¿Por qué demonios IU no saca nunca los diputados que le corresponden?



Zamora. Parte vieja de la ciudad desde la otra orilla del río Duero (foto Wikipedia)
Por motivos familiares me considero hijo de la ciudad de Zamora y, si tengo que hacer una escala de la posición de las ciudades en mi corazón, he de ponerla en segundo lugar inmediatamente después de la ciudad que me vio nacer, Madrid.

Zamora es una gran desconocida, se me antoja que de las más desconocidas de España. Es una joya en medio de los páramos de Castilla y León a orillas del río Duero que es el pintor de su trazado, ciñéndola entre sus curvas. Visigótica, medieval, fortificada, románica – es la ciudad que más arquitectura románica atesora -, modernista – no como el modernismo de Barcelona evidentemente pero encuentras verdaderas sorpresas en sus edificios-, pobre pero orgullosa, hidalga.

Aquéllos que no la conocéis os la estáis perdiendo cuando sólo tendríais que tomaros un día para apreciarla, para pasear por sus calles empedradas, para comer arroz zamorano acompañándolo con vino de Toro en sus bien provistas tabernas, para hablar con sus gentes sencillas. Reparad vuestro error e id cuanto antes.

Esa pobreza de la que hablo hace que los jóvenes lleven generaciones abandonando su tierra, hacia Madrid, hacia Barcelona, al País Vasco, a Valladolid, a Salamanca. Huída a la búsqueda de un sitio en donde estudiar, donde trabajar, donde prosperar.

La emigración hace que la población se estanque y, con ella, la industria y el comercio, lo que vuelve a generar la necesidad de emigrar y empezamos de nuevo el círculo vicioso. Además de la economía se estanca el censo electoral, con lo que se cae en una amarga contradicción que consiste en que para elegir un diputado por Zamora son necesarios muchos votos menos que para elegir un diputado por Madrid, así que en cierto modo el peso del voto zamorano es superior al del voto madrileño, aunque de este curioso fenómeno los zamoranos no se benefician en nada.

Hace poco vivimos la noche electoral del 20 de noviembre, la noche de las elecciones generalísimas. Otra vez vimos a los portavoces de Izquierda Unida – a los que ahora se han añadido los de Unión Progreso y Democracia – quejarse con amargura del sesgo entre los votos que han recibido y los escaños que les han asignado. Es ya una tradición, pero esta vez, con la caída del Partido Socialista a niveles nunca antes vistos y la movilización del 15-M que ha incorporado la reforma del sistema electoral como una de sus reivindicaciones, se ha hecho más intenso el debate, más personas han opinado y, aunque sólo sea por una cuestión estadística, más tonterías se han oído.

Vamos a intentar analizar el porqué de todo esto, más allá de los comentarios apresurados de alguno de los tertulianos que, ya sean de radio, televisión o taberna, constituyen una de enfermedades crónicas de España. Vamos a intentar hacerlo de manera científica, suprimiendo lo accesorio y aburrido y centrándonos en lo importante. Vamos a dotarnos de argumentos con los que acallar al sabihondo sobrevenido, al cuñado enterado, al vecino exaltado o al taxista copista que nos recoge en el aeropuerto, que todos tenemos algún castigo de este tenor debido a nuestros muchos pecados[1].

Empecemos por el principio. Un sistema electoral podemos entenderlo como el conjunto de todas las normas y requisitos legales, los medios técnicos y las personas que intervienen en el proceso de asignación de escaños o cargos electivos a votos en una democracia representativa. Los sistemas electorales corresponden a dos categorías: mayoritarios y proporcionales.

Tradicionalmente se habla de sistema electoral mayoritario cuando el candidato es elegido por alcanzar la mayoría absoluta o relativa de los votos en un distrito electoral. En los sistemas a doble vuelta, como el francés, los dos candidatos con mejor resultado vuelven a enfrentarse en una nueva elección. Quedémonos con la idea de que se elige a un candidato por circunscripción electoral y que no hay proporcionalidad, todo se lo lleva uno.

En el caso de los sistemas proporcionales, el hecho de ganar o no un escaño depende de la proporción de votos que obtengan los diversos candidatos. Los candidatos o partidos políticos que hayan sido capaces de conseguir la cantidad, proporción o “cociente” necesarios para obtener el escaño serán elegidos. Del  sistema proporcional tenemos que recordar que exige el uso de una fórmula electoral para el reparto de escaños, en el caso de España la Ley de d’Hont pero hay muchas otras[2], y que hay en juego varios escaños en cada distrito electoral.

