestra infancia y nos cuesta cada vez más adaptarnos a los cambios que nos toca vivir. Algunos autores consideran que hemos cambiado a un nuevo modelo de sociedad, a un nuevo paradigma, la sociedad posindustrial, que veremos en el siguiente artículo. 

Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo

Este artículo se continúa en "Los Tipos de Sociedad III. L Sociedad Posindustrial"

Notas:

  1.  Gerhard Emmanuel Lenski (nacido el 13 de agosto 1924 en Washington DC) es un sociólogo norteamericano conocido por sus contribuciones a la sociología de la religión, la desigualdad social y la teoría ecológico-evolutiva.
  2. Saskia Sassen (La Haya, Países Bajos, 1949) es una socióloga, escritora y profesora neerlandesa. En 2013 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales.
  3.  El concepto de subclase fue acuñado por el sociólogo norteamericano Charles Murray, pero ha recibido varios nombres a lo largo de la historia de la sociología, Marx hablaba de “proletariado lumpen” o lumpenproletariat, otros han hablado de “clases peligrosas” formadas por indigentes, mendigos y marginados. Marx daba bastante caña a este colectivo, no le parecía que fueran a hacer ningún tipo de revolución, eran casos perdidos. Últimamente se está manejando el término “precariado”
  4.  Sabemos por experiencia que muchas sociedades son multiculturales, en muchas naciones existen múltiples creencias, visiones del mundo, formas de hacer las cosas. En España, por ejemplo, tenemos diferentes lenguas, culturas y tradiciones no exentas de tensiones entre ellas, pero es que además, con los grandes procesos migratorios, hay comunidades musulmanas, latinoamericanas que han traído sus propios patrones culturales convirtiendo a la sociedad española en claramente multicultural compuesta de distintas subculturas. El término subcultura hace referencia a las manifestaciones culturales que distinguen a un segmento de la población. Se puede hablar de subcultura de la juventud o de subcultura gay pero otras subculturas tienen su origen en la etnicidad,  la religión o clase, como por ejemplo, las subculturas judía, católica o protestante en una sociedad multirreligiosa como la de los Estados Unidos. A menudo consideramos como cultura dominante a la cultura de los segmentos dominantes de una sociedad, pero este término no es muy del agrado de muchos sociólogos y antropólogos pues de alguna manera el término menosprecia al resto. La diversidad cultural también puede manifestarse en forma de rechazo u oposición a los valores de una sociedad. Este tipo de manifestaciones culturales contrarias a los valores dominantes de una sociedad se le denomina contracultura.
  5. Según el diccionario de la Real Academia un clan es un grupo predominantemente familiar unido por fuertes vínculos y con tendencia exclusivista. Para la antropología social es un grupo de gente unida por lazos de parentesco y ascendencia, vinculado por la percepción de ser descendientes de un ancestro común.
  6. ErnstUlrich von Weizsäcker (nacido el 25 junio de 1939 in Zürich, Suiza) es un científico y político alemán
  7.  Anthony Giddens (Londres, Inglaterra, 18 de enero de 1938) es un sociólogo inglés, reconocido por su teoría de la estructuración y su mirada holística de las sociedades modernas. También adquirió gran reconocimiento debido a su intento de renovación de la socialdemocracia a través de su teoría de la Tercera Vía. Es considerado como uno de los más prominentes contribuyentes modernos en el campo de la Sociología, es autor de al menos 34 libros publicados en no menos de 29 idiomas —publicando en promedio más de un libro por año—. También se lo ha descrito como el científico social inglés más conocido desde John Maynard Keynes.
  8. JohnMacionis es profesor de sociología en el Kenyon College en Ohio, EEUU. KenPlummer es profesor de sociología en la Universidad de Essex, Reino Unido.

Bibligrafía:

Sociología
Anthony Giddens
3ª Edición
Alianza Editorial
Madrid 2000

Sociología
John J. Macionis y Ken Plummer
Paerson-Prentice Hall
Madrid 2005

Conceptos Fundamentales de Sociología
Roberto Garvía
Ciencias Sociales
Alianza Editorial
Madrid 2003

http://es.wikipedia.org

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4 comentarios:

  1. Muy interesante la visión sociológica de una sociedad industrial que yo conocía más bien desde el punto de vista meramente histórico aunque también las grandes novelas han hecho tanto para enseñarnos como fue. Me apetece mucho leer el post que anuncias sobre la sociedad posindustrial para tener una perspectiva más distanciada y científica de nuestra época en la que, como bien dices, los cambios se suceden a un ritmo vertiginoso.

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  2. Muchas gracias Teresa. Precisamente el problema que se plantea al describir a la sociedad posindustrial es que estamos precisamente en ella y no hay perspectiva histórica. En fin a ver que tal sale, espero que no te decepcione.
    Un abrazo

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  3. JC: Sencillamente excelente.

    Debería ser de lectura obligatoria sobre todo para aquellos que tras las últimas elecciones democráticas han vuelto a desempolvar términos como: involución, cartilla de racionamiento, crisis de valores,… con burdas descalificaciones de todos aquellos que no opinan igual.

    Expones con detalle la evolución de la sociedad y del ser humano, desde distintas facetas. A pesar de lo que se va dejando por el camino, se deduce una mejora o, al menos, avance generalizado de todos los aspectos, siempre con matices.

    Ansío el próximo artículo para ver sin da respuesta a una pregunta: ¿es posible un retroceso en la evolución sociológica? Pues es la sensación que a algunos nos queda con la proliferación de ciertos localismos.

    GRACIAS.
    Juan cho

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  4. Gracias Juan Cho, claro que es posible un retroceso, siempre cabe ir a peor, de hecho creo que en los últimos 30 años hemos ido a peor con respecto a los 30 anteriores, pero el progreso tiene sus altibajos, ¡qué duda cabe!.
    Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo

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