Suena a trabalenguas pero existen diferencias de proporcionalidad entre los sistemas proporcionales de los distintos países de nuestro entorno que dependen de la fórmula electoral que se use, de la distribución territorial de los escaños, del número de partidos que concurren, del tamaño de las circunscripciones y de normas electorales como puede ser los porcentajes mínimos para obtener escaño.

Los politólogos han inventado varios índices de proporcionalidad, más allá del mero efecto mecánico de la comparación entre votos y escaños, pero es un asunto muy aburrido, bástenos para nuestro análisis un estudio de A. Penadés sobre cinco de estos índices en el período de 1979 a 1990 para el conjunto de los países de Europa Occidental. Los resultados indican que España sólo es superada por Francia y el Reino Unido en “desproporcionalidad”. Países estos dos que cuentan con sistemas mayoritarios. Es decir, España tiene el sistema menos proporcional de los sistemas proporcionales europeos. Pero, según el mismo estudio de Penadés y de otros autores, los resultados siempre muestran elevados índices de desproporcionalidad en la mayor parte de los sistemas proporcionales.

Es de destacar que, al contrario de lo que opinan Cayo Lara, Rosa Díez y buena parte de los ciudadanos de este país, la mayoría de estos autores no consideran un drama este sesgo de los sistemas proporcionales. En su opinión estos sistemas respetan la presencia de las múltiples preferencias de los electores y permiten un gobierno claro al partido más fuerte. La desproporcionalidad de los resultados electorales suele manifestarse con una sobrerrepresentación de los grandes partidos y la infrarrepresentación de los partidos pequeños.

En el caso español el sistema beneficia a los grandes partidos - UCD en el pasado, PSOE y PP - que han resultado sistemáticamente primados en todas las elecciones celebradas hasta hoy, mientras que otros partidos de menor implantación de ámbito nacional - los ya citados IU, UPyD y en el pasado el CDS - han sido duramente penalizados en la distribución de escaños. También se suelen hacer comparaciones entre estos partidos pequeños de ámbito nacional con los resultados que obtienen las fuerzas nacionalistas que sólo se presentan en ciertas circunscripciones y se las considera sobrerrepresentadas. Sin embargo esto no es así, sólo estos partidos nacionalistas – en contra de la opinión generalizada – son tratados de manera “justa” por el sistema al obtener un número de escaños muy ajustado al porcentaje de votos que obtienen. En el cuadro siguiente se puede observar esta característica.


% de escaños - % de votos

1977
1979
1982
1986
1989
1993
1996
2000
2004
UCD
12,8
13,0
-3,1






PSOE
4,4
4,1
9,3
8,0
10,1
6,6
3,0
1,5
4,21
PP
-4,2
-3,5
3,8
3,7
4,7
5,5
5,9
7,8
4,64
PCE/IU
-3,7
-4,2
-3,2
-2,5
-4,3
-4,5
-4,5
-3,2
-3,54
CDS


-2,3
-3,8
-3,9




CiU
0,3
-0,5
-0,3
0
0
0
0
0.1
-0,39
PNV
0,6
0,5
0,4
0,1
0,2
0,2
0,1
0,5
0,37
Fuente: Irene Delgado Sotillos y Lourdes López Nieto




% de escaños - % de votos

2008
2011
PSOE
4,5
2,7
PP
4,1
8,6
IU
-3,2
-3,8
CiU
-0,2
0,4
PNV
0,5
0,1
ERC
-0,3
-0,2
UPyD
-0,9
-3,3

Fuente: el autor, sobre datos provisionales en 2011



El funcionamiento de la fórmula de D’Hondt[3] contribuye por sí misma a generar una cierta desproporcionalidad, de hecho fue elegida por el Gobierno Suárez durante la transición con el fin de reducir la llamada entonces sopa de letras, es decir, seleccionar los partidos más fuertes entre los cientos de partidos que se habían legalizado después de la muerte de Franco[4].

Pero en realidad, lo verdaderamente significativo en la desproporcionalidad de nuestro sistema es el efecto de la magnitud de las circunscripciones electorales. Es tan extraordinaria su influencia que la fórmula de D´Hont es secundaria.

La distribución de las circunscripciones electorales para el Congreso, según la Ley Orgánica de Régimen Electoral General, se establece de la siguiente manera: dos diputados por provincia y dos por Ceuta y Melilla, y se van añadiendo el resto (248) según la población mediante un método de división de la población de las provincias por los escaños a repartir[5].

Esto produce un efecto distorsionador que se identifica mediante el coeficiente electoral, es decir, la cifra que se obtiene de calcular el número de electores potenciales a los que representa cada parlamentario. Y, ¡albricias!, ya hemos llegado al quid de la cuestión, en España la desviación de la proporcionalidad se debe a la existencia de un número muy importante de distritos con baja magnitud – 34 distritos que componen el 65 % del total – que se hallan por debajo de la magnitud considerada como adecuada para obtener un resultado efectivamente proporcional. A estos distritos le corresponden la elección de 150 diputados, un 40% del total.

La desigualdad del voto queda claramente reflejada en la tabla que a continuación se detalla. El número de votos necesarios para conseguir un escaño en Soria frente a los que son necesarios en Madrid arroja una diferencia de 99.706 votos según datos de 2004.


Nº votos
% votos
Nº escaños
% escaños
Votos por escaño
Distrito grande
(+ de 10 escaños)
Madrid

4.406.923

12,90

35

10

125.912
Distrito mediano
(6-10 escaños)
Murcia

938.852

2,74

9

2,57

104.317
Distrito pequeño
(2-5 escaños)
Soria

78.618

0,23

3

0,85

26.206
Fuente: Irene Delgado Sotillos y Lourdes López Nieto con correcciones del autor

De lo que se deduce que si se trata de un partido fuerte en las circunscripciones pequeñas sale muy beneficiado si se consolidan los datos a nivel nacional y, en cambio, los partidos pequeños que se presentan a nivel nacional ven reducida su representación en el parlamento por ir “gastando” partes importantes de sus votos en las circunscripciones pequeñas sin ser útiles para  conseguir escaños.

Evidentemente si las elecciones generales se realizaran sobre una circunscripción única los resultados de IU y UPyD serían más proporcionales y aumentarían el número de escaños. En este caso, serían los partidos nacionalistas los que verían reducida su representación. Esto es lo que pasa en las elecciones al Parlamento Europeo.

Pero, ¿una circunscripción única es la solución?. Para muchas personas con una visión jacobina del Estado sí, se han oído estos días muchos comentarios al respecto. Pero en mi opinión, que soy jacobino de corazón pero federalista de cabeza, es una solución que no se adapta a cómo es España en realidad mal que nos pese. Y es que la distribución territorial de España está ahí, es real y hay que tenerla en el parlamento. Por otra parte, existen inconvenientes jurídicos muy importantes, y es que según el artículo 68.2 de nuestra Constitución es la provincia la circunscripción electoral. Sin olvidar la importancia que tiene la provincia en la tradición político-administrativa de España.

Pero, ¿es la única solución para salvar la proporcionalidad del sistema?. Yo creo que no, habría que encontrar una fórmula que permitiera garantizar la representación territorial con una reducción del sesgo debido a las circunscripciones pequeñas.

No es que me agrade utilizar a Alemania como modelo, últimamente dista mucho de ser mi país favorito. Pero ellos tienen un sistema que según la mayoría de los autores – tengo que decir que no le faltan detractores –  combina  una alta proporcionalidad con respeto a la representación territorial. No olvidemos que Alemania es un Estado descentralizado, es una república federal, y nosotros, ¿qué somos nosotros?, ¿una monarquía seudofederal asimétrica?, probablemente si. Pero, en todo caso, es el nuestro un Estado descentralizado también.

Para entender el sistema alemán hay que tener un coeficiente intelectual muy elevado y no es mi caso seguramente, por eso evito la tentación de intentar explicarlo en su totalidad, porque en primer lugar tendría que entenderlo yo. Por eso tan sólo diré que se trata de un sistema de voto doble sobre una única papeleta, en el primer voto se elige un diputado en un distrito electoral pequeño por el sistema mayoritario y, el segundo voto, es sobre lista cerrada de un partido o coalición por una fórmula electoral proporcional y tomando como distrito electoral el lander o estado federado. Cada tipo de voto permite elegir la mitad de los diputados del parlamento. Con este sistema doble cada tipo de voto corrige el sesgo electoral que produce el otro.

En nuestro país podría estudiarse un sistema parecido. El régimen electoral se regula por ley orgánica, mucho más fácil de modificar que la Constitución, así que modificarlo está al alcance de los partidos. Si se ha conseguido enviar el hombre a la Luna, si se ha conseguido la fisión de algo tan intangible como el átomo, entiendo que podemos encontrar un sistema de representación más justo. Y no es baladí el hecho de que el artículo 68.1 de la Constitución establece que el Congreso puede tener entre 300 y 400 diputados[6],  se podrían utilizar los 50 diputados que faltan para alcanzar el máximo permitido para corregir estos desequilibrios.

Pero no creo que se haga, al menos durante esta legislatura, ya que uno de los grandes beneficiados dispone de mayoría absoluta en el Congreso. Se hablará de que existen otras prioridades, de que la economía está al borde de la bancarrota y, por tanto, de que se trata de una frivolidad. Sin embargo hay un ruido de fondo en la calle, la gente está desencantada, hay una parte del electorado potencial que no se siente representada y se empiezan a escuchar y a leer artículos que arremeten contra nuestra democracia. Han pasado 34 años desde la Transición, a lo mejor va llegando la hora de ir haciendo alguna reforma que mejore la proporcionalidad de nuestro sistema.

En Zamora se necesitan menos votos para conseguir un diputado que en Madrid, pero eso allí no se nota, siguen los problemas seculares. Cuando uno mira sus campos ocres,  campos de Castilla y León - aquéllos que fueron admirados y cantados por los escritores de la generación del ’98- parece que no pasa el tiempo, que no llueven las inversiones ni los incentivos, que la prosperidad avanza a pasos cortos incluso en los tiempos de bonanza. Los zamoranos, pero también los sorianos o los turolenses, no se benefician de esta sobrerrepresentación, se benefician los grandes partidos de nuestro país.


Juan Carlos Barajas Martínez


Bibliografía:

Comportamiento político, partidos y grupos de presión. Sociología electoral.
Irene Delgado Sotillos, Lourdes López Nieto
UNED, Madrid 2004

Partidos políticos y sistemas de partidos
Alan Ware
Ediciones Itsmo, Madrid 2004


Constitución española de 1978
Imprenta Nacional del Boletín Oficial del Estado
Madrid 2005

Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General.
Noticias Jurídicas

Enlace:

Al valiente que se atreva, le dejo un enlace - lo más claro que he encontrado - a un texto de Dieter NOHLEN - un sabio de estos menesteres - que explica el sistema electoral alemán.

http://www.iidh.ed.cr/comunidades/redelectoral/docs/red_diccionario/sistema%20electoral%20aleman.htm

Notas:
[1] Mis pecados, a Dios gracias, no han merecido unos cuñados enterados. Son bellísimas personas a los que quiero mucho. Quería dejar constancia de ello no vaya a ser que la cena de nochebuena se me desmande.

[2] Aparte de la fórmula de D’Hondt, tenemos la de Sainte-laguë, la de Hare, la de Hagenbach-Bischoff, Imperialli y los métodos de asignación de escaños restantes como el del resto mayor, resto menor, reparto de restos y medio mayor. Como se puede comprobar hay toda una retahíla de métodos entre los que elegir.

[3] La fórmula de D’Hondt se basa en la división de los resultados electorales por cocientes de números naturales sucesivos (1,2,3,4…..) y se escogen los resultados más altos, tantos como escaños tiene el distrito electoral. Veamos un ejemplo muy claro con los datos de Soria (3 escaños) en las elecciones del 2004

Partidos
Nº de votos
:1
:2
Nº de escaños
PP
28.674
28.674 (1º)
14.337 (3º)
2
PSOE
21.943
21.943 (2º)
10.971
1
I de S
2.886
2.886
1.443
0
IU
1.212
1.212
606
0

Esta fórmula es beneficiosa para los partidos mayores, aunque también dificulta menos la obtención del primer escaño por parte de los partidos menores.


[4] En el preámbulo del Real Decreto Ley de 1977 se destacaba, incluso podría decirse que se presumía, de la incidencia de la fórmula D’Hondt, caracterizada por ser un “poderoso correctivo del fraccionamiento” parlamentario, pero no decía nada del efecto de la reducida magnitud de las circunscripciones electorales.

[5] El artículo 162.3 de la LOREG establece que “para la distribución de los doscientos cuarenta y ocho diputados entre las provincias en proporción a la población se sigue el siguiente procedimiento:
a)       Se obtiene una cuota de reparto resultante de dividir doscientos cuarenta y ocho y la cifra total de la población de derecho de las provincias peninsulares e insulares.
b)       Se adjudican a cada provincia tantos diputados como resulten, en números enteros, de dividir la población de derecho provincia por la cuota de reparto.
c)       Los diputados restantes se distribuyen asignando uno a cada una de las provincias cuyo cociente, obtenido conforme al apartado anterior, tenga una fracción decimal mayor”.


[6] Es la LOREG la que en el artículo 162.1 establece que el Congreso tiene 350 diputados




Enlaces sobre Zamora:

http://www.zamora.es/lang/

http://www.zamoraturismo.com/

http://www.zamoradipu.es/


Vídeo sobre Zamora:

http://vimeo.com/34288052

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